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¿Se puede acaso herir a la luz? por karasu

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Notas del capitulo:

El capítulo dos está aquí :3

Este ya lo tenía escrito, pero bueno. Estoy acabando el tercero (y en teoría último), aún y mis crisis chungas de "lo que escribo no vale una mierda, no quiero seguir, pero no puedo parar"........................ Si alguien me sigue en twitter debe estar hasta los cojones de mí e.e

Eso. A leer. Dejad reviews, por favor, me hacen como que muy feliz y no cuesta mucho... Venga, animad a vuestra autora favor- ya me gustaría lol

 

Desperté en una cama dura. No olía a hospital, como siempre que despertaba de esa forma. Me dolía todo el cuerpo, el colchón bajo mi espalda era casi inexistente, y este estaba colocado sobre una superficie metálica. Abrí los ojos para descubrir que estaba en un sitio oscuro. Mientras me acostumbraba a la penumbra y esta se iba iluminando, recuerdos se iluminaban paralelamente dentro de mi cabeza.

Recordé gritos, le recordé a él gritando mi nombre, gritando que no se me llevaran, que no se lo llevaran a él. Intentaba soltarse del agarre de esos hombres vestidos de blanco, manchándolo todo de rojo, pero no le quedaban fuerzas. Yo ni siquiera me movía y me dejaba arrastrar en dirección contraria. Esa cosa metálica que juntaba mis muñecas en mi espalda se me hacía incómoda. Pero nada podía hacerme reaccionar por entonces, ni siquiera sus gritos. Las lágrimas se habían secado y todo estaba en calma. Estaba consciente pero a su misma vez no lo estaba. Me metieron en un coche obligándome a agachar la cabeza para que no chocara contra el techo bajo del vehículo.

Enfoqué la vista. La estancia en la que me encontraba era pequeña, de planta cuadrada. Había una litera en la pared contraria en la que estaba yo, imaginé que estaría en en una igual. A mis pies, centrada en la pared había una puerta, metálica, con una pequeña ventanita cubierta con pequeños barrotes metálicos. Me levanté de la cama y tuve que sostenerme en la estructura metálica sin ningun tipo de decoración de la litera de la que me acababa de levantar. Me sentía débil y tenía hambre. Esos recuerdos que habían pasado por mi cabeza eran borrosos y extraños, ¿parte de una pesadilla, quizá? Me preguntaba por qué estaba ahí, y si eso era parte de esa pesadilla. Una especie de segunda parte. No recordaba cómo podía haber llegado ahí.

Una voz proveniente de la puerta me llamó.

—¿Takashima Kouyou? Su abogado le espera. Si necesita ir al baño puede aprovechar ahora, antes de encontrarse con él —Esas frases no tenían sentido. ¿Abogado?¿Ir al baño?¿Por qué ese hombre sabía mi nombre? Miré a mi alrededor de nuevo y me miré a mí mismo. Vestía algo parecido a un pijama de hospital, pero este era de un color gris de bastante mal gusto y me iba grande.

La puerta se abrió y pude ver un hombre con uniforme. Debió ver mi cara de perdido y adoptó la misma expresión, como si me imitara. Indicó que saliera y le obedecí. Me preguntó de nuevo si necesitaba ir al baño y le dije que no. Su cara no invitaba a que le hiciera preguntas, por lo que decidí esperar. Qué confuso.

Me llevó hasta una sala en la que sólo había una mesa con algunas sillas alrededor, un mueble con cajones y una lámpara en el techo. Las paredes estaban pintadas de ese gris claro que empezaba a ponerme nervioso. Un hombre esperaba sentado en una silla en el otro lado de la mesa, mirándome. Vestía un traje oscuro de aspecto caro. No sonreía como lo hacía Akira siempre. No me gustaba ese hombre, pero me esforcé para ser amable, él podría contarme qué era todo aquello.

—Takashima Kouyou, ¿no es así? —preguntó, siendo conocedor de la respuesta. Asentí—. Toma asiento, por favor —Indicó la silla ante suyo. Me senté y esperé pacientemente a que hablara.

—Vengo a tratar el tema por el que estás aquí. Tu estada aquí es sólo provisional, el juez decidirá dónde acabas. No sé si sabes cómo funciona todo esto, pero mi trabajo es defenderte. Deberías responderme con sinceridad para que pueda hacerlo lo mejor que pueda, ¿lo entiendes? —empezó a hablar, parecía que no iba a detenerse nunca, y sólo conseguía confundirme más— Vamos a usar el tema de tu enfermedad para que rebajen lo que te caiga, pero aún así no creo que sea suficiente, van a pedir detalles. Dime, ¿por qué atacaste a Suzuki Akira?

