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Cristales Rotos. por Keny-chan

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Notas del capitulo:

Buenas tardes, ya les traigo el tercer capítulo. Como siempre espero, les guste. 

Gracias a las cuatro personas que han dejado sus comentarios.

Puede heber faltas de ortografía, nuevamente me disculpo.

 

Tercer acto.

Yo y mi torpeza.

No pudo dormir jodidamente nada. Eso de pensar en tantas cosas a la vez era un dolor de cabeza.  Durante su noche en vela, Joey había descubierto algo muy importante y peligroso.

 

Había mostrado a tres personas distintas, tres aspectos suyos que le gustaba mantener bajo llave.

La primera. Había mostrado a Duke la porción absolutamente tímida de su personalidad.

La segunda. Le había mostrado a Yami el lado más sensible de su ser. Peor aún, le había visto llorar.

Y tercera. Había enseñado a Kaiba la peor de sus debilidades. Se había mostrado ante él, temeroso. Sí, esa era la peor de todas. Se había humillad a sí mismo, frente a su más grande enemigo.

—   ¡Maldición!

Y todo por tener un lío sentimental. No sólo ser  gay era difícil, ser humano lo era aún más.

Se sentía atraído por Duke, por Kaiba y un poco por Yami. — No sólo te gustan tres personas Joey, sino que tres HOMBRES.

Se dio un tope contra la cabecera. Volvió a sentarse, recargando la espalda en la almohada para poder abrazar mejor sus rodillas.

Pensaba en Kaiba y en lo que había sucedido en el almacén el día anterior.

—   ¿Qué quieres Kaiba? Estorbas.

—   Respuestas.

—   ¿Respuestas?  — le miró, sin comprender— ¿Qué sé yo que sea de tu interés, ricachón? — no soportaba estar a solas con él. Era algo deprimente.

—   Momento Wheeler. Esto es lo que haremos. Yo pregunto, tú respondes. ¿Sencillo, cierto? Incluso tú puedes hacerlo. — repuso, cruzando los brazos sobre el pecho.

—   Ja. Como si realmente fuera a “obedecerte”. Muévete, tengo que llegar con Yami a limpiar el salón. — el rubio, hizo ademán de marcharse. Pero Kaiba, repentinamente enfadado le obligó a retroceder con un fuerte empujón y una sonora cachetada.

Joey quedó patidifuso. Sintió su mejilla arder, y el miedo recorriendo su cuerpo. Tenía la fuerza para defenderse, pero estaba seguro que, de hacerlo, le iría peor. Además el desequilibrio emocional que atravesaba no le hacía ser el mismo. Se quedó allí, entre el estante y el cuerpo de Seto.

—   Escúchame bien, perro. Vas a contestar todas mis preguntas. — el rubio le miró a los ojos y asintió. — Primera. ¿Acaso eres marica?

—   ¿Y qué si lo soy? — por más miedo que reflejaran sus pupilas, no hablaría con sumisión.

—   Repulsivo. ¿Estás saliendo con Devlin?

—   No. Y aunque saliera con él, no es de tu incumbencia. — el atrevimiento con el que hablaba el rubio, le hizo darle un puñetazo al estómago. Estaba cabreado, de verdad.

—   Cuida tu lengua, chucho. ¿Entonces sales con el imbécil de Yami?

—   No. — pronunció con dificultad. No comprendía a qué quería llegar el ricachón con tal interrogatorio.

—   ¿Te gustan? — preguntó, con una mirada extraña.

—   Sí… ¿Algún… jodido problema?

Kaiba entornó los ojos. Al rubio le temblaban las piernas debido al golpe que había recibido. Ver al CEO en ese papel, era chocante. El castaño seguía observándolo con una mezcla demasiado extraña de emociones.

Le había mirado fijamente durante escasos minutos. Escaneándolo, mientras él estaba nervioso. Después intentó besarlo. ¡Para burlarse de él!

¡Desgraciado Kaiba! Por culpa de ese intento fatídico de beso, él se había sentido furioso y frustrado. Llegando al extremo de llorar en los brazos de Yami.

¡Mierda, mierda, mierda!

Se abrazó otro tanto a sí mismo. Y después se levantó para ir a la escuela. Ni había dormido nada y llegaría terriblemente temprano.

 

 

 

En una mansión nada modesta. Seto Kaiba se encontraba adelantando trabajo desde su cama. Con la laptop reposando en una mesita sobre sus piernas.

