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With you por Grendel

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Notas del capitulo:

No mucho que decir, resubiendo el fic desde otra cuenta :D

 

La habitación estaba fría, en penumbras. La poca luz que entraba desde el exterior dejaba ver los contornos de los pocos muebles de ésta, la cama bien tendida, el escritorio con un libro abierto, una silla y una pequeña cajonera.

Apenas podía distinguirse el cuerpo que estaba reclinado sobre una de las ventanas, de pie, apoyando su oído izquierdo en el frío cristal, escuchando con los ojos cerrados los apagados sonidos de las gotas de agua que chocaban en éste. Deslizó suavemente su mano derecha por éste hasta dejarla a la altura de su rostro, arrastrando del cristal la humedad provocada por el leve vapor que exhalaba acompasadamente de su boca entreabierta, y dejando unas finas gotas de esta humedad deslizarse por el vidrio hasta perderse en el marco de madera.  

Recordaba que no había nada que le gustara más que los días de lluvia. Pero no los simples días de lluvia, sino los días de tormenta.  

Esos días húmedos, pesados, en los que parece que el cielo se va a caer y que el mundo se quiebra por tanto peso. Le gustaba oír el sonido de las nubes chocando entre sí, provocando ese peculiar sonar, y el de las gotas de agua cayendo en el suelo, chocando contra lo que se les interponga, sea plantas, techos, personas o más agua.  

Esos eran los únicos días en que intercambiaba algunas palabras con alguien más del personal. Eran los únicos días en que raramente se lo veía sonreír. Eran los únicos días que sus ojos siempre cerrados dejaban de derramar lágrimas.  

- …Julián… - Una voz suave y aterciopelada se dejó oír desde la puerta, sobresaltando al adolescente y separándolo de la ventana. – …Juli…

- ¿Si, Maria? – Volteó hacia el lugar donde provenía la voz que lo sacó de su letargo momentáneo.

- Te traje la cena.

Escuchó el sonido de la luz encenderse, el sonido de las bandejas sobre el carrito y los pasos de la asistente acercarse, mientras se ubicaba en la silla de su escritorio y colocaba el libro en un lugar que no le molestase. Inspiró fuertemente y el aroma de la comida embargó su sentido olfativo, para luego expirar lentamente. – Arroz, pollo, verduras... ¿Guisado?

- Exactamente, es lo único del día de hoy. – Dejó la bandeja frente a él y continuó. - ¿Jugo de naranja o…  

- Manzana, por favor. – Completó el menor seriamente con la cabeza inclinada hacia delante y extendiendo su mano derecha, haciendo sonreír a la señora que diariamente le servía la comida.

- Bien, – Colocó una pequeña botella del líquido en la mano del menor – ¿Sabes? Hablé con la directora y le pedí permiso para poder llevarte a verlos…

Julián quedó quieto, casi sin respirar, dejó la botella en la mesa y lentamente se puso en pie con la cabeza gacha. - ¿Ya pasó otro año? – Su voz sonaba neutra, aunque en su interior sus sentimientos se revolvían, ese día estaba lloviendo y el cielo lloraba por él. Comenzó a caminar lentamente hacia su ventana y apoyó ambas manos en el cristal empañado.

- Si Juli, ya pasó otro, ¿Quieres ir este año? – Sabía que él dudaba en su interior. Hacía ya diez años que Julián estaba en el instituto y nunca salía a verlos. Y siempre contestaba lo mismo. “Solamente si…”

- Solamente si llueve. – No quería ir, y desde que entró a ese maldito instituto, en todos esos años, ese maldito día no llovía, y agradecía por ello. No quería recordarlo, pero lamentablemente su mente le jugaba esas malas pasadas. Inspiró con fuerza y comenzó a deshacerse del aire con lentitud, una lentitud asfixiante.     

 

 

Tenía cinco años, los había cumplido hacía una semana exactamente. Estaba viajando con sus padres y abuelos a un centro comercial para comprarle un regalo de cumpleaños a su tío Ariel, que en ese momento estaba en el colegio. Sentía el calor del sol a través de la ventanilla entreabierta del auto y su flequillo negro se meneaba graciosamente haciéndole cosquillas en los parpados y parte de la cara mientras escuchaba atentamente la conversación de sus padres con sus abuelos.  