—¿Qué?

—Por qué le atacaste, por qué heriste al hombre que tengo entendido que era tu pareja, Suzuki Akira —repitió el hombre.

—¿Atacar?—cada vez lo entendía menos. ¿Qué me contaba ese hombre?— ¿Qué le ha pasado a Akira?

Observé como aquel hombre me miraba, perplejo. Alzó una ceja y volvió a hablar.

—Espero por tu bien que no estés actuando. ¿De verdad que no recuerdas nada?

—N-no sé qué tengo que recordar...

—Mierda —Mi abogado no parecía tener mucha paciencia. Se levantó y recogió los pocos papeles que tenía sobre la mesa para dirigirse a la puerta. Desde ahí me habló de nuevo— Mañana volveremos a vernos. Ve recordando o tendré que recordártelo yo.

—¿Pero qué pasa con Akira? —grité, justo cuando cerraba la puerta. Me dolía la cabeza y las palabras de ese hombre se repetían.

¿Por qué atacaste a tu pareja?

Dejé que me conducieran por ese sitio, hasta lo que debía ser una celda. ¿Le había hecho daño a Akira? Tenía que ser un error. No podía ser que Akira estuviera herido. Ni que yo hubiera atacado a alguien. Dudé de ese último pensamiento. No estaba seguro hasta qué punto era capaz de controlarme.

Me acosté y me dormí con la esperanza de que en el siguiente encuentro con ese hombre pudiera verlo todo más claro.



Desperté cuando el mismo hombre del día anterior, o de hacía unas horas, no sabía por cuanto rato había dormido, me trajo comida. No traía consigo las pastillas que solía y debía tomarme, así que supuse que la medicación estaba en los alimentos. Comí porque mi estómago protestaba y me atreví a preguntarle al hombre cuándo vería al abogado, a lo que respondió encogiéndose de hombros. Estaba nervioso. Volví a dormir.

Finalmente, ese mismo hombre me despertó de nuevo, abriendo la puerta, dejándome salir para conducirme por esos laberínticos pasillos hasta la misma estancia de paredes grises. Ese hombre con poca paciencia me esperaba, parecía estar viviendo de nuevo el día anterior, a diferencia que en este había comido y mi estómago no rugía.

—Takashima Kouyou. ¿No recuerdas nada?¿De verdad que no tienes ni la más remota idea de por qué estás aquí?

—No —respondí, seguro. No mentía. Me daba miedo descubrirla, pero sólo quería la verdad.

—Te lo contaré. No reacciones de forma exagerada, ya está hecho y hay que solucionarlo —Empezó, consiguiendo sólo asustarme más. Tragué saliva, no quería montar un espectáculo. Temía perder el control, pero asentí, y ese hombre que se hacía llamar mi abogado habló— Al parecer lo acuchillaste en la cara, y eso le causó una herida importante. Él mismo llamó a una ambulancia pero, evidentemente, también la policía fue a ver qué pasaba. Te encontraron en el suelo, con el cuchillo a tu lado y las manos manchadas de su sangre. Tú eres el culpable, y estás por enfrentarte al juicio.

En shock. Con la explicación, las imágenes volvieron a mí. El miedo, el cuchillo, aquel corte que era para ÉL, no para mi Akira. Su cara, su sonrisa, su dolor.

Arcadas. Cubrí mi boca para evitar vomitar lo que había ingerido.

Notaba la mirada de ese hombre sobre mí, traté de imponerme. No serviría de nada llorar. Lo había hecho, nunca me lo perdonaría. Pero necesitaba más detalles. Levanté la mirada y enfrenté a ese hombre con los ojos húmedos.

—¿Cómo está el?

—¿Realmente quieres saberlo? —respondió, sonriendo. Asentí. Sentí que se burlaba de mí, pero asentí— Perdió un ojo. Pero se encontró con un buen cirurjano plástico, que hizo algo parecido a un milagro con su cara y le reconstruyó la mejilla consiguiendo que sólo le quedara una cicatriz algo fea. Parte del labio está afectada, pero de alguna forma recuperaron los músculos para que sus expresiones no sean extrañas. Eso es todo.

—¿Él me denunció... o lo que se haga?

