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D. D. O. por Ucenitiend

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-Mira, Merry, se acerca un grupo de jinetes. ¿Quiénes crees que sean? -dijo Pippin.

-¿Ese es Gandalf? -preguntó Merry esforzando la vista-. ¡Sí, es él, Pip! ¡Ey, amigos, aquí estamos! –gritó parado sobre las inundadas ruinas del Valle del Mago, y agitó los brazos para llamar la atención.

-¡Tienes razón, son nuestros compañeros de la Comunidad! –exclamó Pippin, e imitó a su querido primo.

-¡Ahí están los hobbits! –dijo Legolas señalándolos, al ser el primero en ubicarlos cerca de la que fuera la bodega de Saruman.

-¡Pero qué hacen esos dos ahí! –exclamó Gimli cuando alcanzó a verlos.

Aragorn, Gandalf, Théoden, Éomer y la treintena de rohirrim que los acompañaban, también se alegraron de verlos vivitos y coleando.

Una vez reunidos, todos juntos avanzaron hacia la puerta de la sólida Torre de Orthanc, la que fuera levantada por los dúnadain de Gondor y que otrora sirviera para mantener vigilado el Paso de Rohan, y en donde ahora se refugiaba Saruman tras sufrir una aplastante derrota. Para asegurarse de que el mago traidor no les presentara más batalla, o huyera, lo dejaron encerrado en la torre bajo la atenta vigilancia de Bárbol y de los restantes Ents, que se instalaron en los alrededores del valle luego de inundarlo.

Ya en Edoras, los hobbits aprovecharon la sobremesa para relatar todo lo que les sucediera tras ser raptados por los orcos y uruk-hai, y derramaron lágrimas cuando se enteraron del trágico final que tuviera Boromir por defenderlos, pero sonrieron emocionados al saber que Frodo y Sam habían logrado continuar viaje al Monte del Destino. Para cuando terminaron de contar cómo los Ents habían bloqueado el río Isen y sus afluentes, y luego dejaron fluir sus aguas para anegar la región, la noche estaba muy avanzada, y, uno tras otro, empezaron a retirarse del comedor hacia sus cuartos para descansar.

Aragorn y Legolas fueron los últimos en abandonar el salón, y lo hicieron por separado para no levantar sospechas. Más tarde, cuando todos durmieran, se reunirían en el lugar que... ¿habían acordado?

A pesar de estar un poco enfadado con Legolas porque se había negado a ir a su cuarto, Aragorn estaba tan deseoso de pasar un rato a solas con él que no pudo esperar a la hora convenida y arribó primero a una de las terrazas. Como era una noche fría, mientras esperaba, se envolvió con la capa y se calentó las manos con el aliento. Nervioso, removió la espalda contra el áspero muro y se frotó los brazos. Impaciente, se asomó por delante de la saliente que lo ocultaba para ver si venía, y recién a la séptima, vio que un encapuchado se acercaba. Al principio tuvo dudas de si era, pero a poco le fueron inconfundibles sus ligeros pasos. Haciendo una sonrisita ladina, se agazapó en el oscuro rincón, y cuando tuvo a Legolas a tiro, salió para abrazarlo por la cintura y apretarlo con su cuerpo contra la pared. 

Legolas sabía que Aragorn estaba escondido ahí, pues lo había visto asomarse, pero se dejo atrapar para darle el gusto.

Y sin perder tiempo, boca sobre boca, ambos compitieron con sus lenguas para ver quién le daba más placer al otro, y los dos ganaron. Hasta ahí, todo indicaba que pasarían un agradable momento, pero no fue así.

Legolas había sido quien eligiera la terraza como punto de encuentro porque ahí Aragorn no podría enredarlo con sus fogosos besos y caricias. Iba decidido a retomar la conversación interrumpida la noche anterior, y algo más llevaba en mente.

Y pasado un rato...

-¡Eso es mentira!… ¡¿Pero no te das cuenta?! –gritó Aragorn en medio del silencio de la noche, y, sintiéndose impotente, tomó con fuerza a Legolas por los brazos.

-¡Por favor, no me trates así, y déjame continuar! -dijo Legolas disgustado por cómo Aragorn le gritaba y lo apretaba, y bajó la cara para no tener que verle su demudado rostro.

Aragorn lo soltó y, resoplando, se echó el pelo hacia atrás con ambas manos para que el helado aire le enfriara la cara. Rumiando rabia, lo escuchó hablar de enfermedad, droga, Mandos, y lo vio sufrir por la asquerosa maraña de mentiras. Y para no hacerlo sentir peor dejó de contradecirlo e intentó hacerlo razonar.

-Escucha, Elrond me enseñó a reconocer muchas enfermedades y cómo atenderlas. Desconozco la que describes, pero, por lo que dices, entiendo que solo afecta tu mente. Y qué me dices del resto, ¿acaso, sientes algún malestar físico? Yo te veo en perfecto estado. Piensa, amor, ustedes no se enferman.

-No sé, solo te repito lo que me explicaron, que no fue mucho, y te cuento lo que me pasa. Y si aún me veo saludable es gracias a lo que te dije que estuve tomando, pero qué me pasará en un tiempo más.

-¡Nada te pasará! ¡Créeme, estás sano!

