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Danse Macabre por just breath yaoi

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Notas del fanfic:

Antes que nada, quiero que sepan que está guajira la historia. No esperen mucha seriedad en la trama -.-U es un 3min, cielos. Todo sea por el ménage à trois (orgía).

 

'Danse Macabre' es una de mis sinfonías preferidas, así como la historia que hay detrás de ella, y el poema que le acompaña.

 

El fic va para mi woneja bonita, que se quedó con sus ganas de 3min desde hacía tiempo. Quedó chafa, sorry OTL

 

Disclaimer: El poema de 'Danse Macabre' fue compuesto por  Camille Saint-Saëns, yo sólo lo traduje al español. El resto del fic es enteramente mío.

Notas del capitulo:

"Baila Conmigo"

 

Aclaraciones blah blah~:


-La historia toma lugar en el centro de París, y en la Real Academia de Música, en Francia, en los años 1880's. (Ando aprovechando una tarea que hice, lol)

-Los fragmentos del poema no marcan cambios de escenas; más bien, las escenas fluyen con los fragmentos. Los cambios de escena son los espacios grandotes.

-Hice lo mejor que pude para que se viera lo más realista posible (en lo que cabe...), así que pueden confiar en que ciertos datos sean verídicos (lugares, sobre todo).

Disfruten.

Para él, el ballet era mucho más que el arte de la danza. Para él, la belleza del ballet no residía en la elegancia que surge de la precisión con la que se da cada gentil paso o elegante salto; la belleza no recaía en el detalle del vestuario, o del maquillaje pesado que aquellos bailarines se debían colocar para interpretar algún papel. Tampoco en el satín de las zapatillas. Ni la música que fungía como el sutil lenguaje con el que se comunicaban los talentosos bailarines. Porque, a final de cuentas, eran por demás talentosos.

Sin embargo, para él, la belleza del ballet no se encontraba en todo eso, sino que, lo bello y místico de aquella danza se encontraba en la pasión con la que se bailaba, pero sobre todo, el misterio que los bailarines lograban marcar en la mente de sus espectadores.

Porque era precisamente eso lo que, de cierta forma, le había atraído; el misterio que era plasmado en aquellos lugares; aquél que quedaba una vez caía el telón al final de una obra, dejando todo a la imaginación del espectador.

Y él era envuelto por el fino velo de ese misterio. Tan elegante, tan preciso y certero como la muerte misma. La vida, después de todo, era una danza con la Dama de la Oscuridad.

C’est la ‘Danse macabre’, mon chéri.

 

---

 “Zig, zig, zig. Muerte en cadencia,
    impactando a una bomba con el talón,
    la muerte en la noche toca una tonada de baile […]”

                                                                                                ---

Corrió a través de los viejos y angostos callejones, esquivando cajas viejas y pequeños animales que se encontraban abandonados en aquél sitio. Cargaba entre sus brazos a una pequeña caja de madera vieja, llevándola con cuidado y recelo.

Su respiración iba acelerándose, e inevitables nervios congestionaron su pecho y mente conforme avanzaba por aquél conocido camino, entre conocidas casas y conocidos jardines traseros.

Y fue entonces que llegó a aquél lugar.

Era una esquina; sencilla, poco transitada, pero idónea para lo que él hacía. Detuvo su andar apresurado, y soltó un suspiro, buscando nivelar su respiración y la rapidez de sus latidos. Dejó entonces la pequeña caja de madera en el suelo, y la abrió con parsimonia, como si estuviese por encontrar algún tesoro. Y es que, en gran parte, aquello que conservaba dentro de aquella caja, era su más preciado tesoro.

Trataba de su violín; un bello instrumento sacado del más hermoso abeto blanco; cortado, tallado y barnizado por él mismo cuando fue chico, y tallado en el cuello del violín, se encontraba su nombre: Choi MinHo.

Ese violín era su tesoro más grande porque había sido su primera creación. Pero lo más hermoso de aquél violín, eran las melodías que emanaban de las delgadas cuerdas al ser acariciadas por el arco con la suavidad de la seda, acariciando de igual manera al oído de quien le escuchase, encantando y atrayendo.

Con un suspiro y una tenue sonrisa, lo acomodó bajo su barbilla y sobre su hombro, y dejó que sus dedos danzasen sobre las cuerdas, mientras que cerraba sus ojos, y dejaba a su alma ser absorbida por el singular sonido.

La gente que pasaba por ahí, se detenía a escuchar, admirando al igual que el joven músico al encantador sonido siendo interpretado con una palpable pasión. Le rodeaban unos cuantos, y otros dejaban algunas monedas en la pequeña caja de madera y se iban, dejando espacio a nuevos espectadores, e incluso a espectadores que ya antes habían visto al joven músico tocar con pasión a aquél violín.

Pero fue al terminar de tocar la tercera pieza, que se detuvo y  notó que, del otro lado de la acera en la que se encontraba, un chico le observaba intensamente. Y decir que era ‘hermoso’, era citar palabras pobres, pues aquél rostro de semblante delicado debía haber sido tallado por serafines, pensaba, para así crear a tal criatura de belleza casi etérea.

---

[…]Zig, zig, zag,  en su violín.
    El viento del invierno sopla, y la noche es oscura;
   son escuchados gemidos en los árboles de limón.
   Blanquecinos esqueletos pasan a través de la penumbra,
   Corriendo y cojeando con sus velos. […]

---

El chico a lo lejos sonrió ampliamente para él, y pronto, MinHo logró apreciarle mejor. Aún en la noche, en toda su penumbra, podía ser admirado el singular fulgor de su cabello, casi asimilando al color del pulcro violín que aún sujetaba entre su mandíbula y hombro. Era delgado, de complexión tierna y frágil a la vista. Era sencillamente deleitante para la vista.

