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A Killer Kitty por MinnieLeeKimPark

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Notas del fanfic:

 

 

 

 

Lalala~ Soy un búho nanana~

Notas del capitulo:

 

 

Jelou♥ Esto lo escribí para elc oncurso de San Valentín de Jongkey Shippers. cofcofnadaqueverconsanvalentinlatramacofcof Me gané un unicornio .w. Nee, nee djksfjsfjdskl♥

 

Ando los ojos llorosos fjsdkfjsdkf ;_; vi una peli ‘romántica’ y me dieron ganas de lloraaaar

 

dfsjkalsjf Dijo YakumoCamui que le gustó, asique estoes para ella :3♥

 

Sé que debí hacer algo bien cursi por la fecha u.u asi que pido perdon y AHS tiene la culpa -w-

 

 

 

Yo solo escribo estupideces xD

A Killer Kitty

 

 

 

Se ha encontrado la escena de un crimen, por cuarta ocasión en el mes, en la calle Master key.

 

Esta vez, fue asesinada una joven de dieciocho años, Jessica Jung. Estudiante, educada, y hermosa. Sin líos, sin pleitos, sin enemigos. Como las otras muchas víctimas del asesino famoso, su delito era ser hermosa. –Se escuchaba en la televisión al reportero anunciando la típica nota del psicópata que asesina gente por diversión.

 

La policía investigaba, y por más vueltas que le daban, no hallaban nada. No había huellas, ni testigos. Era el crimen perfecto. El asesino perfecto.

 

Como decía el de la sonrisa de comercial, que hablaba frente a una cámara con un micrófono en la mano, las víctimas tenían algo en común: Eran hermosas.

 

La explicación más lógica en este caso sería que quien arrebataba la vida de aquella fría forma, era que una mujer sumida en la vanidad las envidiaba por poseer belleza, de la que ella carecía.

 

Sin embargo, no era una anciana desquiciada, y podía carecer de muchas cosas, menos de belleza.

 

Jonghyun, un agradable y, hasta cierto punto, tonto tipo, iba viendo por la ventana del autobús, perdiéndose en el hermoso atardecer que el Sol coloreaba de anaranjado, después de que jornada laboral en el instituto en la que trabajaba terminara, hasta que un grito agudo llegó a sus tímpanos, perturbando la visión de un paisaje perfecto.

 

Los ojos almendrados de una chica permanecían abiertos, derramando una lágrima brillante como los rubíes, mientras que su cuello modelaba una línea, que cortaba su vena yugular. La marca personal del que cometió el crimen era esa, rajar la esquinilla del ojo con la punta del puñal, aunque en realidad, él no usaba tal puñal, no usaba cuchillos ni armas. Él usaba sus manos, o más bien, sus garras.

 

Jonghyun pudo ver el sensual andar de un gato con un listón rosa atado al cuello, completamente negro y delgado, los ojos resaltados en un azul eléctrico en medio de la oscuridad. Era simple, sencillo y elegante al mismo tiempo.

 

El hipnótico paso que llevaba lo había hechizado, haciéndolo ignorar la sirena de la policía y los gritos de horror de la gente al ver a una muchacha sin vida. Y esa no fue la única vez que lo vio.

 

Pasaron dos meses antes de que Jonghyun volviera a toparse con el lindo gatito. Tras la valla que rodeaba la escuela en la que trabajaba él, sin emoción alguna en el rostro, presenció un homicidio. Ahora sabía quién era el asesino.

 

Y desde entonces, se forjó una nueva costumbre: Caminar por el mismo sendero, a la misma hora, en la misma calle sólo para verlo, y que sus miradas divagasen en los ojos del otro, leyéndose las almas.

 

Esa calle que le pertenecía al minino, Jonghyun la podía pisar fácilmente y sin temor, sólo él, y al lado de la bolita de pelos negra que era rodeada por un aura espeluznante.

 

Una noche, la camioneta iba más lleno que de costumbre. Corría, entre los habitantes de la ciudad, el rumor de que esa noche el asesino volvería a atacar. Atacaba cada Luna llena.

 

Por el muro de ladrillos escarlatas, caminaba contoneándose como siempre, el gatuno amigo que supo hacerse Jonghyun, siguiendo a éste último hasta su casa. Él sonrió cuando notó que seguía el trayecto de la camioneta.

 

Esta noche, no mataría a nadie.

 

Jonghyun era común y corriente. Era soltero, vivía solo, trabajaba de maestro de literatura en una escuela de gobierno, se comía libros cada noche, iba al gimnasio cada semana, no tenía suficiente dinero para comprar un auto, no sabía cocinar nada que no fuera un sándwich o cereal. Tierno, tonto, dulce.

