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El hilo rojo por Khira

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Notas del fanfic:

Buenas!

Después de tanto tiempo sin publicar nada (sin escribir nada, de hecho), parece que por fin me he reencontrado con mi musa, que debía de haberse escondido por lo menos en Siberia, porque macho, mira que ha sido difícil encontrarla!  No sé cuánto tiempo se quedará conmigo, pero tengo en mente una novela larga, y por fin me apetece intentarlo. Aunque aviso que estoy escribiendo absolutamente sobre la marcha, y que es posible que con el paso de los capítulos cambie algún nombre, o el resumen (el título espero que no xD). De todas maneras avisaré claramente si eso ocurre. Puede que los capítulos sean cortos, pero necesito actualizar con frecuencia para recuperar el ritmo, y sobre todo, necesito feedback ;)

 

Notas del capitulo:

Os dejo con el primer capítulo, espero que os guste.

Besos,

Khira

  1. Azeroth

 

Agosto de 2013

Nada más salir de la estación, se enamoró de la ciudad.

El tráfico, el ruido, la gente, el movimiento… Ryan apenas podía contener la emoción. Después de veintidós años viviendo en las afueras del pequeño y tranquilo pueblo de Wellington, Kansas, Nueva York era más que una gran urbe, más que la ciudad que nunca duerme, más que la capital del mundo… Nueva York era oportunidad. Su oportunidad. Y no pensaba desaprovecharla.

Buscó con la mirada una parada de metro. Quizás la estación de trenes conectaba directamente con alguna estación de metro sin tener que salir a la superficie, no lo sabía, pero él había querido salir fuera para contemplar Nueva York cuanto antes, aún sin creerse del todo que por fin estaba allí. Y quería seguir un rato más allí, disfrutando al aire libre del bullicio de esa enorme metrópoli, así que se colocó bien la enorme mochila y echó a andar.

El sol cálido de finales de verano era agradable, y soplaba una ligera brisa. Ryan miraba a un lado y a otro, observando a la gente con la que se cruzaba y a la gente que le adelantaba con prisas, pero nadie le miraba a él. Sonrió. Ahí tenía ya una de las primeras grandes diferencias de Nueva York con respecto a Wellington. En Wellington todo el mundo se conocía, todo el mundo se saludaba por la calle o incluso se paraba a charlar. Y Ryan, con su metro noventa de estatura y su cabello rubio dorado, no conseguía nunca pasar sin ser visto. De hecho, estaba acostumbrado a ser el centro de atención. Pero en Nueva York era un anónimo más. Aunque esperaba cambiar eso pronto.

No tardó en encontrar una parada de metro. Consultó el mapa que portaba y comprobó que por allí pasaba una de las líneas que le llevarían cerca de la residencia Clifford, en la parte norte de Central Park.

Una media hora después, allí estaba, parado frente al edificio en el que viviría los próximos tres años. Aún no descartaba del todo la idea de buscar un compañero con el que compartir piso si encontraba algún trabajo a tiempo parcial como tenía en mente, pero los orientadores de Columbia ya le habían comentado que le resultaría difícil encontrar un alquiler asequible en Nueva York, por pequeño que fuera el apartamento. Y que, desde luego, no lo encontraría cerca de la Facultad de Derecho de Columbia.

La residencia Clifford, en cambio, tenía un precio asequible y estaba a pocas manzanas de la famosa universidad. Ryan contempló durante unos minutos el viejo edificio de ladrillo rojo visto, con la fachada cuadriculada de ventanas de guillotina y las típicas escaleras de incendio exteriores. No era una residencia muy lujosa, pero sus padres no podían permitirse otra cosa, y a Ryan solo le importaba tener un techo sobre la cabeza. Respiró hondo con satisfacción y entró.

En la recepción le atendió un hombre mayor, de unos cincuenta años, con el pelo cano y barba de tres días, que se presentó simplemente como “el encargado”, y le dijo que podía llamarle John. Buscó su ficha, comprobó sus datos y luego le acompañó a su habitación.

—Has tenido suerte, de momento estarás solo —le dijo John al mismo tiempo que abría la puerta.

Ryan entró y lo primero que hizo fue dejar la pesada mochila sobre una de las camas. Después miró a su alrededor rápidamente: dos camas, dos armarios, dos escritorios. Todos los muebles eran de madera oscura, de líneas sencillas y rectas. Las paredes eran ocres y la ventana de guillotina estaba cubierta por una pesada cortina color granate. Por primera vez en todo el viaje, sintió un pequeño atisbo de nostalgia de su casa, pero desechó el sentimiento rápidamente.