Sin embargo, para sorpresa del músico, el chico aproximó su rostro al suyo lentamente, y aún bajo la atenta mirada de los espectadores restantes, pegó un cálido pómulo al de MinHo, y susurró entonces a su oído, con la voz más tersa e idílica:

-Toca para mí.-MinHo había dejado de respirar en ese momento. Casi había escuchado un ronroneo en la voz del chico.-Toca una melodía, y yo bailaré para ti.

El chico se separó, y le miró con ternura hasta que se giró y le dio la espalda. MinHo aún se encontraba ligeramente pasmado, pero fue poco lo que tardó en reanudar su pequeño espectáculo. Ésta vez, interpretando su más reciente pieza favorita: ‘Danse Macabre.’

Las primeras notas tocaron el aire, y fue casi instantáneo  el cambio en el ambiente; la gente había guardado silencio, siendo el violín casi el único sonido en aquél lugar. Casi, puesto que escuchaba el crujir del suelo cercano a sí.

Tras abrir los ojos—MinHo tenía la costumbre de cerrar los ojos al tocar el violín—, vio al chico danzar. Eran improvisados, sí, pero había una gran diferencia entre un baile callejero, y la danza tan grácil y majestuosa que ofrecía aquél chico al compás de su música. La línea que formaba con sus movimientos resultaba seductora, silenciando con la belleza de su baile al público.

---

[…] Zig, zig, zig, cada uno juguetea.
    Puedes escuchar el crujir de los huesos de los bailarines,
   Una pareja lujuriosa se sienta en el moho,
   para así probar largos deleites perdidos. […]

---

Sin embargo, a pesar de que la mirada del público recaía en el bailarín, la vista del propio chico permanecía sobre la figura de MinHo; era en los gráciles giros que el chico le dedicaba profundas miradas a MinHo, que se encadenaban a la suya con sensualidad, o durante otros instantes, el bailarín le miraba de reojo y le sonreía, juguetón, al tiempo que capturaba entre sus dientes su labio inferior, y volvía a despegar la vista de MinHo.

Pronto, la melodía llegó a su fin, y con ello, la llegada del sonido de los aplausos se volvió entonces ensordecedor, pero a la vez, fue gratificante para el joven música; nunca antes había tenido a tantos espectadores. Y todo había sido gracias al chico de ojos risueños y pies ligeros. Sin embargo, en el momento en el que quiso agradecer al bailarín,  notó que su presencia  brillaba por su falta. ¿Desde hacía cuanto?

Ojalá  hubiese podido agradecerle.

Ojalá hubiese podido al menos conocer su nombre.

 

---

 

Para fortuna de MinHo, el día en el que había conocido al chico de los ojos risueños, había significado un gran cambio en su vida. Aquella noche, entre el variado público que había logrado atraer hasta él con la inesperada ayuda del bailarín, se había encontrado casualmente un director de orquesta con gran renombre en Francia y Europa, quien había optado por salir a dar un paseo en medio de su ajetreada agenda.

Le había visto tocar su violín como sólo había visto tocar a músicos profesionales, le dijo esa misma noche una vez el público se dispersó; le había visto tocar con una pasión desbordante, como si el violín fuese una dama en plena intimidad, siendo tratada con la delicadeza de una rosa, y fiereza de un león simultáneamente; pasión que—repitió el hombre con una sonrisa—sólo había visto hacer a profesionales…Fue ahí cuando, sin pensárselo una vez más, pidió a MinHo que se uniera a alguna orquesta que él dirigiese, petición que MinHo en ningún momento dudó en aceptar con orgullo.

Se despidió de aquél hombre, y guardó a su pequeño tesoro en la caja de madera vieja, y partió de vuelta a casa con sonrisa en labios. Alzó la vista al cielo en penumbras, y sólo pudo agradecer por el chico que aún habitaba su mente.

 

---

 

Tras dos años de aquél suceso –uno que MinHo jamás podría olvidar—, tanto el bailarín como MinHo, volvieron a encontrarse en el transcurso de sus vidas.

MinHo había viajado a tantos lugares en ese tiempo gracias a aquella oportunidad que le había sido ofrecida hacía unos años atrás. Desde entonces, había tenido la oportunidad de tocar en Madrid innumerables veces; había conocido Londres, al hermoso Moscú en Rusia; y había pisado las tierras de los más grandes compositores de música clásica, como lo eran igualmente Austria y Alemania. Incluso, había viajado a Cuba, donde el ballet había comenzado a volverse un arte popular e importante para una nación socialista. Sin embargo, para MinHo, no había nada como tocar en París; su hogar.

-Bon soir, Monsieur MinHo,-Llamó el hombre que le había brindado el más grande privilegio de su vida como músico, sonriendo al chico. MinHo lo miró atento al tiempo que le invitaba al interior de su casa y le ofrecía un asiento.- Sólo vine a informarle que hemos sido nuevamente invitados como orquesta para formar parte de una presentación de ballet en la  Académie Royale de Musique.

-¿Y qué ballet se presentará ésta vez?-preguntó al tiempo que traía al hombre un poco de su bebida preferida.

-Oh,-El hombre volvió a sonreírle tras dar el primer sorbo a la bebida.-Ésta creo que la conoces a la perfección, mon bon ami MinHo.-Enarcó una ceja al tiempo que sonreía cual cómplice a su camarada.- Y pues verás, será presentado por primera vez ‘Danse Macabre’ en ese lugar, y como seguramente sabes que la historia de aquella melodía toma lugar en el día de Halloween, se  piensa presentar en ese día, precisamente.