 

Pero lo que logró llamarle la atención a quien ahora lo perseguía, había sido su porte, y le parecía atractivo que usara trajes formales y corbata, que se peinara de ladito para dar una buena impresión, aunque se veía mejor con el cabello desordenado. Y, finalmente, sus ojos. Esos ojos que lo miraron tras el cristal de la ventana del autobús, y días después tras la valla.

 

Esos ojos que no le han tenido miedo jamás, y que no lo juzgaron por asesinar.

 

Jonghyun abrió la puerta de su pequeña, pero cómoda, vivienda, dejándolo pasar antes que él, como si el gato fuese la dama, y él el caballero. Le sirvió leche en un platito hondo, y encantado, él se acercó a beberla.

 

Los asesinatos pararon por, al menos, dos meses.

 

Jonghyun dormía tranquilamente en su desordenada cama, y en su pecho descansaba el gatito, siendo acariciado sin que Jonghyun se diera cuenta. Era automático el tocarlo. Era mágico estar con él.

 

—Gatito, ¿quieres leche? —Vertió el contenido del cartón que acababa de comprar en el tazón rosa que destino para su invitado matutino, y lo dejó sobre la mesa, mientras terminaba de vestirse. En quince minutos tenía que estar en la escuela para trabajar—. Eres muy bonito. —le acarició, haciendo que el animal se crispara. Jonghyun sonrió por esa actitud. Se le antojaba tierno.

 

Se compuso bien la corbata alrededor del cuello, viéndose fijamente al espejo. El gatito sólo lo miraba, ladeando la cabeza de vez en cuando y sacando su lengua al alimentarse.

 

—Adiós —dijo desde cierta distancia, cerrando la puerta tras de sí.

 

Fue un día agotador, como todos los demás. Aprovechó de comprar un par de libros antes de dirigirse a su casa.

 

Encendió las luces, y le echó un ojo al interior de su acogedora morada. Forzó a salir una sonrisa cuando notó que su minino no estaba, ya se lo esperaba porque él no siempre estaba ahí todo el día. Pero cuando, al voltear, se topó con el calendario, se acordó de una cosa muy importante: Era  Luna llena.

 

Desilusionado, se encaminó a la cocina a prepararse algo.

 

Escuchó un maullido, después de que unas cajas se cayeran quizás. Jonghyun apenas se inmutó. Estaba pensando en qué estaría haciendo su gato allá afuera. Sabía que ellos son independientes, claro, pero para él era inevitable preocuparse por la manchita negra que llamaba “Gatito”. En un principio, buscó en su cuello alguna placa dorada con un nombre, cosa estúpida, ya que no se trataba de un perro.

 

Algo se restregó en su pierna, y sólo así notó que no era el único en casa.

 

—Hola, gatito —saludó sonriente, bajando la mirada hacia él.

 

Pudo jurar que el animal había soltado un quejido, y una mirada recriminatoria hacía él.

 

— ¿Qué? ¿Qué hice mal? —preguntó sin entender.

 

¿Cómo le respondería un animal? Era inútil tratar de sostener una conversación con él. Nunca le respondería.

 

¿Cómo diablos iba a entender a un gato? Esa bola de pelos era incomprensible y rara. En un momento era dulce y cariñoso, y después le miraba con indiferencia, o se le frotaba constantemente, y luego le huía.

 

 

***

 

— ¿Tienes hambre, gatito?

 

Le ofreció un platito lleno de leche, dejándolo en la mesa, mas el minino no se asomó. Jong sabía que estaba allí, en su casa, lo sentía. La noche anterior durmió con él, y era Luna llena. Había apaciguado al corazoncito del asesino con su calor, y por lo tanto, este no corrió a matar.

 

Jonghyun se preparó un sándwich y ni siquiera lo depositó en un plato, sino que lo devoró apenas estuvo terminado.

 

No supo cómo, pero un joven de quizás diecisiete años, de ojos oscuros como una noche sin vida y cabello con el mismo tono, había entrado a su casa, y ahora le sostenía la mirada de una manera única, que logró reconocer en un instante.

 

— ¿Gatito? —cayó en cuenta al ver una sonrisita tímida ser esbozada por los labios rosados del niño. Este caminó sensualmente hacia él, deslizando sus pasos con suavidad.

 

Sus piernas eran torneadas y de apariencia en verdad suave, al igual que el resto de su cuerpo. Era hermoso. De no ser porque estaba desnudo, Jonghyun lo hubiera creído mujer. Demasiado hermoso para ser hombre –pensó.

 

— ¿Eres tú? —repitió tartamudeando.

 

El otro asintió con la cabeza y mordió su labio inferior sugerentemente. Se inclinó, apoyando los codos en la mesa, estirándose mientras encorvaba la espalda.