—Bueno, te dejo para que te instales —dijo John—. Si necesitas algo, ya sabes dónde estoy.

—Gracias —dijo Ryan.

John cerró la puerta y dejó solo a Ryan. Miró su reloj de pulsera. No era muy tarde, pero lo cierto era que de repente se sentía agotado. Solo podía pensar en darse una ducha y acostarse. Había planeado llamar a Zach y salir a conocer la ciudad esa misma noche, pero decidió dejarlo para el día siguiente. Al fin y al cabo, tenía tres años por delante, no corría prisa.

***

Martes 13 de Agosto de 2013

Al día siguiente, se levantó tarde y con energías renovadas. Se vistió con unos vaqueros y una camiseta y bajó a desayunar al comedor de la residencia, donde conoció a unos cuantos chicos ya instalados que también iban a asistir ese curso a Columbia, pero ninguno estaba matriculado en Derecho. De hecho, todos tenían dieciocho años e iban a empezar primero de algún grado; Ryan, con veintidós, era el mayor del grupo, y el único matriculado en un postgrado. Se presentaron y hablaron sobre sus ciudades de procedencia, y se desearon suerte en sus respectivas carreras.

Eran pasadas las once de la mañana cuando llamó a Zach, quien contestó al segundo tono.

—¿Ryan? —después de meses hablando únicamente a través de Skype, se le hacía raro oír su voz sabiendo que por fin estaban en la misma ciudad.

—El mismo. ¿Qué tal?

—Bien. ¿Cuándo has llegado?

—Ayer, pero llegué reventado y por eso no te llamé.

—No pasa nada. ¿Has descansado bien?

—Muy bien. Estoy listo para ese tour que me prometiste, si aún sigue en pie.

—¡Por supuesto! ¿Estás en la residencia?

—Sí.

—Te paso a buscar en media hora, si te va bien.

—Perfecto. Te espero fuera.

—Hasta luego.

Ryan se guardó el teléfono en el bolsillo, y para hacer tiempo hasta que llegara Zach, se puso a ordenar su ropa en el armario. Se dio cuenta de que estaba un poco nervioso. Normalmente no le importaba causar buena impresión o no a nadie, pero en el caso de Zach era distinto. Zach era por el momento su único contacto en la universidad, iban a ser compañeros de clase y de equipo, además de tener otra cosa muy importante en común, y quería empezar con buen pie.

Zach fue tan puntual que cuando Ryan salió fuera, él ya estaba allí, al pie de las escaleras de entrada de la residencia. Le reconoció enseguida, al fin y al cabo, se habían mandado fotos mutuamente. Pelo castaño, corto, ojos grandes y verdes, nariz levemente aguileña. Alto, aunque no tanto como él, le calculó un metro ochenta, complexión delgada. Vestía unos vaqueros y una camiseta azul de marca. El chico sonrió nada más verle, señal de que también le había reconocido al momento.

—¡Hola!

—Hola —saludó Ryan, y le estrechó la mano—. Por fin nos conocemos en persona.

—Sí, por fin. ¿Qué te parece la ciudad? —preguntó Zach. A él también se le notaba cierto nerviosismo.

—Me encanta. Bueno, no es que haya visto mucho por ahora, pero ya lo intuyo.

—¿Qué tal si empezamos por la universidad?

—Me parece genial.

El campus de la universidad de Columbia ocupaba nada más y nada menos que seis manzanas enteras del barrio donde se ubicaba, llamado Morningside Heights. Zach le llevó a dar un largo paseo para ver los edificios principales por fuera. De camino pasaron por delante de la catedral Saint John the Divine, en la que entraron para que Ryan echara un vistazo al interior del monumental templo neogótico. De las facultades, solo entraron en el complejo que más interesaba a Ryan, la Facultad de Derecho de Columbia, y después de comer un bocadillo en una cafetería fueron a visitar el pabellón deportivo.

—No veo el momento de empezar a jugar en este equipo —confesó Ryan a Zach mientras contemplaba con adoración la cancha de baloncesto. Les había costado apenas cinco minutos romper el hielo y pasar del nerviosismo y la timidez iniciales a hablar como dos amigos de toda la vida.

—Solo faltan un par de temporadas para que comiencen los entrenamientos.

—Lo sé, pero estoy impaciente. Quiero conseguir el puesto de titular cuanto antes.

