La Escuela
—¿No te emociona, Gaara? —Comentaba una rubia, mirándole por el retrovisor del auto—. Es tu primer día de clases en Konoha Gakuen.
El menor no respondió. Llevaba la mirada fija en la ventana del auto, sus dedos jugaban con los botones del reproductor Mp4 que tenía, y aunque no estaba escuchando nada realmente, siempre mantenía los audífonos en sus oídos para evitar conversaciones indeseadas..
—Temari, ya déjalo. Sabes que a nuestro Gaara sólo le emocionaba ver a los cirqueros lastimarse. Y jugar con la arena de bebés.
—No es arena de bebés. —Mantenías sus brazos firmes, cruzados a la altura del pecho—. Se llama MoonSand, es para adolescentes también. —se defendió girando inmediatamente el rostro hacia la ventana de nuevo.
—Venga ya Kankuro, le has acabado las palabras a Gaara, y no importa lo que sea, total te haga feliz, ¿de acuerdo?
Nadie mencionó nada más en todo el trayecto.
Sabaku no Temari era la mayor de tres hermanos, hijos de Gatake y Karura Sabaku no. Temari era la mayor, seguida por Kankuro y finalmente el pequeño Gaara. Quedaron huérfanos de madre, al nacer el pelirrojo, pues Karura tuvo complicaciones en el parto y a las pocas horas del nacimiento de Gaara, ésta falleció. Su padre murió años después. Un hombre frío y poco demostrativo que se preocupaba por su familia, cayó en una depresión extrema luego del fallecimiento de su esposa y murió en el que sería su último año como militar de Sunagakure.
Murió por su patria, y para sus hijos.
Temari al tener 23 años, era quien se ocupaba de mantener su pequeña familia estable. Kankuro a sus 21, trabajaba y el mísero sueldo que ganaba; se iba en sus grandes colecciones de juguetes de madera e idas al bar del centro. Gaara, con 17 años de edad, cursaría el que sería su penúltimo año de preparatoria, en un instituto privado en otra ciudad. Tanto temari como Kankuro no deseaban mudarse, pero sus posibilidades de éxito se veían limitadas al vivir en un pueblo tan alejado como Suna.
«Nos mudaremos a Konoha con el tío Baki». Había advertido la rubia meses atrás, ninguno de sus hermanos la tomó en serio.
Pero ahora, se encontraban en camino a lo que serían sus primeras experiencias en su nuevo hogar. Baki, un hombre muy amigo de la familia, quién siempre había considerado a Karura como una hermana, se comprometió a cuidarles hasta que Gaara cumpliese mayoría de edad. Por razones del destino, había conocido a Shizune, y contraído nupcias un tiempo después; mudándose a la revoltosa y agradable Konoha como hogar definitivo.
—El tío Baki nos estará esperando en su casa a la hora de la cena. Pasaré por ti cuando salgas, recuerda enviarme un mensaje Gaara, no quiero que faltes a esta cena también.
—Sí, no te preocupes. —Abrió con demasiada lentitud la puerta del auto, cegándose con el brillante reflejo del sol que daba de lleno en su pálido rostro.
—Ten cuidado Gaara, si tienes problemas no dudes en llamarme. Le partiré la cara a quien sea necesario. —Kankuro le miraba desde el asiento del copiloto, tenía una mirada seria, y la mochila entre sus manos.
—Te aseguro que no será necesario. —El pelirrojo tomó sus cosas y se encaminó hasta el nuevo instituto. Odiaba la sobreprotectora actitud de su hermano, pero sólo porque sabía que Kankuro no sería capaz de ayudarle en caso de necesitarle verdaderamente.
Se aferró más la mochila al hombro, teniendo especial cuidado que su arena no se estropease en el camino. No quería dañar la arena, ni mucho menos la mochila en forma de calabaza que había heredado hace algunos años atrás.
«Es una pieza artesanal única en el mundo, originaria de Sunagakure. Como esta, no encontrarán otra igual».
Miró de reojo el objeto, y de inmediato su atención se enfocó en el enorme establecimiento que conformaba el instituto Konoha.
Grande.
Espacioso.
Estúpidamente antiguo.
¿En qué estaba pensando Temari? Fijó de nuevo sus orbes aqua en el piso, y continuó caminando. Sólo habían personas extrañas en ese lugar, personas muy diferentes a las que estaba acostumbrado a ver. Volteó a ver a un hombre de cabellos plateados, parado justo en la entrada de al lado, supuso era un profesor. Llevaba el cabello en puntas y un tapabocas cubría casi todo su rostro.
«Que extraño…» Pensó fijando su mirada al frente de nuevo, para toparse con un chico alto, ojos grises y cabello largo color café.
