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El fin de la infancia por chokomagedon

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Notas del fanfic:

Otro fanfic a pedido de Cintia Sand. Gracias por darme ideas para escribir x3

El fin de la infancia

Día 14

Lo vio entrar por la puerta, hosco como se mostraba a veces, y depositar un fajo gordo de billetes sobre la mesa. El nudo a la altura de su estómago se tensó, y sintió ganas de vomitar, pero lo que salió de su boca fueron dos simples palabras:

—Lo hiciste.

“¿Y eso qué?”, “No tenías que…”, “Déjame en paz” podrían haber sido las frases que les siguieran. Sin embargo, Mello guardó silencio y se encerró en el baño sin responderle. Afuera, las lámparas que se apagaban anunciaban la llegada del amanecer. Matt se había negado a dormir, y dudaba poder hacerlo durante un buen rato. No hubiese sido capaz de conciliar el sueño, de todas formas. O quizá fuera el temor de concebir en sus pesadillas los cuerpos sudorosos, desnudos, sus vaivenes arrítmicos y sus jadeos grotescos.

Mello lo había hecho. ¿Y todo para qué?

—¿Estás hablando en serio? ¿Te has vuelto loco? —se había opuesto con desesperación.

—¿Loco? No. Salvo que pretendas vivir del aire y dormir en la calle. En Wammy’s House la comida aparecía servida sobre la mesa pero ahora, como te habrás dado cuenta, eso ya se acabó. Y el dinero también. ¿Cuánto gastas a diario en cigarrillos? —le había preguntado mientras se llevaba un trozo de chocolate negro a la boca.

—Dejaré de fumar si es por eso —mintió—. Y buscaré un trabajo así no tendrás que…

—Ahora tú estás hablando idioteces. ¿Con un trabajo piensas mantenernos a ambos, pagar la renta y costear lo que necesitemos para cazar a Kira? Además, eres menor de edad.

Somos menores de edad”.

—Si es necesario…

—No. Es necesario que hagas lo que te pedí. Tú concéntrate en conseguir esa información. No habrá tiempo para hacer lo que debemos hacer si ambos trabajamos.

“Trabajamos”. La palabra reptó desde el oído de Matt y se perpetuó como un eco en su mente mientras observaba el dinero sobre la mesa. ¿Cuánto sumaría? ¿Cuántos hombres…?

Al rato se dio cuenta de que Mello estaba tardando más del doble de lo que solía tomarle darse una ducha. Cuando salió, limpio pero no menos serio, se acercó para separar algunos billetes del fajo.

—Ten —le ofreció—. Compra algo de comer y un paquete de cigarrillos, si quieres. Y chocolate; ya sabes los que me gustan. Ah, y pude conseguir un préstamo, así que búscate un ordenador decente. Ya es hora de que comencemos a investigar en serio.

La noticia del préstamo lo tranquilizó y lo inquietó al mismo tiempo. Significaba, por un lado, que aquello no era el fruto de una sola noche. Pero también significaba que habría que devolverlo, ya fuera con dinero o con más trabajo. No quería imaginarse el tipo de persona que le concedía un préstamo a un niño de quince años.

—Lo que sabemos es que L buscaba a Kira en Japón —comenzó a hablar el rubio mientras desenvolvía una tableta de chocolate—. Probablemente contara con la colaboración de la policía japonesa. Lo mejor que puedes hacer, por empezar, es hackear sus servidores para buscar información que nos resulte útil. Tampoco nos vendría mal que hicieras lo mismo con los de la INTERPOL y del FBI.

“Claro, pan comido”, quiso protestar, pero algo le decía que ninguno de los dos estaba para bromas. La verdad era que el malestar estomacal no le daba tregua. Observó la figura menuda de su compañero recortada contra la única ventana del apartamento deplorable que rentaban, y se sintió nostálgico; quizá, también, algo culpable.

—Me llevará tiempo —le advirtió.

—Lo sé.

Matt juntó los párpados durante unos pocos segundos, sintiendo cómo el cansancio se le colaba por los ojos y le cosquilleaba tentadoramente el cerebro y cada músculo del cuerpo. Pero enseguida los separó y se puso de pie para tomar el dinero. Mello ya se había acostado en la cama, y las hebras húmedas de su cabello dorado se desparramaban sobre la almohada sin funda. La inocencia que rezumaba su aspecto le pareció una ironía cruel.

—Vengo en un rato —declaró, y salió del apartamento con las piernas y el corazón pesados como plomo.

Notas finales:

Continuará...


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