—No creo que te lleve mucho tiempo. Por algo vinieron expresamente a buscarte a Wichita, ¿no?

Orgulloso, Ryan sonrió de medio lado. Sí, así era.

Recordaba perfectamente el día que se enteró de que un ojeador de Columbia se había fijado en él durante un partido con su anterior universidad, Wichita. Pocas semanas después, recibía oficialmente una oferta de beca para estudiar el postgrado en la universidad de Columbia y, evidentemente, para jugar en su equipo de baloncesto, los Lions.

—Menos mal que no juego en tu posición —continuó Zach, riendo—. Lo llevaría claro.

Ryan se apoyó con ambos brazos en la barandilla que separaba la zona de gradas de la cancha. Jugar con la camiseta de los Lions de Columbia… quién se lo hubiera dicho apenas unos meses antes.

En ese momento sonó un mensaje de whatsapp en el móvil de Zach.

—Es mi hermana —explicó tras sacarlo del bolsillo y leer el whatsapp—. Quiere que vayamos a cenar con ella y unos amigos a un restaurante tailandés que hay en Amsterdam Avenue, y luego a tomar unas cervezas. ¿Qué te parece?

—Por mí bien. —Ryan se encogió de hombros.

—Ya te he hablado de mi hermana —advirtió Zach mientras tecleaba una rápida respuesta y guardaba de nuevo el móvil—. No le hagas demasiado caso a nada que diga. Está como una cabra.

—Lo tendré en cuenta —sonrió Ryan.

—Nos esperan allí. Vamos.

La hermana de Zach, Nicole, era en realidad su melliza, que no gemela, pero el parecido seguía siendo evidente. Nicole también tenía unos enormes ojos verdes y el pelo castaño, aunque en su caso lo llevaba muy largo, y lo tenía más rizado que él, con suaves pero marcadas ondas. Llevaba los labios pintados de un rosa pálido. De estatura media y muy delgada, era una chica realmente guapa, pero demasiado pija para su gusto. Saludó a Ryan con un gritito de alegría y dos besos en las mejillas. Acto seguido le presentó a los demás.

—Ryan, estos son Leila, Derek y Anthony. Chicos, este es Ryan.

Ryan le dio dos besos a la chica y estrechó las manos de los dos chicos. Se fijó en que todos menos él vestían ropa de marca, aunque no podía importarle menos.

—El nuevo fichaje —saludó Derek, un chico rubio de ojos oscuros, alto y de complexión fuerte. Al parecer, Nicole ya les había puesto al corriente sobre él.

—Eso me han dicho —bromeó Ryan.

—Derek también juega de pívot —comentó Nicole.

De pronto, Ryan entendió todos los comentarios y advertencias que le había hecho Zach sobre su melliza. Nicole, con una sonrisa ladina y un comentario a priori inofensivo, acababa de prender en un segundo la mecha de la rivalidad entre él y el tal Derek. Porque, evidentemente, si ambos jugaban de pívot, solo uno de los dos sería titular en el equipo.

—Seguro que nos lo pasaremos genial jugando juntos —dijo rápidamente Zach, no sin echar una significativa mirada a Nicole.

—Seguro que sí —murmuró Derek con una sonrisa que no le alcanzaba los ojos.

A pesar del comentario estrella de Nicole, la cena fue muy agradable. A Ryan le cayeron bien enseguida Leila y Anthony, no tanto Derek. Leila era morena, con los ojos de un color azul muy claro, y Anthony era castaño y llevaba unas gafas de pasta negras. Los seis estaban matriculados en Derecho y por tanto irían juntos a clase en cuanto empezara el curso. Todos menos Ryan y Anthony ya habían estudiado el Grado de Empresariales en Columbia, y les contaron muchas cosas acerca del funcionamiento de la facultad y de los futuros profesores y asignaturas que tendrían en Derecho. A Ryan le preguntaron acerca de Wellington y cómo había conocido a Zach. Ryan solo les contó que se habían conocido en internet al poco de que le concedieran la beca, pues lo primero que había hecho había sido buscar en la red alumnos de Columbia que le pudieran contar cosas de la universidad. Por supuesto, obvió en qué tipo de chat había contactado con Zach.

Cuando salieron del restaurante, Nicole propuso de ir a un local llamado Azeroth. A esas alturas, Ryan ya se había dado cuenta de quién llevaba las riendas del grupito.

—¿Azeroth? ¿Cómo el del WoW[1]? —preguntó.

