Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

D. D. O. por Ucenitiend

[Reviews - 94]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Elessar galopó toda la noche sin detenerse, y hubiera continuado durante el día de no ser porque Brego necesitaba recuperar fuerzas, así que ni bien clareó, le quitó la cabezada y le aflojó un poco la cincha, y lo dejó que pastara por un buen rato. Mientras tanto, se alejó siguiendo las huellas en el camino, y, por lo continuadas, se dio cuenta de que Legolas seguía cabalgando sin detenerse, y por eso, y porque había partido mucho antes que él, ya le habría sacado bastante ventaja, pero también sabía que no podría llevar a Arod a ese ritmo por mucho más tiempo.


Antes del atardecer, Legolas notó en Arod severos signos de agotamiento y él mismo sintió una extraña necesidad de descansar cobijado. Miró a su alrededor y vio grandes formaciones rocosas aflorando de la pampa rasa y, aunque no le gustaban, pensó que tal vez hallaría una cueva acogedora en donde pasar la noche. Al llegar, encontró varias entradas, y después de decidirse por una, ingresó a un túnel que tenía el ancho suficiente para que los dos pudieran caminar uno al lado del otro, pero era bajo, por lo que Arod tendría que agachar la cabeza para poder avanzar, así que salió y buscó otra entrada que le permitiera hacerlo con comodidad, pero todas eran más o menos parecidas. Volvió a la primera y, cuchillo largo en mano, caminó con cautela hasta desembocar en una amplia cámara de unos quince metros de ancho por unos siete u ocho de altura, en cuyo techo se abría un agujero, no muy grande, por el que entraba una suave luz y una fresca corriente de aire que hacían sentir el sitio menos encerrado. Enseguida revisó los recovecos para constatar que no hubiera alguna bestia peligrosa escondida, luego salió y esperó a que su amigo terminara de pastar en las inmediaciones. Le costó que Arod lo siguiera porque tampoco le gustaban las cuevas y porque cada tanto levantaba la cabeza y la golpeaba en la roca. Una vez dentro, dejó las armas, masajeó la cabeza y el cuello de Arod, luego se quitó la capa y la extendió debajo de la abertura, y se acostó aunque era temprano. En lugar de relajarse, recordó su intempestiva partida que había sido muy diferente a cómo, tristemente, la imaginara tantas veces: se fundirían en un cálido e interminable abrazo; se darían un último y apasionado beso que sería su sustento para no morir de pena durante el solitario viaje de regreso, y se mentirían un “Hasta pronto, amor”. Y, sin darse cuenta, fue recogiendo los brazos y las piernas contra el pecho y velando los ojos.


Al día siguiente, los rayos de Anar se colaron por la rústica abertura y dieron directamente sobre Legolas, pero no lograron despertarlo.


Arod, ansioso por salir, esperó que Legolas se levantara, pero como no lo hizo, lamió su rostro, resopló en su oído, lo empujó suavemente con el morro, la frente y hasta con los cascos delanteros queriendo despertarlo, pero, con todo, ni siquiera logró que parpadeara. Haciendo un último intento, con los dientes lo tomó de la ropa y quiso arrastrarlo, pero solo consiguió moverlo unos pocos metros. Su instinto le dijo que era el momento preciso de salir, así que enfrentó el túnel con decisión, y una vez fuera trotó a un lado y al otro, pero no vio nada que el día anterior no viera; entonces, trepó a las rocas y miró hacia el camino, y al ver a un jinete y a su cabalgadura que levantaban una densa nube de polvo a sus espaldas mientras devoraban el terreno, movió las orejas hacia adelante, abrió al máximo los húmedos ollares y brioso se irguió sobre sus patas traseras, luego saltó y se lanzó a galope tendido en dirección a ellos.


Cuando Elessar miró hacia donde relinchaba Brego, lo desvió hacia las rocas y lo taloneó en los ijares para apurarlo aún más.


-¡¿Arod, qué pasó, dónde está Legolas?! ¡Llévame a él! -dijo sin detenerse.


Al mismo tiempo, dentro de la cueva...


-¡Estel! -gritó Legolas con toda el alma, aún estando inconsciente.


-Estel…Estel...Estel... -devolvieron las duras paredes.


Y el nombre surgido de lo más profundo del alma de Legolas penetró en sus oídos para "despertarlo".


Fuera de la cueva, el tiempo corría hacia adelante queriendo reencontrar a Elessar con Legolas, en cambio, adentro, retrocedía para reencontrar a Legolas con...


