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Cristales Rotos. por Keny-chan

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Notas del capitulo:

¡Buenas! ¿Cómo están?

Bien, les dejo el cuarto acto. Gracias por los comentarios a quienes los dejen, y gracias por quienes pasan a leer. 

Como siempre me disculpo por las faltas ortográficas, no tuve tiempo de hacer la corrección. Pero espero les guste éste capítulo. 

Besos. 

Cuarto acto.

Dado + Faraón + Dragón= Me lleva el carajo.

Duke fue a buscar al rubio. Usando como excusa la necesidad del ir al baño. No obstante, Yami se le había adelantado astutamente.

Los vio salir del salón. El faraón halando del rubio. Quiso seguirlos, pero prefirió ver al interior del aula.

Encontrando a Kaiba, arrojando las cosas de su pupitre.

—   ¡Maldito Atem! — gruñó, cabreado.

—   Tranquilo Kaiba, tranquilo. No hay necesidad de que destruyas la escuela.

—   Cierra el pico, Devlin.

Se miraron de frente. En el rostro del pelinegro permanecía esa sonrisa sarcástica, tan característica de él.

—   ¿Por qué se llevó a Joey?

—   Para tragárselo, seguramente. ¡Yo qué sé!

Duke entornó sus ojos jade. ¿Tragárselo? Y de pronto una pregunta desconcertó al castaño.

—   ¿No se suponía que Wheeler sale contigo? ¿Qué carajos hace con Yami?

—   Error. Pero me halaga que me des tu bendición antes que a Yami, Kaiba. — dijo, con un claro tono socarrón. El castaño le miró de mala manera. — Joey me gusta y se lo dije. Pero no ha aceptado ser MI cachorrito. Deja de recordarme lo que está mal en mi vida, ¿quieres? — agregó con falso dramatismo. Sonaba a broma, pero la repentina seriedad en Devlin, le decía que no lo era.

De repente Seto reparó en el apodo que el dado había utilizado.

—   ¿Tu, qué? — preguntó. A Kaiba comenzaba a confundirle más aquello. En especial porque le molestaba la idea principal de esa charla.

—   ¿Qué sucede? ¿Por qué tan desconcertado, ¡oh gran todopoderoso Seto Kaiba!

El niño dado sabía que existía la posibilidad de que teniendo esa conversación, el castaño se diera cuenta de algunas cosas… como sus verdaderos sentimientos, por ejemplo.

—   Es que, ¿qué demonios les pasa a todos ustedes? ¿Qué tiene ese pobre perro de bueno? ¡Es un mediocre!

El ojiazul se sorprendió de sí mismo. Desconcertando también a Devlin. Allí estaba Seto Kaiba; gritando enfurecido. Pero se distinguía más su desesperación en la voz. ¡Ansiaba una respuesta!

Calló de pronto. Recuperando la compostura.

—   Kaiba. ¿Que qué tiene de bueno? Yo puedo decírtelo. Yami también. Y puede hacerlo cualquier tipo que ande detrás de él, siempre y cuando no esté sólo interesado en su cuerpo. — el castaño se tensó— Pero, tú también lo sabes , ¿cierto? Es sólo que te haces más el idiota.

—   ¿Yo? ¡Yo qué he de saber! — replicó, muy disgustado.

—   En fin. Si dices no saberlo, bien por mí. Pero, ten en cuenta que ni Yami ni yo dejaremos que te acerques a él. No hay alianza entre nosotros, pero nos conviene mantenerte alejado.

El pelinegro dio media vuelta y se largó.

 

Las palabras de Devlin le provocaron escozor. ¿Qué había sido todo aquello? Estaba agitado. Su adrenalina estaba al cien. Había sido perturbado seriamente. Y todo por Wheeler. ¡Ese estúpido!

Aunque era cierto que existía algo extraño con él mismo. Porque después de ser ignorado, había, aunque de manera violenta, buscado la atención el perro.

Tenía que admitir la única cosa de la que estaba completamente seguro.  Ése estúpido rubio representaba algo para él. Era diferente. Porque cualquier persona podía ignorarlo y le hubiera dado lo mismo. Pero no Wheeler.

—   ¡Mierda! ¿Qué sucede conmigo? — se pasó la mano por el cabello, peinándolo bruscamente y se quedó en su pupitre.

 

 

 

Ya en el salón de clases. Joey lucía aún más distante. Sus pensamientos pasaban de Yamia a Duke y de Duke a Kaiba. Todo era un círculo vicioso de emociones y confusiones.

