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White lights por Tail End Charlies

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Notas del fanfic:

No tiene sentido alguno, pero estaréis unos minutos distraídas.

White lights

 

Quizá no debería haber viajado solo. Quizá debería haberle dicho a uno de los chicos que lo acompañara. En realidad ya no importaba. Se suponía que era un viaje simple: de Seúl a Mokpo y vuelta a Seúl; Donghae no tenía la culpa de que su padre hubiera fallecido allí, ni tampoco que su último lugar de reposo fuera allí también. El pez tampoco tenía la culpa de que él fuera un terco y hubiera decidido hacer el viaje de golpe, sin pausas. Quizá debería haber parado unos minutos y descansar. Quién sabe. En realidad ya no importaba, porque ahora estaba envuelto en una negra espesura, como si la luz rebotara en el exterior y no dejara pasar ni un simple rayito. Una negrura agobiante, opresiva. Y Heechul no sabía cómo podía salir de ahí.

 

Abrió los ojos y, lo que antes era negro, ahora era de un blanco impoluto, casi cegador. Recordaba que volvía de Mokpo, pero nada más. No sabía dónde estaba. Había perdido el sentido del tiempo; podría ser de día. O de noche. Las cuatro de la tarde o las dos de la madrugada. Se miró y se tocó, constatando que todo estaba donde debía estar. No le dolía nada. Su ropa estaba perfecta. Pero no encontró su teléfono móvil ni la calderilla que llevaba en uno de los bolsillos. ¿Le habrían robado? ¿Dónde estaba su coche? ¿Dónde estaba él?

 

—Hola —saludó una voz.

 

No era ni grave ni aguda. En realidad no parecía tener ninguna nota de color, nada que hiciera pensar que era bonita o desagradable. Tampoco se podía distinguir si era de hombre o de mujer. Heechul se giró y se quedó pasmado.

 

—¿Hangeng?

 

El hombre (resultó ser un “él”) rió con suavidad, como si Hee le hubiera explicado el mejor chiste del mundo pero no quisiera demostrarlo demasiado.

 

—No soy ese al que llamas Hangeng, sólo he tomado el aspecto de alguien que te resulta familiar y al que amas para que sea más cómodo para ambos —explicó, con paciencia. Heechul hizo una mueca.

 

—Yo no amo a Hangeng.

 

El hombre rió de nuevo, y esta vez Chul notó que esa risa tenía algo de musical.

 

—No, claro, para qué ibas a amarlo, ¿verdad?

 

Heechul frunció el ceño, molesto. Ese tipo estaba siendo sarcástico, qué desfachatez. Nadie era sarcástico con Kim Heechul. Kim Heechul era el sarcástico. El rey del sarcasmo.

 

—Dónde estoy y quién eres.

 

Y eso no era pregunta amable, ni siquiera era una pregunta a secas. Era una demanda, una exigencia, una orden. Al hombre no pareció fastidiado o enojado, es más, parecía que ni había escuchado a Heechul.

 

—Digamos que soy tu ángel de la guarda y estás en algo así como el limbo —explico ese que era como Hangeng y vestía como Hangeng, pero que no era Hangeng.

 

De pronto Heechul comenzó a reír a carcajadas, pareciendo un demente, un drogado o ambas cosas. El limbo, decía. Su ángel de la guarda, decía. A lo mejor el drogado era ese tipo.

 

—Quizá deberías haberte aparecido a Siwon, es él el creyente —dijo, todavía soltando alguna risilla.

 

—Los ángeles son ángeles, todo el mundo cree en los ángeles.

 

Heechul negó con la cabeza, incrédulo, y se secó las lágrimas de diversión que le habían caído por las mejillas mientras el hombre lo miraba como si tuviera todo el tiempo del mundo por delante. A lo mejor era así.

 

—¿Y por qué estoy aquí?

 

Y por primera vez estando allí, dónde fuera, Heechul se asustó al ver la cara de pena que puso aquel que no era Hangeng.

 

—Has tenido un accidente mientras venías del entierro del padre de tu compañero Lee Donghae. Estás bastante grave.

 

Esta vez Heechul pudo notar que la voz de ese hombre sonaba decaída, como si de verdad le importara su estado de salud. Y no le gustó ni un pelo cómo sonaba ese decaimiento.

 

—¿Me voy a morir? —preguntó, intentando aparentar que le importaba un pimiento la respuesta. El hombre se encogió de hombros.