 

Jonghyun vio las orejitas grandes asomando entre el cabello sedoso. Eran de gato. Y tenía… ¡Tenía cola! Contuvo hasta el aliento. Es un sueño, un maldito sueño húmedo –se repetía sin cesar, y sólo reaccionó cuando le fue tomada su mano.

 

Maulló junto a su oído, recorriendo su espalda baja con la mano ajena. Llegó al lugar cerca de su colita, e hizo que Jonghyun le acariciara ahí.

 

Eso fue suficiente para que Jonghyun mandara todo al diablo. Lo subió a la mesa, abriéndole las piernas para acomodarse entre ellas. Tocó sus labios abultaditos, acorazonados y dulces con los propios. Jugando con la lengua mojada del gatito, sintiendo ronroneos ahogados, tomó entre sus dedos uno de los botoncitos suaves que decoraban su pecho fino y lo estrujó.

 

Miró sus ojos empapados de lagrimillas sensibles y su boquita jadeante, y entonces supo que no había vuelta atrás.

 

Manoseó sus piernas, al mismo tiempo que era despojado de esa camisa que lo encerraba en calor. El niño soltó una risita tierna, despegado sus labios de los de Jonghyun para observar los músculos que bajo sus manos se contraían. Al ver eso, Jonghyun besó su cuello, estampando su lengua en un camino que se teñiría de rojo al día siguiente.

 

Dirigió uno de sus dedos al lugar que invadiría en unos instantes, pero él lo detuvo. Bajando del mueble, se paseó a gusto hasta la puerta de la habitación del dueño de la casa, atrayéndolo después con el dedo índice.

 

Jong hizo un esfuerzo para no correrse por el simple hecho de ver ese trasero moviéndose al caminar, y lo siguió con una sonrisa traviesa.

 

Abrazó la cintura pequeña, hundiendo la nariz en la curva de su cuello, provocando que sus ojos se convirtieran en una rayita negra al reír. Él olía a fresas y canela.

 

Lo aventó a la cama, asegurándose primero de no hacerle daño. Viendo como el que solía ser una bola de pelo se llevaba las manos a su propia entrepierna, dándose placer al masturbarse, el mayor se quitó lo demás de ropa con gran rapidez.

 

Se fundió en caricias a la piel bella que se restregaba bajo la suya, tocándola con deseo, besándola apasionadamente.

 

Jonghyun había tenido muchas novias, a las que aprendió a amar en la cama y fuera de ella, sin embargo, sería la primera vez que estaría con otro hombre. Aún así, suponía que era su deber procurar que no le doliera cuando lo penetrara, asique, sometiendo al más joven, tomó una de sus piernas y la alzó para intentar tener acceso a su entrada, pero, como la vez anterior, el otro no se lo permitió. En cambio, se subió a horcajadas sobre su abdomen, y le dio un beso en los labios antes de erguirse. El niño felino sintió cómo el guapo muchacho acostado bajo él posaba las manos en sus piernas.

 

Una vez sus cuerpos se unieron, los gemidos mojaron el ambiente. El menor lloriqueaba ruidosamente entre jadeos, enterrándose la hombría dura del otro en su casto cuerpo. Gemía como el gato que era, hundiendo las uñas que, en vez de garras tenía en ese momento, en los brazos de Jong, sintiéndose traspasado deliciosamente.

 

—Espera, gatito, detente… —trataba de parar el vaivén, ya que el rostro precioso del contrario se bañaba en lágrimas. Se levantó con él aún moviéndose, y besó sus ojos, abrazando sus caderas. Los brazos delgados se cerraron en su cuello, y Jonghyun sonrió ante aquel gesto.

 

Le derribó delicadamente, posicionándose arriba. Lo acarició con cariño para que el dolor se esfumara y que ya no sufriera. Se sentía horriblemente culpable por el dolor por el que estaba pasando.

 

Sintiendo sus paredes menos tensas, comenzó a embestirlo poco a poco, y enseguida una queja aguda y felina salió de los labios coloreados como capullos de flores en primavera. Siguió golpeando cierto punto, buscando volverlo loco de placer en medio del éxtasis y lo logró.

 

Se escapaban múltiples ronroneos de su garganta, su cuerpo se movía en armonía con el del mayor, y sus ojos se cerraban. Marcaba sus uñas en la espalda de quién arremetía contantemente con profundidad y frenesí dentro suyo, maullando, gritando.

 

Un beso más, y, sintiendo cómo se estremecía gimiendo bajo él, Jonghyun terminó con una última estocada que hizo que el alma del chico de abajo se desprendiera de su cuerpo por un segundo. Con suma delicadeza, abandonó la calidez en la que estaba envuelto. Le besó la frente al verlo sonriendo, notando que su flequillo estaba húmedo debido al sudor que lo que acababan de hacer provocó.

