Se encontraba de pie mirando el cielo –“¿Por qué?”- la lluvia recorría su bello rostro, bajando por su cuerpo y mojando su plateada y larga cabellera. Su espada, estaba cubierta de sangre al igual que su ropaje. A su alrededor, manchando la hierba, cadáveres desangrados, cuerpos inertes que en su rostro mostraban agonía y desesperación. Cerró los parpados para poder sentir el frio de las gotas en su blanca piel.
-Squalo-chan- al oír su nombre, ladeo un poco su cabeza, mostrando aquellos platinados ojos opacos -¿Aun sigues preocupado?-
-Siento que no es lo mismo- se acerco a su compañero –Algo me falta- caminaron alejándose del paisaje verdoso que ofrecía aquel claro en el bosque.
-La emoción que buscas no está en matar- llegaron hasta un lujoso auto que los esperaba, entro sentándose mirando por la ventana –Deja de negarlo- dijo el hombre afeminado de lentes de solo mientras subía cerrando la puerta –No puedes cambiar lo que sientes-
-Lo sé- dijo en un suspiro acomodando su cabeza hacia atrás –Pero sigue siendo inútil, es solo una estupidez- puso las manos en su rostro. Después de un par de horas, llegaron a su destino.
Caminaron por los fríos pasillos, escuchando solo el pesado sonido de sus pies. Llegaron a una gran puerta blanca la cual, se encontraba abierta -¿Qué demonios quieren basuras?- desde el interior de la habitación, los llamó una varonil voz –Entren de una vez- ambos pasaron encontrándose a aquel hombre moreno, de cabellos negro y ojos rojos.
-Jefe, la misión está completa- hablo el de los lentes.
Se sentó en su sillón y poso la mirada en el peliplata que se mantenía cabizbajo –Ok. Ahora lárgate Lussuria- se estaban marchando cuando volvieron a escuchar –Oye, escoria- se detuvieron –Tu quédate- el afeminado salió cerrando la puerta tras de él.
El espadachín se dio la vuelta para mirar a su jefe -¿Qué quieres?- el moreno le tiro un vaso que se rompió en la muralla muy cerca de su rostro.
-Basura- últimamente esas palabras realmente dolían –Ya no eres el mejor ¿Qué demonios te pasa?- se levanto del sillón –Así ya no me sirves, escoria-
-“¿Ya no te sirvo?”- ni siquiera las heridas que tenia, ardían tanto como esa frase -¿Qué mierda significa eso?-
-Eres un idiota- era una pelea más -¿Cuándo vas a dejar de seguirme como un perro?- el pelinegro tuvo un mal día y se desquitaba con el –Inútil tiburón, muérete de una vez- las mismas frases de siempre –No quiero ver más tu patético rostro- pero…
El pelilargo apretó el puño -¡Esta bien!- grito -¡Si tanto quieres que me valla me iré! ¡Ya no te molestare mas, imbécil!- salió corriendo dejando al otro hombre desconcertado.
Llego a su cuarto y se fue al baño, se quito la ropa metiéndose a la ducha. Estaba dolido e inquieto, se sentía patético. Termino de bañarse, se seco, se cambio ropa y se dirigió a la salida.
Llevaba horas caminado por las calles, a esa hora, ya vacías. Las estrellas en lo alto del firmamento brillaban más que nunca –“Creo que iré a la mansión de Cavarllone”- iba a continuar con su rumbo, cuando sintió unas rápidas pisadas. De pronto, lo tomaron del abrigo y se encontró frente a frente con aquel rojo fuego, que lo había cautivado desde el primer momento en que lo vio
-¿Dónde crees que vas escoria?- el moreno hervía en furia –Te vienes en este instante o te mato aquí mismo- lo jalo del brazo todo el camino de retorno al cuartel general. Cuando entraron, el pelinegro lo llevo directo a su habitación y lo tiro al piso –Ahora explícame que es lo que te pasa últimamente- el espadachín se levanto –Y dime la verdad o te vuelvo cenizas-
-Te amo- soltó de improvisto –Desde el maldito primer momento en que se cruzaron nuestras miradas, me absorbiste y me olvide del mundo- el moreno estaba sin palabras –Hace algunas semanas escuche a Levi decir que ya amabas a alguien, eso fue lo que me hizo darme cuenta- miro al piso avergonzado –El placer de matar y de oír los gritos de desesperación, no se compara a la corriente que invade mi cuerpo cuando estas cerca- lo volvió a mirar desafiante -¡Ya no puedo lidiar con esto! ¡Solo deja que me valla o mátame de una vez!- el pelinegro en un rápido movimiento, lo aventó a la cama poniéndose sobre él, aprisionándole las manos sobre su nuca.
-Así que estas enamorado de mi- lo miro altivo –Eres un estúpido- los plateados ojos mostraron tristeza. De pronto, el moreno se acerco al pelilargo juntando sus labios. Era una suave y tierna caricia, algo jamás esperado en el. Se separo observando el asombro en el rostro del hombre que estaba debajo –El imbécil de Levi vino a mi oficina hace algunas semanas…- hablaba sin dejar de verlo -…dijo que me amaba y otras idioteces que no escuche…- el tiburón se mostraba atento a lo que decía -…lo eche a patadas y le grite que saliera de mi vista o lo mataba…-
-“Era de esperarse”- pensó el pelilargo.
-… pero antes de irse, me pregunto si yo ya amaba a alguien…- el espadachín se tenso, ya no quería seguir escuchando -… y para que dejara de molestarme, le conteste con la verdad… que estoy locamente enamorado…- se acerco a su oreja y le susurro -… de la misma basura desde que era un adolecente-
-“¿Qué?”- lo volvió a besar, esta vez, con más pasión. Le soltó las muñecas y acaricio su larga cabellera. Las manos del peliplata se aferraron a su espalda acercándolo a su cuerpo –“La sensación de este calor, eso era lo que deseaba”- podía sentir el palpitar del pelinegro y el suyo propio acelerarse cada vez mas.
La mañana los descubrió durmiendo en aquella espaciosa cama de sabanas blancas, que había sido testigo de la pasión desatada hace algunas horas atrás, bajo la luz de la luna que entraba por el balcón. El moreno fue el primero en despertar, sintiendo el aroma embriagador del shampoo del espadachín –Despierta basura-
Un golpe en la cabeza lo obligo a despertar. Se sentó rápidamente sobándose –Voooi ¿Qué diablos te pasa?- grito.
-Levántate imbécil- le ordeno –No te vas a quedar todo el día dormido idiota-
-“¿Qué demonios?”- se levanto y vistió –“¿Todo va a ser igual que antes?”- un deje de decepción surco su mente.
-Oye- el aludido se volteo a verlo –Acércate- obedeció. El pelinegro lo tomo del abrigo acercándolo para besarlo –Desde hoy, tus noches son mías ¿Entendido?- el peliplata se sonrojo y asintió con la cabeza.
Fin