Bajaba hacia las mazmorras, en donde estaban prisioneros algunos de los amigos de Potter, los cuales esperaba su tía Bella fueran la carnada para que el niño Héroe fuera hacia ellos y por fin entregárselo a su Señor.
Iba con una charola con comida que su madre le había pedido a los elfos que prepararan. A su madre no le gustaba la situación en la que vivían ahora... nunca le gustó que Lucius fuera un mortífago y más que nada, odiaba en estos momentos ser prisionera en su propio hogar, a causa de un megalómano con ansias de inmortalidad.
Llegó hasta la celda en donde había una figura menuda de cabellos largos y rubios, la cual estaba con las manos atadas a unos grilletes que colgaban de una de las paredes de piedra. Luna Lovegood.
Draco entró a la celda y procedió a desatar a la chica, quien con sus siempre soñadores ojos azules, lo miraba agradecida.
— ¿Cómo están las cosas en la superficie? — Preguntó Luna después de haber ingerido lo traído por el platinado.
— Como el maldito infierno — Le respondió el rubio quien soltó un pesado suspiro, esta situación lo estaba quebrando por dentro.
— ¿Sabes algo de Harry?
— Nada, ni una noticia de él y eso me hace sentir de cierta forma tranquilo, significa que de momento está a salvo
— Igual sé que pronto vendrá por mí y por Neville, lo sé, los Nargles me lo han dicho. — Comentó la rubia con su siempre serena voz, mirando hacia la nada. Mientras Draco sólo miraba hacia el techo con aprehensión como si de un momento a otro apareciera Harry en el salón de su mansión; tenía miedo de que llegase a suceder.
— ¿Lo amas? — Preguntó Luna de repente, contemplando sus afiladas facciones.
— Lo amo — Respondió el rubio con seriedad y es que sólo unos pocos, sabían que desde hacía ya varios meses, antes de que estallara la guerra en su apogeo... antes de la muerte de Dumbledore, que Harry y él estaban saliendo, a pesar de lo peligroso que era el estar juntos, simplemente se enamoraron el uno del otro.
— ¿Morirías por él?
—No, pero si mataría por él — Sabía que esa respuesta podría ser no satisfactoria para la rubia, pero él le había prometido al ojiverde que pasara lo que pasara, saldría con vida de todo esto.
—Entonces no lo amas mucho —Razonó la rubia escrutándolo con su mirada.
—Al contrario, es porque lo amo que lo digo — Respondió el rubio solemne.
—No tiene sentido —Refutó la ojiazul
—Si lo tiene, porque si mato por él, seré yo quien cargue con una muerte en la conciencia, pero si muero por él... será en su conciencia donde pese mi muerte.
Y era verdad, por más que Harry tuviese el deber de acabar con Voldemort, todas las muertes de los que quiere, de los que han sido cercanos a él, le han pesado en la conciencia, aún sin tener la culpa de ello, se sentía responsable y si fuera por él, mataría a Lord Oscuro, sólo para que Harry no tuviese que cargar con una muerte... una más en su quebrada conciencia.
Él estaba decidido a hacer todo por su amado ángel de ojos verdes, aquel ángel caído cuya misión es destruir a lo que una vez fue un ser humano por el bien del resto del mundo. Si fuera por él, le arrebataría aquel sufrimiento que cargaba a sus espaldas, sólo para que su Harry volviese a sonreír y viviera en calma.