-¡Estel... mentiroso! -exclamó apenas sentado, en el preciso momento en que Elessar entraba.


-¡Legolas! –dijo con un hilo de voz al darse cuenta de lo que pasaba, y se arrodilló frente a él.


-¡Maldita enfermedad! -dijo Legolas mientras, con los ojos muy abiertos, retrocedía sobre su trasero ayudándose con los talones y las manos, pues creyó que estaba sufriendo otra de sus alucinaciones.


-Tranquilo, soy yo -dijo Elessar en voz baja para no asustarlo más, y se acercó despacio.


Legolas, visiblemente confuso, observó en Elessar las profundas líneas de su frente, las que rodeaban sus ojos grises, las barbadas mejillas, el mentón partido y su boca.


Elessar se dio cuenta de que buscaba, en su ahora maduro rostro, las jóvenes facciones de Estel que quedaran en su mente y en su corazón congeladas en el tiempo.


-¿Eres el mismo?... ¿El mismo que…? No puede ser, ¿pero cómo no te reconocí?...


-Por fin... -dijo Elessar sintiéndose aliviado-. Sí, amor, soy Estel.


-¡No me llames así, nunca fui tu amor! -reaccionó Legolas.


-Ven, salgamos. Es tiempo de que tú también sepas la verdad –dijo e intentó tomarlo de un brazo para ayudarlo a ponerse de pie.


-¡¿La verdad?!... ¡Ahora la veo! -dijo retirando bruscamente el brazo-. ¡Me mentiste antes, y aprovechando que no te reconocí volviste a hacerlo!


-No, Legolas, jamás te mentí.


-¡Niega todo lo que quieras, pero los escuché en el jardín, a ti y a Arwen, y no fue una alucinación!


-¿Qué, entonces, fue por eso que te fuiste? ¿Pero... qué escuchaste?


-¡Lo necesario para darme cuenta de lo mucho que te ama, de otro modo, cómo perdonarte semejante traición! ¡Eres un falso y un traidor!


-¿No escuchaste cuando hablamos de ti? Y no subestimes a Arwen, por mucho que amara a alguien, nunca perdonaría algo semejante-. Toma tus cosas y salgamos de aquí –dijo algo molesto por los insultos y se levantó.


Legolas se puso de pie, tomó su capa, su arco y su carcaj y se encaminó hacia la boca del túnel, pero se detuvo cuando oyó decir a Elessar:


-Iré adelante; estoy algo cansado para tener que salir corriendo detrás de ti.


Y una vez afuera vieron a los dos caballos que, felices de reencontrarse, se rascaban mutuamente las grupas.


-Lo que sentía... Lo que veía... Todo era cierto y tú lo sabías. ¡Cómo te habrás reído a mis espaldas!


-Sentémonos ahí y, por favor, hablemos sin agredirnos -dijo Elessar señalándole unas piedras, y se sentó después de que Legolas lo hiciera-. No sabes las veces que tuve que morderme la lengua para no contarte lo que realmente pasó hace años.


-¡Te burlaste, qué más! Ingenuo de mí que creí en las palabras de amor de un chiquillo… humano. Pero lo peor es que, ya siendo un hombre, volviste a burlarte por casi año y medio. Vamos, atrévete a repetirme que me amas y que la enfermedad que, obviamente, no me permitió reconocerte es...


-Un vil engaño, Legolas... Un vil engaño -dijo tratando de conservar la calma.


-¡Pero por qué no te quedaste en Minas Tirith, en lugar de seguirme para torturarme más! ¡Ahora también dices que fingí “no conocerte”!


-¡No!... No entiendes, pero no es tu culpa. Legolas, estoy aquí porque te amo. Cuando lleguemos a Mirkwood, tendrán que rendirnos cuentas a los dos, y, entonces, también estaré a tu lado para apoyarte.


-¿El Rey Thranduil rendir cuentas? ¡Ja, mejor espera sentado!


-Ay, esperé tanto para decírtelo y ahora se me hace tan difícil. Hoja, lo que tengo que decirte no es fácil de contar, ni de escuchar, especialmente para ti -dijo temiendo a cómo reaccionaría.


Y al rato...


-¡Cómo te atreves a acusar a mi padre de semejante infamia! -dijo y se levantó con los puños apretados contra los muslos-. ¡No puedo creer que cayeras tan bajo! ¡¿Es eso, o qué estás más enfermo que yo?!