—   ¿Qué demonios le he dicho a Yami? Me siento un jodido traidor. Yugi me contó lo que siente por él y ahí estoy yo. Abrazando al chico que mi mejor amigo quiere. Comienzo a verme como un fácil.

La última clase estaba por terminar. El rubio escondió la cara entre sus brazos, que reposaban en la mesa. Sintiéndose miserable.

Los tres hombres causantes de su dolor de cabeza,  lo observaban preocupados. Duke,  que estaba en el mismo pupitre que él, le veía de reojo. Yami, a su lado derecho, en el asiento contiguo, junto a Yugi, también le veía por el rabillo del ojo. Y Kaiba, ubicado en la primera fila, giraba la cabeza hacia atrás de vez en cuando.

A su vez, Yugi observaba todo el panorama. Formándose una idea de lo que sucedía. Él ya intuía que a Yami le atraía su rubio amigo. No le resultaba raro en realidad. Incluso él había gustado de su mejor amigo… antes de conocer al faraón. Pero es natural entristecer cuando la persona a la que quieres no te corresponde.

Y por lo que podía apreciar Joey no lo estaba pasando muy bien. Si no le había contado nada seguramente era porque no deseaba lastimarlo; ya que él le había confesado que estaba enamorado de Yami. Le aterraba que al contarle que era homosexual, lo rechazara. Pero Joey, siendo la buena persona que era, lo había apoyado.

Otra razón que le impedía odiar al rubio. Por ello, ésta vez él le apoyaría, sin importar nada.

 

Era viernes. Le tocaba trabajar en el restaurante. Tras  guardar sus cosas y levantarse, fue abordado.

—   ¡Te acompaño! — exclamaron Duke y Yami al mismo tiempo.

—   Lo siento chicos. Hoy me toca trabajar y…

—   ¡No importa! — de nuevo al unísono. Se miraron con una sonrisa que disfrazaba su fastidio.

—   Es que… — le miraban con tal insistencia que no sabía cómo mandarlos lejos.

 Yugi se percató de que Kaiba estaba por intervenir también.

—   ¿Por qué tardan tanto? — se quejó Tristán, ya en la puerta.

—   Otra vez Joey. — resopló Tea, con aire de molestia.

—   ¿Y bien, puedo acompañarte? — preguntó el pelinegro.

—   Pues…

—   Joey, se nos hace tarde. Recuerda que hoy me ofrecí para ayudarte en el trabajo. — proclamó el más bajito. Tomándolo de la mano y arrastrándolo a la salida.

—   ¡Maldición, llegaré tarde! Nos vemos. — alcanzó a despedirse.

Tea y Tristán les siguieron en seguida. Dejando atrás a los otros dos.

Kaiba de cierta manera agradeció la acción del enano. Tomó su maletín y salió del lugar. Detrás del él iban el estúpido Dado y el inútil Faraón.

—   Eres un idiota, Yami.

—   El idiota eres tú Devlin.

—   Si hubieras permitido que yo lo acompañara, Yugi no se lo hubiera llevado.

—   Yugi no se lo hubiera llevado si dejaras de estorbar.

El castaño que escuchaba la discusión claramente, comenzó a irritarse.

—   ¿No lo entiendes? Joey no está interesado en ti? Él dijo que me necesita. ¡A mí! — dijo el de ojos amatista en un arrebato muy infantil.

—   Sí, claro. Pues dudo que te dejara besarlo, como a mí. — presumió el otro, siguiéndole la rabieta.

—   Jodido aprovechado.

—   Mira quien habla.

Ese fue el límite de Seto. Explotó.

—   ¡HAGAN EL MALDITO FAVOR DE DEJAR DE PELEAR POR EL PERRO! — todos pararon en seco. — Si continúan así, no permitiré que ninguno de los dos lo vuelva a ver.

Dicho eso, se giró y se marchó en su auto privado.

Duke y Atem se miraron sorprendidos. ¿Escucharon bien? Eso parecía una amenaza con todas las de la ley.

—   No es verdad.

—   ¡Excelenete! Ahora sí le lleva el carajo. — exclamó el de ojos jade. Chasqueando la lengua.

—   Seguramente lo dijo de manera inconsciente. — propuso el faraón, restándole importancia. Inusual en él.

—   Tal vez. Pero inconsciente o no, será divertidamente problemático.