 

Sin moverlo mucho, ya que cayó dormido apenas terminaron, lo rodeó con sus brazos. Acarició con paciencia los mechones azabaches y las orejitas. Jonghyun todavía no creía lo que pasó entre su pequeño amigo, el gato, y él.

 

En la mañana, algo muy hermoso acurrucado en su pecho le confirmó que sí había pasado.

 

—Entonces no fue un sueño —murmuró, perdido en la suavidad de los hombros del menor. De nuevo, él respondió con un “Miau” que lo decepcionó mucho. Quizás no podía hablar como una persona normal.

 

Llevó un mechoncito de pelo hasta atrás de su oreja derecha, la que sí era humana, con cariño, y le besó la naricita. El gato se iba a levantar, mas cuando trató de sentarse se arrepintió.

 

—Perdón —musitó suavemente, y con pesar—, yo no quería lastimarte.

 

Asintió con simpleza, y delante de los ojos cafés de Jong, volvió a ser un animal. La transformación, lejos de repulsiva, se le hizo tierna. Sus manitas se convirtieron en patitas con garras, y su cuerpo se llenó de pelaje negro. En menos de un minuto, el jovencito sensual regresó a su aspecto anterior, saltó fuera de la cama, y huyó por la ventana.

 

Jonghyun se resignó. Comenzaba a comprender cómo funcionaban los gatos. Él se creía más bien un perro. Era dependiente, leal, cálido, y desafortunadamente, o no, los mininos eran lo contrario.

 

Con un suspiro, se levantó de su cama y resolvió ordenar el lío de sábanas. Dobló una cobija blanca, y al ponerla a un lado, se dio cuenta de que estaba manchada de ¿sangre? Lo que le faltaba. Como si no hubiese sido suficiente el presenciar el dolor en la carita inocente del chiquillo gatuno, ahora tenía la prueba del daño que le había causado.

 

Por la tarde, se dispuso a leer un libro, sentado en el suelo mientras contemplaba el cielo pálido que un día de viento le brindaba. Releyó una frase una y otra vez, sin poder concentrarse. Su gatito, el chico que se entregó a él, inundaba su cabeza.

 

El sonido de una patrulla lo hizo reaccionar. Déjà vu.

 

— ¿Has vuelto a matar, dulce gatito? —le dijo a la nada, cerrando el libro y poniéndolo en su regazo.

 

Regresó su atención a la obra, y repasó unas páginas. Cuando se hubo aburrido, se encaminó a su sala, y prendió la televisión.

 

Esta vez, la desquiciada asesina se atrasó por un día –decía el de las noticias, como si lo supiera todo.

 

Jonghyun se sintió traicionado. Sin embargo, él no podía hacerlo cambiar. Si el minino deja de asesinar, debe ser por su propia decisión.

 

A la media noche, se despertó a causa de la sed. Refregó sus ojos, y antes de salir del cuarto se dio cuenta de que tenía compañía. Lo vio abrazado a sus rodillas mirando fuera de la ventana, con los ojos fijos en el firmamento.

 

—Gatito~

 

La respuesta fue un gemidito tranquilo y una sonrisa.

 

Ambos se pusieron de pie, mirándose. Eran de la misma estatura.

 

—Perdón por lo de anoche —se disculpó por milésima vez. El otro negó, asestó una caricia en los labios de Jonghyun, sonriéndole y haciendo que entendiera que no importaba.

 

***

 

Cada cierto tiempo, el menor desaparecía. Jonghyun aprendió a vivir con un gato, siendo él el perro que lo cuidaba y seguía, siendo rechazado y mimado, dependía del humor del otro. Raras veces llegaba el chico tal cual era. Le gustaba transformarse frente a Jong. Le encantaba ver sus ojos llenarse de lujuria al tenerlo absoluta y completamente suyo.

 

Tuvo que seducir a Jonghyun, hasta llevarlo al límite, para que volviera a poseerlo. Lo sobornó con silenciosos ruegos, pucheros tiernos y ronroneos que más sonaban a gemidos.

 

—Mi nombre es Kibum —dijo bajito, susurrándole al oído a Jonghyun mientras este palpaba su figura recostada en medio del colchón. Estaba harto que lo llamara “gatito” desde hacía mucho tiempo.

 

—No creí que pudieras hablar. —paró en seco toda caricia.

 

—Quería confiar en ti antes de decirte toda la verdad. —se cruzó de piernas y se sentó cuando el mayor se hizo hacia atrás.

 

— ¿Toda la verdad? —El minino llamado Kibum asintió.