—Sí, aunque en este caso se trata de una cervecería. Tienen tropecientos tipos de cerveza y dos billares. Está bastante bien —explicó Anthony.

Azeroth no estaba muy lejos de allí. Llegaron andando en diez minutos. Era un local ubicado en un semisótano de un gran bloque de edificios cercano al campus, en una plaza donde había otros bares. Cuando entraron y Ryan observó a la clientela, supuso que la mayoría eran o iban a ser estudiantes de la Columbia, pues todos eran chicos y chicas jóvenes y la mayoría con pinta adinerada, aunque también había un par de chicas góticas y algún que otro chico con pinta de freak.

Como el local era grande tenía varias zonas diferenciadas. A la derecha estaba la barra, decorada con multitud de botellas y jarras de cerveza de todas las formas y colores, y un camarero que tenía más pinta de vikingo que de camarero, con una gran melena y barba cobrizas. En el centro había varios barriles haciendo las veces de mesas con taburetes altos alrededor, y a la izquierda una zona de estar con sofás raídos y pufs de colores. Al fondo estaban las dos mesas de billar, las dos ocupadas. Las paredes estaban pintadas de verde oscuro y mostaza.

Ellos se sentaron en la zona de estar, ocupando el único sofá vacío y dos pufs, con una mesa con sobre de cristal en medio.

—Habrá que ir a pedir por turnos —dijo Nicole—. Hoy hay mucha gente, se nota que las clases están a punto de empezar.

—Id vosotras primero, chicas, luego iremos nosotros —dijo Derek.

Ryan volvió la mirada hacia los billares. Uno estaba ocupado por las dos chicas góticas y el otro por cuatro chicos. Al observar a las chicas góticas con más atención, descubrió que una de ellas, la que vestía más sencillo, era en realidad un chico, con el pelo negro y liso hasta los hombros. Era tan delgado y tenía unas facciones tan finas que con la distancia y la poca luz del local le había parecido una chica.

—¿Te gusta el billar? —le preguntó Zach.

—Bastante. Aunque hace tiempo que no juego —respondió Ryan.

—Luego podemos echar una partida.

Derek miró hacia uno de los billares y frunció el ceño, como si hubiera visto algo desagradable.

—¿No te gusta el billar? —le preguntó Ryan.

—No le gusta quien está jugando —respondió Zach por él.

—¿Quién está jugando?

—Repelente McAllister —bufó Derek.

—¿Repelente? ¿Quién es?

—El chico de negro que juega con la chica gótica. —Zach señaló discretamente con la barbilla.

—Ajá. —Ryan se fijó de nuevo en el chico que había confundido con una chica. Iba vestido con una camiseta manga larga negra y unos vaqueros ajustados también negros que le marcaban el pequeño trasero. A él no le pareció en absoluto repelente—. ¿Por qué le llamáis así?

—Bueno… Llevamos ya cuatro años yendo a clase con él y es… frustrante.

—¿Frustrante?

—Es un borde arrogante —soltó Derek con desinterés.

—Un borde arrogante que ha sacado las mejores notas de toda la facultad —añadió Zach encogiéndose de hombros.

En ese momento llegaron Nicole y Leila con una cerveza cada una y otra que Nicole le entregó a Ryan.

—Bienvenido a Columbia —le dijo con una gran sonrisa.

—Oh, gracias. ¿Cuánto te debo?

—Nada, yo te invito. Es una bienvenida.

Ryan notó de reojo que Derek ponía mala cara.

«Oh, vaya, ya empezamos».

—¿De qué hablabais? —preguntó Leila.

—De Repelente McAllister —contestó Zach.

Nicole torció el gesto, como si se hubiera tragado algo agrio.

—Oh, por favor, ¿no hay otro tema de conversación más agradable?

—¿Qué pasa con él? ¿Os cae mal a todos? —preguntó Ryan.

—A mí no —dijo Leila—. Para mí es admirable que siempre saque sobresaliente en todo. Es un crack.

—A mí no me caería mal si no fuera por cómo mira a los demás, como si fuéramos gilipollas solo por sacar un notable —dijo Nicole.

—Encima, su padre es Patrick McAllister —añadió Zach—. De los McAllister de Boston.

Todos asintieron como si Zach hubiera dicho algo sentencioso, pero Ryan no entendía nada.

—¿McAllister de Boston? —repitió, a sabiendas de que estaba quedando como un desenterado, pero él solo quería saber más de Repelente McAllister.

