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Si esto es un sueño... no quiero despertar por Airi

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Notas del capitulo:

Hola, aquí os dejo el primer capítulo, espero que os guste :)

///Capítulo 1: De vuelta a los once… ¿Estoy soñando? ///


 


Sus ojos verdes miraban con anhelo las bellas montañas nevadas que se podían ver des de su ventana. Sentado en una pequeña cama, el salvador del mundo mágico, el niño que vivió, un Harry Potter de veinticuatro años miraba como sus días pasaban poco a poco, como si alguien hubiera decidido ralentizar el ritmo de su vida.


Siete años habían pasado des de que la guerra terminara, siete años en los que no había podido poner un pie fuera de aquella casita que, sin quererlo, se había convertido en su prisión personal.


Apartó la vista de la ventana dejando de imaginar aquellos lugares a los que no volvería a ir y se dedicó a observar las distintas fotografías que empapelaban las paredes de su habitación. En todas ellas salía sonriendo, pero esa sonrisa que no había vuelto a aparecer en su rostro des de hacía años, al igual que las personas que salían en aquellos pedazos de papel en movimiento.


Sus amigos dejaron de visitarlo de un día para otro, sin motivo aparente. Ron y Hermione hicieron su propia vida, pero sin incluir a Harry en ésta. En cuanto a  Ginny…. La joven pelirroja, en cuanto se enteró del estado en que se encontraba su entonces novio, no lo dudó ni un momento, abandonó al salvador del mundo mágico que se había convertido en un lastre para ella y lo reemplazó por otro Gryffindor que la recibió con los brazos abiertos.


-          Amo Harry – dijo el elfo domestico que apareció por la puerta de la habitación haciendo que Harry perdiera el hilo de sus pensamientos – ya va siendo hora de estirar las piernas.


El elfo le sonrió amigablemente mientras se acercaba al lugar dónde reposaba su amo. Le destapó las piernas, y se subió a la cama. Lentamente, como si Harry fuera de cristal, el elfo le fue moviendo esas extremidades con suma delicadeza.


-          Si siente algo amo, avise a Lúthien. Lúthien lo atenderá sin problemas.


Harry hizo una mueca, lo equivalente a una sonrisa en ese momento, mientras acariciaba la cabeza de Lúthien. El joven elfo era toda su compañía, y, la verdad es que le tenía una gran estima.


Después de la Gran Batalla, justo antes de que Voldemort pereciera, uno extraño  hechizo creado con magia negre tocó las piernas de Harry y, desde ese momento jamás volvió a caminar. Visitó a cientos de medimagos,  todos querían aquella persona que curara al salvador. Pero poco a poco fueron perdiendo la esperanza. “No tiene cura” “No existe cura actualmente” “Imposible la recuperación” esas eran frases que el joven había escuchado infinidad de veces durante esos siete años. “Un milagro es lo único que puedes esperar” había dicho aquel último medimago al que había acudido como último recurso.  


Y ahí estaba Harry, postrado en una cama esperando un milagro que nunca llegaría… ¿o sí?


Lúthien acabó con los ejercicios de Harry de aquel día y, tras prometerle que volvería en unos minutos con la cena, se marchó por dónde había llegado. Los ojos verdes del muchacho se volvieron a posar en la ventana, esta vez mirando las estrellas mientras pensaba “ojalá ese  milagro exista”. Pero poco después se rió de su ocurrencia, era imposible que algo cambiara en su vida.


Lúthien apareció al cabo de un par de minutos, con una gran bandeja de comida que comieron los dos juntos. Eso era algo que solían hacer, ya no era una relación de amo-sirviente, sino que la relación que mantenían el elfo domestico y el muchacho se parecía más a hermanos.


Después de la cena, ambos se quedaron dormidos en la cama de Harry, abrazados, ayudándose mutuamente a olvidar la soledad en la que los dos vivían.


 


 


**********************************************************


 


-          ¡¡¡Arriba, a levantarse!!! ¡¡¡Ya!!!


