El secreto en mi corazón
No digas el secreto en mi corazón, debe quedarse como tal.
Puedo recordar el día en el que te conocí, la depresión que me invadía en ese momento era tal que ni siquiera me moví, del pedazo de acera en el que estaba sentado, cuando comenzó a llover. Pensando cosas sin sentido, sumiéndome más y más en la desesperación, la noche lo cubrió todo.
Llovía y detrás de las nubes la luna llena se asomaba vacilante de vez en vez. Y de pronto la lluvia dejo de caer sobre mí.
-¿estás bien?- te escuché decir y al levantar mis ojos, los tuyos, amatista, me miraron con tranquilidad con una pureza que yo antes no había visto.
-no lo sé-contesté y era verdad, hace unos segundos habría deseado morir, pero al verte de alguna forma aquella triste determinación dejo de ser firme.
-oye, vas a enfermarte, ven- dijiste y blandiste el paraguas que tenías sobre mi-anda que me estoy cansado.
A partir de ese momento te seguí. Aun no me explicó porque lo hiciste, y tú jamás me lo explicaste. Un impulso tal vez, un gesto de amabilidad y ternura dentro de tu carácter fuerte y determinado.
Me quedé en tú casa, me acogiste sin ningún pero, y de pronto éramos amigos. Reíamos, jugábamos, salíamos juntos a comer. Me presentaste a tus amigos, me hice su amigo. Conseguí un trabajo de medio tiempo, igual que tú. Te veía estudiar y te hacia el almuerzo para la universidad.
Me sonreías y me regañabas con la misma fuerza. Ante mi eras único, perfecto, como una luz brillante, tan brillante que hacía que los ojos dolieran. Y aun cuando me dijeras “idiota” o me golpearas, aun cuando a veces no me ponías atención e ibas de un lado a otro con otros amigos, yo no podía dejar de pensar que nunca antes había sido tan feliz, como lo era contigo.
Sí, me enamoré de ti. Y mi deseo de estar a tu lado se transformó en una necesidad. Necesidad que cuando te la hice saber, no dejaste pasar. Tú mirada se clavó en mí, y yo temí que me mandarás al diablo, pero en lugar de eso, tú tan solo sonreíste.
-Kuran, ¿estás demente?-dijiste acostándote en la cama.
-no, es la verdad, te quiero.
-enamorarte de un hombre, ¿estás seguro?
-sí.
Yo estaba sentado en el piso con el rostro hacia ti y tu mirada clara me sonrió.
-también te quiero, Kuran idiota.
Nuestro primer beso, fue tembloroso. No es que ni tú ni yo no hubiéramos besado antes, fue solo que los sentimientos eran tales que impacientes y desbordantes temblaban en nuestros labios, demoliéndonos por completo, arrastrándonos súbitamente a algo que no conocíamos.
Novios. Una palabra extraña para mí, pero increíblemente cálida. Abrazarte, besarte, sin tener que ocultar el deseo, sin tener que mantener mi distancia. Tomar tu mano, besar tu cuello, escucharte reír, maldecir incluso, no puedo describirte cuan feliz me hacían.
La primera vez que hicimos el amor, aun puedo recordarla nítidamente, esa vez, como todo tú, esta tatuada en mi mente y en mi corazón.
Puedo ver la sutil y fina capa de sudor en tu piel, el agitado ritmo de tu pecho, el color de tus tetillas y mejillas. Puedo sentir tu lengua caliente inundar mi boca, tus piernas rodeando con fuerza mi cadera. Puedo saborearte por completo, como un chocolate te derrites en mis manos. Y al escucharte gemir, gritar y ser inundado por el orgasmo, me arrastraste contigo. Fue un viaje que solo he vivido a tu lado.
Dormir y despertar junto a ti. Como deseaba vivir y morir contigo. Y entonces me di cuenta que te amaba tanto que no podía arrastrarte en mi miseria. Y me fui.
