Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cristales Rotos. por Keny-chan

[Reviews - 95]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Quinto acto.

Cena con el desastre.

Al siguiente día, Yugi regresó temprano a casa, como había prometido a su abuelo. Además Joey debía cumplir con la jornada completa en el trabajo.

El restaurante en el que laboraba de mesero, si bien no era de cinco estrellas, sí resaltaba por su elegancia. Resultando un lugar muy concurrido.

Su distinguido uniforme monocromático, exaltaba esa galantería oculta. Sobre todo con el cabello ligeramente peinado y los lentes de armazón de pasta, parte del vestuario.

Wheeler trabajaba todos los sábados de dos de la tarde a diez de la noche. Aunque por lo general hacía horas extra como compensación del medio tiempo que trabajaba en los días de escuela. Saliendo hasta ya comenzada la madrugada.

Antes de marcharse aprovechaba para lavar la ropa, limpiar el apartamento y adelantar tarea, si había oportunidad.

Su jefe era buena persona. Bastante comprensivo. El hombre de sesenta y cinco años, cara bonachona y cabello cano, consentía al rubio con pequeños detalles, por su arduo trabajo. Como comida de la cocina para llevar a casa, tolerar diez minutos extras sobre la tolerancia de retardo. El señor podía decir sin chistar que Joey Wheeler era su mejor empleado.

Ese sábado, alrededor de las nueve con treinta minutos de la noche, el chico recibió a alguien muy inesperado.

—     Buenas noches. Sea bienvenido a “Hotaru” ¿Mesa para… uno? — frente a él se encontraba Duke. Vestido de forma casual.

—     Sí, mesa para uno… Cachorro. — le regaló una sonrisa divertida.

Los ojos avellanos tardaron un poco en ser reanimados por la acción del parpadeo. Sólo Yugi sabía dónde trabajaba. Sería una casualidad.

—   Excelente. ¿Balcón o pasillo privado, Señor Devlin? — una vez recordó que estaba en turno; retomó su papel de mesero de primera clase. Regalándole una sexy sonrisa.

—   Balcón, si no es molestia.

—   Ninguna. Por aquí por favor.

Joey le condujo al único balcón que quedaba disponible. Duke tomó asiento mientras el rubio encendía la vela al centro de la mesa y le tendía la carta.

—   Mi nombre es Joey y estaré a cargo de servirle, Señor Devlin. — le reverenció brevemente y volvió a sonreír.

—   Te queda perfecto el papel. Nadie sospecharía que eres un cachorrito travieso. — dijo el pelinegro, escudriñando cada centímetro de su ser.

Joey, ante la voz ronca que pronunció esas palabras, se ruborizó.

—   Si dejaras de llamarme así… es algo vergonzoso.

—   Pero te queda como anillo al dedo. Venga, no seas tímido. — sus delgados y tostados dedos rozaron delicadamente los níveos, haciéndolos estremecer.

—   Duke— pasó saliva dificultosamente— Si pudieras ordenar, por favor.

—   Está bien.

Tomó el menú y lo leyó rápidamente, esperando que algo pudiera llamarle la atención rápidamente.

—   ¿Qué limonada deseas tomar? — preguntó, sacando su libretilla, recubierta con “piel” negra.

—   ¿Limonada? Joey, cariño. ¿Crees que soy un crío? — bufó con falso enfado.

—   Duke, cariño. Apenas tienes 17 años. La política es no alcohol a menores de edad. — respondió con una diminuta sonrisa.

—   ¡Oh vamos, Joey! Sólo una copa.

—   No.

—   ¿Por favor?

—   No.

—   Cachorrito. — le miró con jades enternecedoras. Jamás lo había visto hacer tal. Y afectivamente, le supo tierno. Tanto que no pudo negarse.

—   ¡Ugh! De acuerdo. Será vino. Pero queda entre nosotros y este lugar. — resopló, vencido.

—   Eres un encanto. Gracias cachorrito.

 

Un joven castaño llegaba a un restaurante acompañado de una hermosa chica.

—   Buenas noches. Bienvenidos a “Hotaru” ¿Mesa para dos?

