Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cristales Rotos. por Keny-chan

[Reviews - 95]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡YA SE QUE NO TENGO PERDÓN NI DE DIOS NI DEL DEMONIO MÁS RETORCIDO! Dx

Hay varias razones por las que no he actulizado, pero ni las voy a decir porque sólo van a ser excusas. Pero, bueno, sufrí de un jodido bloqueo horrendo y por más que quería escribir y aunque ya sabía qué iba pasar, pues no más no. 

Pelelandome con la inspiración y esas cosas logré terminar este capítulo. Aunque en realidad dudo un poquito de su calidad u.u 

En fin, ya basta de tanto parloteo de mi parte. 

 

¡A leer! :D 

 

 

(Ya péguenme o algo)

Décimo cuarto acto.

Temerario.

 

 

 

 

 

 

Finalmente todo ese rollo del Congreso de Historia había llegado. Muchos ya habían presentado sus investigaciones. Unas buenas, otras malas y unas cuantas más, excelentes.

 

Veían tras bambalinas cómo Yami y Duke hacían su representación, tan sólo un fragmento, de lo que los registros cuentan, fue la Revolución Francesa.  Culminando la última escena, recibiendo una multitud de aplausos.

Para prácticamente detestarse, habían hecho un trabajo extraordinario.

 

Los siguientes eran Tristán y la joven Kimura. Pasando a la tarima.

 

Yami llegó hasta donde su pequeño -ahora novio- le esperaba. Regalándole un reservado beso en la mejilla.

 

Un rubio y un pelinegro miraban atentamente a la nueva pareja. Joey con una sonrisa satisfecha y feliz. Nozomi, les veía tranquilo.

 

—   Lamento haberte pedido semejante favor, Nozomi. — susurró, mirándolo agradecido.

—   No te preocupes. Sabes que cuando se trata de ti, no puedo negarme. Tú me ayudaste mucho más en el pasado. Es lo menos que podía hacer. — respondió sonriendo, recordando cuando el rubio le había rescatado cuatro años atrás. Cuando se conocieron por mera coincidencia, aunque eso nadie en la escuela lo sabía.

—   No es para tanto. Pero estoy contento de que tú y ella estén bien. Por cierto, ¿no se molestó?

—   Para nada, una vez le expliqué era un favor que tú me habías pedido, no se quejó. — rió por lo bajo. Casi le había montado una escena de dorama barato.

—   Me siento tranquilo. Al menos éste tipo de cosas puedo hacerlas sin errar. — musitó, observando a sus amigos una segunda vez. Y por un pequeñito segundo, los envidió.

—   Es increíble que calcularas y predijeras hasta el más mínimo detalle. Todo salió tal cual me mencionaste. — admitió.

—   No fue tan complicado. Después de lo que pasó entre Yami y yo, me dediqué a observarlo más atentamente. A Yugi ya lo conozco como a la palma de mi mano. Y a nuestro faraón simplemente había que empujarle al borde de la paciencia. Yugi, aunque tomara en cuenta tu amabilidad, no se olvidaría de él tan fácilmente. Es más, estoy seguro que lo seguiría amando por varios años más, aún si nada hubiera cambiado. Es sólo que yo no podía soportar verlos así. Les quiero a los dos. Son mis amigos más preciados y me sentía culpable por haber visto a Atem con otros ojos. Fue todo eso lo que me empujó a hacer esta jugada tan radical. Te estoy infinitamente agradecido, Nozomi. — expuso, aplaudiendo al notar que Tris había concluido su exposición.

—   ¿Cuándo dejarás de ser un idiota con el corazón tan noble? — preguntó el pelinegro, con sarcasmo.

—   Los idiotas no cambiamos, así que lo veo imposible — espetó, riendo por el peculiar cumplido.

 

Matsuyama suspiró. ¿Wheeler acaso era un mártir o qué?

—   ¿Ya harás algo por ti o no?