Sin embargo, cierto acontecimiento no le permitía mantener toda la concentración.

—   ¿Te gustan? — preguntó, con una mirada extraña.

—   Sí… ¿Algún… jodido problema?

Entornó los ojos. Wheeler temblaba ligeramente, por la falta de aire.

¡Estaba cabreado! Pero cabreado en serio. ¿Por qué tenía que joderle el hecho de que  Wheeler gustara de los hombres? Él en realidad no era homofíbico. Pero en el rubio. Tal “condición” era inaceptable.

Y por lo que veía el perro era bastante popular entre los chicos. ¿Qué era eso tan maravilloso en él que llamaba la atención?

Era alto, sí. De cuerpo delgado, más no débil. Había visto su torso en los vestidores. Esa piel nívea, que lucía realmente suave. Las largas piernas que había visto siempre en deportes, muy bonitas para ser de un hombre.

Enseguida estaba esa rubia y desordenada melena que caía con gracia sobre sus hombros. Su cabello siempre despedía un delicioso olor a vainilla. Lo percibía cada vez que lo tenía cerca.

Después sus ojos. Grandes, expresivos, brillantes y alegres. Que de vez en cuando guardaban un toque de soledad y melancolía. Protegidos por las extensas pestañas doradas.  Esos ojos entre miel y avellana. Si les mirabas con atención, ejercían una poderosa fuerza de atracción.

Por último. Los labios. Finos, rosados, húmedos… besables.

Llegado a éste punto. Había recorrido todo el cuerpo frente suyo. Sus lagos se habían detenido en esos labios. Y llevado por el impulso, levantó la barbilla del más bajo. Intentando besarlo.

No obstante, Wheeler no se la había permitido y lo había empujado lejos.

—   ¡No te burles de mí, imbécil!— se marchó, enojado.

¿Qué había intentado hacer? ¿Por qué deseó besar a Wheeler?

Los labios, esos malditos labios. Le provocaron un escalofrío. Sin embargo, ser rechazado, hizo que su orgullo doliera.

Lo que más desconcertado le tenía, era que el perro había aceptado abiertamente que era homosexual. Y entonces se preguntó si ese estúpido rebelde ya habría tenido pareja, o si ya habría sido besado.

Le molestaba creer en respuestas afirmativas a ello. En un arrebato de adolescente común, golpeó su cara con la palma de la mano. Sólo para olvidar aquello que tuviera relación con el chucho Wheeler. Consiguiendo su objetivo, parcialmente.

Harto de teclear en esa posición tan cómoda., prefirió alistarse para el colegio. Tomando un baño, un deficiente desayuno y el coche.

Llegaría temprano. Como de costumbre.

 

 

 

Había llegado veinte minutos antes de la clase. Seguramente su profesora de matemáticas se desmayaría de la impresión al notarlo. Caminó hacia su salón. Abriendo pesadamente la puerta, encontrándose de frente con su persona menos favorita.

Kaiba al verlo pensó en hacer mofa de su inesperada puntualidad. Sin embargo, no salió nada del fondo de su garganta. Encontrándose a sí mismo, ignorado.

El rubio tomó asiento en su lugar. Fijando la vista en algún punto incierto de la ventana.  El silencio fue extremadamente incómodo a lo largo de diez minutos. Diez minutos durante los cuales el castaño se había dedicado a ver la delgada espalda de Joey.

Después de ese lapso. Los demás comenzaron a llegar. Sorprendidos por la presencia del ojos avellanos.

 

Yami y Yugi fueron los primeros en llegar. Atacando a su amigo con los buenos días. El antiguo faraón miraba preocupado al rubio, sentado frente a él. Yugi a su vez, con una sonrisa que no ocultaba su tristeza, miraba a su réplica.

Wheeler les sonreía con total naturalidad. El encuadre le irritaba. Poco, pero lo hacía.

Tiempo después llegaron la molesta castaña y el cara de mono; que saltó sobre Joey como todas las mañanas. El último en aparecer fue Duke. Que tomó su lugar junto al rubio.

El pelinegro había saludado son mayor efusividad que la acostumbrado a su compañero de pupitre. Cabreando al joven empresario. Hubiera dicho algo para molestarlos, pero la maestra que iba entrando al salón no se lo permitió.

Tal y como lo había supuesta Joey, la profesora hizo un gesto de querer desmayarse de la sorpresa. Provocando las carcajadas de todo el grupo.

