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Preludio por Sanae Prime

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Notas del fanfic:

Este fic, como su título indica, es un prólogo, un preludio a otro más extenso, en cuya escritura... digamos que estoy... colaborando. Dicho fic "gordo", por llamarlo de alguna manera, está todavía en revisión, así que de momento no puedo deciros dónde encontrarlo. El preludio tiene cinco capítulos, así que al final del quinto procuraré dejaros la dirección del otro fic.

Kingdom Hearts pertenece a Tetsuya Nomura y Square Enix, pero la idea para este AU es de un grupo de fanáticas con demasiada imaginación: Artemis-chan8, Sorachan90, Rhyme Black y una servidora.

Notas del capitulo:

El primer capítulo: Edixira, mi OC. Disfrutad ^^

El aire olía a alcohol, a sudor humano, a tabaco y... No, era mejor no saber a qué más. El ambiente, cargado de gritos, risas y ruido de vasos sobre las mesas, rezumaba embriaguez y lujuria por los cuatro costados.


El bar gozaba del dudoso honor de ser el mayor antro de mala muerte de toda Ciudad de Paso. Situado lejos del centro de la ciudad, El refugio de Venus era frecuentado por toda suerte de personas deseosas de olvidarse de sus problemas por una noche, ganarse unos platines a cambio de un rato de placer o crearse más problemas de los que ya tenían. Gentes de todo tipo bebían, fumaban y comían en el atestado bar del piso de abajo, mientras otros tantos compartían habitación en el piso de arriba. Algunos eran habitantes permanentes de Ciudad de Paso, dado que sus mundos aún no habían sido restaurados o se habían perdido después de la desaparición del Elegido de la Llave Espada, como los tres espectros vestidos con terroríficas armaduras oscuras que jugaban al mus en un rincón. Otros eran viajeros llegados de cualquier rincón del universo, como la joven bailarina árabe que se desnudaba encima de una mesa lanzando seductoras miradas a los hombres que la rodeaban y alargaban las manos hacia cualquier parte de su piel que se pusiera a tiro. Cada uno vestía de una manera y atendía a sus propios asuntos, por eso a nadie le extrañaba la presencia de aquella figura vestida de negro que ocultaba su rostro bajo una capucha y bebía con parsimonia un vaso de algún licor de color azulado, apoyando la espalda en la barra y mirando a la bailarina sin perder detalle de sus movimientos. El cuero de la gabardina que vestía se ajustaba levemente a su cuerpo, insinuando las curvas de una mujer de espalda algo ancha.


La bailarina, una joven de piel oscura y cabello del color del ébano, pareció notar su mirada. Con movimientos lentos pero fluidos, como el aceite deslizándose sobre una pendiente, se escabulló del corro de hombres que la rodeaban y se acercó a la figura encapuchada. La seda verde que la cubría era tan fina que los detalles de su cuerpo podían distinguirse a través de su ropa, y un leve aroma a canela y rosas la acompañaba.


-Me estabas mirando- susurró, apartando el vaso de licor y dejándolo en la barra.


-¿No era eso lo que pretendías?- replicó la encapuchada. Su voz era serena, casi fría. La bailarina sonrió y le bajó la capucha, dejando al descubierto su rostro. Era una mujer de unos 26 años, de facciones finas y aristocráticas. Llevaba el cabello verde claro recogido en una coleta de caballo alta, excepto dos mechones más oscuros sueltos que enmarcaban su cara. Sus ojos, rojos como la sangre, estaban vacíos de emoción, y pese a la cantidad de alcohol que había bebido, parecían sobrios-. No, no soy como las demás.


-¿Lees la mente, o algo así?- comentó la bailarina, divertida. La mujer sonrió levemente, pero la sonrisa no alcanzó sus ojos. La mente de aquella chica era fácil de leer.


-Eso es lo de menos.