—No. Ese hombre tiene que estar loco. Lo único que quiere es sacarte de aquí, de hecho el dinero que recibo es suyo. Está loco —acabó susurrando el abogado. Mi corazón dio un vuelco. No me odiaba, seguía sin rechazarme. Maldito Akira. Pero yo sí me odio por haberte hecho esto, no te merezco.

—¿Puedo verle? —pregunté, con voz temblorosa.

—No.

—¿Por qué? —pregunté de nuevo, desesperado.

—Cuando te lo he contado te has acordado de todo, ¿no es así? Cuéntame los detalles, ganaré ese juicio y le verás. Sólo eso.

Me reuní varias veces con ese hombre, contándole detalladamente lo que sentí, por qué lo hice, cómo me sentí después. Él sólo grababa mi voz y apuntaba algunos datos.

Me acostumbré a la vida en aquella pequeña celda, me alegré de no tener compañeros. Accedieron a mi petición y me prestaron un libro. Pasaba los días leyendo y durmiendo, y echándolo de menos y sintiéndome culpable. Mi enfermedad no me afectaba, simplemente había días en los que no comía y ese hombre, siempre el mismo, me forzaba a tomarme las pastillas. Me acostumbé a esa monotonía.

Un día, pero, el señor abogado me informó de que el juicio estaba cerca, pocos días y le vería. Aunque en el mismo día se decidiría mi futuro. Al parecer podían encerrarme, pero también podían dejarme en libertad. No sabía cómo funcionaba, sólo me esforzaba en entender lo que me contaba ese hombre, me decía cómo tenía que expresarme si me pedían que declarase, cómo mostrarme, ser ante todos ellos. Estaba estudiado. Era todo una compleja estrategia.



***




El día llegó. Ese día desperté antes de que ese molesto rayo de luz entrara por la estrecha ventana de la fría e incómoda celda. Me dieron ropa, mi ropa, supuse que la habían sacado de mi casa. El abogado pasó a buscarme y me subieron a un coche de la policía. El hombre había intentado llevarme en su coche, pero al parecer habían decidido tratarme como un delincuente peligroso. No me importaba, sólo le tenía a él en la cabeza. Iba a verle de nuevo y tenía miedo a tener que mirarle a la cara. Cara que yo había destrozado.

Llegamos al sitio y me bajaron. Mi mente había desconectado, había caras, gente, me conducían de un lado a otro, acabaron por hacer que me sentara en una silla no muy cómoda. Yo sólo le buscaba desesperadamente. Mis ojos pasaban de una cara a otra, esperando encontrar la suya.

Y él llegó tarde. Supe que estaba ahí por la pequeña bronca que le echó el juez. Su pelo rubio seguía como siempre, algo más largo, con las raíces negras, mal teñido. Le vi de espaldas y mi corazón se desbocó, mientras sentía que la culpabilidad tenía a mi corazón entre las manos, apretándolo, y el odio hacia mi mismo aumentaba. Cerré los ojos cuando se giró e imaginé una expresión decepcionada en su rostro perfecto.

Entonces todo empezó. Él quedaba en un ángulo desde el que no podía verle. Hablaron diferentes personas, escuché a mi médico, creí que estaba también la voz de alguna de las enfermeras que me había atendido en alguna de mis muchas visitas al hospital. Voces que no conocía y la mi abogado. Oía que hablaban de mí, pero no les escuchaba. Todo daba vueltas, sólo quería dormir. Miradas y susurros sobre mí.

Entonces él intervino. Su voz, había echado tanto de menos su voz... La consideraba grave, y a mí me encantaba, pero esa vez, los sonidos que sus labios dejaban salir, formando palabras y frases, se clavaban en mi corazón como cuchillos.

El abogado me tocó suavemente la pierna y susurró que escuchara. Traté de concentrarme y entender. Y entendí por qué ese hombre quería que escuchase. Reita, mi Reita, me defendía, me excusaba, ponía el peso de la culpa sobre sus hombros diciendo que olvidó la medicación, y que al no tomarla perdí el control.¿Iban a usar eso como eximente también? El juez preguntaba, le hacía repetir algunos puntos, preguntaba sobre mi comportamiento. Él seguía defendiéndome. No me defiendas... Lo que he hecho no tiene perdón... Pero a su misma vez deseaba que todo fuera como antes, que me soltaran, que se callaran y me dejaran libre, vivir con él de nuevo y... en ese punto dudaba. ¿Y si volvía a hacerlo? La opresión de mi corazón pasó a mi garganta, cerrándola, y de ahí a mis ojos, que empezaron a arder mientras lágrimas decidían por su cuenta caer silenciosamente. Escuchaba susurros y más susurros detrás de mí.