MinHo se sonrió y asintió a las palabras del hombre mayor, sin embargo, bajó la vista una vez los recuerdos del chico danzarín de aquella noche se juntaron en su mente; recordaba su mirada—tanto aquellas con intenciones insinuantes, como la dulce con la que éste le habló primeramente—, la sonrisa de gruesos labios rojizos, y el calor que su mejilla marcó sobre la suya en el momento en el que la posó sobre su piel. Y el baile…

De pronto, MinHo volvió a sentir el mismo calor en su pecho que había sentido cuando le conoció, y  mentiría si dijera que aquella noche había terminado en ese instante, en aquella esquina, con aquellas personas como testigos de lo que había sido un súbito enamoramiento, pues era ahora un momento que se repetía constantemente en sus memorias.

 

 

 

 

El momento en el que su vida volvió a entrelazarse con la del bailarín, había sido en una noche de ballet orquestado para gente privilegiada, donde volvería a interpretar su sinfonía preferida, aunque ésta vez, sería frente a un público muchísimo mayor a la audiencia que podía coleccionar en sus tiempos como músico callejero.

 La fachada y entrada de la Academia se encontraba minuciosamente adornada, como motivo de la celebración de la antigua tradición celta. Y los fondos que se recaudaran esa noche, serían supuestamente destinados a orfanatos y a los veteranos de guerra.

Pero para MinHo, esos detalles eran los de menos en aquél instante; veía, a través de los grandes ventanales, a las carrozas de acabado elegante llegar a la atractiva construcción, siendo tiradas por los  más hermosos caballos que hubiese visto antes.

La puerta sonó, y tras eso, la voz de un hombre anunciar a la primera llamada, con la finalidad de que MinHo terminara de arreglar o hacer lo que tuviese que hacer, para que luego fuera a tomar su posición en la zona de la orquesta.

Suspiró, tomó su violín, y salió de su camerino, dirigiéndose a paso apresurado, y con la mente concentrada, a su lugar, donde tomó asiento una vez llegó, y trató de borrar una boba e impensada sonrisa que se había dibujado en sus labios.

Segunda llamada, y seguido, llegó la tercera; cuando las voces del público se acallaron, las cortinas de un terciopelo rojo se abrieron al tiempo que una suave tonada comenzó a resonar en aquella sala, y rebelaron entonces a una figura oscura y esbelta, sin rostro, en el centro del escenario. Se encontraba quieta, como si esperase a que algo ocurriera, mientras el tenebroso inicio de la melodía continuaba sonando.

La historia del ‘Danse Macabre’ trataba sobre el llamado de la muerte en una noche de Halloween –el día en el que almas y espíritus salían a celebrar—, llamado que iba dirigido a los difuntos dentro de algún cementerio, para así invitarles a danzar al son de su violín y de la corriente de un frío viento otoñal; y al despertar ellos, se unían a un círculo que rodeaba a la figura mortecina que sujetaba al violín.

MinHo había alzado la vista del cuadernillo de partituras—cielos, ¡si se las sabía al derecho y al revés!—, y se concentró entonces en la inmaculada presentación, donde la escenografía le parecía tan adecuada y perfecta a lo que él había imaginado tantas veces antes, y en la actuación de aquella figura oscura en el escenario.

Para el momento en el que la melodía cobró más fuerza, aquella figura se giró para encarar al público, haciendo que el velo que antes cubría su rostro, cayese con gracia al suelo del escenario y sobre su hombro y bajo su barbilla, sostenía un violín, y fingía tocarlo a la par del grupo de cuerdas en la orquesta.

No obstante, la mirada de MinHo se amplió con sorpresa al verlo ahí, y por poco perdía el hilo de lo que tocaba en el violín; le había sorprendió el  ver al pequeño bailarín de hacía unos años atrás estar ahí, de pie, tan perfecto como le había visto antes. El rostro pequeño, de pronunciada –y sensual—línea de la mandíbula, y labios gruesos, se encontraba maquillado a detalle, dándole los rasgos de un esqueleto andante.

Y la sonrisa pícara que mostraba al público había sido, para él, lo que le había cautivado nuevamente.

De pronto, la melodía volvió a suavizarse, así como los movimientos que antes había tenido la oscura figura, y de un lado, se vio al haz de una luz asomarse por lo que asimilaba a una entrada, o alguna rendija, y tras eso, comenzaron a verse más siluetas alrededor del chico, y fueron elevándose, hasta que estuvieron completamente erguidas, mostrando así perfectos vestuarios, y maquillaje.

Las bailarinas se deslizaban con delicadeza en cada paso, como si aquél suelo de madera fuese el más fino papel de arroz, girando en torno de, no sólo el chico que interpretaba a la muerte, sino también de altos bailarines con un maquillaje y vestuario igualmente impresionante.

Los tours en l’air que las bailarinas realizaban, creaba casi la ilusión de que volaban en los brazos de los bailarines, así luciendo aún más el largo de la falda de su traje. Era por demás perfecto, se podía decir; sin embargo, a MinHo le pareció que algo faltaba.

Pasión.

Los rostros de los bailarines se le antojaban tiesos, carentes de emoción—vale, eran supuestamente muertos, pero siendo bailarines, debían mostrar…algo—; no obstante, a diferencia de ellos, el chico al centro del escenario mostraba aquella emoción y otras más,  aún cuando su papel era el de pretender tocar el violín de utilería.

La mirada de aquel chico, pronto se encontró con la interesada de MinHo, y le sonrió aún más ampliamente con la misma picardía de la vez anterior.

Baila para mí.

Toca para mí.

Tocaré para ti, pero tan sólo baila para mí.

Bailaré para ti, pero toca sólo para mí.

Ambos se observaron, concentrados en lo que cada uno hacía, pero totalmente ajenos al resto de las personas que le rodeaban. Pronto, aquella curiosidad que antes habían sentido el uno por el otro, se había tornado en alguna clase de deseo; algo que lograban transmitir a través de su mirar, a través de la melodía que MinHo creaba, y los movimientos que el bailarín realizaba en el escenario. Porque sí, el chico ya había comenzado a danzar junto con el resto de los bailarines, resaltando entre todos ellos.

