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Fetiche por carmesi

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Notas del capitulo:

Hola gente, aquí estoy de nuevo en esta categoria que tanto me gusta ^^ (hablo por supuesto de Originales). Y bueno quiero decirles que esta es una historia un tanto rara pero espero que les guste.

Alexander era un joven de dieciocho años, de complexión delgada pero músculos definidos, media 1,68 cm, piel blanca, cabello castaño claro y ojos verdes, estudiaba cuarto semestre de administración de empresas y trabajaba como secretario en una empresa aduanera. Era un chico inteligente y responsable, ese año estaba siendo realmente duro para él, había cumplido la mayoría de edad y había tenido que dejar el orfanato y apañárselas solo para alquilar una pieza mientras esperaba ahorrar algo de dinero y pasarse a un departamento aunque fuese pequeño, deseaba esforzarse al máximo para merecer pronto un acenso pero desafortunadamente para él, todo lo que deseaba no sería. Uno de sus superiores en el trabajo estaba desfalcando la empresa, los dueños sospecharon de actividades irregulares y ordenaron una investigación, temeroso de ser descubierto el estafador maquillo el asunto inculpando a Alexander.

El día que la policía lo detuvo apenas y lo podía creer, no se cansó de gritar que era inocente mas nadie le creyó, tal vez si tuviera un buen abogado no hubiera ido preso, pero eso costaba dinero y él no lo tenía, era pobre. La condena: un año y seis meses con derecho a fianza, esperanzado de no ir a la cárcel pidió prestado a todos sus conocidos pero nadie le ayudó. Así llegó a la penitenciaría estatal un 24 de febrero a las  cuatro de la tarde.

Estaba nervioso, él era un muchacho tranquilo, nunca antes se había metido en problemas, así que convivir con tipos acostumbrados a la violencia no era el mejor panorama. Se lamentaba por su desdicha, en el orfanato lo había pasado mal  ahora que estaba por su cuenta caía de nuevo en desgracia. Le mandaron a desnudarse y así lo hizo, dos policías lo revisaron y le dieron un uniforme, que constaba de un pantalón y camisa  manga larga color caqui y un franela blanca. Mientras se vestía notó que los guardias murmuraban entre sí sin dejar de mirarlo, incluso hubo sonrisas. Se sintió nervioso.

-Bien, vamos-dijo uno de los guardias cuando ya se había vestido.

No más al salir se toparon con otro guardia, un hombre negro y alto que silbó al verlo-Guao por fin llegó el correcto, el capo va a delirar.

Los otros rieron.

El muchacho palideció ¿a qué se refería? ¿quién era el tal capo?. No tuvo tiempo de detenerse a pensar, llegaron a la sala de las celdas, al parecer era la hora de recreación ya que las rejas estaban abiertas y los reos distribuidos por todo el lugar, hablando, riendo, jugando dominó o cartas. Apenas lo vieron comenzaron los silbidos y expresiones como “papito” “que lindo culito” “chiquito ven a mamármela” y otras obscenidades.

Él trató de parecer indiferente, pero su palidez lo delataba, estaba aterrado, fue escoltado por los guardias hasta el segundo nivel y lo metieron en una celda que era diferente a las  otras , más grande y con muebles propios de una habitación cualquiera y no de una cárcel, eso le dio mala espina. Adentro había un enorme sujeto sentado en una de las dos camas, leyendo el periódico.

-Ey compadre, se te hizo el milagrito-dijo uno de los guardias-para que veas que pienso en mi compadre.

Alex miró al guardia con desconcierto ¿eran amigos?

El grandulón bajó el periódico y miró al chico, enseguida arqueó las cejas asombrado y deleitado –coño, tú si eres mi pana-exclamó excitado.

-Que lo disfrutes-dijo el otro guardia y riendo se marcharon.