Una voz empezó a gritar de buena mañana. Una voz chillona, estridente, de mujer. Una voz que Harry no escuchaba desde hacía años. ¿Sería un sueño?


Harry Potter abrió los  ojos y miró a su alrededor viéndolo todo borroso. A tientas buscó sus gafas y, una vez las encontró se las puso rápidamente y miró incrédulo lo que tenía a su alrededor.


-          ¡¡Despierta primo, nos vamos al zoo!! – gritó alguien mientras saltaba por la escalera haciendo que el lugar donde se encontraba el muchacho de ojos verdes se llenara de polvo.


-          E… Esto…, no puede…ser.


Eso fue lo único que Harry logró tartamudear. Estaba asombrado, no, impactado. ¿Qué había ocurrido? ¿Todo lo que había vivido había sido un sueño? Pero esa hipótesis desapareció cuando escuchó esa voz que lo había acompañado durante esos siete años.


-          ¿Amo?


Harry se giró hacia la voz y lo que vio lo sorprendió. Un pequeño elfo domestico estaba sentado a su lado y lo miraba con la misma cara de pasmado que él creía tener en ese mismo momento.


-          Amo está… está… ¿más joven?


-          ¡Tú también estas más joven, Lúthien!… espera, ¿qué? – Harry, todavía embobado por haber  visto al elfo tan cambiado no se dio cuenta de las palabras que había dicho este; pero, en cuanto su cerebro procesó la información se quedó atónito.


Harry cogió el pequeño espejo que había a un lado del mueble y se miró detenidamente. Sus facciones que antes eran rudas, típicas de un hombre, se habían convertido en unas totalmente aniñadas, sus ojos se veían llenos de vida, sus gafas estaban rotas y…


Harry exhaló profundamente cuando notó algo, algo que  no notaba desde hacía mucho tiempo. Sin poder creérselo todavía pasó sus manos por encima de sus piernas sintiendo el tacto como sus dedos pasaban por encima de su piel. El joven muchacho, casi lloró de alegría mientras acariciaba sus extremidades, pero, cuando intentó moverlas, se dio cuenta de que seguían igual de inútiles que antes.


Eso no logró desanimarlo, al contrario, haberse dado cuenta de que, por lo menos, ahora podía sentir sus piernas, hizo que una sonrisa verdadera apareciera en los labios del ahora niño.


-          Lo has visto Lúthien, ¡las puedo sentir! ¡No está todo perdido!


El pequeño elfo le devolvió la sonrisa con sinceridad, pero una voz destruyó aquel magnifico momento:


-          ¡¡Potter!!


El muchacho le hizo una seña a Lúthien para que se escondiera. Éste lo hizo justo antes de que un hombre regordete que parecía una albóndiga con patas abriera la puerta del cuarto de escobas.


-          ¿¡Qué hacías Potter!? ¡¡Cuantas veces te tengo que decir que por las mañanas, lo primero que tienes que hacer es el desayuno para tu tía, tu primo y para mí!! – Vernos Dursley levantó la mano y la estampó fuertemente en la mejilla del joven – eso es para que aprendas lo que hay que hacer. ¡Hace casi media hora que tu tía te dejó la silla en la puerta, así que ya sabes, te montas y haces tus tareas!


Y dicho eso se marchó hacía la cocina dando un fuerte portazo. Harry supo que si no quería recibir otra bofetada igual a esa o más fuerte, lo mejor era hacer lo que le había dicho su tío, aunque toda esa situación le parecía de lo más rara, era como si nada de lo que recordaba hubiera pasado, pero a la vez, había un montón de pruebas de que aquello había sido real.


-          ¿Amo? ¿Se encuentra bien? ¿Quiere que lo cure?


-          No, Lúthien, no hace falta. Es mejor que te mantengas escondido, o nos buscaras problemas a los dos. Si no recuerdo mal hoy es el día en el que vamos al zoo, mañana llegará a carta y luego quedará aproximadamente una semana para que empiece Hogwarts. Solo tenemos que aguantar unos días en este lugar.


