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Cristales Rotos. por Keny-chan

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Notas del capitulo:

¡Buenas madrugadas! Estoy que me vuelvo loca, dentro de unas horas tengo un estúpido examen y ya me harté de la materia, por eso dije, mejor actualizo. Como sea, no tengo por qué aburriles con algo como eso. 

 

Pensaba decir algo sobre el capítulo, pero eso significaría spoiler y como que no. Mejor lean. Ya lo revisé como por octava vez, pero igual y se me pasó alguno otra falta de ortografía. Una disculpa por ello. 

Pues sin más, a darle con el noveno acto.

¡Para las niñas que me dejan sus comentarios, va por ustedes! ¡Y para todos los que leen también! 

Noveno acto.

El dado sabe más de lo que aparenta.

Si se tuviera que describir a Duke Devlin con palabras concretas y sencillas, estas serían: sensual, egocéntrico, presumido, despreocupado, adinerado, cabrón y celoso… un poco, tal vez.

¿Para qué negarlo? Los adjetivos, le ajustaban. Y algo que tenía el pelinegro, en común con Kaiba, muy a su pesar, era que cuando estaba verdaderamente interesado en algo o alguien, resultaba ser en extremo insistente,  hasta conseguirlo. 

Eso estaba pasando con Joey. El rubio le gustaba, desde el momento en que lo conoció. Tal vez no exactamente en el mismo sentido que ahora. Pero no por simplemente joder,  le había hecho ponerse aquel traje de perro, cuando el otro lo hubo retado. Bueno, en parte sí y en parte no.

Era bisexual, pero siempre tuvo una inclinación más marcada por los de su mismo género. 

Y conocer a Joey, lo que se dice conocer; platicar con él, convivir con él. Se lo había dejado aún más claro. Quizá, aún no podía decir que estaba enamorado del rubio, PERO le gustaba DEMASIADO. Tal vez no había mucha diferencia entre una cosa y otra.

Vamos, le gustaba tanto que había aceptado involucrarse en una especie de “batalla” sin sentido por conquistar al muchacho de ojos miel. Y todos sus oponentes, para colmo, también eran chicos. ¡Problemático!

Sería difícil, porque sí, era despreocupado, pero no por ello menos observador. Le llevó menos de una semana, una vez llegado a esa escuela, saber que las mejillas de Wheeler se coloreaban a causa de Kaiba. Y que la perseverancia de éste por molestar al rubio, era provocada por el mismo sentimiento: amor.

¡Oh sí! Duke sabía que desde el principio esos dos, enemigos declarados, se atraían con fuerza. ¡Interesante y molesto a la vez!

En cuanto a Yami, bueno, él era un libro aún más fácil de leer. Todos lo eran.

Tristán estaba enamorado de Téa. Téa babeaba por Kaiba. Kaiba sólo prestaba atención a Joey. Joey, sólo tenía ojos para el castaño. Duke y Yami, estaban detrás de Joey. Y Yugi estaba perdidamente enamorado de Yami.  ¡Una mierda! Una muy divertida.

El que salía ganando era Joey. Tenía a tres hombres queriendo cortejarlo… bueno, dos porque Kaiba ni siquiera era consciente de sus sentimientos. Pero tal vez, sería el que más saldría perdiendo. Eso aún no lo sabía.

 

¿Qué haría con semejante enredo? Nada, sólo dejarlo fluir. Si era necesario, tal vez forzaría un poquito las cosas, pero por el momento, así estaba bien.

Salió de la ducha después de analizar la situación como todas las mañanas. Pensar en Joey siempre lo conducía a ello. Y no sólo a eso.

El recuerdo de su rubio amigo, le hacía pensar en tantas cosas. Unas muy dulces e incluso cursis, otras, por el contrario, muy sucias y eróticas. ¿Y si lo único que quería de Wheeler era su cuerpo? Sólo lo sabría hasta que lo hubiera probado.  No obstante, aún era premeditado actuar con esa intención.

Se puso el inútil uniforme que no le favorecía tanto como él quería, con las llaves del coche y la mochila al hombro, se largó al instituto.

 

*/*/*

 

Joey despertaba no muy animado, el día anterior había sido todo un torbellino de fuertes emociones. No quería llegar a la escuela, no podría ver a la cara al idiota de Kaiba, a Yami y mucho menos a Yugi.

El faraón y él se habían besado, ¡y qué beso! Sintió un terrible escalofrío al recordar la sensación que el roce de sus lenguas producía. Se ocultó bajo las cobijas, y en seguida llegó a sus labios el toque de los de Kaiba. Los colores azotaron su faz con relativa violencia.