Por la fuerza de sus gestos y sus movimientos, hacía presente el mundo que estaba más allá de los fenómenos. La bella apariencia de sus gestos desvelaba lo profundo. Y en lo profundo, se movía como un dios danzarín; un artista que manifiesta su fuerza y poder creativo, que es el de transgredir, transcender y transformar. Este dios de pies ligeros, de ojos risueños y bailarín, expresaba su mensaje por la danza, pues no había otro lenguaje que pudiese expresar mejor todo ello. La danza es su lenguaje y en ella se unen el tono, la música, el ritmo y la armonía. 

---

[…] Zig, zig, zig. La muerte continúa.
  El interminable trozo en su instrumento.
  ¡Un velo ha caído! El bailarín yace desnudo.
  Su pareja le abraza amorosamente.
  La dama, se ha dicho, es una marquesa o baronesa.
  Su verde galán, un pobre carretero.
  ¡Horror! Mira cómo se entrega a él,
  igual que el rústico, era un barón. […]

---

Aquella presentación llegó a su fin –era corta, pero igualmente, tan deleitante—, mas la función continuó aún con más danzas de similar estilo.

Sin embargo, en el instante en el que MinHo había visto al chico desaparecer tras bambalinas, se puso de pie sin pensárselo una vez más, y abandonó el área destinada para la orquesta. Estaba desesperado por ver al chico, necesitaba tocarlo, sentirlo cerca para que él mismo se sintiese completo.

Un par de bailarinas se le acercaron al verle entrar apresurado a la zona de los vestidores, buscando entablar una conversación con el joven músico. Y aunque MinHo sólo pudo disculparse amablemente con ellas y cuestionarles dónde podría encontrar al bailarín, las chicas le señalaron el camino indicado.

-Su nombre es TaeMin, por cierto, mon chéri.-dijo una de las chicas, entre risas.

MinHo sonrió agradecido, y así siguió, yendo a través de un angosto camino que se encontraba tras los vestidores de las chicas. Pero para su sorpresa, aquél lugar se encontraba en un silencio casi sepulcral; las luces estaban apagadas, y conforme avanzaba con cautela y asomaba ligeramente el rostro en las habitaciones, las veía totalmente vacías, descuidadas.

Le llevó a pensar si aquellas chicas sólo le habían engañado— ¿Pero entonces por qué te habrían dicho su nombre, MinHo?—, o quizá se encontraban en otra parte, y las chicas se habían confundido…

En eso, escuchó algo caer al fondo del pasillo, donde una puerta permanecía abierta, y la luz se encontraba encendida. Por un momento, no supo si seguir al lugar de donde había venido aquél ruido, o si debía mejor volver a la función, pero al final, su mente ponderó el deseo de querer ver al baila—, no; ver a TaeMin una vez más.

Al ir acercándose, comenzó a escuchar lamentos que eran amortiguados por el pesado silencio de ese lugar.

¿Estás bien? Pensó en preguntar, mas optó por no hacerlo, y mejor concentró el oído en ello; más que lamentos, los sonidos provenientes de la habitación al fondo del pasillo, iban tomando las características de los gemidos que se escapan en las relaciones sexuales. Fue cuando llegó a la entrada, y casi sintió morir en ese instante.

El chico danzarín se encontraba ahí—podría distinguir la abundante mata de color caramelo claro donde fuese—, justo en la entrada, recostado en el suelo de espaldas, y desnudo casi por completo, dejando ver al blanquecino cuerpo sudar y sacudirse con cada oleada de placer que llegara; a las manos largas clavarse con fuerza a la espalda del otro hombre sobre él, y al pecho subir y bajar, totalmente envuelto en el éxtasis de aquél acto.

-¡Ah-Ahhh ~!

¡Oh, santo cielo!

Reaccionó, y logró retraerse antes de que fuera visto por la pareja. Sentía su corazón latir con fuerza, pero al mismo tiempo, le dolía el saber que TaeMin ya tenía a alguien con él…

-Hey, espía ~.- Saludó TaeMin como si hubiese estado esperando a que el más alto llegase hasta ahí.

TaeMin traía puesto aún el maquillaje de la presentación; mas las prendas antes brillantes, habían sido sustituidas por una fina bata color rojo vino. Y se veía tan impoluto como siempre, aunque de cierta forma, percibía algo extraño en él.

Notó entonces que el cabello antes claro, se encontraba ahora oscuro, y mucho más largo de lo que recordaba en el escenario.

-O-Oh, TaeMin…-expresó con sorpresa y nerviosismo.-Me diste un buen susto.

-Hmmm…veo que sabes cómo me llamo.-TaeMin mordió ligeramente su labio antes de continuar.-Pero, ¿te conozco?

-Yo— ¿Eh?-Le extrañó la pregunta, dando un paso hacia atrás. ¿No le recordaba acaso? ¡Pero si habían estado flirteando durante toda la primera presentación!

-¿Cuál es tu nombre?-Llamó su atención una vez más, acercándose a él hasta que pudo arrinconarle contra la pared contraria a la entrada de su vestidor, manteniendo una mínima distancia entre ambos cuerpos y rostros.

-Mi-MinHo…-respondió casi en un susurro, perdiéndose en el calor que la cercanía del cuerpo de TaeMin le transmitía, y en el aroma dulzoso de su aliento que chocaba suavemente contra sus labios.

-¿Por qué te pones nervioso?-su voz era un mero murmullo contra sus labios; sólo quería seguirle la corriente. -¿No es esto lo que querías?-Arrimó más su cuerpo al de MinHo, rodeando el cuello del músico con ambos brazos para atraerle a sí mismo.

MinHo sólo sonrió de lado, y besó de una buena vez al chico.