 

—Quién sabe. Eso no depende de nosotros, sino de cada persona, de si quiere vivir o no.

 

—Yo quiero vivir, me gusta mi vida. ¿A quién no le gustaría mi vida? Es genial.

 

El hombre sonrió ante la respuesta. Kim Heechul era tal y como le habían dicho: egocéntrico, chulo y con la autoestima a punto de llegar al cielo, si no lo sobrepasaba ya. Pero era buena persona, así que quizá se salvaba de ir a parar de culo al infierno.

 

—Entonces, dices que has adoptado la forma de Hangeng, ¿no? ¿Por qué no has elegido a… Jungsoo, por ejemplo?

 

—Ya te lo he dicho, porque amas a Hangeng, y mejor parecerme a él que no mostrarme ante ti con las alas, la aureola y toda la parafernalia. —Heechul frunció de nuevo el ceño.

 

—Ya te he dicho que no siento nada por él. —¿Por qué insistía tanto con eso? El ángel siguió sin alterarse.

 

—No está bien negarse verdades, a la larga te amargas.

 

—¿Acaso parezco un amargado, ángel de pacotilla?

 

El hombre sonrió de lado y se acercó a él, tendiéndole una mano. Heechul la miró con resquemor.

 

—Acompáñame —pidió.

 

—¿Adónde?

 

—A dar un paseo.

 

Heechul seguía indeciso y desconfiado. ¿Quién le decía que en realidad no era el demonio que quería llevarlo al infierno a que se cociera un poco?

 

—¿Tienes nombre? —preguntó la diva. Por una vez, el ángel pareció dudar.

 

—En realidad no. ¿Es importante? —Heechul se mordió la lengua, y es que el tipo parecía verdaderamente afligido por no poder darle un nombre por el cual llamarlo.

 

—Ya pensaré algo adecuado para ti.

 

Asió la mano de aquel que no era Hangeng y todo se disolvió.

 

No le hizo falta ver todos aquellos aparatos médicos para saber dónde estaba; el olor a medicamentos y desinfectante lo delataban. Estaba en una habitación de hospital. Se acercó a la cama donde había un cuerpo echado y casi gritó al reconocerse a sí mismo. Tenía un aspecto terrible. Inspeccionó a ese Heechul inconsciente, constatando que estaba lleno de moratones, vendas aquí y allá y una pierna enyesada. Era él, Heechul, lo sabía, pero no lo parecía.

 

—Para ser una diva, no estás en tu mejor momento —comentó el ángel, el cual apareció a su lado. Heechul lo miró con los ojos entrecerrados.

 

—Te pareces a Hangeng, pero eres un grosero —siseó. El hombre sonrió de lado.

 

—Reconoce que Hangeng te habría dicho lo mismo.

 

Heechul viró los ojos y bufó. Un ángel grosero, sarcástico y respondón. ¿Qué clase de ángel era ese? Ya hablaría con Siwon y le pondría al corriente sobre estos nuevos ángeles tan poco bondadosos y dulces.

 

—¿Estoy en coma? —preguntó, un tanto preocupado. El otro negó con la cabeza.

 

—Acaban de operarte. Aún estás anestesiado.

 

Se sintió más aliviado; estar en coma no era la ilusión de su vida.

 

—Eres mi ángel guardián, o eso dices tú. ¿Por qué has dejado que me pasara esto?

 

—Tú los has dicho, un ángel guardián, los milagros déjaselos al jefe. —Se encogió de hombros. —Hay cosas que tienen que pasar.

 

Chul no quedó satisfecho con esa respuesta, y menos al ver el estado en el que había quedado. ¿Y si de verdad moría? Él no quería morir. Era joven. Aún le quedaban tantas cosas por hacer… Seguro que se estaba perdiendo algún evento importante. Chasqueó la lengua y cruzó los brazos en el pecho. Qué aspecto más terrible que tenía. En esos momentos era de todo menos atractivo. Entró en el baño y se miró en el espejo. Oh, sí, eso estaba mejor. Ninguna señal en la cara, su pelo tan bien peinado como siempre; ni un pelo fuera de lugar.

 

Volvió de nuevo junto a su otro yo y el ángel, que seguía mirando su cuerpo inmóvil. Entonces entró una enfermera, la cual revisó que todo estuviera en orden.

 

—No te preocupes, no puede verte ni oírte —avisó el ángel. Heechul bufó de nuevo.

 

—Qué típico.