-          Si, amo – respondió el elfo obedientemente.


Harry abrió de nuevo la puerta del armario de escobas en el que dormía y vio aquel cacharro con ruedas, viejo y oxidado al que su tío se había referido. Usando sus brazos se arrastró hacia la silla y, con un gran esfuerzo logró subirse a ella.


 


********************************************************


Aquella semana a Harry le pareció eterna. Cada día tenía cientos de tareas que hacer y que suponían el doble de trabajo para él por culpa de su invalidez.


-          ¡¡Potter!! ¡Vigila con eso! – le gritó Vernon Dursley.


-          Em… si. Lo siento tío Vernon – respondió el muchacho obedientemente – em… esto… tío Vernon, podrías explicarme como… ¿Cómo me quedé así?


-          ¿Cómo? ¿Tullido? – Harry asintió con rabia, odiaba que se refirieran a él usando esa palabra – Potter te lo he explicado mil veces. Tenías cinco años y te atropelló un camión. Fin de la historia.


-          ¿Y por qué me atropelló el camión?


-          ¿Y por qué? ¿Y por qué? Y yo que sé Harry – respondió con sarcasmo el señor Dursley – Seguro que ese camionero era un buen samaritano y quería librarnos de ti, pero la jugada le salió mal y ahora te tenemos que aguantar tal como eres.


Harry  no volvió a preguntar. Era una molestia, seguía siendo la misma molestia que años atrás había sido. Por suerte mañana era el día en que Hagrid vendría a buscarlo, y entonces las cosas serían diferentes y tendría la oportunidad de aprovechar aquella segunda oportunidad que le habían dado.


 


**********************************************************


Harry Potter espero, y esperó, pero nadie había venido a buscarlo. La carta de Hogwarts yacía bien guardada debajo de su colchón, nada más recibirla la había escondido para evitar que volviera a ocurrir el error de la otra vez.


-          Lúthien, ¿la carta tiene algún tipo de sensor? ¿Algo que diga si la persona la abrió o no.


-          Mmmh… ni idea, amo.


Harry meditó durante unos segundo, alguien debía venir a buscarlo, ¿no? ¿Cómo llegaría hasta el callejón Diagón? ¿En taxi, tal vez? Aún no tenía su varita, en ese momento, en teoría ni siquiera sabía que era un mago; así que  no podía presentarse en Diagón así por las buenas o tendría que explicar muchas cosas.


El joven, cansado de esperar como un pasmarote frente a la puerta se fue a hacer sus tareas, que no eran pocas, hasta que, de golpe, unos gritos de un enfurecido Vernon Dursley se hicieron oír por toda la casa.


-          ¡¿Quién es usted?! – gritó el tío de Harry colérico - ¡esto es allanamiento de morada!


-          Cállate Dursley, necio majadero – una voz grave resonó por toda la casa, una voz que a Harry le supo a gloria. ¡Hagrid estaba allí! – no te veía desde que eras un bebé Harry, pero, estás más crecidito, sobre todo por en medio – habló mientras se frotaba la barriga.


-          Y…yo…yo no soy Harry – dijo el primo de Harry mientras tartamudeaba lleno de miedo.


-          ¡Así que vienes a buscar al tullido, ¿no?! – preguntó el tío Vernon con una sonrisa de victoria anticipada en los labios.


-          ¿Tullido? – Hagrid estaba confundido y, por un momento pensó que se había equivocado de casa.


Harry, desde la puerta entreabierta de la cocina, había escuchado toda la conversación sin perderse ni un detalle y, al notar la confusión del que había sido su amigo durante esos años que ahora no existían, decidió salir y dar la cara.


Haciendo bastante ruido a causa de la oxidada silla y la falta de aceite de las ruedas, Harry Potter, el niño que sobrevivió salió para volver a vivir los que habían sido los mejores años de su vida.