- No mamá, Ariel va a cumplir once años, no entiendo por que sigues empecinada en regalarle muñecos para jugar, está en edad de hacer deportes, de relacionarse con gente de su edad, más que con nosotros. – Tenía un tinte de enojo en la voz.

- Pero hijo, es que para mi es como un bebé todavía, es como Juli, ¿no ves que ellos dos se llevan muy bien? – Dijo con tranquilidad acariciando la cara del menor.

- Señora suegra, creo que Ryan tiene razón, – habló desde el asiento delantero – Ustedes adoptaron a Ariel porque Ryan ya estaba grande y querían otro hijo, pero lo tratan como a un nieto. – Comenzó a reír levemente y completó - Tengo la sensación de que lo están malcriando.

- ¿Qué es adoptar? – Era la primera vez que escuchaba esa palabra, y no entendía por que su tío era así, ¿era malo, acaso, ser adoptado? No, su tío era muy bueno.

- Es cuando una familia no puede tener más hijos propios y tiene un hijo del corazón, que lo ama mucho. – Dijo el abuelo, tranquilamente desde la otra punta del asiento.  

- Ah, yo quiero mucho a mi tío. – Completó con una sonrisa.

- Juli, ¿le vas a regalar algo al tío Ariel? – El menor asintió levemente y se sonrojó - ¿Qué le vas a regalar? – Preguntó curiosa la abuela.

- Le voy a mostrar mis ojitos. – dijo apenado y cerrándolos con más fuerza.

- Ese si que va a ser un regalo muy lindo de cumpleaños. – Dijo el abuelo mientras veía a su nuera sonreír.     

 

 

- Nunca viste mi regalo de cumpleaños… – Murmuró con tranquilidad, apretando sus ojos para no derramar lágrimas que aunque quisiera, no saldrían.

- Juli, ¿Quieres que hablemos? Puedo dejar el trabajo a alguna de las chicas… - Comentó con preocupación la señora, la verdad es que ese niño era un ángel, un ángel incomprendido.

-María, ¿Le puedo pedir un favor? Yo nunca pido nada, pero hoy necesitaría algo, si es que puede ser… - Necesitaba que lo haga, una vez más al menos, pero lo necesitaba. Ante el silencio de la mujer continuó. – ¿Me podrías leer la historia médica? ¿Puedes leer mi legajo para mí una vez más?

No entendía por que tenía tanta fascinación por escuchar esa triste historia, que solo él, la directora, un grupo de médicos y ella, sabían.- Come y voy a ver si la directora me da permiso de sacarlo. – Salió de la habitación, cerró la puerta y se alejó con el carrito.  

Julián caminó lentamente hasta el escritorio. Tanteó su plato, estaba tibio, lo tomó y se dirigió al baño. Él era uno de los pocos privilegiados que tenían habitación con baño propio, la mayoría de las habitaciones eran de cuatro con baño compartido, pero él solamente pasó una semana en una de esas, luego lo derivaron a la actual. Levantó la tapa del sanitario. Dudó, ya hacían tres días que solo tomaba el jugo y tiraba la comida.  

Volcó el contenido del plato y tiro de la cadena. Se encaminó y dejó el plato en la bandeja. Agarró la botella de jugo, y se dirigió a su cama. Deshaciéndose de sus zapatillas se recostó y abrió la botella, que comenzó a desprender la intensa fragancia a manzana. Se sentó y comenzó a beber lentamente de la boca de ésta.     

 

 

- Juli, ¿Qué te parece que mamá le regale al tío Ariel una pelota?  

- ¡¡¡Siiiii, el tío quiere una pelota!!! – Dijo sonriente, feliz. Le iban a regalar a su tío lo que quería.

- ¿Que te parece esta? – Se la puso en las manos. Era grande, comenzó a pasarle la yema de su dedito índice por la superficie de ésta. Era lisa en algunas partes, un poco más rugosa en otras, ¿y eso que era?

- ¿Qué es esto mami? – preguntó curioso. Las pelotas de su tío no tenían eso.

- Esa es la costura, es como la de la ropa pero en la pelota. – Explicó con tranquilidad.