 

La chica se marchó y, segundos después, entró Jungsoo, el cual se notaba que había estado llorando. Acercó una silla metálica a la cama y se sentó, todo eso bajo la atenta mirada de Heechul y su acompañante. El líder le apartó el flequillo que le caía por la frente y se quedó un rato en silencio. La diva se mordió el labio inferior, sintiéndose mal porque el siempre sonriente Jungsoo estuviera triste.

 

Entonces Leeteuk le cogió la mano y comenzó a hablarle. No se centraba en un tema en concreto, simplemente le explicaba lo que le pasaba por la cabeza. Estuvo así varios minutos hasta que llamaron con suavidad a la puerta. Los tres miraron hacia la entrada, por donde se asomó la cabeza de Shindong. Jungsoo prestó atención al cuerpo que yacía en la cama.

 

—Recupérate pronto.

 

Lo besó en la frente y se levantó de la silla, la cual pasó a ocupar Shindong. Y así transcurrieron los minutos, los chicos entrando y saliendo, dejando paso a los demás. Unos hablaban más que otros. Alguno simplemente se sentó a su lado y le cogió la mano, esperando en silencio a que pasara el siguiente. Hasta que volvieron a quedarse solos.

 

—Te quieren mucho —comentó el ángel.

 

Heechul asintió con la cabeza, percatándose de un hecho que le dejó mal cuerpo.

 

—¿Y Hangeng? —inquirió, como de pasada, haciendo ver que eso le traía al fresco.

 

—Está fuera, pero no va a entrar.

 

La diva alzó la mirada de su cuerpo inerte y observó al ángel.

 

—¿Por qué?

 

Éste simplemente alargó su mano y Heechul la asió, sabiendo lo que venía a continuación. Parpadeó y de pronto estaba en el pasillo. Vio a los chicos sentados, unos en el suelo, la espalda apoyada en la pared, otros en sillas de plástico que se veían bastante incómodas. Algunos estaban en silencio, otros hablaban en voz baja. Hyuk abrazaba a un Donghae sollozante. Heechul lo entendía; acababan de enterrar a su padre y uno de sus hyungs estaba más allí que aquí. Normal.

 

Entonces vio a Hangeng, el de verdad. Estaba alejado del resto, sentado en el suelo, abrazando sus piernas, las cuales había acercado hasta su pecho. Y lloraba en silencio, la cara escondida entre las rodillas. Heechul se acercó a él, inseguro, quizá temiendo perturbar el llanto del menor. Se sentó a su lado y no supo qué hacer. Recordó al ángel y vio que estaba de pie, demasiado cerca.

 

—¿Puedes alejarte? Este es un momento íntimo, ángel de pacotilla.

 

Éste se encogió de hombros y desapareció. La diva miró de nuevo a Hangeng y se mordió el labio inferior, oyendo los sollozos ahogados del chino. No podía decir nada, ya que él no lo iba a escuchar, así que no supo qué hacer para calmarlo.

 

—Te odio tanto, Heechul. —El nombrado se tensó. ¿Hannie lo odiaba? —Como se te ocurra dejarme solo voy a buscarte y te mato de nuevo. —Se sorbió la nariz y siguió hablando, la voz amortiguada porque seguía con la cara entre las rodillas. —Acepto que no me ames, que me trates como a tu sirvienta, incluso puedo aguantar tus arranques de mal humor, pero como te atrevas a morirte…

 

Pero no terminó la frase por culpa de un sollozo más alto que los anteriores. Heechul notó como le temblaba el mentón y apretó los labios, pero sus ojos comenzaban a aguarse. Casi con furia secó una lágrima que le bajaba por la mejilla.

 

—Chino idiota, ¿si me muero quién me va a hacer el café? Tú eres el único que sabe cómo preparármelo.

 

Entonces Hangeng alzó la cabeza, sorprendido, como si hubiera escuchado a Heechul pero no supiera ubicarlo. La diva también se sobresaltó. ¿No se suponía que no podían ni verlo ni oírlo?

 

—¿Heechul? —preguntó, dubitativo. Estaba seguro de que comenzaba a delirar.

 

Hangeng frunció el ceño. Notaba algo, pero no estaba seguro de qué era. Parecía como si corriera una leve brisa, aunque por allí no había ventanas, y menos abiertas. Heechul se movió y quedó sentado delante del chino.

 

—Estoy aquí, cariño —susurró.

