Para sucumbir en las llamas del infierno primero necesitas tocar el cielo.
Estira sus manos y la calidez del sol apacigua el frío que helaba su piel, las yemas de los dedos logran tocar una nube hasta humedecerse con gotas cristalinas que pronto caerían al mundo bajo sus pies. No tenía alas pero volaba. Un poco más alto y el cielo podría llegar a tocar. ¿Cómo sería? ¿Tan cálido como están sus mejillas ahora? Tal vez sea un frío agradable debido al viento. Sonríe como hace mucho no lo hacía, Key se sentía bien ese atardecer donde los recuerdos se desvanecían como tenía que haber sido hace meses atrás. Gira el rostro lo suficiente para observar al sol ocultarse tras el mar y entonces todo fue oscuridad antes de empezar a caer.
No tenía alas pero sentía como si se las arrancaran. Su espalda ardía, cada vez más cerca de las llamas que daban la bienvenida al infierno. “No” grita. Entre sueños y vanos esfuerzos. El oxígeno se quemaba y sus pulmones ardían de tal forma que cada bocanada de aire eran puñales enterrados en él. Más profundo, más fuerte y la sangre se hace presente entre sus nalgas hasta las sábanas muñidas donde despierta y está siendo follado por otro bastardo. Mueve sus brazos deseando fuesen alas pero estando encadenados solo brindan impotencia.
Abierto, desnudo, roto. El frágil cuerpo de un chico que come sobras los últimos días, llagas en la boca y hematomas dispersados por su pálida piel. Ojeras testigos de las noches en vela, los días sin luz alguna más de la que se cuela entre las rejas inalcanzable en lo las alto de los cuatros muros que le mantienen encerrado en esa pesadilla de vida.
Se relaja ya sin fuerza notando como sus músculos internos se contraían cada vez que el hombre asqueroso entraba en él. Sucio, con mugre bajo las uñas y una lengua demasiado mojada recorriendo su cuello y pecho, dientes amarillos por el cigarro que hacía de perfume muerden con fuerza sus pezones y grita, embiste, le desgarra y solo quiere que deje de doler.
“córrete, córrete, termina ya” piensa entre el llanto. Key llora internamente porque si una lágrima escapa sus mejillas recibirían golpes y aún estaban hinchadas por la noche pasada. Gime adolorido cuando siente como el cerdo asqueroso que se disfraza de hombre sale de él y le obliga a girarse, las cadenas dañan un poro más sus muñecas, estando en cuatro con las piernas abiertas y el culo ardiendo como cada órgano en su interior, puede hundir el rostro en una almohada llena de polvo, sangre y lágrimas secas.
Los rasguños llegan a sus nalgas que se separan hasta el punto de doler y una vez más es penetrado. El pene asqueroso embiste una y otra vez, siente que sigue cayendo y solo se consume en las llamas del infierno. Cierra los ojos temblando, sin poder retener esas lágrimas que escapan cuando cae en la inconsciencia por el dolor y solo piensa que aun así seguiría siendo violando por todo aquel que pagara el monto que su cuerpo valía desde hace ya seis meses, desde que no pudo volar más y cayó del cielo, de ilusiones cuando Jinki soltó su mano intercambiando todo el amor que una vez dijo sentir, por un par de kilos en cocaína.
Quisiera regresar el tiempo para no caer en este infierno. Evitaría intentar tocar el cielo. En un mundo de gravedad todo lo que sube debe caer.