Sí, eso, hablemos de tu “enfermedad” si es lo que quieres. Dime, ¿de qué otras personas te olvidaste?


-Si los olvidé, cómo voy a saberlo.


-Tienes razón. Pero, acaso te olvidaste de… tus amigos, de la gente que trabaja en el palacio…


-No, de ninguno.


-¡Ah, pero que selectiva fue tu enfermedad! Nada más te olvidaste de mí y de lo relacionado conmigo. Planearon todo para separarnos. Hicieron desaparecer a Estel de tu vida, y volví a ella siendo Aragorn. Entiendo que estés muy confundido para creerme. ¿Pero tampoco creerás en lo que te dijo Galadriel antes de que dejáramos Lothlórien?


Al oír hablar de la Dama Blanca, Legolas se detuvo a pensar y dijo:


-Que despertaría y el dolor sería mi compañero.


-Bien, y qué más…


-Algo como que... debía buscar las... notas. Pero no entendí qué quiso decirme, y tuve temor de preguntarle porque pensé que eran malos augurios.


-No eran malos augurios, al contrario. A esto se refería. Al fin "despertaste". Las "notas" que debías buscar son las "notas de mi alma". ¿No recuerdas esas palabras? Tú mismo las escribiste hace años.


-¡Los mentirosos como tú buscan confundir cuando no se les cree, y eso tratas de hacer para seguir teniéndome a tu merced!


-¡Sí, como si eso fuera tan fácil, ¿no?!


-Si Mithrandir y Galadriel lo sabían, por qué nunca me dijeron nada.


-No creyeron conveniente que te enteraras en el transcurso de la guerra, por temor a que te deprimieras otra vez... En unos días, Galadriel, Celeborn, Elrond y Gandalf se apersonarán en Mirkwood. Podrás preguntarles cuando lleguen.


-Sabes que lo primero que haré al llegar es hablar con mi padre, y con mis tíos, y entonces tu mentira se desmoronará como el muro de Cuernavilla. Luego, no dudaré en exigirte una reparación para mi familia y para mí. Más bien, a lo que quede de ti después de que lo haga mi padre. ¿Aún así, vendrás conmigo, no temes que averigüe que mientes? -dijo mirándolo duramente.


-¿Me crees tan estúpido como para volver mintiendo? Sé que esta vez no saldría con vida. Y qué pasaría luego entre Gondor y Mirkwood.


-Cuéntame todo, otra vez, desde el principio -dijo luego de pensar que Elessar podría ser un gran mentiroso pero no estaba loco como para arriesgarse a que su padre lo matara y a raíz de eso se desatara un conflicto entre los dos reinos.


-Otra vez, desde el principio -dijo Elessar pacientemente, y esperanzado porque Legolas parecía otorgarle el beneficio de la duda.


A medida que quedaban atrás las grandes planicies, los pastizales paulatinamente iban siendo remplazados por arbustos y árboles de mediana altura; más adelante aparecieron los árboles de gran porte que, después de acabada la guerra, con sus renovadas copas ya no dejaban llegar los rayos del sol al suelo que volvía a cubrirse de verdes musgos, helechos nacarados y coloridos hongos, todos amantes de la umbría.


Fue un viaje difícil para ambos: Legolas acosó a Elessar con las mismas preguntas repetidas una y otra vez, y veía que se mantenía firme y coherente en sus dichos, pero, aunque empezaba a creerle, al mismo tiempo se rehusaba a creer que su amado padre fuera capaz de hacerles semejante atrocidad.


-¿Qué pasa, no tenías apuro por llegar a tu hogar y ver a tu gente? -preguntó Elessar después de ver que Legolas jalaba de las crines de Arod para ir más despacio.


-Ya estoy en mi hogar. ¿No los sientes? -dijo luego de detenerse junto a un añoso fresno para acariciarlo-. Ven y apoya tu mano junto a la mía.


-¡Sí! -dijo Elessar al sentir que el árbol vibraba y le transmitía alegría, y se alejó para tocar otros dos-. Están felices por reencontrarse contigo.


-Y yo por reencontrarme con ellos -contestó Legolas sonriendo después de muchos días de no hacerlo.


Mientras conversaban, un grupo de soldados silvanos que patrullaban a pie esa zona fronteriza, llegó hasta ellos guiado por el creciente murmullo de los árboles, el vuelo y el canto alborozado de los pájaros.


-¡Príncipe Legolas! –dijo emocionado el capitán.