—Oh, perdona, se nos olvidaba que no conoces la costa este —dijo Derek con una sonrisa que, de nuevo, no le alcanzaba los ojos.

«Pero di quiénes son, gilipollas».

—Patrick McAllister es a su vez el hijo de Richard McAllister, el dueño del bufete más importante de Boston. Richard McAllister es prácticamente una leyenda viva de la abogacía —explicó por fin Zach.

—Así que tiene trabajo asegurado en cuanto termine el postgrado —añadió Leila.

—Como si no fuera suficiente con sus notas perfectas —bufó Nicole.

—Ah, y es marica —añadió Derek tras un corto silencio.

—¡Derek! —le regañó Nicole al momento.

A su lado, Ryan notó que Zach se tensaba, pero no dijo nada.

Ryan miró de nuevo hacia el objeto de la conversación. De repente, tenía muchas ganas de conocerlo, para saber si era tan “malo” como el grupo decía. Él siempre quería sacar sus propias conclusiones.

—Voy a pedirles que nos dejen jugar con ellos —informó a Zach mientras se levantaba.

—Eh, Ryan, yo no…

No oyó el resto de la frase, solo un par de exclamaciones de sorpresa por parte de Nicole y Leila. Ryan se dirigió sin dudar hacia el fondo del local, donde estaban los billares, al mismo tiempo que preparaba una moneda de un dólar.

Repelente McAllister y su amiga gótica, que vista de cerca vio que era asiática, le miraron con algo de sorpresa cuando se quedó plantado frente a su billar. El chico llevaba los ojos ligeramente maquillados de negro, lo que le hacía una mirada muy interesante. Ryan dejó la moneda sobre el borde de la mesa.

—Mi amigo y yo queremos jugar contra vosotros en cuanto acabéis la partida —informó, y dio media vuelta sin esperar respuesta.

Apenas se había sentado de vuelta en el sofá raído cuando Repelente McAllister apareció tranquilamente a su lado y depositó su dólar en la mesa con sobre de cristal que tenían en medio, produciendo un sonoro chasquido.

—No nos interesa —dijo, regalándole una mirada de absoluta desidia con sus ojos castaños maquillados, y se fue.

—Te lo estaba diciendo, yo no lo haría —dijo Zach.

—Es un borde —corroboró Nicole.

Pero Ryan no estaba acostumbrado a que le rechazaran, ni siquiera a una partida de billar. Se levantó y recogió la moneda.

—Ryan, ¿qué…?

En dos segundos estaba plantado de nuevo frente al billar. Repelente McAllister le miró, ya no con sorpresa, sino con animadversión. En verdad que el chico era, por lo menos, hosco. Ryan volvió a dejar la moneda en el borde de la mesa.

—Supongo que el billar no se te da tan bien como estudiar —comentó como quien no quiere la cosa—, pero no deberías tener tanto miedo a perder. No es para tanto.

—Oye —saltó la chica. Iba vestida de gothic lolita con un conjunto negro y morado y tenía una larga melena oscura y rizada—. No se trata de perder o ganar. No queremos jugar con vosotros y punto.

—Lo entiendo, de verdad —aseguró Ryan con su mejor sonrisa condescendiente—. Estais acostumbrados a jugar entre vosotros y no quereis que nadie os de una paliza.

—¿Y tú nos vas a dar esa paliza? —Repelente McAllister levantó una ceja—. Eso habría que verlo.

Y Ryan supo que había acertado con la táctica. A alguien acostumbrado a sacar las mejores notas, no debía de gustarle que le dijeran que le iban a dar una paliza en algo. A Ryan le pasaba lo mismo con el baloncesto: ser tan  bueno en algo hacía que estuviera acostumbrado a ganar.

—¿Nunca te han dado una?

Repelente McAllister entrecerró los ojos. La animadversión de su mirada se estaba convirtiendo en aborrecimiento.

—¿Y a ti?

Ryan sonrió.

—Nunca.

—Yo paso, esto parece un concurso de a ver quién mea más lejos —dijo la gothic lolita poniendo los ojos en blanco.

—Bien, ¿qué te parece pues tú contra mí? —aprovechó Ryan—. Incluso podemos apostar algo.

—¿Qué quieres apostar?

—¿Qué tal una cerveza?

—¿Qué tal cien dólares?

A Ryan le dio un tic en el ojo, pero lo disimuló.

«Malditos pijos».

—Bien, cien dólares. —No los tenía, pero siempre meaba más lejos.