La bailarina se pegó más a ella, llevando las manos de la mujer hacia su propio cuerpo. Primero, sus voluptuosos pechos; luego, sus suaves costados, bajo cuya piel se notaban las costillas; después, su bien proporcionado trasero. Enroscó una de sus piernas en torno a las de la mujer y empezó a bajar la cremallera de la gabardina negra que la cubría, dejando entrever su tórax, cubierto por un top blanco corto y una especie de protección de cuero rojo en el lado izquierdo.


La mujer se dejó llevar, sin hacer caso de los gritos de aparente protesta que surgían a su alrededor, pese a que los pensamientos de los hombres que las rodeaban no eran de desagrado precisamente. A veces era un auténtico asco ser telépata.


La bailarina siguió bajando la cremallera lentamente, acariciando con los labios su cuello. La mujer, por su parte, deslizó una de sus manos bajo la corta falta de la chica, que sonrió de nuevo.


Te gusta tomarte las cosas con calma, ¿eh?”


La mujer cerró los ojos y una sombra de dolor atravesó su semblante. No, no quería recordar eso ahora. Para eso había venido, para intentar olvidarla por una noche. Pero cuando la bailarina alzó la cabeza para mirarla, la mujer no vio a la chica árabe que tenía ante sí, sino a otra joven de piel clara, cabello rizado y cobrizo y ojos del color de la miel.


-¡Joder!- exclamó, quitándose de encima a la bailarina y abrochándose de nuevo la gabardina. Jadeó y se apoyó contra la barra, llevándose una mano a la cabeza. La bailarina se apartó de ella, contrariada.


-¿Qué pasa? ¿Quieres que subamos a una habitación?- insinuó.


-No. Disculpa- murmuró, dejando unos platines sobre la barra y saliendo a toda prisa del local.


 


El frío del exterior la recibió y despejó su mente, saturada del ambiente del bar. Caminó sin rumbo por las calles de Ciudad de Paso, cruzándose con gente que iba y venía sin prestarle atención. Los únicos que parecían fijarse en ella eran los gatos y perros callejeros que se apartaban y bufaban o gruñían a su paso. Los humanos no lo solían notar, pero los animales sí. Aquella mujer no era humana, era una Incorpórea, y el instinto les advertía que no se acercaran mucho.


Se detuvo en la plaza y su mirada se posó sobre una pareja que se besaba apasionadamente en un rincón.


Edixira, ¿qué somos?”


Vaya pregunta. ¿A qué viene eso ahora?”


Yo qué sé, me aburro y no me das tema de conversación, así que me pongo a darle vueltas al coco.”


Una chispa de tristeza brilló en sus ojos vacíos. Una vez, ella también había besado así a alguien, incluso sin tener un corazón con el que amar.


Te quiero, Xannaid. Lo sabes, ¿no?”


Desvió la mirada de la alegre pareja y se apoyó en la pared más cercana. Años habían pasado desde que Xannaid, la única capaz de hacerle sentir como si volviera a ser humana, desapareciera. Años habían pasado desde que aquella imprevisible Incorpórea se desvaneciera entre sus brazos, asesinada por amar cuando no debía. Asesinada por su culpa. Años habían pasado, y por más que lo intentara, no podía olvidarla. El dolor de su pérdida, junto con la promesa de venganza, seguían clavados en su pecho, en el sitio donde debería haber un corazón pero no había más que vacío.


Miró a las estrellas, aquellos lejanos mundos a los que podía viajar con tan sólo desearlo. En uno de esos mundos estaba el asesino de la mujer a la que había querido, el hombre que se lo había arrebatado todo. Sabía cuál era ese mundo, sabía cómo llegar. Pero no sobreviviría a un enfrentamiento directo con él; aún no. Debía esperar a que su momento llegase y a que las piezas estuvieran bien colocadas en el tablero.


Por enésima vez en varios años, Edixira apretó los puños y murmuró dos palabras que ya se habían convertido en una letanía:


-Morirás, bastardo.


Cinco estrellas brillaron en el cielo, pero Edixira sólo vio cuatro de ellas.


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