¿Que si lo quería? No, MinHo lo deseaba; lo había estado buscando, esperando a encontrarse al chico que en una sola noche le había hecho enloquecer, ansiándole, soñando con besarle y hacerse del delgado y ágil cuerpo del bailarín.

Y ahora, tras dos años, le había encontrado en casi las mismas circunstancias; él siendo el violinista, y TaeMin siendo el mismo seductor bailarín, con aquella sinfonía como fondo de sus vidas, una vez más.

Así que sí, MinHo jamás pasó por su mente el dejar a ésta oportunidad escapársele de las manos, teniéndole ya entre sus brazos, siendo besado contra la pared con ahínco y sin intenciones de dejarle ir.

TaeMin gemía en medio del beso, saboreando la manera con la que MinHo jugueteaba con su lengua y entremezclaba con sensualidad los fluidos salivales, al tiempo que creaba fricción entre ambos cuerpos. El joven violinista era hábil, sin duda.

Pero aún así, TaeMin no sólo sabía jugar también, sino que igualmente, contaba con su propio ‘juego’, y con ello, con sus propias reglas.

Sin más, rompió con el candente beso, y posó el dedo índice sobre los hinchados y rojizos labios de MinHo, mirándole aún con el mismo deseo. MinHo sólo sacó la lengua, y lamió con lujuria el suave dígito, haciendo a TaeMin gemir una vez más por la sensación que ello conllevó.

-Pueden vernos aquí, MinHo…

-No me importa—-TaeMin volvió a acallarle con el dedo, dando, además, una lamida a los labios de MinHo.

-Si quieres seguir, debes seguir mis reglas, MinHo.-El bailarín soltó una risita, y dio un empujón al chico, hasta dejarle dentro del vestidor, cerrando la puerta tras de sí, y dejando caer al suelo la bata que le cubría.

Fue entonces que MinHo, a medida que caminaba hacia atrás embelesado por el cuerpo del chico, sintió que pisaba algo.

Algo blando.

Algo suave.

Algo hermoso.

TaeMin…

MinHo, al ver aquello, no supo qué pensar, o cómo reaccionar.

No entendía nada.

¿Qué demonios pasa?

¿Confundido?

Estoy perdiendo la cabeza.

-Oh, veo que has encontrado mi pequeño secreto, MinHo.-Habló el chico –ente, criatura; carajo, lo que fuera—, y fue acercándose a MinHo, quien seguía viendo a…

¿A quién veo?

En el frío suelo, a un lado del vestuario que se había usado en el escenario, yacía un cuerpo desnudo, acomodado de espaldas y totalmente inmóvil. El rostro, tan encantador y precioso permanecía estático, y tan apacible a la vez, que parecía que dormía, teniendo algunos mechones rubios dispersos sobre el rostro y el suelo…

MinHo se sintió hiperventilar, no obstante, sólo estaba inmóvil, observando enteramente a la figura sin…

-MinHo,-El otro ser aprovechó la posición del joven músico, y se sentó sobre sus muslos, anclándole al suelo sin dificultad o resistencia. Acercó sus labios a la oreja de MinHo.-yo se que lo deseas…-El chico acariciaba su abdomen de manera descendente, hasta que se encontró con la tela del pantalón, ligeramente ajustada.-y sé que me deseas también.-dio una larga lamida a la piel tras su oreja, entrecerrando después los labios sobre el lóbulo de la oreja.-¿No quieres metérnosla?

MinHo dio un ligero brinco ante aquella calidez y humedad, siendo que él se encontraba totalmente inmerso en sus propios pensamientos, que eran aún alborotados por la imagen de un inmóvil –de otro—TaeMin.

Pero es que lo deseaba tanto ahora…

-¿No quieres aprovecharte de él?- Fue deshaciendo los botones del pantalón de MinHo.-Yace inconsciente, totalmente a tu merced, MinHo. A nuestra merced.

Ahogó un gemido en la garganta. El otro chico se encargaba de consentir la sensible piel de su cuello alargado, mordiendo y creando succión sobre la piel sobre su extraña manzana de Adán. Y las pequeñas manos yacían sobre su piel cálida, bajo pantalones y cualquier otra prenda inferior…

El chico se levantó de nueva cuenta, dejando a MinHo en el suelo, deseoso aún. ¿A dónde iba? MinHo sólo vio como el chico arrastró al inconsciente TaeMin hasta una puerta al fondo de aquella habitación.

Enorme. Una habitación enorme. En el centro, una cama de dos plazas y media con colchas negras de una tela sumamente suave al tacto, con dos almohadas, un armazón de madera con la cabecera tallada y de perfectos y macizos barrotes. Un mini bar a un costado, cerca de la puerta de entrada. Una mesa redonda de algo símil mármol negro y cinco sillas artísticas de metal. Un sofá marrón de almohadones inflados del mismo color; frente a él un televisor. El juego del dormitorio: dos hermosas mesas de luz, idénticas en madera barnizada y un ropero de dos puertas también en madera barnizada. Dos ventanas con suficiente separación y con cortinas azules medio trasparentes. Un piso a baldosas blancas y negras, tal cual un tablero de ajedrez. Tras otra puerta –la única ahí— estaba el baño; artefactos de un blanco demasiado pulcro; una bañera más grande que la que teníamos en casa y muchos frasco de sales y otras cosas para echarle al agua descansaban en una repisa cerca de las canillas de la ducha; un piso y paredes limpias de cerámicas celestes.


MinHo había quedado momentáneamente encantado, como encandilado por el lugar

-¿Te gusta?- La voz de TaeMin resonó en su mente, sonando aterciopelada, e inundada por mera lujuria.

TaeMin le abrazó por la espalda, y su boca terminó al lado de su oído.


-Mejor que te guste. Porque acá es donde tu piel va a perder toda inocencia.- susurró sensual.

