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Me quiere, no te quiere. por Mrs Baldwin

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Notas del capitulo:

AQUÍ LLEGA LA SEÑORA CON UN NUEVO FIIIIIIIC! Mucho lemon (como siempre) y por supuesto D18.  Estoy escasa de ideas, pero aún así espero que os guste igualmente.

Advertencia: Fic inspirado en la serie Katekyo Hitman Reborn! que pertecene a mi amada Akira Amano, ni sus personajes ni su historia me pertecenen.

¡Al lío!

 

Dino le estampó contra la pared, sin ni siquiera importarle sus propias heridas ni las de Hibari. Se posicionó detrás suya, y el japonés se estremeció al sentir la respiración del capo italiano contra su cuello.

-Kyoya…- por primera vez desde que conoció al rubio, este parecía desorientado, como si hubiera perdido si capacidad para decir lo más apropiado en el momento preciso.

Hibari sonrió con crueldad al notarlo y simplemente dejó que las palabras fluyeran.

-¿Qué ocurre, Haneuma? No puedes negar nada de lo que he dicho, porque sabes perfectamente que estás atado de pies y manos, ¿verdad?

Sintió como el italiano se tensaba y, por un instante, deseó haberse callado y haber dejado que le follara tan fuerte como pudiera contra la pared, para así poder olvidar todo lo que aún le seguía rondando por la cabeza. Todo por el estúpido hecho de que había escuchado a los subordinados de Dino pidiéndole por el amor de Dios, que encontrara una buena mujer, se casara con ella, y diera de una buena vez un heredero a la familia Cavallone. Y, listo de él, se le había ocurrido molestarle con ese tema, a sabiendas de que eso al italiano le enfurecía como pocas cosas. Le molestaba a Dino y, muy a su pesar, al gran Hibari Kyoya también. Y, aunque quiso callarse todo lo que pensaba, las palabras seguían saliendo solas, por lo que se giró para encarar al rubio y mirar aquellos ojos marrones que, aunque no tenían nada en especial, a Hibari le encantaban cuando le desvestían sin necesidad de utilizar sus grandes manos.

-Eres consciente de que no soy una mujer. Y de que, aquí- cogió la mano del capo, para sorpresa de este, y la dirigió hasta su vientre, donde dejó que descansara.-, no puedo darte hijos, por lo tanto, no podemos seguir con esto.

-Kyoya…

No le importaban las consecuencias que traería aquella conversación. No le importaba ser un hombre, no le importaba no poder tener niños, no le importaba la familia Cavallone y, por supuesto, tampoco le importaba Dino Cavallone. Lo único que le importaba era el orden y su querida Namimori, nada más. Entonces, ¿por qué…?

-No podemos, Dino, no podemos.

Le miró a los ojos y apretó la mano que todavía reposaba sobre su vientre.

-Kyoya…

-Pero aún así, escúchame bien, potro imbécil, aún así, yo soy el único que tiene el derecho a matarte.

Dino sonrió, tan idiota como siempre, y Kyoya tuvo la sensación de que todo estaba bien y de que no tenía ninguna necesidad de comerse la cabeza por todas esas cosas.

-Y tú sabes- respondió el capo, dejando que sus manos se colaran bajo la ropa del japonés.- que estoy deseando morir en tus brazos.

Hibari todavía se preguntaba cómo era capaz de decir semejantes cosas absurdas e idioteces. ¿Es que no se cansaba nunca?

-Te quiero…

Y ahí iba con la mayor gilipollez de todas, la cual Kyoya todavía no había llegado a entender. El capo juntó sus labios con los del japonés y lentamente fue subiendo la temperatura. Metió su lengua y el pelinegro gimió, provocando que una sonrisa se formara en las comisuras de la boca del capo.

Dino se alejó de la boca del japonés y bajó lentamente por el torso de este, depositando besos y mordiscos, hasta que llegó a los pantalones. Desabrochó el cinturón y comenzó a hacer maravillas con su miembro. Kyoya echó la cabeza hacia atrás y agarró con fuerza el pelo del capo, sin saber si atraerlo más hacia sí para que su lengua continuara recorriendo cada rincón o si, por el contrario, empujarlo lejos por aquella agobiante sensación de que estaba apunto de explotar. Dejó que el italiano siguiera y él se preocupó más de sus propias manos, que iban y venían, recorriendo la pared de color canela contra la que estaba siendo presionado. Soltó un suspiro de frustración al comprobar que no había nada a lo que pudiera agarrarse. Le empezaban a temblar las piernas y ese tirón tan familiar en su vientre apareció.

-La ca... la cama... Dino...- los jadeos y gemidos intercalados que dieron forma a la frase del japonés pusieron al italiano a mil.