—¿Se te ofrece algo? —El mayor le miraba intrigado, por la cara de perdido que poseía el chico, se notaba que era nuevo en el lugar. Y por su apariencia, sabía que no era originario de Konoha—. ¿Eres Gaara, verdad? Sabaku no Gaara. Mi nombre es Hyuga Neji, soy el presidente del consejo estudiantil. Me informaron que llegarías pronto, no supuse que sería hoy. Por favor, sígueme.
Gaara le siguió sin rechistar. A decir verdad, ese chico no le dio chance de responder, ni aunque lo fuese querido. Subieron a una enorme torre apartada del instituto en general. Neji tocó varias veces en un enorme puerta de madera, antes de escuchar una voz femenina del otro lado dándoles paso.
—Señorita Tsunade, el nuevo estudiante ha llegado. —Informó haciendo una reverencia.
—Gracias Neji, ahora por favor déjanos a solas. —El moreno asintió haciendo una reverencia de nuevo, y luego salió abandonando la habitación. El pelirrojo miraba a la rubia, sin decir nada aún—. ¿Gaara, eh? Hemos oído tanto de ti. Shizune en especial me hablado mucho de ti.
El pelirrojo se sorprendió. Ni siquiera conocía a la esposa de su tío Baki, ¿por qué hablaba de él?
—Conocí a tu padre. Era un hombre admirable…
—Es un placer para mí conocerla, señorita Tsunade.
—Lo mismo digo, Kazekage de Suna.
—Usted… ¿lo sabe? ¿Cómo…?
—Es cuestión de investigar, no aceptaría a cualquier alumno sin saber nada sobre él.
—Supongo que también debe saber lo de…
—Sí. —Le interrumpió la mujer—. Lo sabemos todo. Por ahora te asignaré al jefe de estudios, él te dirá lo que necesites.
El pelirrojo fue guiado por un chico de cabellos café, casi al instante en que la mujer dejó de hablar. Éste le condujo fuera de la torre, y no mencionó palabra alguna hasta que cruzaron de nuevo al instituto.
—Bien chico nuevo, esto es muy problemático pero tengo que decírtelo de todas formas. Mi nombre es Shikamaru Nara, esa mujer que acabas de conocer, se llama Tsunade pero le dicen «La quinta» ella es la directora de Konoha Gakuen, y todas las extensiones. Tu horario ya esta guardado en tu casillero, y tu primera clase comienza en menos de tres minutos. Te recomiendo te vayas ya, luego nos veremos de nuevo al final de tus clases.
El chico le hizo entrega de una llave con un número colgante, y se marchó en dirección opuesta. Desde que había llegado a ese lugar, no le habían dejado hablar más de cinco palabras cuando mucho. Todos hablaban sin parar, y no les importaba si realmente les estaban escuchando.
—Todos son tan raros… —Exclamó en un susurro al aire, para dirigirse a su casillero. Ahora el problema sería, ¿dónde estaba ese dichoso objeto?
Continuó caminando hacia donde su razón le decía era más correcto ir, miraba de un lado al otro fijándose en los pósters colgantes en las paredes, las puertas tan antiguas, las personas que le miraban con extrema curiosidad… todo era tan nuevo para él. Centró su mirada en una enorme cartelera colgada en una pared y se quedó quieto mirando. Era una especie de mapa.
—Eres la primera persona en muchísimo tiempo que se detiene a mirar el mapa. —Giró su rostro, encontrándose con uno bastante cerca del suyo. Sonriente, y muy brillante para su gusto. El chico que estaba parado justo a su lado, era rubio y con unas extrañas marcas en su cara—. ¿Estás perdido? Oh, no me digas… ¡Eres el nuevo! —Gritó apuntándole con el dedo.
—¡Naruto vuelve acá imbécil! —Gritaba una chica pelirosa corriendo hacia ellos.
—S-Sakura-chan… ¡lo siento, pero por favor no me mates!
Ambos chicos continuaron gritando por largo rato, en el que Gaara sólo les miraba sin comprender. ¿Acaso todos en Konoha eran así de raros? Deseaba salir corriendo de vuelta a la calma de Suna. Suspiró y guardando las llaves en uno de sus bolsillos, se dispuso a marcharse.
—Espera, no te vayas… —Comentó la chica—. No me había fijado que Naruto tenía compañía. Mi nombres es Haruno Sakura, y este tonto a mi lado se llama Uzumaki Naruto.
—Un placer. —Hizo una reverencia—. Mi nombre es Sabaku no Gaara.
—¡Yo sabía que eras el nuevo! Todos han estado hablando de ti por casi un mes… ¿vienes de Sunagakure, no? —El menor asintió—. Siempre he escuchado que ese lugar es aburrido y lleno de arena en todas partes.
