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Cristales Rotos. por Keny-chan

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Notas del capitulo:

Hola, hola~ ¿Cómo les fue esta semana? Yo espero que muy bien. En fin, ya les traje el octavo acto. Y los astros me dicen (ajá, sí claro) que muchas pegarán, tal vez, el grito en el cielo. No diré porque, es mejor si lo leen. 

Quiero agarecer sus comentarios. Son tan graciosos y peculiares que me encantan. 

Sin más que ''parlotear'', el capítulo. 

Octavo acto.

Travesuras y deducciones.

 

—   Estoy enamorado de ti.

Las palabrasque acababan de ser pronunciadas, entraron a su cabeza e hicieron ruido. Retumbaron, dejándolo sin palabras.

Sus labios se movieron,  como simulando un gesto para hablar, sin embargo no salió sonido alguno de su garganta.

Yami lo observaba. Observaba cada reacción en su naturalmente pálido rostro. Sus mejillas enrojecieron bonitamente una vez procesado el mensaje.

El más alto sonrió. Tomó de nuevo el lápiz y se acomodó en su lugar.

—   ¿Quieres que terminemos las ecuaciones?

—   ¡Yami!

Se movió con torpeza hacia él, aferrando una de sus manos con la suya. No sabía que diría con exactitud, pero debía decir algo.

—   Yo… Tú me gustas, poco o mucho, lo ignoro. Pero no puedo… Mejor dicho, creo que estoy enamorado de otra persona. — le miró apenado.

—   Lo sé. De Kaiba, ¿no? — Joey frunció con gracia el ceño al verse descubierto.

—   Debo ser muy idiota como para que me guste el gato roñoso que se la pasa jodiéndome, ¿verdad?

Yami sonrió de nuevo.

—   Además, Yugi. No quiero lastimarlo más. Perdóname, soy terrible. — al mencionar a su mejor amigo, las lágrimas quisieron salir.

—   Tenemos la misma preocupación. Pero fue él el que me sugirió que te lo dijera. — lo abrazó. Joey se tensó al principio, pero se relajó al escuchar los latidos del faraón.

—   ¿En serio?

—   En serio.

—   ¡Ese pequeño solo está…! — calló, no quiso decir algo de lo que se arrepentiría. — Perdón.

—   No te disculpes. — hizo una breve pausa — No se lo has dicho y no se lo dirás, ¿me equivoco? — preguntó sin dejar su tarea: acariciar la dorada melena.

—   No. Significaría ser aún más humillado, por el resto de mi vida. Él seguramente no me dejaría tranquilo. No se me antoja eso. Además, no es que lo quiera por voluntad propia, más bien ha de ser cosa de mi estupidez. — musitó con pesadez.

—   No eres estúpido, me lo has demostrado a mí y a todos, todo el tiempo. No lo vuelvas a decir o te patearé. — escuchó una risilla por parte del rubio. — Odio admitirlo, pero las mujeres tienen razón cuando dicen: “Uno no escoge de quien se enamora”… o  algo así era.

—   ¡Maldita filosofía del amor! — gruñó divertido.

—   Tú lo has dicho.

 

Guardaron silencio. Disfrutando de la atmósfera, de la dulzura de ese abrazo. Y mientras Yami jugueteaba con sus rubias hebras, sintió culpabilidad.

Era cierto que apenas unos minutos atrás el chico de piel canela le había asaltado sorpresivamente con un “Estoy enamorado de ti”. Apenas le habían hecho consciente de esos sentimientos, porque realmente no le había creído a Yugi cuando éste se lo había dicho.

Sin embargo no estaba siendo considerado con Yami, si aceptaba ser abrazado tan delicadamente por él.

Correcto, no salía con nadie, pero de cierta forma le había rechazado. Rechazado por alguien que nunca conocería sus sentimientos. Su culpabilidad acrecentó.

—   ¿Está bien esto?

—   Uhm, ¿el qué?

—   El que me acojas entre tus brazos con tanto cariño, cuando prácticamente te rechacé. — pronunció con pesar.

—   ¿Por qué no debería de estarlo? Sea lo que sea lo que siento por ti, seguimos siendo amigos. Además, si bien eres responsable por gustarme, no tienes la culpa de que yo dejara que me gustaras tanto, hasta el punto de enamorarme de ti. No es lo mismo. Y si a ello agrego, que fui yo quien pidió que me dejaras cuidarte… No sientas culpa. Te abrazo porque quiero y me gusta hacerlo.

—   ¿Estás seguro?

—   Completamente.

—   ¿Lo estás realmente?

—   Joey— le tomó por el rostro con ambas manos y le hizo mirarlo a los ojos — ¿Es malo que dos amigos que se aprecian se abracen? Bien, no es del todo normal, ¿pero es malo?

