Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Wedding dress por MisuzuBlack

[Reviews - 52]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este es un fic nacido del deseo de expresar mis sentimientos hacia los vestidos de novia. Tambien va dedicado a mi mejor amiga que proximamente contraerá nupcias y es la razón por la que me inmiscuí en tantos vestidos blancos XD

Espero lo disfruten y le den una buena acogida.

PD. No será muy largo.

Notas del capitulo:

Espero que les guste XD

Entre blancos vestidos, sedas y encajes, rosas y lirios, sonrisas resplandecientes y anillos, trabajaba un joven de delicada figura y finas facciones, todas ellas ocultas bajo esas capas de ropa desgastada, gafas de fondo de botella y desgreñada cabellera. No bien visto por los diseñadores que allí trabajaban, a veces despreciado por los clientes e incluso las mismas que los atendían.

Pocos eran los que comprendían la razón del porqué ese escuálido chiquillo se encontraba en ese lugar, uno de ellos el dueño, jefe y diseñador principal del lugar. Le había conocido algunos años atrás cuando todavía era un niño, siempre lo veía paseando por la calle, deteniéndose solamente para admirar sus diseños: largos y blancos vestidos de boda, sencillos o con adornos florales, de seda, organza, encajes o lino; siempre con el mismo brillo en sus pequeños y castaños ojos. Con el tiempo se acostumbro a su presencia y un buen día le invito a su estudio.

– Kwon Ji Yong – se presentó con una resplandeciente sonrisa.

– Yang Hyung Suk – contestó – Soy el dueño de este lugar. También la mayoría de los vestidos que ves a través de las vitrinas son mis diseños – sonriendo hacia el pequeño que abría admirado los ojos.

Pronto se desarrollo una estrecha amistad entre el chiquillo y Yang, descubriendo el último el mismo amor que profesaba a las bodas y los vestidos en el pequeño. Le sugirió la idea de estudiar diseño para después unirse a él y así crear los más hermosos diseños que hicieran lucir a las de por si bellas novias en magníficas concepciones de la naturaleza. Por un momento los ojos de Ji destellaron de felicidad a la sola idea de imaginarse rodeado de todo eso que tanto le gustaba, pero tan pronto apareció así se desvaneció, como si una ráfaga de viento se hubiera llevado sus ilusiones.

Desgraciadamente para el pequeño ese era su último año de estudios. Su vida distaba de ser por mucho la radiante felicidad que siempre mostraba ante su tienda y diseños. A la corta edad de 8 años, Jiyong había perdido a su familia en un trágico accidente, siendo menor de edad su custodia pasó a ser de una tía lejana, su único familiar. La tía recibió al pequeño que venía incluido con un gran cheque de varios ceros, pero jamás cuidaba de él. Pudieran decir que se trataba de la mismísima historia de la cenicienta, pues era tratado como tal, como un sirviente por ella. Y, ahora que los fondos de ahorro de su difunta familia estaban llegando a su límite gracias a la vida de lujo que se daba la señora, ya no había motivo para tenerlo ahí con ella, por ende, le explico de manera no muy sutil que debía abandonar sus estudios y trabajar si es que quería seguir teniendo un techo donde dormir y el mínimo para comer.

Con un nudo en la garganta el chico de alrededor de 13 años, contaba poco a poco al mayor cada una de sus pequeñas desventuras, pero que al mismo tiempo soñaba con el día que el amor llegara a su puerta. Desde ese día le quiso como su fuera hijo suyo, más sin embargo poco era lo que podía hacer por él. Le dio un trabajo de medio tiempo para que pudiera continuar sus estudios, o por lo menos terminar su educación media sin tener que pasar por los maltratos de la hurraca de su tía. No entendía por qué no le abandonaba y continuaba con su vida, no comprendía su extraño buen corazón con todo el mundo, aún cuando todos lo trataban como gusano, Jiyong siempre sonreía.

– Es mi familia, mi única familia – dijo con pesadumbre – Y a la familia se le quiere y no se le abandona – dijo un buen día cuando le cuestiono su estadía en aquel miserable lugar. Comprendía que Jiyong estaba lo bastante solo y asustado como para seguir soportado todo ese martirio. Pero por más ganas que tuviera de ayudarlo, lo único que podía hacer por él era darle trabajo, ya que Yang con sus constantes idas y venidas no siempre estaba en la ciudad.

