Dino Cavallone se encontraba profundamente dormido sobre una pequeña cama, donde por sus dimensiones estaba a punto de caerse, se encontraba amarrado por las muñecas sobre su cabeza con unas esposas. No se encontraba solo en aquel vacio cuarto, su captor, un chico que ocultaba su rostro bajo la máscara de un zorro negro lo acompañaba.
La única salida era una puerta que posicionalmente se encontraba lo más lejana posible a donde ellos se encontraban, el enmascarado esperaba paciente a que la puerta fuera abierta, cuando finalmente sucedió Hibari Kyoya apareció tras esta.
-Llegas justo a tiempo - escuchó decir al extraño.
Cuando sus ojos se acostumbraron a la poca luz del cuarto, lo primero en visualizar además de quien lo había recibido fue a su autoproclamado tutor, al notarlo preso preparo sus tonfas.
-¿Quién eres? ¿Y porque está aquí ese caballo salvaje?
-Calma, calma. No le he hecho nada...aún – provocó al guardián.
El rubio se comenzó a revolver entre la cobija que apenas y cubría de su cadera hacia abajo, estaba despertando. Igualmente que Hibari, al adaptar finalmente sus ojos a la oscuridad pudo tener claro no solo su rededor sino también que se hallaba prisionero, lo siguiente en ver fue aquella máscara negra, y unos ojos que lo penetraban con la mirada.
-Y tú despiertas justo a tiempo. –anunció.
- ¿Quién?... ¿porque estoy amarrado?- tironeó de las cadenas.
-Solo quiero divertirme un poco y veas lo que es estar debajo.
No podía ver tras aquella mascara, pero juraría que de poder, no le gustaría ver el gesto que estuviera mostrando en esos momentos. Un escalofrió le recorrió la espalda.
-¿Debajo? - tragó saliva.
-Hibari –llamó al recién llegado, ignorando la pregunta y se acercó peligrosamente al rostro de ojos chocolate.
-¿Ya has probado estos labios? - se escuchó su risa por lo bajo respondiendo su propia pregunta. Movió un poco la posición de la máscara descubriendo su boca.
-Es una lástima - dijo rosando aquellos suaves labios con los propios, pero una tonfa en su cuello le impidió profundizar el beso.
-Kyoya – dejo escapar suavemente el bronco, al ver como el pelinegro se había interpuesto.
-Pregunté quien eres, herbívoro.
-Hmp, - bufó. ¿Quién diría que me llamarías así?- resopló y se puso en pie acomodando nuevamente la máscara.
-¡Quédate atrás! - una rápida patada mando al líder del comité disciplinario al fondo del cuarto.
-¡Kyoya! - fue lo último que alcanzo a gritar antes de que el enmascarado se sentara a horcajadas sobre Dino callando su voz.
-¿Te parece si continuamos? – tenía un tono seductor en la voz y cada segundo se reclinaba mas sobre él.
Dino no tuvo tiempo de replicar, cuando una nueva voz se escucho de entre las sombras.
-¿Estás seguro que quieres continuar?
-Tch, ¿qué haces tú también aquí? se irguió, aún sobre el bronco.
-Sabes que eres fuerte, pero no debiste patearlo así.
Otro chico mas apareció, también con una máscara pero de color dorada que ocultaba su rostro y apoyándose contra él, Hibari apenas consciente.
-Te morderé hasta la muerte.- gruño alejándose de él y levantando sus armas.
-¿Entonces?, - sin esfuerzo detuvo el rápido ataque del pelinegro. ¿Piensas seguir? – la pregunta era dirigida al de máscara negra, mientras levantaba el rostro de Kyoya.
-No me molestaría ser su primero.
-Qu..?, ni lo pienses herbívoro.
Ignorando sus reclamos acorralo al menor contra la pared y comenzó a meter la mano debajo de su playera, ante la atenta mirada del otro par.
-¡Hey, Déjalo! – se escuchaba el fuerte golpe de las esposas contra el metal, Dino buscaba liberarse; aún ante tanto movimiento pudo sentir el cuerpo sobre el tensarse al ver aquella escena.
-Dos pueden jugar el mismo juego – amenazó y no queriendo perder, detuvo con su mano izquierda las muñecas del bronco y con la derecha comenzó a deslizar hacia abajo los pantalones de este.
-¿Qu?..oye..que, noo.. ¿Qué crees… que haces? - se revolvía el italiano.
El de mascara dorada se distrajo molesto ante la nueva escena, dándole tiempo al guardián de propinarle un golpe a su captor en el estomago, lo suficientemente fuerte para que diera un par de pasos hacia atrás, y con la misma rapidez la tonfa que aún conservaba Hibari, se estrelló de lleno contra el rostro que mantenía preso a su tutor.
-No lo toques - dejó escapar. Hibari estuvo a punto de sonrojarse al darse cuenta lo que recién había dicho, pero una risa llamó la atención de todos.
-Qué lindo eras, Kyoya – soltó entre risas.
-¿Kyoya? - preguntaron el rubio y el guardián al unisonó, mirando hacia el enmascarado que había terminado en el piso. Su mascara yacía completamente rota sobre el suelo, revelando al Hibari de diez años en el futuro.
-Cállate Haneuma - se levantó quitándose los restos de barro del cabello y sacudiendo su traje.
-¿Haneuma? - repitieron nuevamente al unisonó, ahora mirando al otro chico, era el Dino de diez años en el futuro, que una vez revelada su identidad no veía el porqué conservar la máscara.
- ¡Explíquense! - ordeno el pequeño Kyoya.
- No hay tiempo, una vez se ha revelado nuestra identidad no podemos quedarnos más tiempo o existirá un desequilibrio en el tiempo.
- Hasta luego pequeño Kyoya y pequeño yo – se despedía con un movimiento de mano.
-Hmp - bufó mientras ambos desaparecían en una nube.
Antes de desaparecer completamente le fueron lanzadas a Kyoya las llaves de las esposas.
Hibari se inclino sobre el bronco para liberarlo y justo al sentir las manos libres, Dino atrapó los labios del guardián, quien de la sorpresa retrocedió un paso.
-Fui tu primer beso – aseguraba el italiano mientras sonreía de oreja a oreja sobando sus muñecas.
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-Y si, estaré complacido de continuar Kyoya. – el rubio acorralaba nuevamente al pelinegro, a su pelinegro, contra la pared más cercana.
-Querer darme celos con mi yo del pasado, me equivoque en lo que dije antes – le dio una pequeña y suave mordida en el cuello.
-Aún eres lindo, Kyoya - sonreía mientras escapaba de un Kyoya con las mejillas con un leve rubor y un par de tonfas en mano.