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No me olvides por rockmonster

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Notas del fanfic:

Esto me lo imaginé hoy en la mañana, mientras veía cosas viejas y recordaba mi antigua casa y mis vecinos... Tenía que escribirlo !!

Un one-shot/regalo de navidad xD

Ojalá les guste :D

Notas del capitulo:

Mi primer one-shot :3

 

La llegada de un montón de autos que se comenzaban a estacionar fuera de mi casa me tenía nerviosa. No se trataba de gente desconocida, ya que eran nuestros ex-vecinos, personas con las que entablaron amistad mis padres cuando vivíamos en una villa lejos de ahí. Solo gente amistosa de la cual tenía pocos recuerdos debido a que yo era muy pequeña en ese entonces. De lo único que me acordaba era el señor que tenía un negocio donde vendía chicles y del cual no sabía su nombre, una señora que tenía muchos perros y también un niña con la que jugaba todo el tiempo. Pero ella no podía venir en uno de esos autos. Descarté esa posibilidad de inmediato, antes de ponerme más nerviosa de lo que estaba.

Nunca podría olvidarme de una persona como ella, era casi un ángel protector. Ella era la niña de más edad del grupo de chicos con los que jugaba, tenía dos años más que yo y actuaba como la hermana mayor de todos.  Su cabello café hasta los hombros ondeaba al viento cuando corría y su sonrisa era un collar de perlas. Siempre nos cuidaba, protegiéndonos de los perros y adolescentes que nos molestaban. Yo la admiraba mucho. Sin embargo rezaba para no ver su figura bajar de un auto, no sabía por qué, pero al pensar en ella se me ponía la piel de gallina. Seguramente había cambiado un montón, ya que, si los cálculos no me fallaban, en ese instante ella debía rondar los diecisiete años, por lo que no iba a reconocerla y ella seguramente tampoco se acordaría de mí. Aunque pensara eso el temblor en mis manos no se iba.

Mi madre fue a recibir a las visitas, al ver que yo estaba paralizada mirando por la ventana como la gente se bajaba de los autos. Se abrazó con algunas señoras hasta casi llorar.

-          ¡Siete años ya! -, decía una de ellas con efusividad.

“¿Tanto tiempo ha pasado desde que nos mudamos?”, me preguntaba mientras seguía con la vista puesta en las personas acercándose a la entrada de la casa. Me dio miedo quedarme ahí parada, así que fui a encerrarme al baño. Esa era mi estrategia cuando venía alguien a quien realmente no quería ver.

Estuve por lo menos cinco minutos con la oreja pegada a la puerta, atenta a lo que pasaba afuera.

-          ¡Martina, cómo has crecido! ¡Ya no eres la Martinita que conocía! -, escuché decir a mi madre mientras reía.

“No… no, no, no…”. Estaba aquí, ella estaba en mi casa y mi madre la estaba saludando.

Me miré a mi misma en el espejo. Yo si había cambiado, o al menos eso creía. Pero después de tantos años no podía creer que seguía siendo la niña que se escondía por todo y a la que siempre Martinita tenía que estar cuidando. Me miré con furia y, luego de pensarlo bien, salí a enfrentar al mundo.

Estaban todos muy apretujados, sentados en el living de la casa. Conversaban de algo que no alcancé  a escuchar. Era mucha gente, de primera no vi donde estaba Martina, pero no me importó. Apenas entré al campo de visión de las señoras, comenzaron sus frases típicas de “¡Qué grande está tu hija!” o “Ya es toda una señorita, ¿cuántos años tienes?”.

-          Rocío, saluda -, ordenó mi madre.

Como había muchas personas simplemente levanté la mano y los miré uno por uno. Entonces si me topé con los ojos de Martina, sus tiernos ojos grises que no habían cambiado ni un poco. Se había dejado crecer algo el pelo y obviamente estaba más alta.

Mientras las miraba me pregunté si se acordaría de mí. Probablemente no, porque cuando la miré solamente me dedicó una sonrisa y tomó un sorbo de bebida, la cual mi madre previamente había servido. Luego desvió la mirada, siguiendo la conversación. No pasó nada importante.

Me senté al lado de mi madre, no sé cómo, pero me senté. Noté que su voz ya no era chillona, pero la calidez al hablar no se había marchado de ella, ya tampoco ese ánimo que cuando era pequeña me llenaba de energía. También pude ver que al parecer ahora se vestía como le daba la gana. Traía una camisa negra un poco holgada y jeans del mismo color, además de una pulsera de cuero con pinchos adornando su muñeca derecha. Nada que ver a como se vestía antes. Estuve a punto de hacer un comentario inconscientemente sobre aquello, pero mi mamá se me adelantó.