 

— ¿No te causa curiosidad saber qué soy? ¿Crees que soy común y corriente? —Cuestionó divertido—. Jong, te amo, y eres el único en el que confío.

 

— ¿En serio? —sonrió.

 

—Claro, si no, ¿por qué te dejé tocar lo que nadie más ha tocado? Eres tú... Eres el indicado.

 

—También te amo —musitó, con una sonrisa estúpida dibujada en la cara—. Entonces… ¿Qué eres?

 

—Nací así… Cuando tenía cuatro años, mamá asesinó a una de nuestras vecinas por ser hermosa. La policía llegó a nuestro apartamento, y para salvarme a mí, mami me dio indicaciones para convertirme en gato y huir por la ventana —relató Kibum—. Es cuestión de concentrarse y pensarme un animal, y ya.

 

— ¿Eso significa que yo también puedo ser un gato?

 

—No. Yo tengo ese poder, pero tú no. En todo caso, serías un lindo cachorrito y no un gato.

 

—Yo también creo eso —coincidió sonriendo—. ¿Dices que naciste así? ¡Entonces eres un extraterrestre!

 

—No. Mi mamá hacía magia cuando estaba viva, y experimentó estando embarazada.

 

—Entiendo —murmuró—. ¿Fue condenada por el crimen?—Kibum afirmó con la cabeza.

 

—Y se suicidó en la cárcel. Estaba frustrada por que le dieron cadena perpetua—informó sereno—. Me gustaba visitarla todos los días, asique ese no fue la excepción. Mi cuerpo esbelto me dejaba cruzar las rejas fácilmente, y nadie jamás imaginaría que el gato pequeño que llegaba, en realidad era el hijo de la prisionera. —Su mente estaba divagando en el pasado, y los recuerdos de una niñez extraña se arremolinaron causándole dolor de cabeza—. Ése día, la vi tomar una soga, y amarrarla a un hierro que sobresalía del techo en mal estado. Subió a su cama, ató la cuerda en su cuello y saltó, quedando colgada frente a mí.

 

—Lo siento mucho. —le sobó el hombro.

 

—No lo sientas, cielo —respondió con una sonrisa forzada—. Estoy bien.

 

—Tú haces lo mismo que ella.

 

—Todas las zorras a las que he matado se lo merecían—gruñó, desviando una mirada cargada de odio—. Se creían las más hermosas y codiciadas damitas de toda Corea. Estaban tan equivocadas.

 

Jonghyun se le lanzó encima, y reanudó las caricias que minutos antes frenó.

 

—Hm~ Jonghyun~—suspiró.

 

—Así es, precioso —murmuró, acomodando al menor con las piernas alrededor de su cintura—. Gime mi nombre. Eso es lo que siempre he deseado.

 

—Ah~ Jongie, tómame. Hazme el amor, mi cachorrito~

 

Sonriéndole, Jonghyun se separó, sólo para dejarlo boca abajo y con la cara en la almohada. Levantó, con ayuda de sus brazos, las caderas de Kibum, separándole las piernas, sintiéndose poderoso por estarlo sometiendo. Él casi nunca se dejaba dominar porque le gustaba mandar a su cachorro, que hiciera lo que él quería, que le obedeciera. Aunque sentirse sumiso y dominado también parecía gustarle.

 

—Tú eres mil veces más hermoso que cualquier mujer, Kibummie —susurró, inclinándose sobre la espalda nívea del más joven—. Eres perfecto. Nadie es mejor que tú.

 

—Por favor… Tócame, ámame, Jong. Soy tuyo…

 

Un fuerte grito salió de su boquita, inundando la habitación, llenando de gozo al que irrumpía en su ser. Moviéndose como si fuesen uno, llevando a la cima del placer al otro, jurándose amor mutuamente.

 

***

 

— ¿Leyeron el libro de esta semana?—cuestionó el profesor a sus alumnos, y éstos últimos asintieron mintiéndole.

 

Caminó hasta su escritorio pulcro y ordenado. Tomó entre sus manos las hojas que contenían el examen que en segundos pasaría a su clase y que sería el último del año. Levantó la vista hacia la ventana frente a él, ahí estaba esperándolo su gatito, su Kibummie.

 

—Oppa —le dijo una de las estudiantes, mientras con su inocencia fingida trataba de seducir a su maestro—, ¿puede alcanzarme mi lápiz? —Apuntó al trozo de madera que yacía en el suelo—. Es que se ha caído, y no soy capaz de recogerlo porque está muy lejos—explicó.

 

Jonghyun se inclinó a recogerlo y de inmediato se lo pasó a la chica, quien le coqueteaba descaradamente subiéndose la falda para que le viera las piernas. Los instintos de Kibum le gritaron el nombre de su próxima víctima. Sólo se quedó a observarla, analizándola con tranquilidad.