Alguna vez había pasado por allí. Y podía casi apostar, que vio a Wheeler trabajando dentro. Antes no le hubiera dado importancia. Pero ahora tenía unas tremendas ganas de comprobarlo.

El mesero que les había recibido, un chico castaño chocolate y ojos lila, les condujo a un pasillo privado. Que bobamente y sin verdadera intención, daba una vista perfecta al último balcón.

 

Después de sentarse y ordenar. Su compañera intentó hacerle conversación. Pero Seto la ignoró, importándole nada y buscó al rubio “discretamente”. Después de revisar cada mesa, finalmente lo encontró en el balcón frente a ellos. Reconociendo su esbelta figura de inmediato.

Se apuntó una victoria a su favor. Pues sus ojos no le habían engañado la ocasión pasada.

Al parecer el cliente al que le tocaba atender le había entretenido más de la cuenta. El rubio sonreía muy cómodo.

 

Lo percibía de perfil. Admitía que el perro, a pesar de su falta de clase, portaba el uniforme con suma elegancia. Le quedaba demasiado bien. El cabello peinado trabajosamente hacia atrás dejaba caer algunos mechones sobre su frente. Dándole un aire seductor. Los lentes sobre el puente de su respingada nariz, le proporcionaban un halo de desmedida inteligencia y modesta arrogancia.

Kaiba se había perdido en esa imagen hasta que una raquítica mano con uñas postizas tomó la suya sobre la mesa.

 

—   Seto, ¿me estás escuchando? ¿Qué es lo que buscas con tanta ansiedad? — preguntó la despampanante “pelirroja”

—    Nada de tu incumbencia. Y déjame decirte un par de cosas. Primero. No estoy ansioso, no me llames por mi nombre con tanta familiaridad. Segundo, no me interesan tus temas baratos de conversación. Sólo cállate y come en cuanto te sirvan.

La mirada que le dirigió mientras le decía aquello, no le permitió a la chica objetar nada. Era mejor no hacerlo enfadar.

En el preciso instante en el que sus cenas eran puestas sobre la mesa. Joey dejó el balcón con una discreta reverencia reglamentaria. Encaminándose seguramente a la cocina.

—   ¿Cuál es el nombre de ese mesero rubio? — interrogó al que acaba de servir, señalándolo.

—   Él, Señor Kaiba, es Joseph Wheeler. El número uno entre nosotros.

—   Quiero que me atienda el resto de la noche.

—   Me temo que es imposible complacerle. Joey en este momento está a cargo de la mesa del Señor Devlin. — volvió a responder. Ahora nervioso por la reacción que su negativa pudiera causar en el bien sabido nada paciente castaño.

—   ¿Devlin? — ¿qué hace ese imbécil aquí? — Como sea. Retírate.

El mesero hizo caso a su orden.  Y se fue.

Su acompañante, que había estado prestando atención al intercambio de palabras, encontró extraño el interés del joven CEO hacia otra persona. Mas no dijo nada.

Optó por cortar pequeños trozos de su platillo y devorarlos con sutileza.

 

Seto miró al interior del balcón. Y efectivamente, sentado a la mesa estaba Devlin. Jugando con su celular y un mechón de su negro cabello.

Se le notaba contento. Plasmada en su cara, había una cómoda alegría, diferente a la habitual. Enfurruñando al ojiazul.

 

Pasados unos minutos, Joey regresó. Portando en la mano una charola con lo que seguramente era la orden del Dado.

Dos lagos azules le siguieron. El rubio colocó dos platos en el mantel. En seguida los cubiertos, una cristalina copa y una cubeta cromada colmada de cubitos helados que mantenía fresca una botella de vino.

Cuando el chico estaba por hacer entrega de la servilleta, Seto presenció, cómo el odioso moreno detenía la pálida mano y le soltaba algunas palabras, con una mirada felina, ruborizando al bien vestido mesero. Que después de dudar un poco, anudó la blanca tela al cuello de su comensal, rodeándolo con los brazos brevemente. Regalándole posteriormente una tímida sonrisa.

 

¡Qué carajos! Kaiba bufó por lo bajo al verlos en plan tan romántico. Le jodía admirarlos coqueteando.