—Gaara, por favor ignóralo. ¿Veías el mapa? ¿Necesitas ayuda con algo? Puedes contar con nosotros para lo que necesites.
—Buscaba los casilleros… —Dijo el pelirrojo mostrando ahora las llaves con el número ‘8’ colgando de ellas.
—Ven, síguenos, ten mostraremos donde queda.
Caminaron por largos pasillos, en el que la chica no perdía detalle para explicarle a Gaara. Hablaba y hablaba mientras el rubio mantenía sus manos tras las nuca, y una expresión de increíble aburrimiento. Continuó hablando y caminando, hasta que finalmente llegaron a un pasillo lleno de hileras de casilleros verdes y color crema.
—Hemos llegado. —Sentenció la chica sonriente—. A ver, el ocho debería estar por… acá… hmm. ¡Aquí está!
Gaara les agradeció de nuevo, y finalmente luego de tomar el horario, fue conducido hasta su primera clase. Al parecer era con un profesor llamado Kakashi Hatake, que siempre llegaba tarde. Por ello tuvo tiempo libre suficiente para que le presentaran a casi todo el salón completo. Conoció a Chouji, un chico bastante rellenito que aprovechaba cada parpadeo para introducir grandes porciones de frituras en su boca. Ino Yamanaka, una rubia bastante altanera que al parecer tenía una leve obsesión por las flores y un sujeto extraño, un tal Sasuke. Conoció también a Kiba, un chico amante de los perros que siempre escondía al propio en su mochila, pues según él; Akamaru se sentiría solo esperándole en casa. También les conoció más a ellos, pues Sakura y Naruto iban en su misma clase.
Todos estuvieron hablando de todo, y él sólo asentía cuando le incluían en la conversación. No se sentía muy a gusto rodeado de tantas personas y menos si todos eran desconocidos para él. Además… ¿por qué ese profesor tardaba tanto? Tuvo suerte de conseguir un asiento cercano a una ventana así que en el momento en que tuvo oportunidad, giró su rostro mirando por ella. Contempló los árboles, las nubes y un sinfín de cosas más, pero lo que llamó su atención fue un chico sentado al pié de un árbol; al parecer pintaba. Vestía totalmente de negro, y sus cabellos azabaches caían en su rostro imposibilitándole mirarle bien. Era incluso más blanco que él, y parecía bastante concentrado. Se quedó por largo rato mirándole embelesado, los movimientos que hacía ese chico con el pincel eran casi hipnotizadores.
Se centró de nuevo en el aula, cuando sintió a alguien entrar. Era ese mismo hombre raro con el tapabocas. ¿Ese era su profesor?
—Buenos días alumnos, lamento mi demora pero me perdí en los senderos de la vida. Además de que había mucho tráfico esta mañana. —Cerró los ojos, en lo que Gaara interpretó como una sonrisa. ¿Pero de qué hablaba? Si él le había visto temprano en la entrada del instituto—. Tengo entendido que el nuevo alumno ya llegó. ¿Por qué no pasas a presentarte? —Dijo ahora mirándole fijamente.
El pelirrojo se levantó de su asiento, con la cabeza en alto y dando pasos lentos, pero seguros. Varios en la clase ya le habían conocido, así como otros tantos no. Se detuvo frente al escritorio del profesor, y mirándoles a todos se dispuso a hablar.
—Mi…
De pronto su presentación se vio interrumpida, gracias a que la puerta del salón se abrió dando paso a un chico blanco de cabellos azabaches.
—Kakashi sensei, lamento la demora. Me entretuve de nuevo pintando. ¿Puedo pasar? —Tenía una sonrisa bastante hipócrita, cosa que se le hizo extraño. Sin embargo hubo algo más que llamó su atención… ¡era el mismo chico de antes! El que estuvo mirando por la venta. ¿Iba en su clase? Vaya coincidencia.
—Adelante Sai, puedes pasar. Pero que no se repita, llegar tarde es de mala educación. —El profesor sonrió, y todos los alumnos suspiraron y gruñeron ante su comentario. Era el descaro personificado—. Puedes continuar con la presentación. —Dijo ahora mirándole. Pero sus verdosos ojos estaban posados en el chico que acaba de entrar, quién también le miraba fijamente, escudriñándole con la mirada. Tragó en seco y se dispuso a hablar.
—Mi nombre es Sabaku No Gaara, tengo diecisiete años, y vengo de Sunagakure.
—¿Algo más que quieras agregar? —El menor negó—. Bien, puedes sentarte.
La clase transcurrió normalmente para todos, menos para cierto pelirrojo que se encontraba demasiado incómodo gracias a un chico de ojos negros que no le quitaba la mirada de encima. ¡¿Por qué carajos lo miraba tanto?! Estaba comenzando a enfadarse, y eso no era bueno. Debía mantener la calma, o Temari jamás se lo perdonaría.
