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El fin de la infancia por chokomagedon

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Notas del capitulo:

Quería esperar algunos días más en subir el siguiente capítulo, pero por algún motivo me puse un poco ansiosa...

Día 0

—¿Te vas? —le preguntó, sosteniendo el peso de la consola de videojuegos con una mano y el marco de la puerta con la otra.

Mello se dio la vuelta para dirigirle una mirada indescifrable y luego siguió con lo que estaba haciendo. Metía algunas de sus pertenencias (las que probablemente consideraba más valiosas, como aquella taza que supuestamente había pertenecido a L) en un bolsito de mano. Cualquiera que lo viera hubiese pensado que realizaría un viaje corto, un ida y vuelta aquella tarde de otoño avanzado.

Pero Matt lo había oído. Se había encontrado al otro lado de la puerta cuando los labios marchitos de Roger pronunciaron la muerte de L… El corazón de Matt había dado un pequeño salto, produciendo una sensación de vértigo en su pecho, pero los dedos no habían dejado de moverse con frenesí para oprimir los botones de la pequeña consola.

Bip, bip, bip, bip…

No en pocas ocasiones Matt se encontraba siguiendo a su compañero de habitación por los largos pasillos del orfanato. Aquella costumbre cacería de intención o de objetivo, así como Matt carecía de interés por el puesto del detective más famoso del mundo. Se trataba más bien de un acto reflejo, de una inercia inexplicable que había adquirido su cuerpo. Tal vez, de la misma manera en que Mello acechaba en secreto a Near, una parte de Matt consideraba natural que el número tres en la línea de sucesión siguiera al número dos. A él no lo seguía nadie, pero eso lo tenía sin cuidado. Mientras una porción de su cerebro se concentraba en pasar un nivel tras otro del videojuego de turno, otra se mantenía alerta a las palabras de Mello, a sus gestos, a su manera de moverse…  

—Sí. Ya no aguanto más este lugar asfixiante lleno de idiotas.

“Ya no aguanto más estar bajo la sombra de Near”, le pareció a Matt que en realidad significaba aquello. Pero decirlo hubiese terminado en un ojo morado o un labio roto. Había llegado a atestiguar en un par de ocasiones la personalidad explosiva de Mello cuando de su orgullo se trataba.

—Voy contigo —se escuchó decir entonces. Las palabras habían surgido de su boca sin que las pensara.

Mello arqueó una ceja y detuvo su actividad.

—¿Y por qué querría que vinieras?

Matt se quedó sin palabras. Por empezar, tampoco terminaba de entender por qué se lo había propuesto. Hacía buen rato que Wammy’s House lo tenía aburrido (tal vez desde siempre). Sin embargo, le gustaba la vida fácil que allí llevaba, aislado del mundo, de lo desconocido…

—Te sentirás solo si te vas sin nadie. Dos cabezas piensan mejor que una. Puedo darte una mano en lo que sea que necesites.

O quizá le costara imaginarse el orfanato sin Mello, con él destinado para siempre a ser una sombra sin cuerpo, un espectro imperceptible y sin rumbo.

Sintió cómo su compañero lo escrutaba de arriba abajo. En su mirada penetrante creía poder adivinar todo lo que este pensaba: “No sabes cocinar, no sabes limpiar, no tienes habilidades para relacionarte con la gente, no tienes idea de cómo administrar el dinero”.

Era verdad; Matt solo era bueno con los videojuegos y las computadoras, y le aterraba bastante la idea de una vida independiente.

Estaba a punto de darse media vuelta y volver sobre sus pasos, cabizbajo, cuando Mello, que había regresado su atención a su equipaje, le respondió:

—Nos vemos a las siete en punto en la cafetería Black Jack. Trae todo el dinero que tengas y poco equipaje. No le digas a nadie. Si me delatas, me las pagarás.

 

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La cafetería Black Jack era cualquier cosa menos excepcional. Matt nunca había oído hablar de ella, pero no tuvo problemas en hallar la dirección en Internet. Se encontraba lo suficientemente alejada del orfanato como para que nadie los buscara allí, y lo suficientemente cerca para que Matt tuviera tiempo de preparar sus cosas. No se había enfrentado a grandes dilemas a la hora de armar su equipaje: una mochila con algunas mudas de ropa, unos pocos objetos de higiene personal, dinero, los paquetes de cigarrillos que le quedaban… Y, por supuesto, su consola de videojuegos. Había dudado en llevarse uno de los ordenadores portátiles del orfanato, pero se convenció de que aquello le daría a Roger más motivos para perseguirlos. Ya se las arreglaría para conseguir otro.

A las seis y cincuenta, Matt se sentó en una mesa apartada y pidió un refresco. Se encendió un cigarrillo y lo dejó reposando en el cenicero mientras sacaba la consola portátil de la mochila. Los sonidos electrónicos pronto colmaron el ambiente, hasta que se dio cuenta de que aquello llamaba demasiado la atención. Colocó el aparato a la altura de sus rodillas y echó un vistazo a su alrededor: una muchacha pedía un café mientras subrayaba un libro de considerable grosor; una madre regañaba a su hijo por haberse echado dulce sobre la ropa; una pareja se sostenía de las manos y se dirigía miradas tontas; un grupo de amigas hablaban por lo bajo y luego estallaban en carcajadas. Nadie le prestaba atención a él. Para la gran mayoría de la humanidad, Matt era un adolescente corriente y no un huérfano superdotado que acababa de abandonar el único hogar que había conocido para buscar a Kira, el asesino de masas.

“¿Qué estás haciendo, Matt? Esto es una idea terrible”, se dijo mientras miraba la hora en su reloj pulsera: las siete y veinte pasadas.

Probablemente, Mello se hubiese arrepentido de llevarlo con él. O quizá todo hubiese sido una broma de mal gusto, y ahora se encontrase a cientos de kilómetros de allí, riéndose de la imagen de Matt aguardándolo con expresión de cachorro abandonado.

—Así que al final viniste. —Una voz familiar interrumpió sus pensamientos pesimistas. Sin que lo notara, Mello había entrado a la cafetería y ahora lo observaba de pie desde el lado opuesto de la mesa.

—Claro...

—Paga la cuenta y vámonos, no es conveniente permanecer mucho tiempo aquí.

Matt hizo lo que le indicó, y ambos salieron a la calle, donde la noche fría y húmeda de Londres los recibió con recelo. Mientras el pelirrojo sacaba un nuevo cigarrillo, el otro husmeaba una pequeña guía de la ciudad sin dejar de caminar.

—Por un momento creí que te irías sin mí —se animó a confesarle. Imaginó que, ahora que solo se tenían el uno al otro, la sinceridad jugaría un papel importante en su relación.

Mello debió de pensar lo mismo cuando arrancó la vista de la guía para dirigirle una sonrisa maliciosa y le dijo:

—Sí, yo también creí lo mismo. 

Notas finales:

Continuará...

Prometo que el siguiente capítulo será mucho más interesante. Si me dejan reviews, claro. Jaja, broma (bueno, más o menos xD).


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