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D. D. O. por Ucenitiend

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Aragorn estaba muy molesto consigo mismo por haber perdido el control; porque había trabajado arduamente para levantar a su alrededor una gruesa muralla de orgullo y falsa indiferencia para que el “elfo traidor” no descubriría que lo seguía queriendo, pero esa noche, con un beso, este derrumbaba sus defensas, lo dejaba totalmente expuesto y encima se burlaba. Envolvió sus hinchados y sangrantes nudillos con un trapo sucio y deshilachado que encontró perdido en uno de sus bolsillos. Sabía que le dolerían por días, y sabía que aunque no se infringiera tal castigo, igual no olvidaría que había golpeado esa linda boca que alguna vez le sonriera con dulzura; de la que había oído escapar risas contagiosas y arrancado suspiros; de la que había gozado, en cada beso dado y recibido.

-Con todo lo grave que está pasando y yo no puedo sacarme a ese vanidoso de la cabeza, se me ha vuelto una obsesión. Pero, sea lo que sea, no debí pegarle. Ahora de qué vale lamentarme, lo hecho, hecho está.

Lo ocurrido esa noche era lo menos grave, si Aragorn se decidía, podría disculparse con Legolas y listo. Lo peor había ocurrido antes de la llegada a Rohan...

A pesar de sentirse seducido por el anillo, Boromir se había comportado como todo un "Hombre", con mayúscula. Con su espada Gondorian había defendido a Pippin y a Merry cuando fueron atacados por uruk-hai y por orcos. Una, dos, tres veces había sido herido por las flechas de Lurtz, el jefe de los uruk-hai, y lo habría sido una cuarta si Aragorn no llegaba para impedirlo, pero igual no pudo de evitar el fatal desenlace. Boromir no volvería a Gondor, porque había muerto en brazos de Aragorn luego de llamarlo: "Mi hermano. Mi Rey". Y como si eso no hubiera sido suficiente, los heroicos medianos habían caído en manos del enemigo después de ofrecerse como carnada viva para que Frodo y Sam pudieran escapar. Lo bueno había sido que Gandalf, tras una larga y terrible batalla en la cima de Zirak-zigil, había vencido al Daño de Dúrin y convertido en un fuerte y poderoso Mago Blanco.

Aragorn pensó que había tenido suerte de que Gandalf no presenciara su bochornosa actitud para con Legolas. Igual sería vergonzoso tener que contarle qué había pasado, aunque estaba seguro de que alguien muy bajo y barbudo se le adelantaría y le daría su versión de lo sucedido.

Gandalf ya se había percatado de la tensa relación existente entre el hombre y el sinda, y sin imaginar lo que pasaría esa noche se había ido a caminar para pensar en cómo decirle a Aragorn que luego de recuperarse de sus heridas en Lothlórien, Galadriel lo había puesto al tanto de lo que descubriera en su alma y en la de Legolas, y como no había entendido por qué los dos se sentían abandonados y traicionados el uno por el otro, Legolas sin recordarlo y Aragorn con sus sentimientos a flor de piel, se había comunicado con sus respectivos padres, a los que quiso tener bien cerca para echarles las manos al cuello, sobre todo a Thranduil. Cuando volvió de su caminata se encontró con Gimli y Legolas, y no tuvo necesidad de hacer preguntas.

-¡Tharkún, mira, Aragorn le pegó! –exclamó el enano señalando a su amigo-. ¡Tendrías que haberlo visto, parecía un dragón echando fuego y humo hasta por las orejas, y por los ojos le escapaban chispas, y los tenía inyectados en sangre negra, y...! –siguió diciendo y gesticulando ampulosamente hasta que...  

-Gimli, no seas exagerado. Mithrandir, no le creas, no fue tan así. No estuvo bien lo que hizo, pero yo tampoco me comporté bien con él. Luego te explico qué pasó, cuando estemos a solas sin... "exagerados" a la vista.

-¡Bah, lo dicho! ¡Se te nota que lo admir…! ¡Ay! ¡Qué, si es cierto! -dijo Gimli hasta que Legolas de un pellizco en un costado lo dejó calladito.

Gandalf sonrió tiernamente al ver lo bien que se llevaban esos dos que antes de salir de Rivendell parecía que se darían guerra sin tregua.      

-¿Dónde está Aragorn? -preguntó el maia.

-No sé, pero me gustaría saberlo. Desapareció después de lo ocurrido -contestó Legolas. 

-Tonto enamor… -murmuró apenas Gimli-. ¡Ay! ¡Bueno, basta! -dijo enojado con el elfo después de recibir otro pellizco en un brazo.

-Ah, ahí viene. Iré a hablar con él –dijo el mago cuando vio aparecer a Aragorn cabizbajo y sosteniéndose la mano lastimada con la otra.

-Sí, sí, ahora ese salvaje se hace el pobrecito –murmuró el enano, y se alejo unos pasos antes de que Legolas lo pellizcara otra vez.

-Te acompaño -dijo Legolas, después de mirar muy serio al enano que parecía no estar dispuesto a dejar de hablar.

-Disculpa, pero necesito hablarle a solas -dijo Gandalf, y fue hacia el hombre.

-Ay, te acompaño…, te acompaño... -dijo Gimli burlándose del elfo con voz finita.

Muy molesto, Legolas se giró y...

-Yo no tengo esa voz de niñita. Mejor me voy a mi tienda o terminarás lleno de moretones, y quedarás tan oscuro que cuando vayas caminando por ahí, abriendo tu bocota, alguien te confundirá con una cucaracha parlante y te querrá pisar.

-Aragorn, necesito hablar contigo -dijo el mago apresurando el paso hasta ponerse a la par. 

-Ahora no, Gandalf, por favor. Imagino que ya estás al tanto de lo que pasó -dijo mirando de costado al enano-, y lo que menos necesito en este momento es un sermón. Pasaron cosas muy graves estos días, y ahora se suma esto... Sé que estuve muy mal, pero necesito estar solo para ordenar mi cabeza, porque está hecha una madeja enredada.

-Algunas de las cosas que pasaron ya no tienen solución, y a las otras las resolveremos más adelante. Pero, justamente, lo que tengo que decirte te mostrará la punta de esa madeja y te ayudará bastante a ordenarla. Vamos a hablar a tu tienda, pero debes prometerme que no saldrás corriendo antes de que termine de contarte todo, y tampoco después.

Y Aragorn, aunque no sabía de qué le hablaría su amigo, prometió escucharlo hasta el final, pero le costaría mucho no salir corriendo. 

Notas finales:

 Nunca viene mal un poco de humor entre tanto drama. Gracias por leer hasta acá.


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