-Sssh, tenemos toda la noche.

Las apasionadas palabras y el dulce aliento del joven contra su miembro hiceron que Hibari echara la cabeza hacia atrás una vez más, en un intento por liberarse de aquel calor que tenía el nombre y apellido de ese maldito potro.

De repente, sintió una intrusión en su trasero que más que molestarle, hizo que pusiera sus ojos en blancos. ¿Cómo era posible que aquel hijo de puta fuera capaz de hacerle sentir que estaba muriendo de placer cuando tan solo estaban en los preeliminares?

-No, Dino...

El capo subió hasta la altura del japonés para besarle mientras seguía entreniéndose con el cuerpo de este.

 

Aceleró la velocidad, tanto la de su mano, como la de sus dedos, que ahora se movían frenéticamente en el interior de Kyoya, buscando ese pequeño punto que lo llevaría a la gloria... Y lo encontró. Rápido y conciso. Hibari, que seguía atrapado entre la boca del rubio y la pared, gimió contra su boca con inusitada fuerza, cosa que a Dino le pareció tremendamente sexy. Kyoya apretó el brazo con el que estaba siendo masturbado y le avisó de que no podía más. El italiano aumentó la velocidad y el menor apretó los dientes y dejó que saliera, machando así la mano de Dino.

-Demasiado rápido, Kyoya…- declaró el capo, con una risilla maliciosa.

-Te morderé hasta la muerte, Haneuma.- respondió Hibari, con la respiración todavía alocada y con un sonrojo en las mejillas.

-¿Qué tal si dejamos eso para más tarde?- preguntó el rubio, mientras le daba la vuelta al japonés y lo tiraba encima de la cama.- Ahora tenemos que concentrarnos en cosas más importantes…

Le besó con ganas, mientras se bajaba la cremallera de sus pantalones militares y acariciaba el miembro su miembro con suavidad.

-Kyoya…

-Estúpido herbívoro, sólo date prisa…

Bien, Dino podía llegar a ser un poco estúpido de vez en cuando, pero por nada del mundo hubiera dejado pasar esa oportunidad de tener al orgulloso Hibari Kyoya suplicando debajo suya.

-¿Qué pasa, Kyoya, ya lo quieres?- preguntó el italiano con sorna.

Pero el jueguecito no le duró mucho. Hibari se restregó contra él de una manera, que ningún hombre en la Tierra se hubiera podido resistir, os lo aseguro.

Embistió el pequeño cuerpo del japonés y él, sin siquiera pensarlo, rodeó la cintura del italiano con sus piernas, profundizando el contacto y provocando que un gemido escapara de sus sonrojados labios. Contempló los ojos marrones del otro, que eran una mezcla maravillosa de lujuria y ternura y se estremeció. El miembro del capo se movió dentro suyo, con delicadeza, y fue entonces cuando Kyoya pudo notar la calidez del cuerpo del otro y lo jodidamente duro que estaba.

-Dino…

-Dime, Kyoya.- continuó con su tarea, esperando que el japonés siguiera hablando con esa dulce voz que tenía el privilegio de escuchar cuando tenían sexo.

-Dino… Dino…

El rubio sonrió al ver como en mitad de aquel mar de sensaciones, su pequeño Kyoya alzaba las manos intentando agarrarle por los hombros. Cogió una de sus manos y la besó con una delicadeza impropia de lo que le pedía su cuerpo. Lo único que quería era follarle tan fuerte que el japonés apenas tuviera tiempo de respirar ni de gemir, quería llevarle más allá de las nubes, pero cuando hacía ese tipo de cosas, Dino decidía contenerse y tratarle dulcemente, aprovechando que aquellas oportunidades eran más que escasas.

-Estoy aquí, Kyoya, estoy aquí.

Comenzó a balancearse, cada vez con más fuerza, dejando a Hibari sin aliento y sin ganas de resistirse a él. El italiano agarró su miembro acompasando el ritmo de su mano al de sus caderas y Kyoya arañó la espalda de este, mordiéndose la boca, esperando que fuese Dino el que lo hiciera.

-No, no…

-¿No qué, Kyoya?- embistió con más fuerza y jadeó satisfecho al notar como el japonés se retorcía bajo su cuerpo.

-No te… alejes…

Dino abrió los ojos, sorprendido. Era cierto que se había alejado del cuerpo del menor para conseguir una mayor profundidad pero nunca pensó que esas palabras pudieran salir de la boca del japonés. Sacó una sonrisa de medio lado y cargó a Hibari encima suyo, sintiendo como el cuerpo de su pelinegro temblaba.