—   ¡Maldición! — vociferó, levantándose toscamente de la cama.

Enredó los dedos en su cabellera y tiró de ella, ¿así podrían irse esos jodidos recuerdos? ¡De nada servía!

Se levantó, y llevó a cabo el ritual de siempre. Salió corriendo hacia el instituto, ahora sí se le había hecho tarde y la primera clase era… ¡Ni siquiera recordaba! Pero era un profesor que no lo tenía muy en gracia.

—   ¡Carajo, carajo y más carajo!

 

 

*/*/*

Yugi se había levantado temprano como todos los días. No se percató de la hora a la que llegó Yami de la casa de su rubio amigo, y en realidad no se había preocupado de estar al pendiente.

Cuando bajó a desayunar, encontró a su contraparte desayunando tranquilamente.

—   Buenos días, Yami. ¿Cómo te fue ayer? — saludó con una sonrisa sincera y radiante.

El aludido le miró un poco extrañado por el tono melodioso y alegre con el que, hace mucho, no se dirigía a él. Y esa sonrisa, esa sonrisa bonita que le gustaba de su bajito amigo, le removió las entrañas.

Se alegró y al mismo tiempo se sintió desdichado y culpable. Bajó la mirada y le respondió el saludo.

—   Buenos días, Yugi.

—   ¿Qué sucede, por qué no me ves a los ojos? — se acercó a él, preocupado.

—   No fue nada.

—   Sí, claro. Atem, ¿le dijiste? — lo pellizcó, para que lo mirara directamente.

—   ¡Auh! Yugi, ¿qué te pasa?

Sonrieron, hacía meses que esa convivencia dulce y grata había desaparecido.

—   ¡Le dijiste! Yo sé que sí, ¿cómo fue?

 

¿Por qué el menor parecía entusiasmado?  Le supo extraño y… amargo… ¿tan rápido se había repuesto?

—   Sí, se lo dije.

—   ¡Qué alegría!

—   Pero…

—   ¿Pero?

—   Me ha rechazado. — soltó como si no fuera la gran cosa… y realmente, ahora no le parecía la gran cosa.

—   No.

—   Sí.

—   ¡Ay Joey! Cómo puede cambiarte por alguien tan desagradable como Kaiba… — se cubrió la boca de repente, al dejarse en evidencia.

—   Yugi, ¿tú lo sabías? — cuestionó más sorprendido que molesto.

—   Obviamente. Pero él me dijo que tú también le gustabas, entonces yo creí que si le decías él pudiera cambiar de opinión y aceptarte a ti… Tú eres mucho mejor. — lo último lo susurró, sonrojándose.

El más alto, lo miró detenidamente. Yugi era lindo, siempre lo había sido, y siempre le había parecido así. Amable, gracioso, perspicaz, humilde. Tenía todas las cosas que a él le encantaban, entonces, ¿por qué había terminado enganchado a Joey y no a Yugi? ¿Estaba imbécil? Sí, si lo estaba.

Suspiró y quiso hacer lo que su rubio amigo había tomado como mala costumbre, azotar la cabeza en la mesa. No lo hizo.

—   Yami, cuánto lo siento. — el menor  le abrazó por el cuello. — Si quisieras llorar, aquí estoy para ti.

—   No te preocupes. Si te soy sincero no me siento desilusionado. Es más, estaba seguro que me diría que no. Porque yo también sé que tanto Kaiba como Joey se quieren. Tal vez me quise engañar a mí mismo, creyendo que tenía una oportunidad. Pero tú me conoces, no soy de los que se ilusionan demasiado, me gusta tener los pies en la tierra.

—   Lo sé.

—   ¿Y si sólo me estaba confundiendo de persona? ¿Eso es aborrecible? — preguntó con un nudo en la garganta.

—   No creo. ¿Por qué, te diste cuenta de algo? — preguntó mirándolo con un brillo extraño en sus pupilas amatista.

—   Eso creo. Pero aún no sé.

Abrazó con mayor fuerza a Yugi y se sintió revivido. ¿Y si de verdad se había equivocado de persona? ¿Cómo podría decirlo?

Se separaron y terminaron de desayunar juntos. A los veinte minutos, el timbre sonó, justo cuando estaban por salir.

—   Buenos días, Yugi.

—   ¡Nozomi-kun! Buen día— exclamó sorprendido.

—   Disculpa que sea tan inesperado, pero creí que podíamos ir juntos a la escuela. Es divertido platicar contigo.

—   Por supuesto, no creí que recordaras el camino a mi casa. — rio el menor, acercándose a su compañero de trabajo y nuevo amigo.

—   ¡Sí, definitivamente me equivoqué de persona! — gruñó.