—   N-no.

—   Entonces déjame mimarte así. No hay traición en esto.

—   Tú lo dijiste. — sonrió.

 

Aún con las mejillas de Joey entre sus manos, le miró, pensando en algo.

—   ¿Puedo pedirte una cosa? Es pequeño.

—   Adelante, ¿qué es?

—   Tengo curiosidad de saber qué se siente besarte. — explicó, mirándole profundamente.

—   ¿Eh? — sus mejillas se encendieron al máximo.

—   Por favor. — insistió con una voz agradable.

 

El rubio también lo observó por un momento. ¿Estaba bien si lo dejaba? Había sido casi besado por Duke, asaltado por Kaiba y ahora Yami le salía con semejante propuesta. Era interesante, no perjudicaba a nadie, Yugi lo había autorizado, de cierta manera.

 

—   Hazlo… También tengo curiosidad.

 

Yami sonrió satisfecho. Acercó sus labios lentamente a los del rubio. Un toque delicado y meloso. Pero su curiosidad era muchas veces mayor, y sólo eso, no bastaba. Con la punta de su húmeda lengua, lamió los bordes del otro. La boca del rubio se abrió, invitando a pasar. Ambas lenguas entraron en contacto, mojadas, calientes. El oxígeno aún era suficiente. Una de las manos del faraón se agarró a la cintura del chico, la otra se escondió tras la nuca, entre el dorado cabello, obligándolo a profundizar. Un riachuelo de saliva tibia se deslizaba por el mentón de cada uno.

La lengua del rubio se dejaba dominar. Se sentía tan bien. Pero comenzaba a resultarle dificultosa la labor de respirar. Su labio inferior fue mordido con cierta brusquedad, provocando en él un escalofrío y el escape de un coqueto quejido. No obstante, pudo recuperar un poco el aliento antes de verse envuelto en una nueva batalla de lenguas.

Unos instantes más y finalmente se dieron espacio. Sus salvias entre mezcladas dibujaban un delgado puente entre boca y boca. 

Regularon sus erráticas respiraciones paulatinamente. Se sonrieron con complicidad, como si hubieran hecho alguna travesura.

—   Eso fue cien veces más delicioso que en mi imaginación. — comentó el faraón, plenamente satisfecho.

—   Idiota. — resopló el otro, muy divertido. — Terminemos la tarea, se hace tarde.

Se acomodó en su antiguo puesto, siendo imitado por su amigo. Que se acercó inesperadamente y pasó su lengua a lo largo de su barbilla.

—   ¡Oye, no ataques de la nada! — replicó apenado.

—   Disculpa, aún quedaba evidencia. — justificó, burlesco.

Joey sólo lo miró y le dedicó una nueva sonrisa, con un suave puñetazo al hombro como bonus.

 

 */*/*

 

No hacía mucho que había llegado a su mansión. El portafolio en el que se hallaba el expediente escolar de “esa” persona, había sido arrojado sobre la cama de tres plazas.

Ahora tomaba un baño caliente, ocupándose de no pensar en nada, dejando que las gotas cayeran a su cuerpo y relajarlo.

Al cabo de unos minutos, salió de la regadera y se vistió con una cómoda pijama de algodón.

Tomó el portafolio y sacó las cinco hojas con la información sobre el perro. Las releyó por sexta vez en el día, procurando memorizar los detalles.

Algunas cosas ya las sabía, otras eran completamente nuevas. Por ejemplo, las notas de Wheeler no eran tan terribles como lo había imaginado. Era destacado en Historia, Artes y Literatura.

—   Así que no eres un cabeza hueca, eh Wheeler.

En Matemáticas, Geografía e Inglés no era excelente, pero tampoco era un fracaso. Trabajaba para mantenerse, cosa que ya sabía y que había rectificado por su cuenta.

Recordó esa ocasión. Gruñó al rememorar a Devlin, optando por omitir esa parte. En seguida se vio a sí mismo arrastrando al perro al interior de su auto. Se recordó nervioso y vulnerable, torció la boca en una mueca. Lo recordó a él, sentado a su lado, con el ceño falsamente fruncido, el aroma dulzón de su cabello en el coche. Lo sintió de nuevo en su nariz, inhaló profundo.

Recordó las preguntas del rubio, la dificultad que tuvo para responderlas. Cuando lo llevó al edificio en el que vivía. Ahora sabía en qué apartamento estaba con exactitud. La tranquilidad durante el trayecto. Y por último recordó ese impulso.

—   Lo besé— rezó para sí mismo— ¡Maldita sea! No comprendo qué demonios me pasa con Wheeler. No es normal, pero nada que tenga que ver con él, dentro de mi entorno lo es.