De aquello habían pasado largos cinco años, ahora le veía ir y venir de un lado a otro de la tienda, llevando de aquí para allá telas, encajes e hilos, flores y pedrería. Sonriendo de vez en vez cada que lograba ver algún boceto de diseño o algún vestido terminado, y decimos cada vez que lograba verlos, pues en general la boutique que era la más prestigiada de la ciudad y por lo mismo contaba con los mejores diseñadores de vestidos de novia, los cuales eran recelosos de sus cosas y engreídos, lo bastante para menospreciar al menor cada que Yang no se encontraba cerca, pero Jiyong no se dejaba abatir y seguía mostrando esa linda sonrisa oculta tras esas gafas de montura gruesa.

A pesar de que el tiempo había pasado y que ya no era más aquel niño, su inocente carácter no había cambiado. Su ropa desgastada y vieja era por lo menos dos tallas más grandes de lo que necesitaba, seguramente las gafas de gran montura eran se segunda mano, y su desaliñado cabello jamás era arreglado. Su vida transcurría del trabajo a su casa, donde prácticamente seguía desarrollando su estilo de vida de cenicienta, solo que con la leve modificación que él trabajaba para mantener la vida de lujo que su tía se daba. Muchas veces pensó en abandonarla, pero jamás lo hizo, siempre en su cabeza estaban las palabras antes dichas “a la familia se le quiere y no se le abandona”. Además de que realmente estaba solo y no tenía un lugar donde ir. Él único amigo con el que contaba, tenía bastantes problemas como para preocuparle con sus asuntos. Pero aún así, a pesar de que el mundo pareciera estar en su contra, aún así él esperaba con ansias el día que el amor tocara a su puerta, el día que alguien  mirara por debajo de toda aquella desgastada ropa y cabello revuelto, viera sus ojos, encontrarse en ellos y perderse en ese universo infinito llamado amor.

Y el día tan anhelado llego…

Ese día uno como cualquier otro, por la puerta trasera entró un joven alto de reacios cabellos negros, cejas enmarcadas y unos ojos negros como carbón, tan expresivos que a través de ellos podías apreciar la gentileza de ese buen corazón. Esa persona fue la única de entre toda esa marea de gente que apreció a Jiyong como realmente lo es. Comenzó como todo con una simple sonrisa, eso es lo que abre las puertas de todo. La sincera y pura sonrisa de Jiyong capturó de inmediato la atención de esos oscuros ojos.   

Seunghyun era nuevo, un simple trabajador que hacía las tareas pesadas. Llego por primera vez a la boutique, con toneladas (o así lo veía él) de telas blancas. No sabía ni le interesaba las diferentes texturas o el ligero cambio de tonos de blanco a hueso de cada una, para él todas eran blancas. Como se le había ordenado dejo su voluminoso paquete en una parte bien iluminada de esa bodega donde de vez en cuando se lidiaban escaramuzas por los mejores productos. Cada diseñador peleaba siempre por obtener lo mejor de lo mejor, desde  la mejor tela, los mejores ramilletes, la mejor pedrería, los mejores corsage; incluso a la novia más bonita, porque su ególatra existencia no les permitía “expresar la belleza” de la novia  sí esta no cumplía sus estándares. Y, aunque lo que era pedido por ellos se les traía, de alguna manera gustaban de saber que ellos eran los primeros en obtenerlo y lo que llegara después sería solo para “plagiar” sus diseños. Se preguntarán ¿por qué se dan estas peleas si los modelos son sobre pedido? Eso es exactamente lo que caracterizaba a este local: “Dado que ninguna novia es igual a otra, ningún vestido debe ser igual o parecido”. Una de las especialidades del lugar era diseñar vestidos de acuerdo a la personalidad de la novia.  Para todos aquellos que se negaban a ser tratados por los diseñadores exclusivos, estaban los diseñadores novatos, los aspirantes a tener un lugar en esa exclusiva ala donde aprender  y donde expresar. Dentro de este grupo se encontraba SeungRi, un joven diseñador que apreciaba la belleza de diferente manera que lo hacían sus hyungs.

