Mi libertad
Dormitaba ligeramente sentado en el amplio sillón, apoyado a la gran ventana de la sala, había olvidado cerrarla y todo el molesto viento nocturno despeinaba sus suaves cabellos rosas. Estaba esperando como siempre, en la misma posición, a la misma hora, con la misma disposición de todos los días, con las mismas lágrimas surcando en su pequeño rostro. Levantó el rostro, tenía una marca roja en la mejilla producto de estar varias horas usando su brazo como almohada. Vio el reloj en la pared, la demora había sobrepasado la medianoche esta vez. Dos y media de la madrugada, todo continuaba en penumbras a su alrededor.
Estaba solo, de nuevo. Yuki se había marchado. Le había dejado solo.
Estaba solo a merced de su oscuridad y la violencia de sus demonios internos, dudas, el dolor constante en su corazón. Creyó en un inicio que podría soportarlo, que podría amarlo sin importar nada, pero su cuerpo parecía ya no querer continuar con la eterna espera de un amor no correspondido.
Shuichi sabía que Yuki no estaba fuera de casa por trabajo…
Él sabía perfectamente que su amado se acostaba con una mujer. Y él se sentía un idiota por permitírselo sin decir una sola palabra al respecto, el estúpido era él por no darse su lugar de amante, él tenía la culpa por haberse convertido en tal perdedor, un simple objeto adornando la casa.
Su corazón parecía estrujarse una vez su amado salía perfectamente arreglado sin mirar una sola vez hacia él.
Se abrazó a sí mismo, con insana angustia, con tristeza y desasosiego, una vez más todo a su alrededor quería envolverlo en sus mantos de soledad, las lágrimas no paraban de nublar su vista amatista y el frío de la madrugada se sumaba a la cruel tortura.
Caminó sin tantear hacia donde llegaría, instintivamente llegó a la habitación del escritor, aún la ropa yacía en la cama. Se sentó a un lado y abrazó con apego la enorme camisa celeste, sentía impregnado aquel delicioso aroma proveniente de su cuerpo, el sensual olor de su amor.
Se puso de pie y recorrió con dolor aquella gran habitación, testigo de tantas noches de pasión, de tantas lágrimas, de tanto desenfreno, de tantos arrebatos continuos…
Lloró fuertemente. Aquel ya no era su lugar, lo había amado tanto y se había aprisionado en el tiempo, su casa se había convertido en su jaula de oro, había perdido su libertad, su amor propio…y ya no iba a permitirse seguir humillándose, por más que lo amara a muerte.
Shindou Shuichi ya no quería seguir viviendo enjaulado. Tomó sus maletas debajo de la cama y juntó su ropa, metiéndola desordenadamente dentro de ellas.
Tomó una hoja de su libreta y escribió con decisión aunque las lágrimas intentaran cegarlo. La dejó en el velador y salió con decisión de allí, sin mirar atrás.
“Mi Yuki. Me fui a ser libre. Te amo.
Shuichi.”
Cuando Yuki llegó y leyó la nota, no dudó un segundo en correr tras él.