—   Lo decidiré una vez termine todo esto. Te toca.

Lo miró no muy convencido. Pero no podía hacer nada, Joey era terco y con creces. Se encaminó a la tarima del auditorio, acompañado del pequeño Motou.

 

 

 

 

 

 

 

Unos fuertes brazos rodearon su cuello y sintió un nuevo peso contra su espalda.

 

—   ¿Estás nervioso, Cachorrito?— preguntó una voz a su espalda.

—   Duke.

 

El rubio sólo necesitó verlo de reojo. Devlin le obsequiaba su característica sonrisa.

 

—   Tan sólo un poco. Tú y Yami han hecho un trabajo impresionante. Me sorprende que no se mataran en el trayecto. Felicidades.

—   Gracias. — contuvo la carcajada que se le venía al escuchar su comentario. — Por cierto, ¿Te gustaría festejar conmigo? Ya sabes, que estas semanas de martirio para ambos han terminado. — preguntó soltando su aliento en el oído de Joey.

 

Él, sintiendo tal caricia indirecta, se sobresaltó. Las imágenes de aquella noche llegaban con más nitidez de la que hubiera querido. Primero maldecía a Temple, después maldecía a Duke, pero principalmente se maldecía así mismo.  

 

No es que no lo hubiera disfrutado. Sin embargo, tal y como ahora estaban las cosas, no podía evitar sentirse mal. Wheeler era un cabrón desinteresado en muchos aspectos, pero el “amor” no entraba en ese aspecto.

 

—   ¿Y bien, Joey? ¿Vienes conmigo después de esto?— preguntó el de orbes jade, impacientándose. Retiró un brazo del cuello del rubio, se acomodó de frente  y lo ciñó en la cintura de éste.

—   Yo… no lo creo. Hoy no puedo, hay mucho que hacer en el restaurante. — respondió intentando tranquilizarse.

—   ¿Estás seguro? — acercó sus delgados labios a los contrarios, con obvias intenciones.

—   Wheeler, deja de jugar. Es nuestro turno— llamó Seto, que iba llegando, terminando de colocarse el saco del uniforme.

—   Carajo— resopló el aludido. Puso su mano sobre la boca de Duke y se zafó de su agarre— Estoy seguro. Perdona Duke, tal vez luego. — ¡¿Quién estaba jugando, estúpido niño rico?! — reclamó una vez junto al castaño.

 

Devlin los observó caminar a la par; la boca de uno insultaba al otro, pero ambos se miraban significativamente, como si juntos fueran felices.

Gruñó. Marchándose, algo asqueado.

 

 

 

 

 

 

 

 

El público se quedó sin habla al ver a esos dos, juntos, presentando su trabajo de investigación. Era muy bien sabido por al menos media humanidad que Kaiba y Wheeler se odiaban prácticamente a muerte. Pero fue aún más difícil creer que hubieran colaborado a la par para obtener semejante trabajo. Y que estuvieran allí parados sin tirarse mierda verbal el uno al otro.

 

Al final de la presentación del cortometraje que hicieron, en el cual ambos actuaron, dieron las gracias y se despidieron en completo orden.

La audiencia tardó unos segundos en procesar el “acontecimiento del siglo” para después aplaudir.

 

—   Les ha encantado— comentó Wheeler, sin poder asimilarlo.

—   Eso es obvio, perro. No hay mejor investigación que la nuestra. — respondió con una sonrisa ladina.

—   ¡Vaya! ¿Escuché bien? Has dicho “nuestra” no “mía”. — dijo con falsa admiración. — ¿Eso quiere decir que soy reconocido por el gran Seto Kaiba? ¡Ay, qué honor! — agregó, casi mordiéndose los labios para no reventar en carcajadas.

 

Seto le miró fijamente. Iba a responderle con algo venenoso, pero lo dejó pasar. Tendría que empezar a ser sincero si quería lograr formalizar esa extraña relación que se traían entre manos.