Te deje y de lejos, te vi llorar por mí, te vi anhelar mi regreso, te vi buscarme. No tienes idea cuantas veces quise regresar, abrazarte de nuevo, cuantas veces desee llevarte y atarte a las sombras conmigo, para siempre.
Pero, el camino de la soledad, la angustia y la oscuridad es el camino de la eternidad, y no es el destino de un ángel, ese es el destino del vampiro. Mi camino, no el tuyo.
El tiempo pasó y yo permanecí detrás de ti, pegado a tus talones como tu sombra. Habías dejado de llorar, pero a veces cuando te creías solo, hablabas conmigo. Tal vez lo sabías, sabías que yo seguía ahí, acechándote, pero era, quizás, simplemente una idea que me salvaba de los días sin ti, esperando que me olvidaras y al mismo tiempo que no lo hicieras.
Fue entonces que ella llegó. Tropezaron en las escaleras de la universidad, una forma bastante vista en las películas románticas. Pero entre disculpas, la invitaste a tomar un café.
Y ella lleno el espacio que yo deje, te enamoraste de ella. Te casaste con ella. El día antes de tu boda, hablaste conmigo, con mi yo invisible.
-debes saber Kaname, que de alguna forma aun espero que vuelvas. Incluso he tenido sueños locos donde interrumpes mi boda. Pienso que soy un estúpido si espero eso, aunque no puedo dejar de esperarlo. Yuuki es una gran chica, me gusta mucho y estoy enamorado de ella, de verdad, pero quizás ¿sabes? Es solo porque se parece mucho a ti. Es como si fuera tu hermana y entonces viene a mi cabeza otra idea aun más estúpida que la anterior, una tras otra, pero invariablemente, sin importar que piense o haga, tú no volverás... ¡Hey estúpido Kuran, aún te amo!
Ese día fue el último en el que derramaste lágrimas por mí.
Te he visto vivir tu vida maravillosamente, he cuidado tus pasos desde mi trinchera, te he amado todo este tiempo cada vez más. No puedo negarlo, quise llevarte conmigo tantas veces que ya no las recuerdo.
Me diste una alegría tan grande, iluminaste mi miserable vida y le diste sentido. Me mostraste la felicidad en su pureza más simple. Como un faro en un puerto en medio de la neblina, me mostraste un nuevo camino.
¿Cómo puedo agradecértelo? Te hice daño, pero cuidaré de tu sangre, te lo prometo. Esa sangre que no me atrevía a tomar, ni siquiera a probar. Cuidaré de tus hijos y de los hijos de tus hijos, y así, por toda la eternidad. Aun cuando ya no pueda verte más en ellos, aun cuando desaparezca el plateado de tu cabello o el violeta de tus ojos, cuidaré de ellos, moveré los hilos a su alrededor para que nada les pasé. Es la forma, la única forma, en la que puedo agradecerte haberme hecho tan feliz.
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-Te amo
Dijo el vampiro, apretando con fuerza la rosa entre sus manos, hiriéndose con las espinas y sintiendo su sangre correr entre sus dedos. Miró aquella flor y le sonrió.
-solo tú sabes el secreto de mi corazón-le dijo como si fuese una persona-no lo digas. No digas que he amado a un humano tanto y tan fuerte que soy esclavo de ese amor. Que la eternidad ya no es un castigo porque mayor castigo es que él ya no esté más aquí.
“Pero es mejor así-pensó- Zero, mi amor. Estoy seguro de que el que hayas amado a un demonio como yo no impedirá que se abra ese cielo para ti. Te amo. Siempre.”
Lentamente depositó la rosa sobre el pasto, la luna brilló en lo alto completa, acompañada por algunas estrellas.
Él no conocería la muerte, jamás volvería a ver a su amor. Pero cuando la primera gota de lluvia cayó sobre él, y al mirar al cielo no encontró ni una sola nube, sonrió porque supo que ese amor aun le amaba, y le miraba desde algún lugar en silencio, con la misma mirada clara y pura, de aquel lejano ya, primer día.