Observaba atentamente aquellos rasgos tan finos, ya algo deteriorados, mostrando el paso de los años pero no por ello menos bello. Con sus manos delineó sus pequeños labios, su delicada nariz y su suave piel. Todo en el era perfecto, lo observaba, siempre sería su niño y recordó cuando se lo prometió aquel día bajo la lluvia de estrellas, su nombre escapaba traviesamente por sus labios.
- Ryeowook…- era casi un suspiro, casi imperceptible, palabras que se llevó el viento.
A su memoria llegaban los recuerdos de cuando lo conoció, iba en el metro y vio una extraña cabellera, bajó un poco la vista y vio la fina figura de aquel hombre sosteniendo un libro, quedó embelesado observándolo, no podía apartar su mirada de aquella pequeña figura. De repente vio que los ojos de ese ser se posaron en su figura, se veían mutuamente, imaginaba que aquel ser de menudo cuerpo y bello rostro lo vería con asco pero para su sorpresa le mostró una hermosa sonrisa, ese fue el inicio de todo.
Se acercó a hablar y le pidió su número, era una persona muy dulce y amable a simple vista y por ende no se resistió el atrevimiento de invitarlo a tomar un café y hablar un poco más, una salida y después se vino una salida más, poco a poco se iban conociendo, comenzó a notar como Ryeowook, nombre del joven, se tapaba la boca al reír, le gustaban las jirafas y cocinar, era muy cosquilludo y tímido. Después de estas salidas se vinieron más frecuentes y poco a poco se convirtieron en citas donde había abrazos cariñosos, algún roce furtivo, coqueteos y algún beso en la mejilla por parte de Ryeowook.
Conforme pasaba el tiempo se enamoraban poco a poco, se veían encantados por los detalles del otro hasta que un día decidieron abrirse.
Jong Woon y Ryeowook se encontraban recostados en una pequeña colina viendo el firmamento plagado de estrellas lado a lado.
- Hyung… - mencionó Ryeowook viendo el cielo.
- ¿Qué pasa? – dijo el aludido
- Yo te quiero mucho… ¿tú me quieres? – volteó su rostro hacia Jong Woon con un sonrojo poco notorio debido a la oscuridad del momento.
Jong Woon sintió que su corazón saldría de su pecho y vio directamente a los ojos de su acompañante, tomo una de sus manos y la entrelazó con la suya, se humedeció un poco los labios y acarició su rostro.
- Yo te quiero demasiado… siempre serás mi niño- y concluyó con un suave beso, se separó y recibió una bella sonrisa acompañada de otro beso en los labios.
Su relación fue evolucionando, comenzaron a vivir juntos se presentaron ante sus seres cercanos como compañeros de toda la vida, tal vez no era lo mismo que un matrimonio pero para ellos era suficiente. Noches de amor y entrega total, peleas y gritos, lágrimas y lutos, risas y alegrías compartidas, puede decirse que el llegar a casa y recibir un dulce beso en los labios y un abrazo ya le era reconfortante aunque fuera en pensamiento. Simplemente lo anhelaba desde lo más profundo de su alma.
Saber que era un apoyo para su pareja lo hacía sentir útil, especial y necesitado, esas sensaciones que le provocaba el tocar a su pareja, sentir su piel y besar su boca con desespero, dulzura y amor. Mimarlo y arrullarlo, recorrerlo completo y encontrar rincones nuevos con emociones y sensaciones nuevas.
El tiempo pasó y cada año dejaba marca en ellos, poco a poco su piel perdía un poco de belleza, tal vez ya no eran tan radiantes, sus ojos eran ahora más tranquilos y no tan vivarachos, pero aún podía ver ese amor en ellos, nunca pudo alejarse de aquellos ojos siempre tan llenos de amor y aquel beso y abrazo eran casi un ritual que gozaba todos los días al llegar a casa.
Celebraron muchos cumpleaños juntos, más de 25 aniversarios, ir y venir de amistades a lo largo de la vida, viajes y experiencias, marchitarse juntos, ver como el tiempo pasaba sus dedos por sus rostros dejando surcos en su piel, destiñendo sus cabellos hasta hebras blancas.
Llegó aquel día en que ambos despertaban juntos y gozaban de días completos disfrutando del tiempo que años atrás no gozaron juntos.
Sí, muchas vivencias, emociones, experiencias exquisitas, recuerdos que atesoraba como un álbum de fotos en su mente, cada recuerdo de reproducía vívido en su memoria, una película interminable sobre su vida junto a él y ahora fluían lentamente como lágrimas, recorrían sus mejillas.
Su mano acarició esas hebras blancas lentamente, queriendo conservar esa sensación para siempre, se inclinó a besar por última vez aquellos pequeños labios, conservando su esencia, guardando aquel roce como un recuerdo, el más preciado tal vez.
- No podías dejarme sin mi beso de hoy, mi niño, descansa – y siguió velando su sueño, aún a sabiendas que ya no despertaría.