-          ¿Ya no usas falda Martina?

-          No -, dijo riéndose. No pude evitar sonrojarme.

Entonces nos contó que sus padres se habían separado por fin. Eso explicaba todo. Su madre siempre había sido quien le compraba faldas y la obligaba a usarlas. Además, sus padres nunca tuvieron una buena relación, no tenía idea de por qué. Ahora estaba claro que Martina vivía con su padre, quien poseía la misma calidez que ella. Él no había asistido esa vez, pero nos mandó muchos saludos.

-          ¿Te acuerdas de mi hija, Rocío?

Ahí estaba mi mamá al ataque de nuevo. Lo único que quería era que me tragara la tierra.

Antes de que Martina pudiera contestar nos dijo a ambas que fuéramos al patio si queríamos, no entiendo qué pretendía ella con eso, ¿acaso quería que jugáramos como cuando yo tenía ocho? La miré medio enojada, pero al final salimos al patio bajo su insistencia. Yo pedí al cielo que me secuestrara un ovni o algo así, porque estar con ella a solas era algo que no sabía si era bueno o malo.

 Se formó un silencio incómodo al sentarnos en el pasto. Quería hablar, pero no me salían palabras.

-          No te acuerdas de mí -, dijo ella de pronto.

Me quedé mirándola sin saber qué decir.

-          Ha pasado mucho tiempo, es muy probable que no me recuerdes así que no te preocupes…

-          Sí, la verdad es que ha pasado bastante tiempo

-          Pero yo si me acuerdo de ti, Rocío -, dijo susurrando.

Me sonrojé hasta las orejas. “Eso sonó… ¿sexy?”

Respiré hondo para seguir conversando.

-          Si te recuerdo -, dije.

Me miró sonriendo con un leve rubor en las mejillas.

-          Entonces recordarás esto… -, dijo antes de abalanzarse sobre mí y comenzar a hacerme cosquillas.

Se me vino a la mente el parque de la villa donde vivía y las guerras de cosquillas que hacíamos en la tarde. Nos reímos sin parar, como si realmente nunca hubiéramos envejecido. Me sentí como la niña pequeña que era.

Las cosquillas cesaron de repente. Martina estaba encima de mí, estudiando con sus grises orbes las facciones de mi rostro, hasta llegar a mis labios. Sin dudarlo me besó. Yo respondí el beso casi por inercia. Sabía que eso era algo que había querido hacer hacía mucho tiempo, pero me lo negaba mi misma. Un torbellino de sentimientos se me presentó de un momento a otro, haciéndome flotar y desaparecer de a poco.

Martina se detuvo, dejándose caer a un lado de donde estaba yo.

-          Probablemente no nos volveremos a ver -, dijo ella muy seria.

“¿Probablemente?”, me dije. Eso lo sabía, de hecho era seguro que nunca más nos veríamos.

Me acerqué más a ella, abrazándola con cariño, como si de esa forma no fuera a irse jamás. Le dije que saliéramos un rato, así que fuimos a un parque pequeño que había cerca. Martina no soltó mi mano ni un segundo. Nos sentamos en una banca y comenzamos a hablar de lo vivido en nuestras infancias, cuando jugábamos con todos los chicos que vivían cerca.

Llegó un momento en que ambas nos quedamos calladas, ninguna de las dos sabía cómo continuar la conversación y tampoco queríamos continuarla. Volvió a besarme, acariciando mi cabello medio rubio. Deseé que ese instante durara para siempre.

El atardecer cayó sobre el parque y con eso regresamos a mi casa. La gente estaba por irse, todos recogían sus bolsos y le daban abrazos a mi madre. Yo también empecé a despedirme, pero había una persona a la que no quería decirle adiós.

-          Martinita, puedes volver cuando quieras -, le dijo mi mamá.

Ella se negó, diciendo que tenía muchas cosas que hacer. Yo sabía que en realidad ella no quería verme a mí y me metí en la cabeza que así era mejor.

Afuera de mi casa todos la esperaban solamente a ella, que estaba frente a frente conmigo. Me abrazó y me besó con delicadeza en los labios, sin importarle quien estuviera viendo.

-          No me olvides… -, me susurró al oído, haciéndome estremecer.

Antes de que se fuera la tomé de la mano y le di un último beso. No sabía cómo sentirme, era todo tan extraño y había pasado tan rápido. Después de eso recuerdo haberme puesto a llorar y nada más. Pero a ella no puedo sacármela de la cabeza, no puedo. 

Notas finales:

Si te gustó, comenta :D

Gracias !!


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