Oí como sus palabras se detenían enmedio de una frase. Supe que yo era el centro de atención.

—No llores, amor.

Empecé a llorar más fuerte, encogiéndome sobre mí mismo, escondiendo mi cara entre las manos.

El juez le llamó la atención, reprendiéndole porque, al parecer, no podía hablarme directamente. Y él volvió al tema que había quedado interrumpido, pero su voz era más débil. Lloré lo que se alargó el juicio y no escuché nada más. Cuando acabó, mi abogado me cogió del brazo sin delicadeza y me arrastró por los pasillos, mientras me explicaba, intentando no perder la paciencia, que volveríamos a reunirnos en dos días. Sabía que no podía verle, y menos hablar o acercarme a él, y eso me mataba. Seguía llorando, no tenía por qué parar. Todas las lágrimas que no habían sido derramadas en la celda resbalaban ahora por mis mejillas. Un grito que detuvió mi corazón.

—¡Shima! —mis pies se negaron a dar otro paso, y sentí la mano del hombre que me arrastraba soltarme. No me atrevía a girarme, pero lo hice.

Le vi. Corría hacia mí desde la otra punta del pasillo, un hombre lo seguía, intentando detenerlo, pero él era más rápido. Yo miraba cómo se movían sus piernas, sabía que estaba retrasando el momento de verle la cara, pero finalmente lo hice, cuando él estaba cerca.

El ojo cubierto, una cicatriz marcando su mejilla, la piel de la cual se veía tensa en algunos sitios, rosada en el lugar en el que había cicatrizado la herida.Un hilo rosado que atravesaba el lado derecho de su rostro. Parte de su labio estaba afectada, notándose así cómo había sido hábilmente "dibujado" de nuevo por algun cirurjano plástico, dejándolo de forma que sólo alguien que lo conociera bien anteriormente sería capaz de notar la diferencia. Era precioso, igual de hermoso que siempre. Sollocé. Estaba por llegar a mi lado, y yo había dejado caer mis brazos a mis costados, y le esperaba con la cabeza baja, mirando el suelo después de haberle visto.

Unas manos se posaron a cada lado de mi rostro, sus pulgares acariciando mis mejillas. Creía que mi corazón estaba por estallar. Lo haría en cualquier momento. Estaba ahí, estaba conmigo, estábamos juntos.

—Kou... Shima... Mírame, puede que dé asco, pero mírame...—sus palabras, suplicantes, me hicieron levantar la vidriosa mirada del suelo, centrándome en su ojo, brillaba, ese brillo que sólo estaba en sus ojos cuando me miraban a mí.

—No... Eres hermoso —conseguí decir entre hipidos y algun que otro sollozo.

—No llores.

—Bésame.

Lo hizo. Sin retirar sus manos de mis mejillas, me condució hasta sus labios, empezando un tierno beso. Las lágrimas se secaron. Sus labios sobre los míos, moviéndose con lentitud, acariciándome.¿Por qué tuvo que acabar? Se separó un poco, pero aún notaba su aliento sobre mis labios.

—Shima... mi amor...—su mano descendió por mi pecho hasta mi cintura, quedando ahí. Me susurraba lo que me amaba y decía que lucharía para sacarme de ahí. Yo volvía a llorar respondiéndole con disculpas, repitiéndole una y otra vez que lo sentía mientras sus palabras me obligaban a dejar de odiarme. El lugar en el que estábamos, la gente, todo había desaparecido para mí. Sólo estábamos él y yo. La lástima estaba en que sólo habían desaparecido para mí. Sentí cómo tiraban de mí con cuidado, separándome de él. Lo miré asustado y él me respondió con una expresión triste.

—Dime... sólo dímelo...¿Me amas?—su mano aún estaba sobre mi mejilla, pero su brazo estaba estirado para alcanzarme, mientras trataban de alejarme de él. Una última lágrima cayó ante sus ojos... Su ojo.

—Te amo...—susurré. Supe que me había oído. Entonces tiraron de mi brazo y el contacto entre nosotros desapareció. Un hombre detrás suyo lo obligó a girarse y caminar en dirección contraria, hablándole enfadado.

Me giré mientras era conducido, arrastrado, por esos pasillos, todos iguales, hasta el exterior. Me dijeron algo como que iban a trasladarme a un sitio mejor y me subieron al coche.

Notas finales:

Espero que no hayan muchos errores. El final es todo aw, puke rainbowss, viva el amor (?) No sé.

Qué os pareció.

karasu se va a responder reviews.


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