Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cristales Rotos. por Keny-chan

[Reviews - 95]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola de nuevo personas. 

Les traigo el segundo capítulo, tal vez tenga faltas de ortografía. Espero lo disfruten. 

 

Segundo acto.

Agrega al Faraón a la ecuación.

 

—   ¿Sucede algo, Yami? — preguntó un pequeño de ojos amatista. Que cargaba una bolsa con lo que parecía la cena de esa noche.

—   Nada. Apresurémonos, muero de hambre.

 

Después de aquello, se dirigieron inmediatamente a casa. Donde tomaron alimentos antes de ir a la cama.

Yami, en su habitación repasaba una vez tras otra lo que había presenciado en aquel parque.

Duke había hecho su jugada antes que él. Si bien eso lo dejaba en desventaja no era partido perdido.

 

Él como tal, jamás había sido especialmente cercano al rubio. Lo era Yugi, pero no él.  Y a pesar de que Joey era tan amigable con todos ellos, a Yami se le complicaba lograr acercamiento por cuenta propia.

Sin embargo, ahora tenía que cambiar ese aspecto de sí mismo si deseaba “ganárselo”, por así decirlo. Por desgracia Devlin era hábil en la materia, lo cual lo dejaba en desventaja nuevamente.

 

Prefirió dejar de darle demasiadas vueltas al asunto y dejarse llevar por los impulsos. Porque, después de todo, así se manejan los humanos por naturaleza.

 

 

Al día siguiente. Yami advirtió a su réplica miniatura que le daría alcance en la escuela, pues tenía asuntos que tratar antes.  El pequeño, extrañado, aceptó y se adelantó.

Una vez que Yugi se hubo marchado, Atem salió por la puerta trasera de la tienda. Primero dejó que se perdiera de su alcance visual. Y después él mismo emprendió marcha hacia el instituto.

 

 

En otro lugar de la ciudad, Joey había despertado. Procesando con preciso cuidado los sucesos del día anterior mientras se dirigía a la escuela. Se reprochaba así mismo el hecho de haberle seguido el juego a Duke. Eso lo hacía dudar más de sus sentimientos y de sí mismo.

No obstante, antes de llegar a su destino, tropezó con Yami (sin darse cuenta). Quien caminaba unos pasos más adelante.

—   Lo siento. No me fijé. — levantó la mirada, percatándose de la identidad de su obstáculo vial. — Yami, eres tú. ¡Qué hay! — saludó enérgico, pero ligeramente cohibido. Yami le provocaba aquello. De cierta forma, era intimidante incluso para él.

—   Buenos días Joey. ¿Dormiste bien? — preguntó al notar las ojeras bajo sus ojos.

—   ¡Qué rayos! — le regaló una sonrisa bromista. — ¿Por qué lo dices, tengo mal aspecto?

—   En absoluto. Sólo unas pequeñas bolsas. Justo aquí y aquí. — tocó las zonas pronunciadas.

—   Ahora que lo mencionas, tuve pesadillas. Por ejemplo, que me llevaba bien con Kaiba y que éramos los mejores amigos del mundo. ¿Puedes creerlo? — enunció, primero mostrando una expresión de fingido pánico, que provocó una risilla en Yami, después le dedicó una segunda sonrisa perlada.

—   ¿Hablas en serio? —

—   ¡Claro que no, idiota! — golpeó el hombro del más alto con suavidad.  No se había percatado antes, pero Yami ya era incluso más alto que él. — Apresurémonos, llegaremos tarde.

—   ¡No puedo creer que te escuché a ti, Joey Wheeler, decir semejantes palabras! — se mofó el de pupilas violetas.

—   ¡No es tan raro! No espera… sí lo es.

Entraron por el portón entre risas. Dos pares de ojos les observaban con detenimiento. Unos orbes azules, molestos y dubitativos. Otros verdes, celosos y enfurruñados.

 

Al llegar al salón, aun riendo, se encontraron al resto de la pandilla feliz. El rubio descubrió que platicando con Yami se sentía tranquilo y despejado. Ese día Tristán cambió de lugar con el faraón. Permitiendo a éste sentarse junto a Joey en clases.

Para los demás fue algo particularmente nuevo verlos tan unidos. En especial Yugi, que de alguna forma se sentía relegado. Sin embargo no dijeron nada, porque vieron al rubio tranquilo y feliz. Y para ellos eso era suficiente. 

No obstante, Duke a pesar de no objetar nada, no estaba contento con el acontecimiento. Él ya presentía la entrada del faraón al “juego”. No se le antojaba peligroso, así que lo dejó pasar.

En cambio, Kaiba sentía la molestia atorada en la boca del estómago. Había sido ignorado, como todas las mañanas. Como todas las mañanas de la semana anterior.

Agregado a ello, el perro ahora jugueteaba con el estúpido de Atem. ¿No era suficiente el dado? Con eso, la duda de si el rubio era gay o no, continuaba latente en su cabeza.