Desde una esquina donde Seungri se encontraba pudo apreciar claramente a aquel joven nuevo en esa boutique, mirando de un lado a otro con sus penetrantes ojos negros, analizando cada situación, moviéndose de un lado a otro para pasar desapercibido en la escaramuza por los productos. Se movía con bastante ligereza a pesar de ser un tipo bastante alto y con un aspecto quizá un tanto rudo, y que hubiera salido bien librado de no ser porque se topó en su camino con él un poco torpe Jiyong; ese chico siempre le había llamado la atención, sus ojos escondidos bajo esas horripilantes gafas y su cuerpo que, seguramente se antojaba ser bastante abrazable, escondido bajo esa enorme ropa. Seungri había llegado a esa esquina solo por curiosidad, sabía de antemano que no podría tocar los productos, pero el no tocar no le impedía el no ver. Y fue así como en esa esquina de la bodega, con unas cajas de madera que se encontraban apiladas unas sobre otras, se ubicó sentado sobre ellas dándole así una vista casi aérea de todo el lugar.  

Divertido como estaba, apreciando la pelea desde el mejor lugar, noto como sin pretenderlo, y sin aún saberlo,  se dio el encuentro de una historia de amor.

 

Jiyong sabía que ese día era uno de esos días en los que llegaba el cargamento, donde los pedidos de las bellas novias serían atendidos en cuanto los materiales estuvieran en poder de sus diseñadores. Por ende, le tocaba dirigirse con el proveedor para que éste le firmara algunos documentos que quedaron pendientes, ya que Yang no se encontraba en el lugar. Caminaba con la mente fija en la reyerta, cuidando de no rozar si quiera a alguno de los contrincantes, y de ser posible huir antes de toparse cara a cara con el perdedor, quien seguramente desquitaría su ira con él.

En eso se encontraba cuando chocó con una enorme pared humana, o así lo describiría, ya que con el impacto, salió desprendido hacia el suelo, sus lentes volaron de su rostro a unos pasos de aquella mole humana.

– ¡Oh! – su pequeño quejido paso desapercibido en aquella trifulca. No tuvo tiempo de analizar la situación a través de su borrosa vista, lo único que le preocupaba en ese momento eran sus lentes y el no perder todos los papeles que llevaba en los brazos. Los vio ahí a los pies de alguien, se arrastró solo un poco y cuando estiró la mano para tomarlos, un tacón casi le atravesó la mano. – ¡Ahgg! – gritó con más fuerza, pero no la suficiente como para que el que lo estaba pisando lo notara (y si lo hizo no se preocupo), hasta que gracias a la misma pelea, el tacón se alejó para seguir en sus asuntos.

Con un par de lagrimas queriendo salir de sus ojos busco nuevamente sus gafas, pero en su lugar encontró una mano que lo ayudaba a ponerse de pie mientras le entregaba sus anteojos. Lo tomaba por el brazo y le colocaba las gafas delicadamente. Levantó el rostro para poder dirigir su mirada a su benefactor, encontrándose por primera vez con un universo infinito de color negro, a través de ese par de orbes oscuras. Sintió como si una gran ola arrasase con todo lo demás, como si el tiempo se detuviera justo en ese instante, como si hubiera dejado de respirar… un momento ¡había dejado de respirar por la impresión!

– ¿Estas bien? – su sola voz lo hizo estremecer de emoción. Jamás había sentido eso, la voz se le había ido, aunque él de por sí era alguien bastante tímido, solo logró asentir con la cabeza al tiempo que se obligaba a respirar  – Siento mucho haberte lanzado al suelo así. La verdad no te vi – aquella afirmación era más de su realidad de nuevo, nadie veía al pequeño Jiyong, usualmente para la mayoría era alguien invisible, o solo visible para los que querían desquitar su ira con alguien. Más, sin en cambio, las palabras de ese joven causaron cierta decepción en él.

– Hmm – respondió, a modo de decir “no importa, estoy bien. De todas maneras nadie me ve…” con ese pensamiento bajo la mirada y recordó o mejor dicho, su mano pulsó de dolor. Habría que ponerse una venda después.