 

En ese momento, Jonghyun sintió enojo por cómo Kibum la miraba. No comprendía qué demonios tenía el chico en la cabeza. Quería decirle, pedirle que dejase de apagar vidas inocentes y de teñir su propia existencia de rojo sangre, de resentimiento y crueldad, pero no quería que lo hiciera por él, sino por sí mismo.

 

— ¿Dejarás de matar algún día?—refunfuñó esa noche, viendo a su gatito escabullirse en dirección del camino que la Luna llena alumbraba. Kibum se transformó rápidamente para responder.

 

—No sé si pueda. —Caminó con sus dos piernas—. Mi madre fue el único modelo a seguir que se me entregó de pequeño.

 

—Tus decisiones dependen de ti, de nadie más.

 

—Dame tiempo —pidió. El mayor estiró los brazos para rodear con ellos a su pequeño y lo jaló consigo hasta la cama, para dormir juntos.

 

Cada que Kibum regresaba salpicado de sangre, Jonghyun lo arrastraba al baño y le lavaba las manitas, y en ocasiones hasta lo bañaba. Se veía preocupado y enojado, muy enojado, mientras lo hacía, pero cuando su minino rehuía al agua, lo enternecía, y terminaba amándolo entre burbujas de jabón y espuma.

 

Master Key es tu calle, ¿no? —preguntó suavemente, restregando con las yemas de los dedos el cabello oscuro del otro—. Kibum, Ki, Key~

 

—Qué lindo lo que dices. —le dio un besito mojado—. Llámame Key.

 

—Te amo, Key —susurró, humedeciendo el pecho del menor con espuma.

 

—Yo también te amo.

 

***

 

— ¿Lo prometes? —dijo ilusionado cuando Kibum le prometió firmemente que dejaría de cometer crímenes. El menor asintió, y se ganó toneladas de besos y caricias.

 

Fueron necesarios dos meses para que esa promesa quedara en el olvido.

 

Jong aferraba las caderas de Kibum, mientras este usaba su propia fuerza para subir y bajar en aquel incesante ritmo. La luz de la Luna iluminaba sus rostros absortos de placer. La luz de la Luna llena. Lo único que se comparaba a la adrenalina de asesinar, era el placer de amar y ser amado de aquella manera.

 

—Ah~ —se quejó, aruñando el torso trabajado de Jonghyun. Rodó sus ojitos hacia arriba, mordiendo sus labios. Fue mala idea dejar de ver las profundas orbes del mayor, ya que apenas divisó la luz de la Luna, algo muy fuerte se apoderó de él.

 

—No, no.

 

Kibum se detuvo,  y anuló el enlace de sus cuerpos. Pasó una de sus piernas a la par de la otra, dejando de montar a Jonghyun, y volvió a ser un gato, corriendo, dejando que sus instintos le indicaran el lugar correcto.

 

Después de romper una promesa, después de acabar con la confianza, lo menos que puedes esperar es que dejen de creer en ti, pero Kibum no lo comprendía. Él fue tras Jonghyun muchas veces, invirtiendo los papeles ya que estaba acostumbrado a ser el perseguido. Jonghyun lo ignoraba. Cuando el niño bonito se le arrimaba, Jonghyun le decía cosas como “¿Acaso estás en celo?” y él sólo respondía con una mirada vacía, sin enojarse mucho. Sentía que Jonghyun podía decir cualquier estupidez, cualquier cosa, y él siempre lo perdonaría y entendería.

 

Se había convertido en alguien completamente distinto a quien solía ser desde que conoció a ese tal Jonghyun.

 

—Ah~ Jonghyun, más adentro —gritaba, auto penetrándose con sus dedos, tratando de excitarlo y que el enfado se le pasara. Llevaba intentándolo hacía meses, quizás dos, y Kibum sentía que moriría si pasaba un día más sin que lo tomara.

 

El mayor fue a recoger su chaqueta al cuarto, sin prestarle atención al chico que se frotaba en sus sábanas, y salió de la casa. Jong tenía una fuerza de voluntad impresionante.

 

Eso fue el colmo. Kibum corrió tras él, de nuevo, y tomó su brazo.

 

—Perdóname, perdóname por no cumplir mi promesa —le pedía entre sollozos.

 

— ¡Suéltame!—exclamó, tirando al otro bruscamente. Kibum rompió en llanto, tirado en el suelo mientras tiritaba.

 

Una sensación para nada agradable dominó el corazón de Jonghyun, ese corazón que pareció romperse. Lo amaba, lo amaba amargamente.

 

—Perdón —musitó cuando lo vio abrazar sus rodillas, sus ojos estaban rojos de tanto retener lágrimas.