 

 

Yugi realmente había acompañado a su amigo hasta su lugar de trabajo. Como no querpia dejarlo sólo y mucho menos regresar a su casa, ayudó a Joey en el restaurante.

Había visto el rubio muy concentrado. Relajado. Desde que vivía y trabajaba nada más para él.

Su turno terminó a las once de la noche. El lugar no quedaba lejos del apartamento del chico.

—   Ya es tarde Yugi. Gracias por la ayuda, hermano. Qué date a dormir. Después de todo mañana no hay clases. — propuso con una bonita sonrisa.

El más bajo, viendo la oportunidad para sacarle la información, aceptó.

Ya en casa, el de ojitos amatista llamó a su abuelo, avisando dónde pasaría la noche. Después de un buen baño, se acomodaron en el cuarto, donde había una cama lo suficientemente grande para los dos.

—   Joey, ¿me dirás que te ha pasado en los últimos días? Me preocupas.

El rubio lo pensó por un momento. Tal y como se estaban tornando las cosas, si no se lo contaba a alguien seguro explotaría. Además no podía mentirle a su mejor amigo. Era un insulto a su confianza.

Suspiró y se tranquilizó al ver la sonrisa que Yugi le regalaba.

—   Yugi, verás… — respiró profundo y lo dijo lo más claro posible. — Descubríquemegustanloshombres. — se sonrojó violentamente.

—   ¿Por qué te avergüenza decírmelo? ¡A mí, Joey!  Yo no te voy a juzgar. Tú no lo hiciste, no tengo por qué. —  le regaló otra sonrisa.

—   Je. Supongo que ese no es el problema. Lo que me molesta es que creo que me gustan tres personas. Y antes de que preguntes, sí los conoces.

—   Creo saber de quienes me hablas. Pero mejor dímelo.

—   Ugh, ¿tengo que hacerlo? Uno de ellos es un imbécil presumido. El otro es un idiota arrastrado. Y el último es… una buena persona.

Yugi lo observaba, expectante.

—   Uhm. Bueno. Me gusta Kaiba… Duke y un poquitín… — no quiso decir el último nombre.

—   Yami. — finalizó el más bajito.

Ya se habían colado al interior de las cobijas. Ahora conversaban recostados.

—   Perdóname Yug. A pesar de que tú… Soy de lo peor. — ocultó la cara con su flequillo, estaba avergonzado.

—   Tranquilo. Son del tipo de cosas que no pueden evitarse. Demás tú también le gustas, Joey. — el pequeño tricolor, le sonrío, tristemente.

—   Eh.

—   ¿No te lo ha dicho?

—   No. Pero yo no creo que… Bueno, eso.

—   Tampoco me lo ha dicho. Pero puedo verlo.

El tricolor vio la cara de vergüenza de su amigo. No, jamás podría odiarlo.

—   No te preocupes. No estoy enojado. Prefiero que me lo digas de frente, como lo has hecho ya.  — le palmeó la cabeza y lo vio relajarse.

—   Perdóname Yug. Estoy hecho un lío. Todo lo que dice o hace Kaiba, desde que me gusta, me afecta demasiado. Duke me dijo que le gusto. Es amable a su extraña manera. Puedo hablar normalmente con él. Y Yami es muy considerado y ha estado allí para consolarme cuando el imbécil de Kaiba me perturba.

Para alguien que ha tenido una vida como la mía. Un padre alcohólico, una madre fría y una hermana menor, lejos. Un estilo de vida prácticamente incierto, lleno de maltratos y desprecio. Las muestras de cariño sincero. La atención y preocupación por mi bienestar. La comprensión y consuelo. Son un anzuelo eficaz. Son trampas.

Trampas en las que estoy propenso a caer. Viéndolo desde esa perspectiva, puedo entender por qué soy atraído hacia Yami o Duke. Pero, ¿y Kaiba? él no hace más que menospreciarme, ¿por qué siento que le quiero? ¡Es estúpido! Tanto él como lo que siento.

 

Yugi escuchaba atento. Escudriñando cada expresión de su amigo. Repitiendo una a una las palabras dichas por él. Era casi increíble escuchas a Joey hablando con tanta seriedad y coherencia.

—   Si esto continúa. Llegará el punto en el que no podré escoger. No quiero eso, porque preferiré estar solo y alejarme. Maldita sea, es tan complicado.

El pequeño no hizo más que abrazar a su amigo.

—   Si llegas a ese instante. Te ayudare, escojas lo que escojas.

Y así, se quedaron dormidos. 


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