-Y ahora que ya estoy así de cerca- recalcó embistiendo una vez al menor, deleitándose con la imagen que se le presentaba.- ¿qué quieres hacer, Kyoya?

Hibari le miró y deseó quitarle esa sonrisa estúpida de la cara con una de sus tonfas, pero por hoy, solo por hoy, se dijo, lo dejaría pasar.

Sonrió con malicia, y echó la cabeza un poco hacia un lado, todavía con la respiración acelerada.

-Fóllame.

Bueno, Dino, como era obvio, no iba a negarse ante tal pedido, así que echó su trabajado torso hacia atrás, apoyándose en la cama con los antebrazos y dejó que su cuerpo, su instinto y el placer hicieran el resto. Entre embestida y embestida, Kyoya se echó hacia delante, apoyando sus manos en los brazos del italiano y su frente en la de este. Dino inspiró fuertemente cuando se dio cuenta de que el pelinegro podía ser más erótico si se lo proponía. Aquellos ojos que le habían enamorado desde el primer momento le observaban fijamente, mientras que sus mejillas estaban totalmente sonrojadas y su pelo pegado a su rostro debido al sudor.

Joder, Kyoya.

La boca del japonés se encontraba abierta en un intento por respirar, pero, al parecer, los gemidos y los jadeos tenían prioridad antes que su propio aire. Cuando Hibari se dio cuenta de que el italiano le miraba los labios mientras se relamía, se mordió los suyos inconscientemente. Hecho que desencadenó que el capo se tirara, literalmente, sobre la boca del joven para profanarla.

Mientras sus lenguas batallaban la una contra la otra, el sonido de carne chocando contra carne inundó los oídos de ambos y Kyoya no pudo evitar gemir contra la boca del italiano. Intentó apartarse del rubio, conseguir un poco de aire y de espacio, pero Dino no se lo permitió, y siguió embistiendo sin piedad, deleitándose con los gemidos que el menor producía contra su boca.

Se tumbó completamente sobre la cama y Hibari se tumbó encima suya, todavía moviendo las caderas, gimiendo por lo bien estructurado que estaba el cuerpo del italiano.

Cuando Dino por fin dejó ir sus labios, se acurrucó en su pecho lleno de tatuajes y clavó las uñas en este, siendo consciente de que estaba demasiado cerca del cielo.

-Dino… más…fuerte…- gimió Kyoya, desesperado por correrse, por sentir la calidez del italiano dentro suyo.

-Como ordenes, cariño.

Dino se encargó de concentrar todas las fuerzas que le quedaban en ese punto especial de Kyoya y al parecer, lo estaba haciendo bastante bien, contando con el hecho de que los gemidos del japonés ahora se parecían más a gritos de placer. Cogió las nalgas del menor y las chocó contra su polla, haciendo que el efecto fuera mucho más fuerte que antes.

-No, me corr… ¡Dino!

Con un grito de placer y con un buen arañazo en el pecho, Kyoya se corrió entre ambos, temblando violentamente e intentado recuperar el aire. Dino siguió embistiendo hasta que, segundos después, sintió como el interior del menor le apretaba deliciosamente y no tuvo más opción que dejarse llevar, apretando las nalgas del japonés mientras lo hacía.

-Kyoya…

Le levantó el mentón y lo besó tiernamente, acariciando su cabello, sintiendo todavía como Hibari le seguía apretando por el temblor de su cuerpo.

-Te quiero.

Rozó su nariz con la del japonés, aprovechando esos últimos momentos de ternura antes de que este se levantara de la cama y se fuera por donde había venido. Pero, para su sorpresa, Kyoya redujo la distancia entre ambos y le dio un casto beso en los labios.

-Lo sé.- fue lo único que dijo, antes de volver a acurrucarse en el pecho del italiano.

-¿Lo sabes?- le había pillado totalmente por sorpresa, lo admitía. Pero no iba a negar que le encantaba ese compartimiento en su pequeño Kyoya.

-Lo sé.- su voz sonó amortiguada por la piel de Dino y por la creciente presencia del sueño.

Dino simplemente cogió la sábana, les tapó a ambos con ella, y besó la cabeza del japonés, inspirando su olor a la vez.

-Entonces está bien.

Y no importó nada más, ni la familia, ni la mafia, ni los hijos… absolutamente nada. Sólo ellos dos, pegados el uno al otro, disfrutando de un momento que quizás no volvería a repetirse.

 

 

Notas finales:

Yyyyy hasta aquí. Al principio pensé en poner a Hibari un poquitín más frío, pero conforme avanzada escribiendo las cosas pastelosas salían sin más, así que aquí está. Espero que os haya gustado y, por supuesto, espero vuestros reviews, ya sean tomatazos o besitos de hamster (?)

Ja ne! <3


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