– Veo que es un lugar muy salvaje – dijo el más alto, mirando hacia la contienda que aún se llevaba a cabo, pero que parecía próxima a su fin. Jiyong al percatarse de ello, sabía que tenía que encontrar al proveedor y huir si no quería ser el “saco de box” del los que no hubieran obtenido lo que querían. Con eso en mente se despidió del joven, igual con un movimiento de cabeza, y al dar ni siquiera dos pasos su cuerpo volvió a ser lanzado contra uno de los muros, pero antes de que fuera aplastado por la marea de diseñadores peleando por algo, el gran cuerpo de ese chico nuevo lo cubrió, protegiéndolo, colocando sus brazos en cada costado de Jiyong, apoyados en la pared para no sucumbir a la fuerza que quería incrustar al pequeño en la pared. Cuando Seunghyun sintió que era conveniente, tomó la mano de Jiyong y lo sacó de ahí. – En definitiva, nadie me dijo que este sería un lugar muy rudo – sonrió – Soy Seunghyun – se presentó, sosteniéndole aún la mano. El pequeño se zafo de manera brusca del agarre de aquel que fuera su salvador, desconcertando al mayor. Hasta que el chico en un movimiento inconsciente llevó su mano a la altura de su pecho, de forma que el dorso quedo expuesto pudiéndose apreciar raspones y en su totalidad roja con un gran manchón que tendía a ser de un color muy oscuro al centro.

– Ah… Jiyong – dijo casi en un murmullo – y-yo… esto… mhmm… gracias – continuó en el mismo tono de voz, uno que quizá no fue muy alto como pero si lo suficiente para que Seunghyun descubriera la dulce voz del pequeño, eso sin contar con el bello rostro que había observado que tenía al caerse sus gafas.

– ¡Yah! ¡Jiyong! ¡Pequeño, aquí estás! – una bonachona voz interrumpió las miradas de reconocimiento que se dirigían aquellos jóvenes.

– ¡Ah! Señor Kim –  dijo mientras se inclinaba perfectamente hacia él.

– Vamos, vamos –  palmeaba con cierta fuerza la espalda del chico – hace cuanto que nos conocemos, te he dicho que dejes de ser tan formal Jiyong.

– Humm, si – trataba de sobreponerse a los “ligeros” golpeteos en su espalda a los que era sometido, hasta que nuevamente y de forma discreta Seunghyun sostuvo el brazo del Sr. Kim.

– Jiyong acaba de sufrir un poco con la trifulca de ahí – señaló el de cabello oscuro.

– ¡Oh! ¡Vaya Jiyong, te conseguiste un guardaespaldas! – comentaba alegremente el señor Kim, logrando que con sus palabras los colores subieran al rostro del más joven y el otro sintiera un poco de incomodidad. – Bueno, bueno. A ver que nos falta. Tengo un poco de prisa, así que apurémonos – dijo cambiando el tema y dirigiéndose a Jiyong para arreglar el papeleo.

 

Desde su lugar en lo más alto de las cajas Seungri observaba todo, no pudiendo pasar por alto el momento en el que Jiyong había caído al piso al darse de lleno con el pecho de aquel atractivo joven. Pero sobre todo, notó lo que los demás no pudieron por estar enfrascados en la batalla. Al caer los lentes de Jiyong, dejaron al descubierto su rostro, por demás bello, una nariz ligeramente redondeada y respingada, que combinaba perfectamente con esos ojos rasgados de color castaño que resaltaban sobre su blanca piel, contando con unos labios rosados. Todo envuelto en una maraña de cabellera del mismo color que sus ojos, revelando su atractivo, atractivo que se vio transformado en sensualidad cuando Jiyong mordió su labio inferior, como costumbre al preocuparse, inconscientemente. Fue en ese instante en que Seungri dio con lo que sería su musa de inspiración, si Jiyong fuera novia, seguramente sería la más bella y todos pelearían por ser su diseñador. Claro, si lo hubieran notado, porque, enfrascados en la reyerta no notaron lo que él vio desde lo alto, eso incluye a Daesung, quien deliberadamente vio al chico en el suelo y piso su mano con todas las intenciones de herirlo, para momentos después estrellarlo contra la pared. Seungri no entendía porque Daesung estaba tan cabreado con Jiyong, no lo hacía y seguramente no lo entendería jamás, pero felizmente descubrió a aquel atractivo joven protegiendo al bello Jiyong, y sonrió feliz, pues seguro estaba que si alguien merecía las mejores cosas de la vida, ese era Jiyong.

Una vez terminada la batalla por los mejores productos, o mejor dicho, por ver quién era el mejor en todo, se apresuraron a volver a sus respectivas salas de diseño, mientras Seungri se detenía aún observado todo, analizando que cosas los “grandes diseñadores” habían dejado de lado por el simple hecho de no considerarlas dentro de sus estándares. Jiyong, por su lado se encontraba enfrascado en una conversación con el señor Kim acerca de los precios acordados en los productos y otras cosas por el estilo. Cerca de ellos, Seunghyun observaba a Jiyong, esperando a que arreglara sus asuntos con el proveedor y así pudiera indicarle lo que debía hacer.