-          Yo… yo soy Harry


Y ahí estaba otra vez, la cara de pena, esa cara de “oh, pobrecito cuanto lamento no poder hacer nada por ti”. Harry odiaba la compasión, la lástima. Él era perfectamente capaz de enfrentarse al mundo aunque sus piernas fueran del todo inútiles.


-          Ho… hola Hagrid. ¿Nos vamos? – preguntó con valor, pero instantes después se dio cuenta de que acababa de cometer un gran error.


-          ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Cómo sabes que nos vamos?


-          Em… esto… - Harry intentaba crear una mentira creíble a toda prisa – recibí una carta que decía que me habían aceptado en un colegio que se llama Ho… algo y que un tal Hagrid me vendría a buscar. Como tú has venido, he supuesto que serías tú.


-          Aaah… bueno, entonces nos vamos – dijo con una sonrisa nerviosa en el rostro.


El guardabosques de Hogwarts se puso tras de el muchacho con la intención de empujar la silla pero Harry no le dejo.


-          Puedo arreglarme por mi mismo – mencionó Harry cortante – em… esto. ¿Señor?


-          ¿Sí Harry?


-          Puedo… ¿puedo llevar a un amigo conmigo? Sé que en Hog… algo, solo se pueden llevar ranas, pájaros y gatos – Harry intentaba que no se notara que sabía más de la cuenta por eso intentaba hacerse el ignorante – pero le juro que Lúthien no hará nada malo y, además, sabe esconderse muy bien, así que…


-          Em… Harry yo… creo que no soy el más adecuado para tomar esa decisión. Si el director no da el visto bueno yo no…


-          No, no hará falta que le digas nada. Es más no quiero que le digas nada. Lúthien vendrá conmigo – dijo Harry con mucha seguridad - ¡Lúthien, ven, te quiero presentar a alguien!


Un pequeño elfo domestico apareció de detrás de la puerta del armario de escobas que había sido la habitación de Harry. Poco a poco, Lúthien se fue acercando hasta quedar justo en frente de Hagrid que lo miraba sin saber qué decir.


-          Esto… Harry, ¿tú sabes lo que es eso?


-          Claro, un elfo domestico


-          ¿Dé donde lo sacaste? – el Hagrid que Harry recordaba no era tan cotilla, más bien era reservado.


-          Lúthien está conmigo desde hace mucho tiempo. Es mi amigo. Es como mi hermano. Así que se viene conmigo. ¿nos vamos?


-          Em… sí… sí…


 


*******************************************************


Después de todas las compras hechas en el callejón Diagón Harry y Hagrid se dirigieron al andén nueve y tres cuartos. Harry se sentía extraño, todo lo que le estaba pasando, en cierta manera era como volver a vivir una vez más sus años en Hogwarts, pero a la vez era completamente diferente. ¿Cómo le tratarían ahora que el niño que sobrevivió no era más que un discapacitado? ¿Tendría los mismos amigos? Por el momento nada había ido igual que antes, empezando por el hecho de que, cuando entraron a Diagón y preguntaron quien era él, Hagrid simplemente dijo “un nuevo alumno de Hogwarts, sus padres son muggles y Dumbledore me pidió que le enseñara un poco esto”. Aquello le había dolido a Harry, para que negar lo evidente, pero no pensaba entristecerse, esta experiencia por lo menos le serviría para llegar a conocer a aquellas personas en las que verdaderamente podría confiar.


Una vez en la estación de King’s Cross, Hagrid le dio el billete a Harry y desapareció igual que lo había hecho la primera vez que lo había acompañado allí a sus once años verdaderos.


Esta vez Harry no necesitó ayuda para encontrar el andén y tampoco para llevar sus cosas ya que Lúthien las había enviado a Hogwarts y el se había ido también allí para vigilar “las pertenencias del amo”.


Era pronto, muy pronto. No había casi nadie en el tren. Uno de los mozos que subían las maletas se acercó a Harry al ver que este usaba silla de ruedas.


-          Em… chico – Harry fijó su mirada en el mozo y le sonrió - ¿necesitas ayuda?