Alex intentó mantenerse indiferente y aparentar calma, pero cómo podía hacerlo con semejante conversación, le dio la espalda al hombre  para acomodar  sus objetos personales en la cama disponible, pero no se sentó, tenía miedo. El otro lo detalló con deleite, el chico tenía un rostro aniñado, un cuerpo esbelto y unas nalgas redonditas según podía  distinguir a través del pantalón, tenía una estatura perfecta para lo que él quería, porque él tenía un fetiche, un fetiche que no se le había dado porque no había encontrado al chico perfecto, hasta ahora. Se relamió poniéndose de pie. Enseguida Alex se volteó para encararlo, respirando agitado, el tipo era una bestia enorme, media 2,06 cm, era muy musculoso, parecía una mole, vestía el mismo pantalón caqui que él pero en el pecho sólo  tenía la franela blanca muy ajustada, marcando su musculoso cuerpo, sin las mangas, en su brazo derecho lucía un tatuaje, una calavera envuelta en llamas, tenía el pelo cortado al estilo militar y sombra de barba, sus ojos eran marrones, muy penetrantes.

-Aquí me dicen el capo-habló con voz grave, muy varonil, extendiéndole la mano-pero me llamo Bruno.

Extrañado Alex se avergonzó, tal vez lo había juzgado mal, tragó grueso y estrechó aquella enorme mano-Me llamo Alexander, un placer.

Bruno sonrió mirándolo fijamente, Alex se puso nervioso porque no le soltaba la mano.

-Que mano tan pequeña y suave-dijo seductor aquel hombre, sobándose con su mano libre la entrepierna.

Alex ensanchó los ojos y forcejeó para liberar su mano logrando divertir al musculoso, después de un rato este lo soltó haciéndolo caer de culo por lo inesperado de la acción.

-Idiota-gruñó Alex levantándose incómodo con la situación.

Bruno cruzó sus brazos sobre su amplio pecho y dijo sin tacto-Mira niño, las cosas aquí son así: yo soy el jefe de esta pocilga y me encantan los nenes como tú, así que la cosa es sencilla, o estás conmigo, complaciéndome sólo a mí, con lo que estarás protegido, o se reparte tu culo entre todos.

-…qué…-exclamó aún sin creerlo.

Bruno se le acercó mirándolo con lujuria-yo te trataría bien.

-¡No me toques, maricón!-gritó empujándolo, aunque no logró que se moviera ni un milímetro-¡búscate un puto y déjame en paz!

Bruno sonrió con algo de malicia-como quieras, yo no obligo a nadie-exclamó haciéndose a un lado, estaba seguro que ese chico le suplicaría.

Alterado, Alex no lo pensó para salir de allí, caminó sin siquiera saber a dónde, mascullando maldiciones en contra de ese tipo que acababa de conocer, estaba asustado, era su primer día y ya lo habían amedrentado.

Desde la puerta de la celda Bruno lo observaba sonreído, un hombre cincuentón se le acercó- Entonces no quiso-preguntó divertido.

-Nah, rabieta de mocoso-respondió el grandulón sin perder de vista al muchacho.

-Por fin te podrás dar gusto, hombre-felicitó el cincuentón palmeándole el hombro.

-Coño, sí-dijo comenzando a andar-vamos, antes que me lo desgracien.

Alex llegó al patio, allí había varios grupos, unos jugaban básquet, otros hacían ejercicios con pesas y algunos sólo platicaban, desubicado, sólo se alejó lo más que pudo, deteniéndose junto a la cerca que limitaba el patio, agachó la cabeza desolado, él era inocente, no merecía estar allí. De pronto vio una sombra y se giró violentamente, tras él estaban ocho reclusos.

-¡Cielo santo!-exclamó uno con acento colombiano-miren que pelaíto más bonito.

Alex no respondió, se giró para marcharse pero  el colombiano, un tipo de 1,80cm se interpuso-pero a dónde va pelaíto.

-Quitate-espetó tratando de sonar amenazante. Pero la verdad, rodeado de ocho sujetos altos y fuertes con pinta de matones no infundía mucho temor.

-Primero me vas a mamar la verga, caramelito-le dijo el colombiano intentando besarle.

Alex bse echó para atrás para evitarlo, pero entonces sintió que dos tipos le tomaban los brazos-¡Suéltenme, cabrones!

El colombiano le dio un puñetazo en el estómago haciéndole doblarse-esa boquita no está hecha pa´las groserías, está hecha pa´cosas más ricas-dijo sobándose el pene aún dentro del pantalón , haciendo notar lo duro que ya estaba por la excitación.

Continuará


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