– Humm… yo… humm… no se… – respondía nerviosamente Jiyong cuando Seunghyun se le acercó a preguntarle por sus actividades. – Te daré un tour por las instalaciones – decidió al final – También te mostraré la forma en la que trabajan… aunque no se mucho de ellos porque siempre cuidan de que no lo vea – eso último lo dijo más para sí mismo que para el más alto.

Entre una y otras cosas los días transcurrían con dos cambios significativos, el primero y el más obvio: Seunghyun. La llegada de este chico al local causo furor entre los diseñadores, que por no decirlo, sus prefeerencias sexuales se enfocaban en los atractivos chicos, y este cumplía perfectamente los patrones: alto, moreno, de fuertes abrazos (para apachurrarlos en un gran abrazo), atractivo y misterioso; prácticamente todos requerían de sus servicios, aunque solo sea tirar la basura. No importaba el qué, el cómo o el donde, todos querían tener una vista perfecta de este chico y si se podía un poco más que eso. Desgraciadamente para todos, el joven parecía totalmente heterosexual, se mostraba amable con todas las personas y, si se era observador, casi delicado y protector con Jiyong.

El segundo cambio significativo era la amistad entre Seungri y Jiyong. El primero en un principio tenía curiosidad por el segundo, pero después de decidir que sería su musa lo atosigaba todos los días. Jiyong no entendía el porqué Seungri estaba tan interesado en él, sin embargo el joven diseñador le agradaba, era gracioso y no lo trataba como estorbo, por lo que pronto terminó cediendo a los caprichos del joven diseñador.

– ¡Aaahh! – exclamaba Seungri – Así que esa es la razón – se encontraban en el taller a altas horas de la noche, por lo tanto en el lugar solo se encontraban ellos y el velador.

– ¿Q-qué razón? – Jiyong no había entendido ni una sola palabra del monólogo que Seungri le estuviera dando, a la mínima mención de Seunghyun su mente voló hacia uno de sus recuerdos durante ese día, donde el moreno le ayudaba a cargar algunas cosas, bastante pesadas para alguien de la estructura de Jiyong. No es que la relación entre ellos haya avanzado, pero para alguien como Ji, el simple hecho de saber que existes para la otra persona ya lo hacía más que feliz.

– Sí, eso es – seguía el otro, sonriéndole ampliamente, mientras pasaba un alfiler por un costado para marcar un doblez. Había conseguido que Jiyong fuera su modelo personal, claro eso era solo por las noches, cuando no había nadie cerca. Su delgado cuerpo era mejor que el de muchas novias y modelos que desfilaban por ahí durante el día. Lo único que no había conseguido era quitarle esos horrorosos lentes, pero al final pensaba que era mejor mantener su rostro en secreto, después de todo sería gran controversia y  quizá Jiyong, con su tímido carácter no soportara y sucumbiría ante la presión; eso o lo que quería Seungri era mantenerlo oculto como su as bajo la manga.

– ¿Qué eso? – preguntaba sin moverse. Le gustaba estar con Seungri porque aprendía de él y por su amigable carácter.

– Te gusta – dijo concentrado en insertar un tocado en uno de los costados del vestido que Jiyong le ayudaba a modelar, justo sobre el pliegue que acababa de poner. – ¡Eso! ¡Te gusta! – dijo ahora con más ánimo – Y la verdad es que a quien no – por fin mirándolo a los ojos.

– N-no, n-no es verdad – los colores se aglomeraban en su rostro por tal afirmación.

– ¡Claro que es verdad! Si no ¡mírate! ¡Estas más rojo que un tomate!

– Él solo es amable conmigo – bajo la mirada. Jiyong estaba de pie en un banquillo, con un blanco vestido tipo strapless puesto.

– Si, él es amable con todo mundo – un suspiro salió de los labios de ambos chicos. – Pero creo que es un poco más amable contigo – finalizó Seungri mientras le indicaba con un dedo que volteara hacia el otro extremo.

– No trates de darme ilusiones con eso – dijo Ji, dándose la vuelta a la orden del menor.

– Ósea que sí te gusta – comentó triunfal y burlonamente.

