En una pequeña oficina ubicada en un edificio de particular arquitectura, se encontraban alrededor de quince personas trabajando; trece de ellas concentradas en sus computadores, una corrigiendo documentos ya que era la temida ‘jefe’ y otro, un pasante simplemente, haciendo que lee una noticia cuando en realidad esta tan inmerso en sus pensamientos que se encuentra totalmente rígido y con una respiración pausada.
La mente de aquel que llamaban ‘Gato’, por su particular mirada y caminar silencioso, estaba inmerso en una profunda tristeza porque recordaba aquellos besos furtivos que le daba aquel que no era de él, que ya tenía dueña, pero sin importarle eso, lo besaba por las tardes cuando la oficina quedaba sola y lo utilizaba algunas noches que se aparecía por su apartamento. Esa era la verdad, aquel ‘Gato’ era utilizado por un maldito ‘Perro’ que ya tenía dueña, pero no le importaba engañarla y así mismo no le importaba utilizar aquel delgado, rubio y delicado chico a su antojo. ‘Gato’ sufría todos los días porque se enamoró dese maldito ‘Perro’ que solo lo utilizaba a su antojo y el sufría; sufría por su amor no correspondido, por ser un objeto para él, por dejarse tratar como un objeto y por permitirle a aquel despreciable ser que lo tratara y lo viera por debajo de él. Cada vez que terminaban aquel acto sexual, ‘Gato’ le terminaba y el juego empezaba de nuevo donde uno perseguía al otro y las cosas volvían a complicarse más hasta que ‘Gato’ odiaba ir a la oficina porque prefería perder el trabajo a ver como una chica sin mucha gracia era la ‘oficial’ de aquel maldito ‘Perro’
Una tarde de aquellas, ‘Perro’ se levantó y mencionó ir a la cafetería. ‘Gato’ fue a acompañarlo, al igual que varios, porque quería sentir su particular olor, que siempre recordaba a pesar que nunca pudo describir detalladamente cual era. Los acompañó y cuando se sentaron todos a la mesa, pensó en deslizar su mano y tocar suavemente su rodilla para recordarle que él estaba ahí y que a pesar de haber terminado con el juego peligroso que tenían, quería recordar que él estaba ahí y que había más oportunidades para volver a pecar con lo prohibido. Pero no lo hizo, no toco su rodilla porque vio que otros se darían cuenta, y recordó, recordó sus pequeñas decisiones que le son difíciles de tomar. Recordó no pensar en alguien para quien él solo fuera una opción. Se canso de ser una opción. Por eso juró ignorarlo hasta los fines de los tiempos.
Lo cual fue ridículo hasta que se dio cuenta que tenía que seguir viéndolo, que era una maldita condena tener que verlo, todos los días. Hasta que una tarde en su apartamento no soportó más y decidió sacar su odio y dolor de todo el cuerpo hasta que prefiero ver sangrar sus manos, hasta que prefiero sentir odio contra sus brazo. ¿Por qué? Porque estaba condenado a ser todo contra lo que había peleado, lo que había odiado, burlado, aborrecido. Maldita sea, no es más que un hipócrita que acepta ser hipócrita, reflejando la paradoja más irónica de su vida.
Que condenada vida la de ese ‘Gato’.
La siguiente tarde se repetía de nuevo, ‘Gato’ muy concentrado en su trabajo e inundado por la información de la web, solo se paro, fue y le dio un beso frente a todos a ese maldito ‘Perro’…. Por primera vez no le importo que pensaban los otros al ver que besaba lo prohibido, pero lo hizo y le dijo cerca a su oído:
“me canse de aguantarme las ganas, lo siento, te metí en problemas, pero me canse también de sentirme sacrificado, no soy tan bueno como parezco, soy un maldito egoísta y creo que no te quiero tanto, porque preferí saciar mis deseos que procurar por tu bienestar”.
Lo dijo tan rápido que no supo si ‘Perro’ entendió todo, miro a la mujer que con mirada juzgadora en ese momento perdía toda su fe en la humanidad al ver como su amigo la había engaño con lo que más amaba. Le dijo: “lo siento, te herí, lo siento”. Al verla con esa mirada no tuvo otra opción que decir adiós, coger su bolso, despedirse de su trabajo y partir. Cuando salía lloró hasta que no podía caminar, pero siguió tambaleando y comprendió que había sido libre, que fue tan libre que tuvo que condenar a algunos para poder serlo. Para el resto, él solo se fue dejando hecho pedazos relaciones. Para ‘Gato’, simplemente comprendió que podía ser quien quisiera ser y se permito ser una contradicción.
Comenzó una pequeña carrera. Correr, correr, correr, por nada, no buscando nada, solo correr. Esa fue su forma de dejar, dejar el dolor, que quiso sentir y se permito sentir. Decidió escribir todo que había pensado hacer y lo no alcanzó a hacer porque desde ese momento en adelante no iba ser más aquel ‘Gato’ que utilizó un maldito ‘Perro’. Se sentó cómodamente en el pasto sin importar arruinar su ropa, escribió sueños, lugares, sabores y diversiones. La decisión que tomo, no fue pequeña ni grande, fue liberadora. Entre sonrisas, carcajadas y lagrimas que salían sin permiso en aquel lugar, ese ‘Gato’ estaba siendo cautelosamente observado por un ojos de ‘Sapo’.
Desde ese día, ‘Gato’ ya no se permitió nunca más volver a esa situación por nada ni por nadie y simplemente, con esa decisión en su mente, fue feliz el primer día de un nuevo mes, de una nueva vida y de un nuevo ser.