-          Pues, si pudieras levitar la silla hasta dentro del tren, me sería de mucha utilidad – respondió Harry con cortesía.


-          Claro, no hay problema. Subiré la silla, te acompañaré a un vagón y luego podemos guardarla hasta que llegues a Hogwarts, ¿no?


Harry asintió. El chico que guardaba maletas, agitó su varita e hizo levitar la silla del muchacho de ojos verdes hasta el interior del vagón, una vez dentro lo acompañó hasta un compartimiento vacio.


-          Muchas gracias – dijo Harry mientras se bajaba de la silla con la ayuda de las manos.


-          De nada joven. Aquí, bajo el asiento hay un compartimento con un hechizo que permite que metamos cualquier cosa por grande que sea. Guardaremos ahí su silla y, cuando lleguemos al colegio me encargaré de ayudarlo a bajar.


Harry volvió a asentir y el mozo se marchó a ayudar a otras personas a subir sus maletas. Unos veinte o veinticinco minutos más tarde, el tren partió de la estación de King Cross con destino Hogwarts, la escuela de magia y hechicería. El muchacho se puso a mirar el paisaje que tanto añoraba hasta que alguien lo interrumpió:


-          ¿Te importa? Es que está todo lleno.


Ron, Ronald Weasley, su mejor amigo, su hermano, estaba allí, delante de sus ojos. Harry estaba anonadado, hacía mucho que no lo veía y estuvo a punto de llorar de felicidad.


-          Eeeeoooo – insistió Ron al ver que el muchacho no le hacía caso.


-          A, em sí, no me importa en absoluto.


Ronald Weasley sonrió, como tantas veces lo había hecho e inevitablemente un montón de recuerdos llegaron a la memoria de Harry obligándolo a sonreír también.


-          Por cierto me llamo Ron, Ron Weasley.


-          Yo Harry…. Harry Potter – respondió sabiendo la pregunta que venía a continuación.


-          Entonces, es cierto. Dime, ¿tienes realmente la…? – al ver que Harry no continuaba la frase, Ron bajó un poco la voz y la terminó – la cicatriz.


Harry movió la cabeza para decir que sí a la vez de la levantaba el flequillo y dejaba a la vista aquella cicatriz en forma de rayo, aquella marca tan famosa que lo convertía en un ser perfectamente reconocible en el mundo mágico.


-          ¿Algo del carrito, niños? – la señora que vendía golosinas pasó por delante del compartimiento que compartían los muchachos.


-          No gracias, estoy servido – dijo Ron.


-          Yo tampoco quiero nada, gracias.


Harry se había propuesto no cometer los mismos errores que en el pasado, y el primero de ellos era no alardear del dinero que tenía delante de sus amigos.


Y así transcurrió todo el viaje, entre risas que hicieron que Harry reviviera todos aquellos momentos que ahora no existían. Al cabo de un rato también apareció Hermione, causando el mismo efecto en el chico de los ojos verdes. Pero este se contuvo de darle un abrazo de oso y fingió no conocerla.


*************************************************************


Una hora y pico después todos los estudiantes llegaban a Hogwarts. Ron ya llevaba su túnica puesta, pero Harry todavía no, el muchacho no se había movido del asiento en todo el tiempo que llevaban allí. Hermione también observaba al muchacho con cara de interrogación.


-          Em… ¿Y tú túnica? – preguntó Hermione, que era la más curiosa.


-          En un momento me la pondré – empezó a decir Harry intentando evadir el tema.


-          Ya, pero ya hemos llega…


Ron iba a argumentar que ya habían llegado al colegio y que no había tiempo para nada más, pero el mozo que había ayudado anteriormente a Harry apareció por la puerta.


-          Lo siento muchacho, no pude llegar antes.


-          No te preocupes – le sonrió Harry.


-          Primero de todo debes ponerte  tu túnica – y, tras agitar la varita ligeramente, la ropa vieja de Harry se transformó en la esplendida túnica de Hogwarts.


-          Muchas gracias.