 

—Te amo, Jonghyun, te amo tanto —decía más para sí, hundiéndose en desesperación, desesperación que los brazos de Jonghyun aliviaron.

 

—Todo va a estar bien. —secó sus mejillas con los pulgares, aunque Kibum no dejara de llorar amargamente.

 

Se sentía lo peor del mundo por fallarle a la única persona que lo había amado, con la única persona que se sentía feliz, con quien la soledad no existía. Jong lo miraba con tanto amor y preocupación, lo tocaba con tanta delicadeza, que a Key sólo le daban más ganas de llorar.

 

Tras un beso mojado, lo cargó como si de una princesa se tratase, y Kibum se aferró con fuerza a su cuello, por miedo a que se fuera y lo dejara solo. Lo acomodó en la cama y se quitó la chaqueta antes de entrar a ella junto al que no paraba de sollozar.

 

—Te extrañé tanto —hipó en su oído.

 

—Yo igual. —le pasó las manos por la cintura. Los ojos felinos se cerraron, alertando a Jonghyun que estaba por dormirse, pero él no quería que así lo hiciese—. Mi mamá fue asesinada en realidad —hizo saber, acariciando la piel tersa de las piernas de Kibum.

 

— ¿Cómo dices? —inquirió más despierto.

 

—Tu mamá mató a la mía.

 

— ¿Por qué no me lo dijiste antes? —chilló, al borde de las lágrimas nuevamente.

 

—Recién encontré la carta en la que mi papá me explica todo. Él murió hace tres años. Justifica el no haberme dicho antes porque quería protegerme, no quería que sintiera odio ni rencor.

 

El menor quedó atónito por las palabras que salieron de esos labios.

 

—Perdón, te pido perdón en su nombre, Jong —murmuró, realmente triste.

 

-—No te preocupes. —sonrió—. Yo la perdoné desde el primer momento.

 

¿Cómo podía ser Jonghyun tan noble? No, en definitiva él no merecía a alguien tan perfecto.

 

—Quiero cambiar para hacerte feliz —musitó. Jonghyun guardó silencio, y se abrazó más a su cuerpo cálido—. Cuando yo era muy chico, el color de mi cabello era rubio, al igual que mi pelaje —susurró contra el pecho de quién lo acogía con dulzura—. Cambié al ver a mi mami muriendo —habló bajo. Jong besó su frente—. No quiero seguir truncando vidas, y causando un dolor tan profundo como el que mi mamá te hizo sentir a ti y a tu padre.

 

—Yo quiero verte rubio —dijo haciendo que el otro sonriera—. Vamos a dormir, gatito.

 

—Deja de llamarme así, para algo te dije mi nombre —reprochó con un puchero.

 

—Kibummie, es hora de dormir, mañana tengo que madrugar. —se acomodaron mejor y cayeron rendidos.

 

A la mañana siguiente, la alarma del despertador sonó. Jonghyun se apresuró a apagarla para que el niño que dormía plácidamente sobre su brazo no se despertara. Le arropó mejor y acarició su cabeza, notando que su pelo estaba más claro, pero no le prestó mucha atención, y salió de su casa, ansioso por regresar.

 

— ¿Mandó a llamarme?—abrió la puerta tras la aprobación del dueño de la oficina a la que visitaba, el director de la escuela.

 

—Sí, debo darte una noticia importante —dijo con una gran sonrisa—. Serás trasladado a Inglaterra por tu excelente inglés.

 

Jonghyun se tomó un poco más de tiempo para procesar esas palabras.

 

— ¿Qué sucede? ¿No te gusta la idea?

 

—No es eso —informó velozmente.

 

—Dentro de una semana comienzas a vivir en Europa. —le dio un golpe en el hombro, según él felicitándolo.

 

—Está bien… Muchas gracias. —salió corriendo apenas pudo. Tenía que avisarle de su nueva residencia a su felino.

 

Las calles parecían más largas y el tiempo más prolongado. Cuando al fin llegó, no encontró nadie en casa. Esperó pacientemente, pero nada.

 

— ¡Kibum! ¡Key! ¿Dónde te metiste, Kibum? ¡Maldita sea!

 

Llevaba dos días haciendo maletas, y su minino no se aparecía por ningún lado. Odiaba cuando se iba. ¿Y si un perro lo persigue y lo… come? ¿Y si se pierde? ¿Y si un auto lo atropella?

 

— ¡Kibum!

 

¿Y si lo busca? No, Jonghyun no tiene idea de a qué sitios va Kibum cuando sale. Se limitó a vociferar su nombre, con la esperanza de que regrese a casa, y pueda meterlo en una jaula para que no se vaya de su lado nunca más.

 

Jonghyun tenía mucho que aprender de la vida de su gatito aún.