Hacía mucho que no se hablaba así mismo en la seguridad de su habitación. No sabía algo, eso lo estaba molestando.

—   Tranquilízate. Por eso estás haciendo esto. Para averiguar porqué Joey Wheeler te pone de cabeza y te altera.

Volvió a guardar las hojas. Y se dedicó a pensar. Hacía aproximadamente un mes que las cosas habían cambiado entre los dos. Wheeler le había reclamado el hecho de salir con su pequeña hermana.

En primer lugar había sido la molesta Serenity la que lo invitó. Él accedió sólo para quitársela de encima. Desgraciadamente no lo logró a la primera. Sabía que el perro se enfadaría si lo sabía, y vio eso como una manera de divertirse.

Pero no había resultado como esperaba. El estúpido rubio lo había mandado al carajo completamente.

Y sin perro al que molestar, no había manera de relajarse. Si éste no respondía, no tenía sentido.

Pero entonces pasó algo que ni él mismo se esperaba, lo había buscado. ¿Qué demonios significaba eso? ¿Qué lo había echado de menos? ¿Qué extrañaba pelear con él? No sabía.

Jamás fue bueno descifrando sus propias emociones.

Encima le jodía hasta los huesos que Atem y el Dado estuvieran a su alrededor, aprovechándose de que el tiempo que invertía Wheeler insultándolo a él, ahora lo tuviera libre. Gruñó.

¿Cómo se le llamaba a eso? Una vez Mokuba le había explicado una situación similar. Le había ocurrido al pequeño con la niña que le gustaba. ¿Qué palabra había usado? ¡Celos!

Sabía lo que el concepto significaba. Pero dudaba que en realidad él estuviera celoso de ese par de idiotas. ¿Celos, él? ¡Jamás!

Pero recordó que Wheeler era experto en mandar al demonio esos “jamás” que a lo largo de su vida se había impuesto. Y lo descubrió aquel día, en su coche.

Pensó con mayor detenimiento. Y vio en todo lo acontecido cinco “síntomas”  que estaba padeciendo.

Primero. Extrañaba a Wheeler, TAL VEZ.

Segundo. Celaba a Wheeler, POSIBLEMENTE.

Tercero. Wheeler era especial, SUPONÍA.

Cuarto. Wheeler le resultaba atractivo, QUIZÁ.

Quinto. Le había gustado besar a Wheeler, NO PODÍA NEGARLO.

Esos síntomas sólo encajaban con la descripción de una “enfermedad”. Amor. Le gustaba Wheeler, IMPOSIBLE.

Pero realmente lo dudaba. Moki le había dicho que es así como alguien se siente cuando alguien te atrae demasiado. Era idiota darle la razón a un niño cinco años menor. Pero su pequeño hermano era mejor manejando los sentimientos. Entonces podía dejarlo en duda.

Con tal de saber qué demonios era toda esa mierda. Había obligado a su profesor a emparejarlo con el perro para el proyecto.

Y si resultaba ser cierto…

—   Ve con cuidado, perro porque puede que te conviertas en parte de mi propiedad.

Guardó los papeles en el escritorio. Se metió bajo las cobijas y agarró su celular. Eran las 2 am. Marcó un número y esperó.

—   Diga. — la voz sonaba soñolienta.

—   ¿Descansando las pulgas, Wheeler?

—   ¡¿Kaiba?!

—   Quién más,  idiota.

—   ¿Cómo demonios conseguiste mi número?

—   No te importa. ¿Te interrumpo? ¿Acaso soñabas conmigo, cachorro? — preguntó con una voz extrañamente sensual y simpática.

Joey, al otro lado de la línea, estaba que echaba humo. De coraje por ser despertado por ese imbécil y de vergüenza al escuchar el mote que le acababa de poner.

—   Quisieras. Lárgate a dormir, ricachón. No molestes al prójimo. — respondió con fastidio.

—   ¿Quieres otro beso de buenas noches? — dijo pasando de largo su comentario.

—   Imbécil.

Colgó. Seto sonrió divertido. No existía nada más placentero que molestar al rubio. 

Notas finales:

¿Y bien? ¿Quién ayuda a Seto a averiguar lo que el rubio le provoca? ¡No quieran matar a Joey, es un cachorrito curioso! Y menos a Yami, aún lo necesito en la historia. jaja. 

Les diría más, pero sería arruinar el siguiente capítulo, que ya tengo listo por cierto. ¿Lo subo pronto, o resisten otra semana? C: 

Espero sus revs, me gusta sonreír frente a la pantalla mientras los leo. 

Nos leemos pronto. Besos. 


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