Suspiró frustrado y se frotó los ojos antes de escuchar la campana que indicaba el receso, sonar. Tomó su calabaza rápidamente y salió casi corriendo del salón. Llegaría a su casillero, guardaría todas sus cosas y se dispondría a escuchar música hasta su siguiente clase. Necesitaba calmarse, y lo necesitaba ya. Y nada mejor que la buena música para calmar a la «bestia».
Caminó hasta los casilleros, ignorando las miradas curiosas que se posaban en el, pensando que pronto se escondería en algún sitio con la tranquilidad de su música y nada más. Lastimosamente, las cosas nunca salen como uno desea, y para su mala suerte había demasiada gente a su alrededor, además alguien bloqueaba el paso hasta su casillero. Un chico pelinegro, bastante parecido a su compañero de clases (aunque más alto y con el cabello más largo) estaba recostado justamente del Locker número ocho. Estaba rodeado de una pelirroja que usaba lentes, y dos chicos más. Reían y hablaban muy tranquilos.
Se acercó a paso lento, desconfiado y asiendo fuertemente la tira de su calabaza, les habló casi susurrando.
—Disculpa, estás ocupando el espacio de mi casillero. Necesito guardar mis cosas. —Dijo directamente al chico de cabellera negra. Los demás le miraron como si fuese cometido un asesinato.
—Y tú ocupas mi campo visual. Lárgate de aquí nuevo, no quiero hacer de tu primer día una experiencia trágica. —El chico había cruzado los brazos y tenía una prepotente sonrisa bien marcada en sus labios. Era notoriamente más alto que él, y eso le hizo enfurecerse más.
—No quiero problemas, sólo necesito sacar mis cosas. ¿Cómo sabes que soy el nuevo?
—¿Cómo no saberlo? Todos hablan mucho de ti. Demasiado diría yo, para tan insignificante cosa. —El azabache se giró luego de mandarle una amenazante mirada, y se dispuso a hablar con la chica. Ignorándole totalmente.
—¿Qué acaso no has escuchado? Tengo que sacar mis cosas.
—¿Eres tú el que no escucha? Lárgate de aquí. —Un chico de cabellos anaranjados se había parado frente a él con los brazos cruzados. Intentando intimidarle.
Gaara estuvo a punto de golpearle, cuando un hombre con una cicatriz en la cara se posó en medio de ambos. —¿Qué sucede aquí, Juugo? —. Cuestionó mirando al de cabellos naranjas, con un semblante bastante enojado.
—No pasa nada, profesor Iruka. Ya nosotros nos íbamos, no se preocupe.
La chica tomó del brazo al azabache, y casi le arrastró lejos de allí. Los otros dos les siguieron cual perritos falderos. Abrió el contenedor de sus libros, y guardando lo necesario lo cerró de nuevo, marchándose al instante sin siquiera dirigirle una palabra al profesor. ¿Quién se creía que era ese bastardo para retarle así? Además, él no necesitaba ayuda. Tenía todo controlado desde un principio. Suspiró de nuevo, sacando su teléfono celular, comenzando a redactar un mensaje para su hermana.
«Necesito que vengas por mí media hora antes».
Caminaba ahora hasta el baño, después de entrar distraídamente a varias aulas, por fin lograba encontrar el sanitario. Entró sin fijarse demasiado si el lugar estaba vacío, y abriendo la llave del agua, adentró sus manos para luego mojarse la cara. Se apoyó del borde de los lavabos cerrando los ojos; dejando que el agua escurriese tranquilamente por su cara. Pasó sus manos por su cuello, humedeciéndolo. Konoha era incluso más caliente que Suna…
Abrió los ojos sólo cuando sintió unos brazos rodearle descaradamente. Se sobresaltó, pero jamás lo admitiría.
—¿Qué quieres? —Preguntó sin ver de quién se trataba.
—Quizás un hola estaría bien, ¿no crees, Gaara-chan? En clases no tuvimos oportunidad de conocernos. —El pelirrojo se giró, posando sus ojos en los negros de su compañero.
—Sai… —Susurró.
—Oh, ¿así que conoces mi nombre?
—¿Qué quieres?
—Tal vez que seas más amable. Sólo quiero conocerte. —Y ahí estaba de nuevo, esa sonrisa falsa. Estuvo a punto de replicar, pero el otro le interrumpió—. Y tal vez que dejes de espiarme por la ventana.
Su sonrisa se hacía cada vez más amplia, pero aún así, seguía siendo de pura falsedad. Sin embargo, algo llamó su atención.
Sai le había descubierto.