Y en eso, una tercera risita acaparó el silencio y la atención de ambos chicos.

-No robes mis frases, Tae.- reprochó con una risilla el chico que permanecía en la cama, reincorporándose y estirándose sobre la misma.

-Es-Estás despierto…

-Hyung tardó demasiado en hacer algo conmigo, ¿acaso no quiere jugar conmigo, Tae?-dijo con inocencia y un puchero marcado en el dulce tono de voz, dirigiendo la vista al chico de igual apariencia.

El TaeMin de cabellera oscura le tomó de la mano,  y le arrastró hasta el lecho de finos cobertores.

-No, Minnie.-Le dio un empujón al música, hasta sentarlo en la cama.-Creo que sigue sin comprender lo que ocurre.

-Po—Por supuesto que entiendo lo que ocurre— ¡Ah!

-Mmm… Déjame pensar…- sentenció el de cabellera áurea, y se sentó encima suyo, a horcajadas.
Besó su cuello con parsimonia, deteniéndose a mordisquearlo o a dejar alguna marca de propiedad. La igualmente pequeña mano del rubio se coló bajo su camisa, y acarició su abdomen primero, para luego seguir su camino hasta su tetilla derecha, la cual masajeó y pellizcó con ahínco. Suspiró agitado, pero nada más.

-¿Eso es un “me encantó”?-Cuestionó el chico de cabellera oscura, quien ya se había subido a la cama, desnudo ésta vez.

-Podría decirse que sí, Tae.

-Mmmmhh… Ya veo…- otro suspiro agitado y sus manos se perdieron en la  espalda de MinHo, bajo la camisa.

El TaeMin de cabellera rubia pasó a juguetear con el cuello, y seguido, con los pezones marrones, chasqueando la lengua sobre la piel oscura y tirando de ellos con salvajismo y sensualidad.

MinHo sólo podía dejarse hacer, sintiendo frías manos acariciar su espalda, y una humedad cálida en su pecho y abdomen. Sus dedos buscaron con ansiedad a donde asisrse, y tomaron con fuerza los mechones platinados del TaeMin al frente suyo.

A la mierda con la lógica.

Escucharon de pronto que alguien tocaba a la puerta, haciendo que MinHo sintiese repentinamente un pánico de ser descubierto en esa situación.

-¿MinHo? ¿Estás ahí?

Reconocía aquella voz; era áspera, y se notaban los años que habían pasado sobre ella. Trataba de su director de orquesta.

-Responde.-Obligó con frialdad el chico a sus espaldas. Sin embargo, ni el TaeMin de cabellera rubia ni el otro habían querido interrumpir lo que hacían.

-Sí-Respondió con nerviosismo, esperando que nada más saliera y le delatara.

-¿Estás bien? Dejaste el área sin previo aviso.  Qu'est-ce qui se passe? (¿Qué ocurre?)

Un manotazo, o algo por el estilo le hizo acabar tirado sobre la cama. El TaeMin de cabellera oscura lo miraba con ese brillo de lujuria en sus ojos. Se posicionó arriba suyo, pero él no se lo impidió ¿Hasta dónde querría llegar?

No le importaba ya.

-No, no… il n'ya pas de problème. (No hay problema).

Alguno de los chicos desquitó sus benditas ganas de manosearle el torso. Le quitó la camisa, que terminó volando, literalmente, para cualquier lado. El hombre al otro lado siguió en el mismo lugar.

-¿Seguro, MinHo?

-Ahora sí.- musitó para sí mismo y se relamió los labios. Miró al de cabellos castaños provocativamente con la premisa en mente de no prohibirle nada. Su boca fue por instinto a los pezones del mayor. Succionó con fuerza uno mientras pellizcaba con su mano el otro.

-Está conmigo.-Alzó inesperadamente el castaño.- Charlamos sobre algo, tardaremos un poco.- una risa pícara dejó los labios del chico.


Ah… Hyung…! No tan… brusco…


En algún punto, MinHo había invertido las posiciones con el encantador ser que antes se encontraba sobre él, siendo ahora quien era acostado sobre la mullida cama, mientras observaba con placer como su pecho era atacado por la ágil lengua de MinHo y los voraces dientes. MinHo chupaba y mordía con fuerza, haciendo que le doliera, mas era un dolor que le generaba placer.

Una patada movió la cama, los gemidos sonando estruendosos y sin cohibimiento alguno.

-¿Qué fue ese ruido, MinHo?


-¿Qué ruido? Yo no escucho nada.-Intervino la voz aterciopelada del TaeMin de cabellera castaña.


El hombre tras la puerta desistió tras unos instantes, y volvió con la orquesta finalmente

-¡MinH—Hyung!- chilló el rubio, jalando del cabello oscuro para que siguiera, enterrando su cara en el largo cuello de MinHo.

El TaeMin de cabellera oscura lo miró con sorpresa, ignorando siempre  lo que pudiera estarle diciendo el hombre del exterior hasta que se fue. A pesar de que poco participaba, su semblante estaba muy concentrado observando la cara de placer del chico de cabellos rubios.

MinHo estaba consciente de la erección que se endurecía con el paso de los minutos, así como la que sentía en el cuerpo del TaeMin bajo suyo.


-Por favor…-Suplicó TaeMin rubio.

Levantó el rostro y le miró complacido de que le pidiera seguir. Y le besó. Por primera vez, se besaron. Con necesidad, lujuria. Con placer. Intentando acallar los gemidos que el roce de ambas erecciones producía. Su lengua bailó con la del rubio, mordisqueando el labio inferior para luego volver a meter su lengua en la cavidad bucal y seguir recorriéndola.

Tenía los ojos cerrados, y tan sólo sentía la presión de su entrepierna, las ganas de que aquel roce se transformara en una caricia potente y acelerada.