-¿Acaso, sugieres que todos me mintieron? ¡Crees que mi padre permitiría que me hicieran semejante cosa! ¡Cuidado, Aragorn, no voy a permitirte que hables mal de él, ni de mis tíos y un acreditado sanador a los que ni siquiera conoces! Temo estar perdiendo la cordura, de otro modo, cómo explicar las alucinaciones y las desagradables imágenes que me vienen a la mente cuando intento descansar.

-No, no estás enloqueciendo… ¿Pero dices que alucinas y que no puedes descansar?

-Sí. Tú mismo viste cómo reaccioné la otra mañana frente al espejo. ¿Sabes por qué fue? De pronto, me vi desnudo, y vi que alguien, también sin ropas, se me acercaba por detrás y quería tomarme... Bueno, eso no importa. ¿No te parece un desvarío?

-Era yo el que estaba detrás de ti sin camisa, y quizá me acerqué demasiado y te rocé.

-Tal vez, pero por qué me vi desnudo. En ese momento me pareció tan real...

-¿De verdad, nunca te ocurrió algo… parecido?

-No. Y explícame lo que me pasó en las cuadras. Y acuérdate cómo terminamos.

-Legolas, eso ya lo hablamos, no volvamos sobre lo mismo. Te repito que fue un malentendido. Me enojé porque creí que otra vez te burlabas de mí -dijo, pero enseguida se dio cuenta de que había cometido el error de decir "otra vez".

-¿Yo burlarme de ti, pero por qué lo haría? ¿Y "otra vez"? ¿Cuándo me burlé de ti?

-Seguramente sea a causa de tu falta de descanso que te sientes así. Y es entendible. Todos estamos muy cansados y preocupados. Verás que cuando todo esto acabe, quedará atrás como un mal sueño. La noche está fría, por qué no seguimos hablando en mi cuarto, nos metemos a la camita y... –dijo Aragorn con tono envolvente y le retiró la capucha hacia atrás para besarlo en el cuello.

Legolas cerró los ojos y suspiró profundo, pero esta vez no se dejaría convencer con besos y caricias.

-Le agradezco a Ilúvatar por cada nuevo día que me permite vivir, y le ruego que me dé más tiempo para volver a mi hogar y retomar el tratamiento. Y también le agradezco que haya cruzado nuestros caminos.

-¡Qué no necesitarás volver para eso! -insistió Aragorn.

-No es únicamente por eso que debo volver -dijo ya llevando la conversación hacia donde quería-. Tú hablas de vivir juntos, pero los dos sabemos que no será posible.

-No veo la razón, salvo que tú no me quieras.

-Esta mañana escondiste la cara.

-Oh, sí… Perdóname si con eso te ofendí. Pero es que entre lo de la camisola y luego lo de… Tu perfume nos delató. Pero, en cuanto se dé, hablaré con Éomer.

-No me preocupa lo que piense Éomer, ni ningún otro de mí, pero en ese momento abrí los ojos.

-Entonces, qué te preocupa.

-Aragorn, cuando todo esto acabe, serás el Rey de Gondor, y no habrá lugar para mí a tu lado, no del modo que tú quieres.

-¿Solo yo lo quiero? Ahora me doy cuenta de que tú nunca… -dijo con tristeza-. "Nunca me amarás a mí" -pensó, y se alejó unos pasos de Legolas.

-Pero eso no significa que no volvamos a vernos nunca más; cada tanto, podría viajar a Minas Tirith para visitarte, o, tal vez, tú podrías hacerte un tiempito para visitarme en el Bosque.

-Aaah, sí. Y dime, ¿cómo qué nos visitaríamos, como viejos amigos y compañeros de lucha o… amantes ocasionales? ¿Eso quieres? Yo no. ¿Sabes cómo me sentiría cada vez que nos despidiéramos sin saber cuándo volveríamos a estar juntos? Podrían pasar meses, años. Tú tienes todo el tiempo... Preferiría no verte más. Me ilusioné, creí que ya no nos separaríamos. ¡Maldigo el momento en que te acercaste a mí!

Dolido en especial por las últimas palabras, Legolas estuvo a punto de echarse atrás en su decisión de tomar distancia de Aragorn una vez acabada la guerra, pero, por donde lo pensara, no podrían seguir juntos. Aunque, después de ser coronado, Aragorn tuviera el coraje de presentarlo como su pareja oficial, no sería bien visto por su pueblo.

-Abrázame, por favor. No te alejes de mí.

-Tú te alejas de mí –dijo Aragorn, y lo abrazó sintiendo que Legolas nunca llegaría a amarlo, porque su alma seguía perteneciéndole a aquel joven libre y sin compromisos al que, tiempo atrás, estaba dispuesto a seguir por amor aunque su padre se opusiera. Y sintió celos de Estel, de sí mismo.

-Legolas, desde que supe quién era verdaderamente, siempre sentí que no estaría a la altura. Si no aceptara la corona, ¿entonces sí aceptarías vivir conmigo?

-"Valor de Rey" es lo que significa tu nombre. Tú serás Rey. Tienes el corazón y el alma repletos de ese valor. Aragorn, debes aceptar tu destino, así como yo tendré que tener valor para aceptar el mío.

Notas finales:

Gracias por leer hasta aquí.


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