Había sido un impulso, ambos juraban que aquello había sido y hasta el momento era un impulso. Tal vez le deberían llamar un… ¿arrebato?. La verdad es que a las alturas de la situación ya no era necesario llamarlo de alguna manera, pues ya lo estaban haciendo, no había vuelta atrás.
Era la noche de navidad, al siguiente día la horrorosa fiesta ya habría terminado para el de ojos de felino, había bebido copa tras copa de aquel vino caro que su mayor había comprado para esa ocasión en especial. No llevaban ningún tipo de relación, por lo que no habían esperado que las tonalidades rojas que los rostros de ambos habían tomado y las, ahora, tan sensuales canciones navideñas les atrajeran a esa situación tan comprometedora en la que se encontraban en el momento.
El que la espalda del más joven se encontrará arqueándose contra la fría pared de aquella pequeña habitación era culpa del mayor pues, al no poder controlarse lo embestía con algo de violencia y de una manera un poco distraída. El castaño gemía sin poder detenerse y sus piernas se aferraban fuertemente a la cintura de su mayor, mientras sus manos jalaban del cabello azabache hacia atrás provocando que la cabeza ajena hiciera lo mismo y que de la boca del más grande salieran jadeos y gruñidos que a él le parecían por de más sensuales.
Rogó por un poco más de velocidad, mordía repetitivamente su labio inferior o apretaba ambos con tal de callar a su traviesa garganta que no dejaba de emitir aquellos sonidos tan excitantes para la otra persona. Una mano viajó a su miembro mientras que él intentaba no caerse abrazando por el cuello al otro hombre, la mano comenzó a moverse de arriba hacia abajo con su miembro atrapado en ella. Mordía la quijada del de piel perlada dándole a entender que tal vez estaba usando demasiada fuerza en su mano, contrario a lo que pensaba, la fuerza no disminuyó, por otra parte este comenzó a bombear apresuradamente el miembro del menor. Ambos se sentían empapados en una fina capa de sudor, sin embargo no le daban la suficiente importancia dado que el placer que ambos estaban sintiendo les vencía por mucho.
No faltó demasiado tiempo para que el castaño se corriera inevitablemente en la mano del joven líder y manchara, no solo la mano ajena, sino ambos abdómenes. Siguió gimiendo como lo hacía desde un inicio ya que su mejor amigo no detenía las embestidas contra su cuerpo haciéndolo botar algo salvaje aún abrazado a él. Su cuerpo perdió fuerzas después de un rato dejando caer sus manos a sus costados haciendo que estas chocaran contra la pared, intentó enterrar sus uñas ahí, fallando irremediablemente.
El mayor por otra parte aferraba con una de sus manos la pelvis del menor de manera que al penetrarlo de aquella forma no perdiera el poco equilibrio que seguramente tenía, por otro lado recién soltaba la humanidad del menor para unirse a la otra en sostener el cuerpo ajeno. Su cabeza se iba hacia atrás dejando salir sonoros gruñidos al sentir su carne dentro del menor apretándolo tan exquisitamente como lo hacía. Dio unos últimos empujones dejando que su semen llenara la entrada del menor, sonrió a la vez que soltaba un gemido al descargarse dentro de su amante. El de piel lechosa soltó un suspiró al sentir el miembro del mayor salir de él tan de repente, sintiendo el vacío en su interior. Sonrió de todas maneras pues aquel había sido lo mejor que le había pasado en todo el nevado día de navidad.
Bajó sus piernas con ayuda del mayor, sosteniéndose muy a penas, sus piernas flaqueaban por lo que enredó nuevamente sus brazos al cuello del azabache sin dejar la sonrisa de lado, besó las mejillas de este y su quijada, los brazos ajenos lo envolvieron en un abrazo cálido y un beso en su hombro erizó nuevamente su piel. La reproducción de los villancicos en las notas que ellos reconocían como jazz no se había detenido en ningún momento por lo que el sentimiento aún estaba ahí.
El de más baja estatura dirigió su mano hasta el, seguramente, adolorido trasero del menor. Acarició ahí en una forma tierna, queriendo que si había algún dolor en esa zona, con su masaje desapareciera por completo. Aún sentía sus mejillas calientes al igual que el cuerpo del menor que se encontraba entre sus brazos. Aquello no duró por mucho tiempo pues el más joven se alejó con cuidado y a penas unos centímetros del cuerpo ajeno, sus ojos veían todo el rostro de su mayor con una sonrisa ligera en sus brazos, lentamente buscó los labios que en ningún momento había besado, haciéndolo ahora lentamente. Disfrutó de succionar los gruesos y rojizos labios del pelinegro mientras este solo atinaba a corresponder a los suaves ósculos del de mirada fiera. Nuevamente, el menor fue el que se alejó solo mirándole.
- Feliz navidad, Jonghyunie… - Le dijo aquello al verlo tan callado y sintiendo sus labios hinchados al haber sido devorados, aunque lenta, deliciosamente. El castaño miró el reloj de pared que reposaba en una de las paredes, sonriendo amplio al darse cuenta que, efectivamente, aún seguía siendo navidad por unos cuantos minutos.
- Es feliz ahora, así que… Feliz navidad a ti también, Yonghwa hyung. – Nuevamente se acercó a besar aquellos tan tentadores labios, empujando del cuerpo del mayor hacia el suelo junto con el suyo para poder ambos recostarse un momento, sin dejar de abrazarse y besarse el uno al otro.