-          No hay de qué – sonrió el mozo – bien, y ahora solo falta lo indispensable – el chico se puso de rodillas en el suelo y abrió el compartimento que había debajo del asiento.


Del compartimento extrajo la silla de Harry, la desplegó y la colocó justo delante del chico para que este se subiera. Ron y Hermione miraban aquel trasto con cara de susto y, al ver como Harry, ayudado por sus manos, se sentaba en la silla se quedaron atónitos.


Harry, al ver las miradas de lástima con las que lo miraban aquellos que habían sido sus mejores amigos, empezó a hacer rodar la silla alejándose de ellos, hasta que el chico que lo había ayudado lo detuvo:


-          ¡Espera muchacho!


-          ¿Eeeh? – preguntó Harry sin comprender.


-          No puedes llegar a Hogwarts sentado en esa silla vieja – sonrió  y agitó la varita mientras susurraba la palabra “reparo”.


De inmediato la vieja, fea y oxidada silla se transformó en una completamente nueva que hizo que Harry olvidara por un momento la cara con la que lo acababan de mirar sus ex amigos, y sonriera felizmente.


********************************************************


El camino hasta el castillo fue verdaderamente difícil para Harry. El viaje en bote se le hizo completamente imposible, así que, mientras los demás alumnos se marchaban hacía Hogwarts por el agua, el tuvo que usar uno de los carruajes tirados por thestrals; pero eso no lo desanimó. Ya estaba a un paso de volver a ese lugar que tanta felicidad le había aportado.


Contrariamente a lo que había pensado Harry, moverse por el castillo fue relativamente fácil y eso que había millones y millones de escaleras. De alguna manera, aquel lugar se había adaptado al joven y, cada vez que Harry se ponía frente a una de las escaleras la silla empezaba a levitar y dejaba al chico en el lugar que deseara.


Así que ahí estaba, junto al resto de sus antiguos compañero a los que en teoría no conocía. Ron y Hermione se habían alejado un poco de él y no le habían vuelto a dirigir la palabra. Los demás tan solo lo miraban con la maldita cara de pena. Menos algunos de ellos que simplemente lo ignoraban.


-          Bien – McGonagall llegó hasta dónde estaban ellos y empezó a hablar sacando a Harry de sus pensamientos – en breve atravesareis estas puertas para uniros a vuestros compañeros, pero antes de eso se os seleccionará para una casa. A saber: Gryffindor, Huffepuff, Ravenclaw y Slytherin. Mientras viváis aquí, vuestra casa será vuestra familia. Vuestras victorias sumaron puntos a vuestra casa, pero cualquier infracción hará que los pierda. Al final del año, la casa con más puntos será galardonada con la copa de la casa. ¿Todo claro? ¿Alguna pregunta?


La profesora miró a cada uno de sus nuevos alumnos para ver si alguno de ellos pensaba decir algo y, cuando llegó a Harry, su vista se detuvo unos instantes. El muchacho se dio cuenta de que nadie de los que estaba allí se había dado cuenta de quién era él, ni siquiera la profesora McGonagall, pero, desgraciadamente aquello acabaría en breve.


-          Bien – dijo retirando la mirada – viendo que no hay ninguna pregunta, seguidme por favor.


Las puertas del gran salón se abrieron solas de golpe y, todos los alumnos empezaron a andar detrás de la profesora McGonagall, quien iba en cabeza. Harry se quedó rezagado, empujando la silla lentamente, sin prisa. Al entrar al comedor, todas las miradas se posaron en el chico de la silla de ruedas y, un gran murmullo empezó a oírse por todo el gran salón.


-          Cuando diga vuestro nombre vendréis hasta aquí, yo os colocaré el sombrero en la cabeza y seréis seleccionados para una casa – la profesora sacó una pequeña lista y empezó a recitar – Hermione Granger.


Hermione tan nerviosa como la primera vez que Harry la había visto, subió los dos escalones que la separaban de la banqueta, se sentó en ella y la profesora le colocó el sombrero.