De forma superficial, Wheeler actuaba normal. Pero para los ojos atentos, algo lo mantenía distante.

Estaba allí, pero su mente divagaba por parajes desconocidos.

Finalmente los primeros cuatro módulos pasaron sin pena ni gloria. Tocando las trompetas para la hora del almuerzo.

 

Joey salió con sus amigos, siguiendo la rutina acostumbrada. Pero se vio obligado a volver al aula vacía que sólo resguardaba a Kaiba. Maldijo el instante en que olvidó su comida en el pupitre.

Al verlo, se apresuró en su tarea, queriendo salir de inmediato. No obstante fue detenido. Como en ocasiones anteriores.

—   ¿Qué es lo que pasa contigo Wheeler? Tu actitud comienza a irritarme. — clavó sus lagos, en las pupilas del otro.

—   ¿Otra vez con eso, ricachón? ¿Por qué te interesa? ¿Te aburres si no te doy pelea? — resopló. Agotado ya del embrollo. Sintiéndose perturbado.

—   Exactamente eso. Joderte la vida es una forma de eliminar el estrés.

Habló con indiferencia. Provocando un estremecimiento en el cuerpo más pequeño.

Menospreciado, así se sentía después de escuchar semejantes palabras. Odiaba verse tan sensible.

—   Pues lo siento. Tendrás que conseguir a otra persona que actúe como relajante. Yo estoy harto de ti. Sólo eres una pérdida de tiempo. — replicó, intentando de nuevo, marcharse.

Cuando estaba por soltarse, el castaño lo asió por el cuello de la camisa. Acercando demasiado sus rostros.

La distancia entre los dos era tan corta, que sus alientos de mezclaban y chocaban en la mejilla contraria. Era una cercanía peligrosa. El corazón de Joey golpeaba furioso dentro de su caja torácica.

—   ¿Y eso lo decides tú? — estaba dispuesto a cumplir lo que no había podido en el almacén de las escobas.

No obstante. Fue interrumpido de nuevo.

—   Joey. ¿Por qué tardas tanto? — el faraón había entrado al aula.

Había ido a buscarlo debido a su tardanza. Y se encontraba con semejante escena desagradable.

—   Yami…

El castaño lo soltó y retrocedió.

—   ¿Qué se supone que estabas a punto de hacer, eh Kaiba?

—   Nada de tu interés, faraón.

—   Como sea. Ya déjalo tranquilo. — tomó el brazo del rubio y se lo llevó consigo.

Seto estaba frustrado, confuso y molesto.

 

 

—   Yami, puedo caminar solo. — repuso Joey. Con una mueca extraña. Había llegado hasta el patio trasero.

El más alto se detuvo, girándose para apreciarlo.

—   ¿Qué pasó allí dentro Joey?

—   Nada. gracias a que llegaste a tiempo. Te debo una. — le mostró una sonrisa. Pero el rubio lucía algo decepcionado, un poco aliviado y un tanto asustado.

—   ¿Qué sucede contigo últimamente? — lo atrajo a su pecho y lo abrazó, como hiciera el día anterior. — Pareces distraído, triste, ausente… frágil.

—   No es nada. — posó su rubia cabeza en el hombro del mayor.

—   Si no me dices no puedo ayudarte.

—   Te explicaré llegado el momento. Por ahora, permite que me quede así un rato más.

Atem no respondió. Se quedó así, haciéndole mimos en el cabello. Joey, por su parte, rodeó el cuerpo más alto. No había nadie en los alrededores.

—   Yami. Me avergüenza mostrarte ésta parte de mí. Es sólo que… me siento tranquilo. Seguro entre tus brazos. ¿Está mal esto? Sé lo que Yugi siente por ti y no obstante aquí estoy. Abusando de tu amabilidad… Es que necesito tanto este refugio. ¿Qué rayos pasa conmigo?

El de ojos amatista escuchaba muy atento. Y con ello su corazón se sintió regocijado. Esos delgados brazos se ciñeron a él con más fuerza. La calidez del cuerpo más pequeño lo llenó.

—   No es malo Joey. Toma de mí cuanto necesites.

El rubio lo miró, apenado. Regalándole una blanca sonrisa.

—   Gracias.

Susurró. Y el timbre sonó. 

Notas finales:

Por lo general el título del capítulo no tiene mucho que ver con e contenido del mismo. 

Saludos. 


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