 

Alzó las manos y le secó las mejillas. El menor cerró los ojos y se relajó, sintiendo como algo tocaba su cara con ternura. No tuvo miedo. En realidad se sentía bien, fuera lo que fuera. Y entonces sintió un leve toque en los labios, algo suave. Un beso. Heechul se separó y vio que Hangeng sonreía, aún con los ojos cerrados.

 

—Te amo, Heechul.

 

—También te amo, Hannie.

 

El chino lo miró y Heechul tuvo la impresión de que de verdad lo estaba viendo, de que sus ojos lo traspasaban y veían dentro de él. Sintió un calorcito agradable en el pecho y quiso abrazar a Hangeng, pero de verdad, que el menor supiera que lo estaba abrazando. La diva notó unos golpecitos en el hombro y se giró.

 

—Maldito ángel de pacotilla, tenías que arruinar el momento, ¿no?

 

—Tenemos que irnos.

 

—¿Justamente ahora?

 

—¿Quieres besarlo de verdad o pasarte la vida sin que él sepa que estás cerca?

 

Heechul bufó y reprimió unos cuantos improperios. Miró a Hangeng y lo besó por última vez antes de levantarse y coger la mano del ángel. Una vez más se encontraba en esa inmensidad blanca que parecía no tener ni principio ni final. Cruzó los brazos en el pecho y esperó a que el otro hablara, pero el Hangeng falso mantenía la boca cerrada.

 

—Bueno, ¿me vas a decir a qué ha venido esto?

 

El ángel sonrió con inocencia.

 

—Ha estado bien, ¿no crees?

 

—¿Te estás burlando de mí? —preguntó, airado. El otro negó con la cabeza.

 

—Pero me parece un poco triste que deba suceder todo esto para que seas sincero contigo y con Hangeng. —El ángel meditó unos segundos. —En realidad aún no has sido sincero con él, no te ha oído.

 

Heechul estaba por saltarle al cuello a ese ser angelical, de cuyas buenas intenciones comenzaba a dudar.

 

—Como me digas que casi me mato para descubrir que debo ser más sincero con mis sentimientos, juro que te parto los dientes.

 

El ángel rió con suavidad. ¡Qué humano más divertido!

 

—Puedes intentarlo si quieres, pero no te lo recomiendo.

 

—No te lo recomiendo —se burló Heechul, agudizando la voz.

 

—En fin, será mejor que vuelvas, el efecto de la anestesia comienza a pasarse.

 

La diva estuvo a punto de dar las gracias por poder desembarazarse de ese incordio que sólo le había dado dolores de cabeza y un buen paseo.

 

—Suerte, Kim Heechul. Tienes un buen chico a tu lado, no lo dejes escapar.

 

Heechul frunció el ceño.

 

—Maldito ángel de pacotilla. ¿Tú qué vas a saber? Si seguro que eres virgen. Ya sé que Hannie es especial.

 

—Pequeño blasfemo —canturreo el ángel. Por lo menos Heechul tuvo esa impresión.

 

Y cuando parpadeó estaba echado en una cama de hospital, con una buena replica en la boca y rodeado de todo Super Junior y un médico.

 

—Blasfemo tu madre. —No pudo evitar soltar su réplica. Muy, muy lejos, alguien reía con suavidad.

 

Los chicos se miraron entre sí y luego al médico, preocupados por ese exabrupto.

 

—¿Seguro que no le han quedado secuelas? —preguntó Jungsoo, escéptico.

 

El médico no supo qué decir, eso escapaba a su control; era la primera vez que un paciente despertaba mentando a la madre de alguien.

 

—Le haremos más pruebas por si acaso —decidió el buen doctor.

 

Una vez los dejó solos, todos se abalanzaron sobre Heechul, unos riendo y otro riendo entre lágrimas, contentos y aliviados porque la diva de SuJu estaba bien. Pero Hee sólo quería ver a una persona. Cuando se fueron apartando lo buscó con la mirada y sonrió cuando lo vio apartado, sin saber si acercarse, temiendo que nada de eso fuera real y Heechul siguiera inconsciente. Le hizo un gesto con el dedo para que se aproximara y Hangeng lo hizo lentamente. Una vez estuvo cerca del mayor, éste tiró de él, el chino cayendo sobre el coreano, siendo abrazado con fuerza.

 

—Te amo, Hannie. Siento mucho haber tardado tanto en decírtelo —dijo, en voz baja, notando como Hangeng se estremecía.

 

—No importa, Heechul, yo también te amo. —Lo besó en una mejilla y luego dirigió sus labios al oído del mayor. —Gracias por quedarte conmigo.

 

 


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