 

 

A Wheeler le tocaba hacer la limpieza del salón de artes. Donde habían tenido su última clase del día. Se disculpó con sus amigos y los despidió. Tomaron sus cosas y comenzaron a salir.

—   ¿Vienes Yami? — le preguntó el pequeño Yugi, observándolo profundamente.

—   Puedes irte antes, Yugi. Quiero pasar a la librería de regreso a casa. — se excusó el mayor. Yugi, asintió y se fue con el resto.

Se encaminó hacia Joey. Que guardaba sus útiles.

—   ¿Yami, no te has ido? — preguntó al verlo aún allí.

—   Pensaba esperarte. ¿Quieres que regresemos juntos? Hoy no tienes trabajo. — propuso, sereno y con una sonrisa.

—   ¿Por qué no? Me parece bien. — aceptó, devolviendo el gesto.

Ninguno, se había dado cuenta que tanto Kaiba como Devlin aún permanecían en el aula. Estudiando su interacción.

—   ¿Quieres ayuda? Hoy no vino Sakamoto, y se supone que se quedaría contigo hoy.

—   Si no es mucha molestia. — repuso con una sonrisa más.

—   Qué va.

—   ¡Gracias! Iré por las escobas. — salió del salón, seguido de cerca por el castaño.

 

En el almacén. Joey tomó las escobas correspondientes a su clase. Cuando quiso salir fue obstaculizado por el joven empresario.

—   ¿Así que hoy toca con el faraón, perro?

—   ¿Qué quieres Kaiba? Estorbas. — reprochó el rubio con el entrecejo fruncido y una voz molesta.

—   Respuestas.

 

En el salón.

—   ¿Así que decidiste no acobardarte, eh Yami? — preguntó, colocándose frente a él con una sonrisa sarcástica en el rostro.

—   Y tú no pierdes el tiempo, ¿no’

—   Oh vamos, no seas así. Simplemente no desperdicio oportunidades, igual que tú. — amplió su sonrisa.

—   ¿Y qué si es así? El campo el libre y no existen reglas de prohibición. La decisión no está en nosotros.

—   Cierto. Pero, ¿por qué no simplemente aceptas los sentimientos del enano de Yugi y me dejas sólo a Kaiba como oponente? — se cruzó de brazos, profundizando la mirada.

—   ¿Kaiba?

—   Eso dije. Él aún no se da cuenta. Pero en cuanto lo haga será un fuerte enemigo. Considerando lo posesivo que pueda llegar a ser. — repuso, cambiando su expresión alegre por una seria.

—   Vaya contratiempo. Sin embargo, me da igual. Y cómo maneje lo sentimientos de Yugi no te concierne. No pienso abandonar. — afirmó.

Guardaron silencio unos momentos. Sin embargo, se percataron del tiempo transcurrido.

—   Está tardando demasiado.

—   Ese maldito de Kaiba— resopló Duke. Se encaminó a la puerta con la intención de ir a buscarlos. Pero no fue necesario, al abrirla se halló a Joey frente a él.

—   ¡Duke! — respingó al encontrarlo allí.

—   ¿Qué le pasó a tu mejilla, cachorrito? — acarició dulcemente con el pulgar el área enrojecida.

El rubio estaba agitado. Parecía a punto de soltar lágrimas, pero la caricia del pelinegro le tranquilizó los nervios.

—   No fue nada. Me golpee la cara con las escobas. — tomó la mano del ojos de jade y la retiró sutilmente, recordando que Yami así ahí. — ¿Qué haces aún aquí? — arqueó una ceja.

—   Nada. De hecho ya me voy. Los veo mañana. — despidiendo a ambos con la mano, se retiró.

—   Disculpa la tardanza Yami. Toma. — entregó la segunda escoba y se dispuso a limpiar.

—   Joey.

Lo haló del brazo. Pidiendo que lo mirase.

—   ¿Cómo fue te hiciste esto? No fue con las escobas.

Deslizó delicadamente la punta de sus dedos por la misma zona que había acariciado Devlin.

El rubio sintió escalofríos. Nunca había visto a Yami actuar tan familiarmente con nadie que no fuera Yugi.  Pero recordar cómo y quién lo había golpeado, le hacía enfurecer hasta el grado de querer llorar. No respondió. Agachó la mirada, temblando, resistiendo las lágrimas.

Yami, al ver esos hombros delgados agitarse casi con violencia, lo atrajo hacia sí, envolviéndolo en un abrazo.

—   Si no quieres decirme, está bien. Pero tranquilízate. — le pidió, acariciando la rubia melena.

Joey se sintió a salvo; protegido. El mayor le transmitía precisamente eso. Y sin poder resistir más, dejó caer las lágrimas en silencio. Aferrado al faraón. Quien continuó haciéndole mimos, como a un niño pequeño, hasta que paró de llorar.

Limpió su rostro y besó su mejilla débilmente amoratada.

—   Déjame cuidar de ti. — susurró Yami a su oído.

Se separaron y llevaron a cabo sus deberes. Se marcharon poco después. Y se encaminaron a sus respectivas casas.  


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).