—   ¡Apresúrate Yami!

—   Ya voy.

Nozomi le dedicó una mirada al faraón, una muy sarcástica. Caminó junto a Yugi, charlando y riendo con él, mientras Yami refunfuñaba a sus espaldas.

¡Por imbécil!

 

*/*/*

Cuando Joey llegó frente al salón, abrió estrepitosamente la puerta, sobresaltando a todos. Respiraba agitado, había corrido varias cuadras, pero lo había conseguido. Llegó antes que el profesor de Ciencias.

Se sentó en su sitio, sin mirar a Kaiba, o a Yami o a Yugi.

—   Buenos días, cariño. — Duke, que ya estaba en su lugar, lo abrazó y le besó la mejilla.  

—   ¡Idiota! — le empujó, enrojecido hasta las orejas, sus compañeros no estaban sorprendidos, sabían que el pelinegro era así, le gustaba joder a Joey.

—   Tranquilo, sólo fue un besito de los buenos días— comentó con naturalidad.

—   Eres un puto despreocupado. — gruñó.

Duke le besó de nuevo.

—   Duke, deja de molestarlo.

—   ¡Oh vamos Yami, no me quites la diversión!

Los ojos del rubio y del tricolor se encontraron,  se sonrieron tímidamente, ruborizándose.

—   Buen día, Joey.

—   Hola, Yami. — desviaron la mirada completamente avergonzados.

Aunque esa mañana ciertas cosas comenzaban a cambiar, no borraba el hecho de que esos dos se habían besado con bastante intensidad. Era normal recordarlo al ver el rostro del otro. Y no iban a negar que ESE había sido un muy buen beso.  ¡Jodidas hormonas!

—   ¿Qué pasa con ustedes dos? — resopló el pelinegro, intuyendo por adelantado la situación.

—   Nada. Sólo recordamos algo gracioso que nos pasó mientras estudiábamos Matemáticas. — respondió Joey, aún con la cabeza vuelta a otro sitio.

—   Sólo eso. — el faraón soltó una risa boba, fingiendo que era cierto.

—   Claro.

Yugi, que estaba junto a Atem, también se dio cuenta que algo más había pasado entre ellos ese día. Y le entró una tremenda curiosidad. Tal vez le preguntara a su mejor amigo, o tal vez le preguntara al chico que vivía con él.

 

Joey siguió ignorando a Duke, le ponía de los nervios. Se cubría los ojos para evitar voltear hacia la banca del ricachón. Pero fue inútil.  Su mano, aún vendada le punzó, obligándolo a quitarla de su rostro. Enseguida se encontró con esos orbes azules, tan fijos en él.

Kaiba apenas y curvó los labios, luego dibujó una palabra con ellos, sin que nadie lo viera, excepto el rubio.

Quien se ruborizó aún más y se volvió a proteger.

—   Maldición, maldición. — se quejaba dentro de sí.

¡Lo odiaba y le quería al mismo tiempo! “Cachorro”  ¿Por qué esos finos labios tenían que haber pronunciado tan molesto mote? La corriente eléctrica que en ese momento le recorría presurosa toda la médula, llegó hasta su cabeza, erizando de paso los pequeños vellitos de su nuca. ¡Ese estúpido dragón le removía todo su ser! ¡Todo! Todo lo que había sentido durante el beso con Yami, Kaiba se lo había hecho sentir con un simple rose de labios y diez veces más intenso.

Estaba, estúpidamente, idiotamente, irracionalmente, bobamente, irremediablemente y carajamente enamorado de Seto Kaiba. ¡Mierda y diez mil veces mierda!

Afortunadamente el profesor llegó y le hizo olvidar momentáneamente esas estúpidas y asquerosas mariposas que sentía en el estómago. 

Notas finales:

¿Quedó muy corto? Yo siento que sí. Diablos, eso no es bueno. ¿Esto es el comienzo de un Puzzleshipping en segundo plano? Quien sabe. 

Algo me dice que me estoy acercando al final de esta historia. Quizá sólo cuatro capítulos más, ¿qué dicen? 

Quien ame al babas de Kaiba, que levante la mano. *O*/

Quien le quiera dar un zape a Yami, que levante la otra *O*/

Y quien quiera apalear a Duke... pues que saque su propio bate, yo no le ayudo. 

¿Qué hará Joey con esos bichos alados que siente en el estómago? ¿Hacemos aparecer de nuevo a Taki? ¿Quién vota porque Nozomi bese a Yugi?

Cuando muero de sueño, mis dedos escriben casi por sí solo y ponen un montón de estupideses. Jaja.

¡Besos!


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