– … – al final Jiyong terminó aceptando lo que el otro ya sabía con un solo movimiento de su cabeza.

– No te deprimas – dijo al notar como el ánimo de Ji había decaído en solo un instante.

– Se que no me va a mirar nunca como yo lo hago a él, pero al menos sabe que existo y para mí eso es suficiente – comentó como si no fuera tan importante el tema, aunque le dolía por dentro era lo más que aspiraba con él.

– Creo que el amor siempre es complicado, por eso no me enamoraré nunca – afirmó el menor.

En ese momento los pensamientos de ambos fueron abruptamente interrumpidos, la puerta del salón en el que se encontraban se abrió causando un gran estruendo, dejando ver al pie de ella una varonil figura.

– ¡Auch! Lo siento – dijo rápidamente – De verdad intenté no causar mucho alboroto, pero al parecer nunca puedo anunciarme sin él  – decía un joven de cuerpo torneado y sensuales labios.

– ¡Bae! – soltó Ji, al tiempo que le extendía los brazos, dándole a entender que correría hasta él de no ser por el largo vestido en el que estaba enfundado.

– ¡Woahhh! ¡Vaya Ji! ¡De verdad pareces una novia! – le dijo. YoungBae era el mejor amigo de Jiyong, estudiaron juntos desde que el pequeño se mudara a la ciudad, solían ser inseparables, pero por diferentes cuestiones no siempre podía ir en auxilio de Ji, pero sí estaba siempre que el pequeño necesitaba de un hombro para llorar. Bae no era que fuese un mal tipo, no, por el contrario, al igual que Ji tenía demasiados problemas familiares. A la edad de 15 años su padre había abandonado a su familia, teniendo que encargarse él, por ser el mayor, y su madre de la manutención de sus 5 hermanas menores. Pero eso no había menguado el apoyo incondicional que le brindaba a Jiyong, aunque este último prefería no preocuparlo. – Toma, te traje algo de cenar – diciendo esto le entro un pequeño paquete que venía bien envuelto.

– Tu siempre preocupándote por mi – se sonreían.

– Coff, coff, coff – una tosecilla se dejó escuchar. Ambos miraron a Seungri, quien esperaba ser introducido a la conversación.

– Sí, bueno. Tú nunca comes, por eso estas así de flaco – Bae pasó magistralmente por la pequeña intervención del otro, causando gran indignación en Seungri. Hacía varias noches que se habían conocido, pero no estaban muy seguros de caerse bien el uno al otro.

– Bae – regañó Ji, por su mal comportamiento hacia el otro.

– Ash. Riri, que gusto verte – dijo fingidamente.

– Igualmente… Bae – a diferencia del otro Ri arrastró totalmente las palabras, como si le costara trabajo decirlas.

– ¿Y bien? ¿Has terminado? – Bae se dirigía a Ji, ignorando de nuevo a Ri.

– No, aún no – se apresuró a contestar Ri. – Pero puedes cenar si gustas en lo que yo arreglo esto – dijo sonriéndole y, salió de la sala para dirigirse a algún otro lugar de la boutique en busca de materiales.

– Ayúdame a quitarme esto – señalaba el cierre y los miles de pequeños botones que tenía por la espalda el vestido.

– ¿Tiene que tener tantos? – preguntó un exasperado Bae.

– Humm, no lo sé, pero es lindo. Me gusta – dijo un muy feliz Jiyong.

– A ti todos te gustan – le espetó su amigo, pero le ayudaba gustoso. Realmente pensaba que ese amable carácter que su amigo tenía se debía a esa forma de amar a los vestidos de novia, había sido así desde la primera vez que pasaron por ahí. Ciertamente también, su amigo se veía divino con esas cosas, y aunque una parte de él no lo aceptara, se sentía atraído por cierto chico pelinegro con enormes ojeras al que se dedicaba a molestar todas las noches que Ji se quedaba a ayudarle.

Así también pasaron algunas noches más, hasta que el diseño por fin quedo finalizado. Pero Ji había insistido a Ri que le mostrara más cosas.

– No tuve oportunidad de ir a la universidad a estudiar diseño – le había dicho un día. Sus motivos no los cuestiono, pero de la misma forma se enteró de la vida que Bae tenía y sin quererlo, en su mente la imagen del chico también cambió.