- Ah. – Comenzó a agitar la pelota, pero no hacía ningún ruido, la movió con más fuerza, pero no hacía nada. – Mami, - dijo tímidamente. – Esta pelota no hace ruidito, el tío dijo que quería una que haga ruidito.

Esperó bastante tiempo por una respuesta, hasta que llegó. – Entonces vamos a buscar una de ésas. – Sintió como la pelota era retirada de sus manos. ¿Tristeza? ¿Su mamá estaba triste? ¿Por qué hablaba así?

- Mami, ¿Estás triste? – Preguntó despacito, con un tono muy bajito, mientras su mamá lo cargaba a “upa”.  

- No, no, no, solo un poco emocionada. Eso es cuando una persona se pone muy contenta.

- ¿Y por qué estás así? – Dijo pasando sus manitos por el rostro suave y húmedo de su madre.

- Tu tío te quiere mucho…     

 

 

- Yo también te quería mucho… - Suspiró. Dolía tanto pensar en él. Podía sentir como su corazón se retorcía y su respiración se agitaba de una forma raramente incontrolable para él. Comenzó a calmar su respiración al oír pasos fuera de su habitación. Terminó de tomar su jugo y depositó la botella en el suelo alfombrado.  

Escucho los suaves y delicados golpes en la puerta, solamente una persona tocaba de esa forma. – Adelante Maria. – Se sentó mejor en la cama apoyándose en el respaldo de ésta, y estiró las piernas hacia un costado.

- Juli, la directora quiere hablar contigo. – Odiaba ese tono de voz suplicante.  

- ¿De qué? – Él no quería hablar, ¡No! Él únicamente quería que le leyeran su legajo, su historia médica. - ¿De que, María?  

Su tono de voz se estaba volviendo amenazante, lo mejor era decírselo. – Llegó un comunicado que tiene que ver contigo. Ella necesita que lo hablen.

Se levantó molesto, buscó su bastón en el cajón de su mesa de noche (¡Que paradójico, toda su vida siempre fue de noche!), lo desdobló, tanteó a María, a la cual se dejó tomar el brazo y salieron al pasillo.  

A pesar de haber pasado diez años de su vida en ese lugar, nunca le gustó salir, se la pasaba todo el tiempo encerrado en su habitación, y los únicos días que salía eran los que se le permitía mojarse con la lluvia los días de verano. Solamente se escuchaba el ruido de la lluvia chocando contra los vidrios del pasillo, los pasos apresurados de ambas personas y la respiración agitada de una de ellas.

¿Sería que volvería a buscarlo, como había prometido? ¿Sería que después de tanto tiempo volvería a saber algo de él? Su mente comenzó a vagar en recuerdos, en el pasado. Sus pies dejaron de sentir el frío del piso y se posaron sobre una alfombra mullida, suave, y no tuvo que esperar mucho tiempo más al reto de la señora regordeta que lo guiaba hasta el despacho de la directora.

- ¡Julián! ¿Otra vez descalzo? ¿Cómo no me di cuenta antes? Toma, ponte mis zapatos, que si te ve así la directora mi mata…

Se frenaron a mitad del pasillo, y sus pies fueron atrapados por las zapatillas de trabajo de la señora María, un poco chicas, pero cómodas y calentitas. Caminaron unos pasos más hasta pararse frente a una puerta que fue golpeada por la señora. A la orden de un “Adelante” oyó el sonido de la perilla metálica girarse y el sonido estridente del metal de las bisagras faltas de aceite girando, presionándose entre sí. Caminó lentamente hasta que María lo dejara en una silla, frente al escritorio de la directora.

- Muchas gracias María, puedes esperar afuera. – Soltó sin más la voz aguda e irritante de la señora que dirigía en ese lugar. – Buenas noches Julián.

- Buenas… - No tenía ánimos, solamente quería saber qué quería la señora. Escuchó el sonido de papeles moverse, una carpeta abrirse, unas hojas pasar hasta que la voz de la directora lo interrumpió.