Prefirió ignorarlos y degustar de su cena. Que a pesar de los precios ridículamente accesibles, superaba en delicia a los de Gourmet que frecuentaba.

La pelirroja con a que había ido, una secretaria de Kaiba Corp, de quién sabe que departamento, había intentado charlar con él de nuevo, resultándole fatídico.

El castaño redirigía insistentemente su mirada azulina al balcón del “Señor Devlin”. Indigestándose cada vez más con lo que lograba ver.

 

 

Después de unos 10 minutos “conversando” con Duke (tal vez más). Fue a dejar la orden al Cheff. Para poder terminar de atender a sus demás clientes.

Uno de sus compañeros. Un chico cuyo cabello le recordaba al chocolate amargo, se acercó a él.

—   Hey, Joey. Adivina a quién estoy atendiendo. — le dijo, ayudándolo a recoger algunos platos sucios.

—   ¿Es alguien famoso? — enarcó una dorada ceja, mirando a su amigo, que asintió. Pensó un poco, negando con la cabeza. — No, ni idea. ¿A quién atiendes Taki?

—   A Seto Kaiba— respondió él, no muy animado.

—   Kaiba… ¿Qué hace él aquí? Seguramente éste no es como uno de esos finísimos restaurantes, estúpidamente costosos que ha de acostumbrar. — dijo indignado y molesto.

—   Lo mismo pensé yo. Más por la bonita chica que viene con él. — Joey tembló ante las palabras. El idiota de Kaiba venía acompañado. — Y eso no es todo. Ha pedido por ti. — la cara del rubio palideció drásticamente— pero tranquilo, me he negado. Alegando que estás atendiendo a Devlin y desistió.

—   Te debo una y grande, hermano. — agradeció palmeándole el hombro con simpatía.

—   ¡Joey, tu orden!

—   Debo irme. Gracias, Taki.

—   No es nada, bombón. — añadió el otro, burlón. El rubio se giró, mostrándole la lengua de manera infantil y se fue.

Taki era buen amigo de Joey. Le gustaba su forma tan alegre y explosiva de ser. Algo contrario a él. Además el rubio le había apoyado mucho cuando su novia lo dejó.

También se daba cuenta del impacto que provocaba su amigo en los alrededores. Si fuera una chica, lo describiría como el príncipe azul perfecto. Pero como no lo era, tenía que decir que Joey era en realidad atractivo, y sus defectos resultaban… adorables.

Aquello en algún momento le había hecho dudar de su sexualidad. E incluso había intentado besarlo para comprobarlo. El rubio se había sorprendido, nunca se enojó. Cuando intentó explicarse, el de ojos avellanos le comprendió y le besó muy suavemente en los labios. Preguntándole si había servido para aclararse.

Y en efecto, así fue. Los labios del rubio le resultaron suaves y dulces, pero no provocaron nada en él.

Se sintió tranquilo con ese hecho. Soltando una risilla de alivio. Le dio las gracias. Y nada más pasó.

Taki era tres años mayor que Joey. Lo conocía bien y en tan sólo un año había aprendido a ver a través de él. Después de aquel beso, medio año atrás, Taki se había dado cuenta de que a Joey le gustaba otro chico (sí, lo sabía incluso antes que el mismo rubio) y quiso imponerse como su figura de hermano mayor y cuidar de él.

Y así era hasta la fecha. Esa noche descubrió de quién estaba enamorado su pequeño hermanito Joseph.

 

Mientras Joey retornaba al balcón donde le esperaban, buscó MUY discretamente al peor de sus males. Lo encontró en la mesa más próxima a Duke.

Al pasar por allí, sintió la penetrante mirada del CEO sobre él, poniéndolo nervioso.

Intentó ignorarlo, pero poco le sirvió. De verdad, ¿qué hacía Kaiba en ese lugar?

Lo olvidó, parcialmente, cuando llegó ante Duke.

—   Su cena, Señor Devlin.

Puso todo en su lugar. Le quiso entregar  la servilleta, pero le fue impedido por el pelinegro.

—   ¿Serías tan amable de ponerla en mi cuello por mí? — le susurró su amigo, mirándolo fijamente.