Afortunadamente para todos, cuando Yang estaba en la ciudad, era como si hubiera euforia por las bodas, todo mundo quería casarse, y eso se traducía en trabajo. Pronto Seungri que se encargaba de más novias que los demás diseñadores narcisistas requirió la ayuda formal de Jiyong, entre la creatividad y el amor de ambos lograban hacer hermosos vestidos capaces de competir contra los de los diseñadores más experimentados.

También pasó, que con la cantidad de trabajo, Jiyong y Seungri, al ser de menuda figura requería más de la ayuda de Seunghyun para cargar las pesadas telas de un lado a otro. Por lo que, el contacto entre Jiyong y Seunghyun se fue dado poco a poco.

Seunghyun era un tipo educado, mayormente callado y con ese aire misterioso que envolvía a los diseñadores y más de una de sus clientas, pero él no se mostraba interesado en nadie. Nadie excepto alguien bastante tímido y despistado. Lo había notado desde que llegó al lugar, aunque no se hubiera estrellado contra él, seguro lo habría visto después. Siempre amable, con una gran sonrisa en su hermoso rostro. De carácter noble, y siempre sobreponiéndose a las cosas a veces muy duras que los demás decían. Pero Seunghyun, lograba apreciar la belleza que este chico poseía, por dentro y por fuera. La calidez del corazón de Jiyong, pronto conquistó a Seunghyun sin ningún esfuerzo, sin siquiera notarlo.

Las noches que se quedaba con Seungri hasta muy entrada la noche, lo observaba transformarse, como si de la princesa del lago de los cisnes se tratase, de escuálido chiquillo a hermosa novia. Ri, había logrado quitarle los lentes y hasta ponerle una peluca con tal que ver el tocado o el tipo de velo que llevaría la novia. Jiyong había accedido a todo esto porque ahora era la segunda mano de Ri, además aprendía de él, y así ambos complementaban de tal forma las ideas dando excelentes resultados.

Ese día había decidió dejar el anonimato, se adentró en la sala después que la dulce criatura se cambiara y se montara en ese banquillo, mientras el pequeño Ri se apresuraba con listones y alfileres.

– Debo suponer que no está del todo terminado, pero aún así tengo que decir que te queda muy bien – soltó con una voz ronca, asustando a los chiquillos. Jiyong pegó un brinco que lo hizo bajar del banquillo directamente al suelo, mientras que Ri, casi se tragaba los alfileres que llevaba en la boca por la impresión. No estaban acostumbrados a que alguien los viera, más que Bae, pero aún faltaba para que él llegara con la cena. – Creo que debí haber tocado – dijo Seunghyun sintiéndose culpable al ver la reacción de los otros dos. Se apresuró a auxiliar a Jiyong, que se encontraba removiéndose cual sirena varada, ya que el vestido de esa noche se entallaba en las piernas, impidiéndole moverse con libertad. – Lo siento – se disculpó, al tiempo que levantaba a Jiyong en brazos y lo depositaba suavemente en el banquillo de nuevo. Bien pudo haberlo ayudado a levantarse, pero no, decidió que le gustaba sostenerlo en sus brazos y aprovecharía cualquier oportunidad que tuviera para hacerlo nuevamente.

– Nos asustaste. Pensamos que ya no había nadie aquí – dijo Ri, quien fue el primero en reponerse de la impresión. El susto se les paso rápido, pero el trato que Seunghyun le daba a Jiyong eso si que había sido digno de sorpresa.

Por otro lado, el chico del vestido no podía articular ningún sonido, las emociones se agolpaban en todo su cuerpo, principalmente su cara, la cual había cambiado de color. Su cuerpo reaccionó al toque de Seunghyun como si de pequeñas cálidas corrientes se tratara, recorriendo todo su ser, haciendo vibrar su cuerpo. Lo único que pudo hacer fue sonreír, sonreír como un tonto enamorado, porque eso era. Y no uno cualquiera, un tonto enamorado que es sostenido por los brazos de su amor, sintiéndose protegido, y quizá un poco avergonzado de la situación en la que se suscitaron las cosas.

Una sonrisa… una mirada… un abrazo… solo eso bastó para desencadenar un solo sentimiento… amor…

Notas finales:

PD. Este Fic originalmente solo iba a ser un oneshot, pero viendo que ya llevaba algo y aun no llegaba a lo importante decidí separarlo en dos partes. 

Espero lo hayan disfrutado.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).