El otro TaeMin se refregaba como animal en celo mientras el beso arrebataba todo el oxigeno de los pulmones del TaeMin de inocente mirada.

MinHo bajó sobre su pecho, entreteniéndose paseando su lengua por el tierno ombligo del rubio.

-MinHo…- lo miró, el aludido sin quitar la lengua de su piel –Tócame…- rogó. Una sonrisa fugaz le hizo estar seguro de que cumpliría mi petición. 

De un tirón, que le hizo reprimir un gritito, le quitó la ropa interior al rubio. Su miembro se alzaba pidiendo caricias, y ahora no era solamente MinHo quien le atendería.

-¡Ah!- MinHo había apretado demasiado fuerte la erección, al tiempo que el TaeMin de cabellera castaña se iba acercando a ellos, hambriento. -¡Ah…! ¡Más rápido…! ¡MinHo Hyung!- Se lo había engullido entero.

El TaeMin rubio se aferró  fuertemente a la sábana, la estrujó entre sus dedos. Y su otra mano se encargó de tironear los cabellos de MinHo. Le encantaba.

-Bésame…- volvió a ordenarle. Y MinHo volvió a obedecer. Estaba alimentando su morbo. 

Para MinHo, sus besos quemaban, eran tan adictivos y destructivos como una droga. ¿Por qué sería así? Quizás porque con él solamente la lujuria rebosaba,  y no había sentimientos de por medio entorpeciendo. Quizás porque tan sólo era la necesidad la que reinaba.

Sus caricias ardían deliciosamente, entregaban placer y aplacaban la necesidad de una manera increíble; aunque te dejaba sabor a más, a desear más de él.

-MinHo...Minnie- El TaeMin de cabellera oscura habló despacio con lujuria reprimida rebosando en cada palabra, cada letra.

Ambos aludidos se separaron un poco y se dedicaron a verlo. Entre las piernas del chico, una gran erección se asomaba, goteando pre semen, pidiendo por atención, pidiendo ayuda a que la presión fuera liberada con todo el placer.

MinHo lo miró entre asombrado y extasiado. Relamió sus labios, y le dedicó miradas al chico.

El TaeMin rubio besó su cuello y se acercó a su oído. Lo lamió, y luego tironeó nuevamente del lóbulo para lamer la parte de atrás de la oreja. MinHo se estremeció,  y sintió cómo un escalofrío asaltó su cuerpo.

-¿Te gustaría que me ocupe de ti?- le murmuró, sensual. MinHo sólo asintió. El chico castaño se masturbaba, viendo tanto el acto sexual entre el otro par, como a la mirada cargada de deseo y lujuria en la mirada de MinHo.

-MinHo.- le llamó serio el TaeMin castaño. Pero lo ignoró al inicio –MinHo.- volvió a nombrarlo, parándose.

Le tomó por los hombros, y con una fuerza insospechable, lo quitó de ahí, sobre la cama y el cuerpo del otro TaeMin. Terminó tirado en el piso, con un fuerte dolor en la espalda, puesto que choqué bruscamente con el suelo. Lo miró sorprendido, y con algo de miedo.

-¡¿Por qué carajo…?!-Exclamó, furibundo.

El TaeMin rubio se incorporó y lo miró desde la cama. Entonces hizo un puchero gracioso.

-¡Ufa! ¡Ahora que hyung estaba por chupármela!

Le extendió la mano y le ayudó a levantarse.

-Perdón.

-¿Por qué me tiraste?

-Digamos que celos.

MinHo se regodeó en esa frase. ¿Celos? La palabra le trajo de nuevo un poco más a la normalidad, ya parecía buitre sediento. En lo único que había pensado era en el placer, en el sexo. ¿Dónde quedaban todas sus frases de amor por aquel chico de apariencia angelical? 

Abandonadas en los más recóndito de tu corazón.

-A mí me da igual. Lo único que quiero es alguien que se ocupe de mi pene y ¡ya!- Exclamó de nuevo el TaeMin rubio.

Rió corto por eso, y tanto MinHo como el TaeMin castaño se miraron, ideando un plan. Entre los dos, rodearon al chico, al tiempo que llenaban con besos la piel expuesta. Excepto ahí donde él más quería que tuvieran consideración.

Se  acomodaron a cada lado de sus piernas una vez los besos desembocaron ahí, y lo devoraron entre lamidas y besos húmedos, como si fuera el manjar más exquisito sobre la faz de la Tierra. Lamían desde la base hasta llegar a la punta, dejando a sus lenguas reñir,  tratando de adueñarse del miembro y poder metérselo enteramente a la boca.

La vista era digna de cualquier sueño húmedo. Pero las sensaciones…

-¡Ah…! No…

Aquella lentitud, aquellas lenguas voraces solamente lo desesperaban más. Debido a que los dos estaban ahí, ninguno podía hacer la tarea de forma completa, como necesitaba.

-¡Basta!- exclamó el rubio en un momento.

TaeMin castaño había bajado para lamer un poco los testículos, mientras que MinHo seguía jugando con su erección. El Taemin rubio tomó con fuerza sus cabellos inesperadamente, y lo obligó a metérselo todo en la boca.

MinHo sintió saliva escurrir de su comisura. Saliva que fue bebida por el castaño. Y el músico prosiguió a masturbarlo con la boca. Entonces, el TaeMin castaño aprovechó para situarse más atrás y así poder alzar las caderas del rubio, sujetándole por las caderas. MinHo en eso se sentó, apoyando toda la espalda en la cabecera, para admirar el espectáculo.  El rubio le siguió el camino, gateando, siguiendo el suculento miembro que empezaba a gotear liquido pre-seminal. Detrás  de él, el otro TaeMin comenzaba a lamer y dilatar su entrada. En un instante, insertó un dedo dentro del rubio, al tiempo que éste succionaba el líquido que resbalaba del miembro frente suyo.