– En dos semanas van a ser exactamente diez años los que estas en estas instalaciones, y hoy son diez años en los que después de un fatal accidente automovilístico, del que saliste milagrosamente ileso, perdieras a toda tu familia…

- No, mi tío Ariel no viajaba con nosotros, así que no perdí a toda mi familia, no entiendo por que insisten en separarlo de ésta. – El enojo estaba tomando posesión en su cuerpo, pero odiaba que hablaran de esa forma de él. Excluyéndolo, como si no fuera nada de él.

- Bueno, tu “tío” Ariel era adoptado, por eso después de perder a tu familia, no se puede conservar ningún vínculo de unión, ni nada por ese estilo… – Intentaba explicar tranquilamente, para que el menor no se sobresaltara de una forma peor…

- ¿Para qué quería hablarme? No quiero escuchar la cantidad de sandeces que tenga para decirme sobre si Ariel es mi tío o no. Yo lo sigo considerando como de mi familia. Si usted no entiende o respeta esto le voy a pedir que por favor me de permiso para retirarme. – Concluyó con la poca cordura que le quedaba. Estaba por entrar en desesperación. No soportaba que hablasen así de Ariel. No de él.

- Primero, acaban de llegar los estudios del laboratorio sobre tu ceguera, - Vio al joven apretar sus ojos siempre cerrados. – aparentemente encontraron que no es del tipo normal, sino que va mutando con el pasar del tiempo, como fuera, tu ceguera no es ceguera.

- No entiendo, explíquese mejor.  

- Tienes que hacerte nuevamente unos estudios, un médico de renombre comenzó a hacer investigaciones sobre personas con la misma incapacidad que tienes, y se enteró de tu caso,  es quién lo sigue ahora, y si los resultados de una nueva serie de estudios dan positivo, es posible que con unas operaciones recuperes la visión. – Esperaba que el chico reaccione de alguna forma entusiasta ante la noticia, pero solamente recibió una pregunta indiferente.

- ¿Algo más?

Suspiró fuertemente antes de añadir - A quien llamas tío Ariel acaba de cumplir la edad necesaria para heredar lo que tus abuelos le dejaron, y quiere hacerse cargo de ti. Mañana por la tarde viene a recogerte. A menos que no quieras ir…     

 

 

… Siempre vamos a estar juntos, y si alguna vez nos separan, ten por seguro que vamos a volver estar juntos y si nos separan de vuelta, pase el tiempo que pase siempre vas a estar en mi corazón, y te voy a buscar hasta donde sea necesario para estar juntos. Te lo prometo. Ese es mi regalo de cumpleaños para darte. ¿Te gusta? – Preguntó limpiando los ojitos cerrados del menor que no dejaban de derramar lágrimas al final del día, cuando su tío se volvía con sus abuelos a su casa. – Juli, no llores más. Esos ojitos hermosos que tienes no pueden estar mojándose todo el tiempo. ¿Algún día me los vas a mostrar?

- ¿No te vas a reír de mi? ¿No te vas a reír de que no pueden ver? – Preguntó angustiado, disfrutando de las caricias en su carita que calmaban el dolor de su pequeña alma.

- Nunca me reiría de ti. Eres hermoso. ¿Me los vas a mostrar algún día? – la dulzura que su voz transmitía calmaba al menor haciendo que éste deje de llorar

- Para tu cumpleaños, te prometo que los vas a ver en tu cumpleaños. – Sonriendo el menor abrazó al mayor que estaba arrodillado frente a él. Se separó lentamente notando un calorcillo en sus mejillas. – Te lo prometo tío.     

 

 

- Mañana los vas a ver. Ya te lo prometí. – Musitó en voz baja mientras se acomodaba en la cama, sabía que esa noche no dormiría, pero intentaría descansar. Una sonrisa escapó de sus labios. – No sé por que tardaste tantos años, pero cumpliste tu promesa… Todavía te quiero… Todavía te quiero mucho, Ariel.      

 

 

Notas finales:

Bueno, se lo quiero dedicar a mi mamá y a mi papá que siempre me apoyaron (Mentira, ni lo saben), a mis amigos que siempre estuvieron conmigo apoyandome (Mentira, tampoco saben, excepto las yaoistas) y a mi terapeuta que no existe... Este fic va para ustedes :D

 

Recuerden que los fics se alimentan de reviews... No sean mala gente u.u


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