—   ¿Tengo que hacerlo? — le preguntó, sólo con la mirada. Recibiendo la afirmación de la misma manera.

No pudo negarse. Sabía que estaba temblando. La mirada jade y la azulina, las dos firmemente puestas en él.

Tragó saliva sutilmente. Y atendió su labor recién encomendada. Pasó sus finos y temblorines brazos alrededor del cuello de Duke, anudando torpemente la servilleta.

El cuello del rubio quedó accesible para el moreno. Quien se aprovechó de las posiciones y aspiró el aroma que ese dorado cabello despedía. Dulce. Depositó un corto beso en la piel que lograba verse entre el mentón y el cuello de la camisa.

Todo ellos en cuestión de segundos. Sintió tensarse el cuerpo que tenía tan cerca. Sonrió satisfecho.

Joey se retiró con normalidad, ocultando su nerviosismo casi crítico con una sonrisa avergonzada.

—   Disfrute de su cena, Señor. — Joey tenía la intención de salir corriendo y ocultarse tras la espalda de Taki. Pero era profesional y sobre todo no era un cobarde. Así que volvió a reverenciarlo e hizo además de marcharse. Pero fue detenido.

—   Cachorrito, hazme compañía. Sólo unos minutos.

—   Lo siento Duke, pero no puedo.

—   Si te surgen problemas, les explico que fue petición mía.

—   Uhmm.

El rubio vio a Taki en una mesa cercana. Se levantó y fue con él. Acercándose sutilmente, dando las buenas noches a sus comensales.

—   Taki, ¿puedo pedirte un favor? Ya sé que terminaré debiéndote dos.

—   De que se trata.

—   Duke, que ya sabes es amigo mío, quiere que lo acompañe un momento a la mesa, ¿podrías cubrirme unos minutos?

Taki lo miró enarcando una ceja. Reflexionando. Creía intuir las intenciones de Devlin en cuanto lo vio entrar al restaurante. Suspiró.

—   Bien. Tienes sólo media hora, no más.

—   Es más que suficiente. — le sonrió de manera cómplice y agradecida al mismo tiempo.

Regresó al balcón y se sentó al lado del pelinegro, cómo éste le había indicado.

Platicaban de muchas cosas. Duke, ocasionalmente le susurraba algún halago, que llenaba las mejillas de Joey de un bonito nacarado. O reían de alguna ocurrencia del rubio.

El chico de ojos jade cortó un pequeño trozo de su filete y se lo ofreció a Joey. Que lo miró incomprensivo.

—   Anda, come.

—   Yo no…

—   Joey.

El rubio abrió la boca y el moreno introdujo el bocado. Joey masticó con cuidado y tragó.

—   Gracias.

—   Me alegra que te guste.

—   Ya debo irme, Señor Devlin. Aún no termina mi turno. — se levantó y se colocó en la entrada-salida.

—   ¿A qué hora termina tu turno?

—   A la una.

—   Está bien. Puedo esperar por ti.

—   Si eso quieres. Vendré cuando decidas “marcharte” para recoger. Disfruta tu velada.

—   Gracias.

Joey se marchó a continuar con su labor.

 

Kaiba había visto cada detalle, cada movimiento de Devlin. Todo aquello había sido a propósito, lo supo cuando después de que se marchara el perro, le miró directo a sus lagos,  le sonrió y alzó la copa, invitándole a “brindar”.

Aceptando el “brindis” esperó allí hasta que fue hora de cerrar. Se levantó, con la pelirroja siguiéndolo de cerca.

Paró un taxi, donde prácticamente la introdujo de un empujón. Ella fue obligada a irse y él se quedó afuera, esperando.

 

Duke y Joey salieron del lugar después de cerrar bien.

—   ¿Sabías que trabajaba aquí, Duke?

—   No en realidad. Pero creo que fue una deliciosa coincidencia.

—   No seas idiota — le dijo, sonriendo ampliamente.

—   ¿Se divierten?

Ambos se giraron al reconocer la voz que se dejó escuchar a sus espaldas. Kaiba, recargado en la pared. Los observaba de brazos cruzados.

—   Kaiba..

Notas finales:

Perdonen la demora. Espero les guste el capítulo. 

C: 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).