TaeMin metió el segundo, y sin querer, el rubio dió un mordisco.

-¡Ah!- Protestó y en reprimenda, tironeó de los cabellos  del Taemin rubio con fuerza, elevando a la vez la cadera, haciéndole atragantarse con la gran erección.

-¡Métela!- chilló de repente el rubio, dejando un momento de lado lo que estaba haciendo. Esos dedos, entrando y saliendo, haciendo círculos y moviéndose apresuradamente dentro hacían que perdiera el control.

-¡Y tú también! ¡Métetela!- exclamó MinHo, y otra vez hizo entrar su pene bruscamente en la pequeña boca del TaeMin de aspecto angelical. Él no se quejó, le gustaba aquello.

De una embestida, el otro Taemin penetró al rubio. Esta vez, ahogó el gemido, teniendo la boca ocupada. Sin esperar, comenzó el vaivén, el movimiento hacía que succionara más fuerte, que cuando se sacaba el miembro de la boca, respiraba agitado mandándole cosquillas a  MinHo. 

La cama se movía, vibraba con las penetraciones. MinHo seguía sujetándole la nuca, marcándole un ritmo que era el mismo de las embestidas. El TaeMin rubio dejó de sentir los besos en la espalda para notar que aquel que se estremecía debajo suyo se contorsionaba, tratando de alcanzar algo… Y cuando se dio cuenta, se estaban besando, y solamente gimió cuando el miembro que chupaba voraz salía empapado de saliva. Sin embargo, el beso no duró demasiado, y pronto volvió a atender el miembro palpitante de MinHo.

-Alguien… mastúrbeme…

Pero tanto MinHo como el mismo Taemin estaban ocupados en su transfusión de saliva, el rubio tuvo que tocarse  solo. Aligeró el sube y baja, queriendo hacer que MinHo se corriese pronto en su boca. El vaivén que daba fue más rápido. Ahogando el gemido en la erección de MinHo, éste se vino, manchándole la cara, puesto que justo se lo había sacado de la boca, yes relamió los labios.

MinHo se quitó. Salió de ahí y se posiciono detrás, al lado del otro TaeMin. Para ese momento, el rubio estaba en cuatro sobre la cama. Se aferré al acolchado, era todo cada vez más rápido, más violento, más descontrolado. Era perder el sentido en todo aquello.


-Mastúrbame, Hyung…- pidió el rubio de nuevo. Su mano libre parecía no darle ningún placer. O era opacado por el placer de las penetraciones.


Pero le ignoró. MinHo le acarició el cuerpo; fue bajando por sus costados; rozó sus testículos, su miembro cuando el otro TaeMin salía de él. Y entendió qué quería hacer.


-¡No!- gritó cuando vio que MinHo estaba empezando a masturbarse.


Y esta vez, sintió una intrusión más. El miembro del otro TaeMin y dos dedos.


Dolía. Entraban con fuerza y salían despacio. Dolía, pero era terriblemente placentero.


-¡Ah…!- no podía respirar, sentía que se asfixiaba, y ahora ambas manos se aferraban al acolchado.


El miembro y un tercer dedo. Necesitaba ya que alguien le atendiese la erección antes de explotar.

Y fue que vio a MinHo acercar la nueva y potente  erección entre sus piernas a su entrada.

-¡NO!

El miembro y la punta del de MinHo.

-¡AHHH!- le dolía increíblemente. Le enloquecía aquél placentero dolor, que le hizo correrse instantáneamente.

Pero ello jamás detuvo al otro par.

TaeMin suplicaba por más al mismo tiempo que pedía que se alejaran y se detuvieran, mas sus súplicas recaían en oídos sordos, tapados enteramente por la lujuria.

MinHo jamás había cometido aquél acto. Era fascinante y adictiva aquella sensación, en la que su miembro era apretado con exquisitez casi estranguladora, al tiempo que sentía cómo la erección del otro TaeMin se movía en el cálido y adictivo interior que compartían…

Y se oscureció su vista, con risas como eco, y gemidos del más puro placer como la estela de algo que en algún momento formó parte de su vida.

Se perdió totalmente al llegar al clímax.

Se vio en el cielo, y se vio caer directamente al infierno, al círculo donde la gente pecaminosa y lujuriosa estaba destinada a terminar.

¿Había perdido la consciencia?

Aquellas llamas que le rodeaban las sentía tan calientes y asfixiantes; sentía pánico, sentía impotencia. Pero todo ello se sentía enfermizamente bien.

Ese debía ser todo. Ese debía ser su fin.

Jugar con un ángel traía sus consecuencias, profanar a un ángel de esa manera, le había pagado un boleto a aquél lugar.

¿Valía la pena?

Un rostro conocido se asomó para recibirle. Era tan hermoso, tan perfecto…

TaeMin.

Y sintió entonces un violín entre sus manos.



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[…] Zig, zig, zag. ¡Qué zarabanda!
   Ahora todos sujetan sus manos, y danzan en círculos.
   Zig, zig, zig. Puedes ver en el tumulto de gente
  al rey bailando entre sus plebeyos.
  ¡Pero entonces! De repente, todos abandonan al baile,
  se empujan, vuelan; el gallo ha cantado.
  ‘¡Oh, qué hermosa noche para los pobres del mundo!
  ¡Larga vida a la muerte, y a la igualdad!’

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Notas finales:

 

Aquí les dejo a los dos TaeMinnies. Adivinen quién Tae y quién es Minnie(?) Ok, nu .-. Perdonen la cosa rara.

Gracias por leerme, ojalá haya sido de su agrado. Les dejo mi Tumblr por si gustan cualquier cosa (siempre estoy ahí kkkk~).

(Lol, perdonen mis ánimos, ando depre haha~


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