 

—   Es tal y como dices, Wheeler. — contestó con seriedad. Joey se quedó mudo. — Pero no te emociones tanto, sigues siendo un perro pulgoso, sólo que con cerebro. — golpeó la nívea frente del rubio con suavidad y se encaminó a la salida.

—   ¿Trabajo pendiente?

—   Algo así.

—   No te exijas demasiado. — pidió con cierta dulzura. Agh, Joey. Eres más repugnante que las princesas de Disney.

—   Lo mismo va para ti. — susurró, regalándole la más discreta de sus sonrisas. Y finalmente se marchó. Tenía cuentas que arreglar.

 

El rubio lo observó sólo un segundo más. Nadie estaba a su alrededor, sus compañeros ya tenía rato que se habían marchado. El tiempo se había terminado, ahora debía tomar una decisión: gritarle a Kaiba que le quería o no decir nada y volver a lo de antes. Suspiró.

 

—   ¡Jodidas reacciones bioquímicas de hipotálamo!— gruñó— Ah, excelente. Eso sonó tan nerd. ¡Me estoy volviendo loco! — tiró de su cabello con desesperación.

—   ¿Joey, te encuentras bien? — preguntó una vocecilla a su espalda.

—   ¡Yugi! Claro, ¿por qué? — cuestionó con torpeza.

—   No, bueno… no es nada. ¿Quieres que te acompañemos a tu trabajo? — preguntó su pequeño amigo, Yami apareció en seguida.

—   Si quieren venir, por mí no hay problema.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

—   ¿Cómo te fue?

—   Mucho mejor de lo que esperaba. — respondió a la par que transportaba algunos platos sucios a la cocina.

—   Oh, que sorpresa. Entonces, ¿ya le declararás amor eterno al gato de carácter insoportable?— preguntó Taki, cargando manteles limpios.

—   Eres tan gracioso— acotó con ironía. — Sigo pensándolo, así que no molestes.

 

El mayor estaba por agregar una burla más, cuando un repentino alboroto les sorprendió. En el restaurante se escuchaban algunos gritos difícilmente contenidos y exclamaciones nerviosas. Ambos salieron, con la intención de averiguar qué era lo que estaba pasando.

 

En medio de la recepción se hallaba un hombrecillo sucio y encorvado. A causa de la tierra en su rostro era complicado calcular su edad, pero por lo poco que se podía apreciar  de sus rasgos, no era demasiado adulto, pero tampoco tan joven. Una mano escondida en el viejo abrigo, que no anunciaba algo bueno.

 

Taki se colocó cautamente detrás de la caja registradora. Donde se encontraba escondido el botón de emergencia.

 

—   ¡SAL DE UNA JODIDA VEZ, VIEJO TRAIDOR!— gritó con voz colérica.

 

Dio un paso al frente, recorriendo el lugar con mirada ansiosa. Buscando a la izquierda, a la derecha. Avanzó un poco más, trastabillando. Un olor a fermentación afloraba de su cuerpo.

 

Joey, sin pensarlo mucho, se irguió frente a él, a una distancia considerable.

 

—   ¡MUESTRA LA CARA, VEJESTORIO DE MIERDA!— al reparar en la presencia del rubio mesero, mostró con torpe histeria una navaja.

—   Señor, le pido de la manera más atenta, baje el cuchillo— habló Wheeler, cautelosamente.

—   ¿Qué sucede, Joseph? — preguntó su jefe, apareciendo en la escena.

—   ¡Señor, aléjese!  — le cubrió, manteniéndolo a raya detrás de su espalda.

—   ¡Entrégamelo! ¡ENTRÉGAMELO! — gritó agitando la mano armada.

 

El sujeto les miraba con los ojos inyectados en furia. La navaja se movía erráticamente, en esa mano sucia que se convulsionaba peligrosamente. Taki veía la escena, atento, nervioso, asustado y listo para presionar el botón. Debía hacerlo, pero los ojos marrones de Joey le decían que esperara. ¿En qué momento había empezado eso?