-¡Inanthil, me alegra tanto verte! -dijo luego de apearse y darse un fuerte abrazo con el capitán-. Y también a todos ustedes -dijo dirigiéndose a los demás-. Pero ya ven que no he llegado solo. Permítanme presentarle al Rey Elessar del Reino Unificado de Gondor y Arnor.


Los soldados miraron al hombre de manera algo despectiva, primero por ser Hombre y luego porque no les pareció un rey, de todos modos se llevaron una mano al corazón y se inclinaron respetuosamente.


-¿Inanthil, lo recuerdas? –preguntó Legolas, y, ansioso, se quedó esperando la respuesta del joven capitán.


-¡Por todos los Valar, Príncipe, pero si es su…! Perdón, es aquel jovencito que encontró herido -dijo muy sorprendido después de mirar a Elessar detenidamente.


Los soldados retrocedieron al oír a su jefe, pues también reconocieron al humano que había pasado un corto tiempo en el reino y del que se habían dicho cosas terribles luego de que se fuera, y que, cuando regresó, debieron expulsar por orden de su rey.


-Sí, es él, aunque... menos jovencito -dijo Legolas con una triste sonrisa-. Capitán, la presencia del Rey Elessar no debe ser advertida cuando lleguemos a palacio.


Elessar, sorprendido, de inmediato se apeó y pidió a Legolas hablar en privado.


-¡Qué pretendes! ¡No vine hasta aquí para esconderme como un cobarde! -protestó-. ¡Ahí tienes a quiénes preguntarles si es cierto que volví por ti y cómo me sacaron del reino! Reconocí algunas de las caras. Eso acabará con cualquier duda que tengas. Pregúntales.


-Por favor, yo ya te escuché, ahora escúchame tú a mí. Te pido que te mantengas oculto hasta que te avise. Primero quiero hablar a solas con mi padre y luego con mis tíos, a ver qué me dicen. Y no quiero involucrar a los soldados más de lo que lo haré, porque no quiero dejar expuesto a mi padre. Es el Rey, debe conservar el respeto de su pueblo. Este es un asunto privado y en privado se resolverá.


-Está bien, de todos modos ya no podrán mentirte más. Cómo puede ser que siempre te salgas con la tuya -dijo moviendo la cabeza con resignación.


Y al volver junto a los soldados...


-Escuchen con atención: poco antes de llegar, uno de ustedes le prestará el casco y la capa al Rey Elessar y esconderá su caballo. Inanthil, ingresarás al Rey por una de las puertas laterales, lo llevarás a uno de los cuartos para huéspedes y le procurarás lo que necesite: ropa limpia, alimentos… Y, por supuesto, a todos les pido que mantengan absoluta reserva sobre su presencia. Será… una sorpresa.


-Me aseguraré de que lo hagan, Príncipe –dijo el fiel capitán.


Cuando por fin llegaron al palacio, Legolas encabezando el grupo de soldados entre los que ya no estaban el que había cedido parte de su uniforme y llevado a Brego, ni el capitán y Elessar con la capa y el casco puestos, se produjo tal algarabía que Thranduil, que en ese momento se hallaba trabajando en su despacho, se asomó por la ventana para ver qué ocurría y entonces vio desmontar a su hijo.


Legolas levantó la mirada y vio que su padre lo saludaba con medio cuerpo afuera y un brazo en alto, y correspondió el saludo.


Mientras todos estaban atentos al arribo del príncipe, el capitán y Elessar aprovecharon a pasar por detrás.


Elessar no pudo evitar detenerse y mirar a Thranduil, por lo que Inanthil debió pedirle que nuevamente bajara la cabeza y se apurara a seguirlo.


Legolas caminó hacia las escalinatas por las que ya venía descendiendo su padre con los brazos abiertos.


-¡Bienvenido, amado hijo! -dijo mientras lo estrechaba con fuerza-. Entremos, debes estar cansado y hambriento. Vamos, ya quiero que me cuentes todo lo que pasó con lujo detalles. Tendrás que perdonar mi ansiedad, pero es que no llegaban noticias debido al asedio y estaba muy preocupado por ti.


Y mientras Thranduil y Legolas subían por las escalinatas, Elessar caminaba hasta por las paredes del cuarto donde estaba confinado, Galadriel, Celeborn y Elrond ya iban de camino a Mirkwood, y Gandalf, después de tener que solucionar de momento cierto asunto con cierta persona, había abandonado Minas Tirith sobre el lomo de Gwaihir "El Señor de los Vientos" y volaba rumbo a...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).