-          A ver, pensemos – empezó a hablar el sobrero – bien, ¡¡¡GRYFFINDOR!!!


La mesa de Gryffindor estalló en aplausos y saludaron a la nueva integrante del grupo que se sentó en la mesa muy contenta. El mismo procedimiento se repitió con Draco Malfoy, Susan Bonns y Ron Weasley. No hubo ningún cambió, todo ocurrió tal y como Harry lo recordaba.


-          Harry Potter – recitó la profesora.


Hasta entonces Harry había estado reviviendo viejos momentos en su mente y no se había dado cuenta que él también tenía que pasar por eso, lo que incluía tener que subir dos malditos escalones y, bajar de su silla para llegar hasta el taburete. El muchacho, sin saber qué hacer, empezó a mover la silla de ruedas acercándose a las escaleras.


-          ¿Ese es Harry Potter? – alguien murmuró.


-          Pero si no puede andar – afirmó otro y pronto el gran salón volvió a llenarse de ruido.


-          Arriba – dijo Harry a las escaleras y, estas instantáneamente lo subieron hasta encima de la tarima, pero aún quedaba lo más difícil. El maldito taburete – em… esto…  ¿no podría ponerme el sombrero aquí?


-          Lo siento mucho señor Potter, pero es una tradición del colegio que todos los alumnos se sienten en este taburete. Además, el sombrero pierde su poder de leer las mentes si no te encuentras en ese lugar.


Harry bajó la cabeza sin saber qué hacer. ¿Eso significaba que no podría revivir su vida si no era capaz de subirse en ese cacharro de cuatro patas?


-          Yo le ayudaré Potter


Una voz profunda habló. Una voz que Harry siempre odió, pero que ahora mismo le parecía más hermosa que el cantar de los ángeles. Severus Snape, aquel profesor de pociones que le había hecho la vida imposible durante aquellos años de sus vida pero que al final había resultado ser el que mejor se comportó de todos, se acercó a Harry y lo levantó de la silla con facilidad llevándolo hasta el taburete como si fuera una princesa.


Harry, mientras iba recostado en los brazos de aquel hombre, notó la fuerte musculatura que este guardaba bajo aquella túnica y, en aquel  momento Harry pensó que Severus Snape era verdaderamente atractivo.


Oh, maldito cerebro, es que  no puedes pensar nada mejor en ese momento. Es Snape, por Dios. El murciélago, el pelo grasiento, el profesor que tanto odiabas. Ya lo sé, pero es que en este momento solo puedo pensar en lo bueno que está, bueno mejor dicho en lo atractivo que me parece”.


La cabeza de Harry estaba hecha un lío, he incluso estaba discutiendo con su propio cerebro sobre lo que sentía en ese momento. Tan inmerso estaba en sus pensamientos que no sé dio cuenta de que el profesor ya lo había dejado en la banqueta y, en aquel momento la profesora McGonagall le estaba colocando el gorro.


-          Difícil, muy difícil. Lleno de valor lo veo, tampoco la mente es mala. Hay talento, oh sí, y… muchas ganas de probarse así mismo. ¿Veamos dónde te pongo?


Harry pensó en lo que había hecho la otra vez. Aquel también había sido uno de los errores que había cometido en el pasado y no estaba dispuesto a volver a prejuzgar a una casa. Así que no dijo nada.


-          Chico, lo tienes todo en tú cabeza, pero no sé dónde ponerte – el sombrero empezó a poner cara de limón, parecía estar volviéndose loco, pero entonces volvió a hablar – Ya sé. Acabo de ver la luz. La casa en la que debes estar es aquella que te ayudará a llegar a la grandeza, en la que harás a los amigos más leales y en la que podrás hablar mucho con cierta persona en la qué estas pensando. Harry Potter, lo mejor es que estés en ¡¡¡SLYTHERIN!!!


La mesa de Slytherin estalló en aplausos. Aquel sí que había sido un nuevo giro de los acontecimientos ¿no?


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