 

Dejó por fin aquel apartamento que habitó durante tantos años. Al saber la verdadera historia de la muerte de su madre, quiso regresar a su anterior casa, a lo mejor y ahí estaba atrapada el alma de su progenitora.

 

—Estúpido Jonghyun, deja de pensar estupideces—se dijo a sí mismo.

 

Subió al avión, dejando a Kibum, y a su recuerdo, en la tierra que lo vio nacer.

 

Jonghyun sabía inglés gracias a su padre, quien vivió en Estados Unidos antes de casarse.

 

Sonreía constantemente, escondiendo sus sentimientos verdaderos.

 

—Disculpe, ¿puede decirme dónde queda mi siguiente clase?—interrumpió una vocecita preciosa. Jonghyun creyó estar alucinando, y sólo tomó la hoja que le era extendida.

 

—Queda en el primer piso —contestó—. Perdón, estoy atrasado —se disculpó rápidamente, sin siquiera ver a quién le hablaba—. Pídele a alguien que te ubique. Perdón de nuevo.

 

—No hay problema —murmuró dulcemente—. Nos vemos pronto, cachorrito.

 

Jonghyun bufó ante la mala broma que su mente le jugaba. El fantasma de un gato lo acosaba.

 

Recorría tiendas de ropa carísima, iba a restaurantes elegantes, disfrutaba plenamente su suerte, o lo haría si en su nueva y maravillosa vida estuviese Kibum.

 

Por mucho que tuviera mejor salario, él siempre se hacía un sándwich antes de sentarse en el suelo a leer, claro que ahora el piso era cubierto por una alfombra elegante y de las ventanas anchas colgaban cortinas extensas y lujosas. Compraba un libro nuevo cada semana, después de salir del trabajo. Ahora era catedrático de la universidad. Ganaba más, vivía sin complicaciones. Estaba viviendo la gran vida.

 

La estación que, en ese entonces, decoraba a Londres, era la primavera, esa época que teñía de rosado cada pétalo, y le recordaba a los labios de su gato.

 

Estaba tan concentrado en su lectura, que nada a su alrededor existía, ni el tiempo. Tres y media de la mañana, y él perseguía con ansias enfermas cada párrafo que ante sus ojos se mostraba, muriendo lentamente, deseando saber en qué concluiría la historia entre sus dedos.

 

Un peso se acomodó en su regazo. Se obligó a desanclar la mirada de las letras, para posarla en quién lo interrumpía.

 

Jonghyun, creyéndose en medio de un sueño, palpó la cinturita que estaba frente a él, viendo un par de pezones suaves sobre una piel aterciopelada y completamente blanca, sin marcas, ni roces. Kibum pasó sus manos limpias y sin rastro de sangre desde hacía meses, por los hombros del otro, dejando que lo comiese con la mirada, mordiéndose el labio inferior.

 

Sonrió dulcemente, cuando el mayor hizo lo mismo al ver sus cabellos dorados.

 

—Estás aquí —murmuró, acariciándolo con calma.

 

—Siempre lo estuve, cariño.

 

—No —dijo con voz ronca—, tú te fuiste de mi lado, te alejaste de mí, y no pude decirte que me mudaría a Inglaterra…

 

—Nunca me alejé de ti, y tampoco lo haré en el futuro. Aunque tú no lo percibas, siempre estoy un paso adelante de ti.

 

***

 

— ¿Ya casi estás listo, Key?

 

Kibum pasaba la barrita de brillo constantemente por sus labios, buscando humectarlos aún más. Ya no tenía las orejas puntiagudas, ni la cola de gato, sólo las sacaba cuando quería. Antes de contestar, checó el delineado de sus ojos y la pulcritud de su vestimenta en el espejo amplio que tenían en la habitación, y se acomodó bien el flequillo sobre la frente.

 

—Calma, cachorrito. El restaurante no se moverá de su lugar.

 

—El restaurante no, pero tú sí. —Tomó posesivamente al rubio por la cintura—.  Tu lugar es a mi lado.

 

—Entonces aquí permaneceré —unió sus labios con los del mayor en un roce cálido— para siempre.

 

Jonghyun dejaba que la criaturilla rubia saliera cada que se le pegaba la gana, después de todo, estaba seguro de que siempre regresaría.

 

Aunque tú no lo percibas, siempre estoy un paso adelante de ti.♥

Fin.♥

 

Notas finales:

 

 

-w-

 

 

 

 

 

 

 

Aigo xD

 

 

 

Dato curioso: Soy alérgica a los gatos x//D

 

Como sea, mucho amorsh para ustedes♥ y que les den muchos chocolates y/o unicornios *¬*

 

Recuerden: Vean AHS :3 y coman galletas oreo *¬*


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