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Cristales Rotos. por Keny-chan

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Notas del capitulo:

Creo que ya se formó un nuevo universo y yo apenas llegando con el epílogo. ¡Perdóoon! ~ Soy tan novata escribiendo lemon que me tardo milenios en encontrar inspiración y las neuronas suficientes para hacerlo Dx 

Ni en el Olimpo me perdonan, eso seguro. 

En fin, mucho blah, blah, blah. Aquí está, lo prometido es deuda. (Y con intereses).

Acto Extra

No me voy a romper

 

 

 

 

—     ¡Estoy harto de esta faja! — bufó, entrando a la enorme habitación.

—     Ya podrías dejar de quejarte, Cachorro. — dijo Kaiba, entrando tras él, encendiendo tan sólo las lamparillas sobre los burós laterales a la cama. — Hoy puedes despedirte de ella.

—     ¡Al fin! — clamó, para después acercarse a la ventana y observar el hermoso jardín, bañado por luz lunar.

 

Se quedó callado, concentrado en contemplar y disfrutar de esa tranquilidad que desde hacía semanas experimentaba. Sólo perturbada de vez en vez por alguna travesura de Duke.

Unas cálidas y enormes manos se ciñeron alrededor de su cintura, con desmesurada delicadeza, como si temieran provocarle algún dolor. Sonrió con jodida amplitud. El mentón de Seto se dejó caer sobre su hombro, dejando los labios de éste junto al oído del rubio.

 

—     ¿Qué encuentras tan interesante en el jardín?— susurró. 

—     Todo. — respondió. — Y nada, realmente.

—     Tienes algunos pasatiempos un poco raros, Wheeler. — pronunció con mofa. Joey rió con él. Y volvió a silenciar.

 

Los grillos se hicieron escuchar desde fuera. No era más de medianoche, el cielo permanecía ligeramente nublado, más no lo suficiente como para cubrir por completo el firmamento.

 

—     ¿Me ayudas con la faja? — solicitó en un suspiro.

—     Un placer.

 

Coló ambas manos bajo la delgada polera roja del rubio. Topándose de inmediato con el tacto del estorboso opresor del chico. Acarició con paciencia la rugosa tela elástica, trasmitiendo una fracción de su calor al vientre de Joey.

Un leve quejido afloró de sus labios.

—     ¿Te lastimé? — interrogó, deteniéndose de inmediato, preocupado.

—     No. Estoy bien, sólo… — se ruborizó.

—     ¿Se siente bien? — preguntó. Aunque en realidad entendía a qué se debía la vergüenza del otro.

—     Cállate… Pero sí, se siente bien. — dijo, mirándole profundamente con los labios curvados.

 

Viéndose atraído por esa boquita, se deshizo de la distancia entre ambos. Acudiendo a él en un ardiente y desesperado beso. Joey se acomodó bien entre los brazos del castaño. ¡Cuánto había esperado por sentirlo así de cerca!

Kaiba, tentando poco a poco, dio con los ganchillos que sujetaban la faja. Desprendió uno a uno, logrando al fin deshacerse de esa cosa del demonio. La nívea piel del ojimiel había quedado marcada con ligeras líneas. Arrastró las uñas por todas ellas, con cariño. Wheeler suspiró una vez más, sobre sus labios.

 

—     La cama. — indicó el ojiazul.

 

Le empujó, siempre con precaución. Aún dudaba si continuar. Desde el incidente percibía a Joey tan frágil. Sabía que no lo era y en muchas ocasiones el rubio le había reprendido por—según él— tratarlo como a una princesa. ¿Pero qué esperaba? Él temía perderlo.

El rubio se dio cuenta de su indecisión, le tomó el rostro y le hizo despertar. Se estiró todo lo que pudo, y depositó un corto beso en esos labios canela.

 

—     ¿Qué pasa, ricachón? No me voy a romper. — aseguró — Así que, ámame aquí y ahora. Sin contenerte.   

 

Se dejó caer de nuevo sobre el colchón, esperando por él. Seto le mostró una sonrisa. De esas que sólo le dedicaba a la persona que amaba.

 

—     Incluso ahora, que estoy a nada de devorarte, ¿quieres sonar genial?— musitó, divertido.

—     El hecho de que me deje estar debajo no quiere decir que tengo que volverme del todo manso, ¿no?

—     ¿Ah sí?

 

Sin avisar, apresuró los dientes al cuello de Wheeler, mordiendo con avidez. Provocando un escandaloso gemido en él. Más no se detuvo.