 

Los comensales también permanecían quietos, atemorizados y atentos. Todos de pie, con los miembros temblorosos.

 

El rubio intentaba respirar con normalidad. La situación era demasiado grave. Y lo más importante era mantener la seguridad de los clientes y el dueño. Él estaba preparado para pelear, pero había muchas vidas en riesgo. Y no entendía la razón por la que ese hombre se encontraba allí, amenazando y gritando.

 

Suspiró, debía pensar con claridad. Dedicó una mirada fugaz a su hermano, éste le pidió, en medio del mutismo, continuara firme.

 

—   Por favor, baje el arma. — repitió.

—   Entrégalo, entrégalo, entrégalo… — repetía en un trance insano.

—   Tranquilícese. — retrocedió, empujando a su jefe.

—   Joseph… él es…

—   Luego me dice. Lo tengo bajo control.

 

 

Tanto hombres como mujeres estaban al borde del pánico. Esa escena de indecisión era exasperante. Una mujer, de la mesa más cercana al intruso, envuelta en un incontrolable temblor, perdió la razón. Gritando desesperada.

 

—   ¡Cállate, puta! — con la intención de acallarla, encaminó el arma hacia la mujer, acercándose con relativa velocidad.

 

Joey, aprovechándose de su distracción, empujó al dueño y se abalanzó contra el atacante, derribándolo. Justo a tiempo para salvarla. Más no contó con la fuerza de su oponente.

 

—   ¡Joey!

 

El pánico, que había estado al margen hasta el momento, se desató. Los clientes se movieron al fondo del establecimiento, guiados por lo demás empleados.

 

Wheeler luchaba contra el perturbador, forcejeando trabajosamente. Intentando desarmarlo, sin mucho éxito.

 

Taki había presionado el botón de emergencia, llamando a la policía y se apresuraba a ayudarle a su hermano, cuando éste irguió el torso, victorioso, después de propinar una serie de puñetazos, dejando inconsciente a su contrincante.

 

 

Pero sintió cómo el universo empezaba a moverse, mareándole.

 

—   ¡Joder, Joseph!

 

El castaño llegó hasta él, sosteniéndole. Su vista se nublaba con cada segundo que corría.

—   ¿Qué demonios? — susurró, percatándose de un dolor insistente en su anatomía. La navaja de ese bastardo estaba envainada en su cuerpo.

 

Sintió a Taki recargarlo contra sí, tembloroso. Acariciándole al cabello.

 

—   Los inútiles oficiales vienen en camino, resiste, ¿bien?  ¡Señor Kuudo pida una maldita ambulancia! — éste obedeció enseguida, aún dentro del shock.

 

Joey intentó reincorporarse.

 

—   Ugh. Creo que esta vez… me pasé de temerario. — rezó con dificultad.

—   No hables idiota. Y deja de sonreír. Ni siquiera cierres los ojos o te golpearé. — advirtió con una sonrisa complicada.

—   Sí.

 

 

 

 

 

Taki veía a los paramédicos atender al rubio para apresurarlo a urgencias. Tomó el teléfono de su hermanito y marcó.

 

Esperó el tono tres veces.

 

 

 

 

¿Kaiba?

Notas finales:

¿Y, qué tal? Yo no sé. Me gustó y no me gustó. xD Tal vez porque sigo peleada con la inspiración y eso. Pero me esforzaré pata el siguiente porque viene algo crítico. 

 

Y por cierto, al fin pude incluir ésta última escena que tenía medio escrita en un borrador desde que estaba en el séptimo acto ¬¬#

Que según sería parte del capítulo 11 y pues no más no. 

Ara, ara. 

 

Espero sus comentarios. ¡Y muchas gracias por los anteriores! 

Ahora sí espero poder actuazalir pronto, o no sé, me tiro a un pozo o algo. 

 

¡Besos y de nuevo uns disculpa por la demora! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).