 

—     Querías que te amara, aquí y ahora. Y eso voy a hacer.

 

Apagó las pocas luces encendidas, con el control remoto. Quedando casi en total penumbra. La luna, así como iluminaba el jardín, los iluminaba a ellos. Joseph, sólo por unas micras de segundo se arrepintió de haberlo provocado, no obstante, la intensidad con la que esos lagos le miraban, le despejó cualquier signo de flaqueza. Y sin querer quedarse atrás, rodeó al mayor por el cuello, atrayéndolo hasta él, derrumbándolo sobre su propio cuerpo.

Ninguno dijo más, no era necesario.

 

Con sólo saberse allí, tan próximos, la temperatura de sus cuerpos se disparó. Llamándolos al deber. Unieron una vez más sus labios, sin delicadeza pero sí con mucha pasión. Mordiendo, marcando, proclamando su territorio.

Sus lenguas, con vida propia se aventuraron a un fiero encuentro. Enrollándose deliciosamente. El aire entraba intermitentemente a sus pulmones, concediéndoles el poder de seguir besándose sin verdadera interrupción.

Las manos de Joey, con una abrumadora agilidad, despojaron al empresario de su polera azul naval. Dejando al descubierto ese amplio pecho apiñonado. Una ligera capa de sudor ya le cubría la piel.

Joey sonrió en el intervalo de un beso y otro. Recorrió el marcado abdomen sin inhibición. Un descuidado quejido se ahogó en la garganta del castaño. Le fascinaba ese tacto.

 

Hizo lo propio con su cachorro, deseando tomar ventaja. Así que le desvistió por completo, aprovechando el trance placentero en el que se encontraba el rubio. Abandonó su boca y se ocupó de otras regiones de esa anatomía que le enloquecía.

Lamió la perfecta clavícula, mordisqueó ambos pectorales y pellizcó cada pezón hasta enrojecerlos.

 

—     ¡Aah!— exhaló.

 

Reemplazó los dedos con la boca. Estimuló primero uno, deslizando la lengua con lentitud tortuosa a manera de círculos, para enseguida atrapar la tetilla con los dientes y tirar.

—     ¡AH!— se apresuró a cubrir su boca con una mano.

—     Déjame escucharte. — susurró a su oído y de inmediato pescó el lóbulo con los labios.

—     Ngh.

 

Su mano descendió a todo lo largo de ese cuerpo. Paseándose entre muslo y muslo, sin tocar lo que en realidad ya ansiaba probar.

—     … Seto.

 

Sus piernas se movieron por impulso, enredándose cual constrictor a la cadera del ojiazul. Buscando mayor intimidad, necesitaba más contacto. Kaiba sólo disfrutaba torturándolo, haciéndole desearlo más de lo que ya lo hacía… Si era posible.

Con toda su fuerza, que era bastante a decir verdad, logró volcarlo. Invirtiendo sus posiciones.

 

—     Deja ya… de fastidiarme. — acotó con la respiración dificultada.

—     No lo hago. — afirmó con sorna.

 

Las manos canelas volvieron a moverse sobre la piel marfil. Delineando la cintura, llegando hasta las caderas, dibujando el perfecto contorno del trasero del cachorro. Éste, olvidando su rebelión, se dejó llevar despacito por el cariño en las caricias obsequiadas. Suspiró y volvió a suspirar.

Sentado sobre el miembro del castaño, que permanecía guardado dolorosamente bajo las prendas, Joey sintió su dureza y todo su ser vibró.

—     Quítate el pantalón… te necesito. — gruñó placentero.

—     Tu impaciencia, agh, resulta adorable, Cachorro. — le atrajo hasta su boca, sin tocarlo — ¿Por qué no me ayudas?

 

Joseph asintió. Se movió, sólo lo suficiente, arrancando el molesto pantalón y la ajustada ropa interior. Y aprovechó para juguetear como el travieso pequeño canino que era. Usando su mano, se aferró al palpitante miembro de Seto,  él gruñó y se removió complacido. Joey sonrió. Se acomodó una vez más sobre el empresario.

Las prendas que aún se ceñían al cuerpo fueron desapareciendo paulatinamente, encontrando su destino en algún errado lugar del alfombrado. A pesar del colosal tamaño de la habitación que en ese momento compartían, su flameante pasión se condensó en las ventanas, empañándolas.

—     … Joey.

En el empeño de cumplir ese deseo, fueron tan lento como sus consciencias les permitieron. Seto no quería perder ni el más mínimo de los detalles de esa primera vez que, al fin, consumarían. Por su parte, Wheeler se dedicaba a mantener su mente sólo parcialmente desconectada, dando completa libertad a su sensibilidad, pero aferrando a tierra su memoria.

—     Lo lamento, Cachorro. Necesito entrar. — susurró. Con cuidado, puso una de las piernas de su amante sobre el hombro, atento a cualquier signo de dolor. Repitió al saber que había luz verde.

—     Seto, cariño. Que te digo que no me voy a romper. Es más, sé un tanto salvaje, ¿vale?—pidió, mostrando dos perfectas hileras de blancos dientes.

—     No acepto reclamos mañana. —advirtió.

El rubio asintió, haciéndole saber su urgencia. Kaiba volvió a acomodarse hasta encontrar la postura y el ángulo más cómodos para los dos. De preparación ya había hecho suficiente. Acogió su miembro y lo encaminó a la entrada donde le esperaban. Empujando poco a poco, estremeciéndose en el proceso, percatándose de las reacciones de su pareja.

Cuando hubo estado todo dentro, que la casita estrecha que ahora le envolvía había dejado de transmitir el típico dolor que producía la despedida a la virginidad, cuando esos ambarinos ojos le concedieron, prosiguiera, abrió paso a una danza de rítmicos vaivenes.

No lentos y no bestiales.

La laringe del ojimiel se transformó en una caja musical. Emitiendo alaridos placenteros en todas las escalas posibles. Erráticas palabras que tenían por objetivo el incitarle a más, muchísimo más.

Seto apenas guardaba consciencia. Tenerlo allí, consigo, de esa manera tan íntima, tan completa, tan de ensueño le revolvía el estómago en uno y dos mil sentimientos. Se sentía complementado y dichoso, como nunca. Los pálidos y sudorosos brazos se aferraron a su cuello otra vez.

Quiso poder practicar todo tipo de posiciones y jueguitos eróticos, pero no sería esa noche. Al fin y al cabo tenían toda una vida para poder experimentar cuanto se les antojara. Hoy, podían tan sólo preocuparse por entregarse y amarse primeriza y torpemente.

Y como había pedido Joey, las embestidas fueron aumentado su bravura, hasta lo inconcebible.

—     N-no podré… por más…

—     Déjate llevar, Joey. Sólo…ngh… déjalo salir.

Una última penetración, la más profunda. Y el orgasmo llegó para ambos, como una explosión de fuegos artificiales. Intensa, hermosa y suya.

 

 

 

Se tiró a un costado, intentado laboriosamente recuperar el aliento. El rubio a lado suyo, le imitaba. Una sonrisa traviesa, cómplice y feliz se les instaló en los labios. Sus dedos se entrelazaron por acto reflejo. Se volcó ahora de lado, para mirarle a los ojos. Joseph modelaba las mejillas al rojo vivo, el cabello mojado y pegado a la frente.

Con los dedos libres empujó unas cuantas doradas hembras, despejando el área. Se inclinó un poquito y lo besó tiernamente.

—     Insisto en que es raro verte actuar tan dulcemente. — dijo.

—     ¿Quieres acaso que te trate mal?— cuestionó frunciendo el ceño.

—     No me malentiendas. Es nuevo, me encanta. ¿Vale? — rió quedo.

—     Más te vale. — respondió de la misma forma.

Callaron, se miraron por largos minutos.

—     ¿Sabes? No puedo creer que me ames. —susurró Joey empezando a sentirse adormilado.

—     Soy yo el que no puede creer que me ames. Pero has dejado claro que lo haces y no puedo estar más agradecido. Por ello y por permitirme a mí mismo quererte como a nadie. — murmulló, haciéndole mimos para dormir.

—     Qué cursi eres. —soltó entre risas muy bajitas.

—     Mira quién lo dice. Buenas noches, Cachorro. Hasta mañana. —dijo, atrayéndolo hacia su pecho y regalándole el último beso del día.

—     Hasta mañana, Seto. Ya sabes, te amo.

—     Y yo a ti.

 

 

Qué maravilloso era saber que cada noche sería así. Por el resto de sus vidas. 

Notas finales:

¡Ta-dá!~ 

Sí, me salió insultantemente corto. Y para lo que me tardé ;A; Insisto en que no tengo perdón. Y quedó un tanto cursi, pero no sé, como que sentí que lo ameritaba xD 

Sin mucho que decir en realidad, les mando millones de besos y el doble de disculpas, si alguien lee ésto, y si le gustó, espero poder leer su opinión, la que sea. 

<3

 


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