—Vaya, esto se pone interesante —escuchó que alguien decía tras ellos. Ryan se giró. Era Nicole, cruzada de brazos y con una sonrisita en los labios. Los demás estaban a su lado, curiosos.

—¿Qué tal si empezamos ya? —Repelente McAllister cogió la moneda de Ryan y antes de introducirla en la mesa miró a su amiga—. ¿Te importa si dejamos nuestra partida aquí?

La gothic lolita se encogió de hombros, dándole a entender que no. Parecía bastante sorprendida de que su amigo hubiera aceptado la partida y la apuesta.

—¿Bola 8?

—Bola 8. —Ryan cogió un taco de la pared y le dio con la tiza.

Repelente McAllister colocó las bolas en un momento.

—¿Quién empieza?

—Empieza tú —dijo Ryan—. Necesitarás la ventaja —añadió con malicia.

El otro no replicó. Se puso en posición y golpeó la bola blanca con fuerza y precisión. Metió dos bolas ralladas.

—Ralladas —anunció sin sonreír pero con una expresión evidentemente satisfecha.

Dos golpes más, dos bolas ralladas dentro. En el cuarto golpe intentó un golpe muy suave y falló, por poco, sin llegar a darle a la bola objetivo, con lo que Ryan disponía de dos golpes. Se colocó.

—Lisas —anunció divertido.

El primer golpe lo usó para colocar una bola. Notó que Repelente McAllister se relajaba un poco.

«No te hagas ilusiones».

Con el segundo golpe metió la bola. Con el tercer, cuarto y quinto metió otras tantas. Repelente McAllister ya no estaba tan relajado. Al sexto falló.

Nicole, Zach, Leila, Anthony y Derek no perdían detalle. Ryan observó que Derek parecía malhumorado, y además que Repelente McAllister evitaba pasar demasiado cerca de él. ¿Qué pasaba entre esos dos? ¿Tan mal se caían?

Repelente McAllister metió su quinta bola pero falló la siguiente.

Ryan metió su quinta, sexta y séptima bolas. Señaló sonriente la esquina superior derecha del billar.

—Negra a esquina…

—Que sí —masculló Repelente McAllister.

Sin perder la sonrisa, Ryan se colocó en posición. Repelente McAllister estaba tieso como un palo («un insecto palo», pensó divertido), la gothic lolita tenía expresión preocupada, y Zach y los demás estaban expectantes. Cualquier otro habría sucumbido ante la presión. Ryan no.

La bola negra entró limpiamente en la esquina anunciada.

Nicole dejó escapar un gritito de satisfacción. Ryan se enderezó y miró a su contrincante, quien, tras respirar hondo, se llevó la mano a la parte trasera de los vaqueros, seguramente en busca de la cartera.

—Déjalo —dijo Ryan alzando una mano hacia él, sin poder evitar otra sonrisa condescendiente—. Prefiero que intentes la revancha otro día.

El chico le dedicó una mirada tan feroz que Ryan se quedó por un momento paralizado. Sacó la cartera y dos billetes de cincuenta dólares que dejó de un manotazo en el borde de la mesa de billar. Miró a su amiga, que captó enseguida el mensaje, y ambos se alejaron del lugar sin una palabra.

—Vaya, eso ha sido reconfortante —rio Nicole—. Gracias, Ryan.

Él estuvo a punto de decirle que no lo había hecho por ella, pero calló. En realidad tampoco sabía muy bien por qué lo había hecho. Pero, mirando a Repelente McAllister salir del local, sí supo una cosa.

—¿Cómo se llama? —preguntó.

—¿McAllister?

—Sí. ¿Cuál es su nombre de pila?

—Liam. Liam McAllister —respondió Zach.

«Así que Liam».

Ryan echó una última mirada a la puerta por la que el susodicho había desaparecido.

Sí, Nueva York tenía otras cosas interesantes aparte del bullicio, la universidad o los Lions, se dijo. También tenía a Liam McAllister.



[1] World of Warcraft, comúnmente conocido como WoW, es un videojuego de rol multijugador masivo en línea.

Notas finales:

Bueno, qué os ha parecido? Pinta bien? Pinta mal? Pinta raro? xD

Un dato importante, por si alguien se ha extrañado: al parecer, si no me he informado mal, en Estados Unidos, la carrera de Derecho es un postgrado (Juris Doctor), que se empieza por tanto con 22 años, después de haber estudiado un grado de cuatro años (como los de aquí ahora en España con el Plan Bolonia). A mí me va perfecto ya que prefiero que mis personajes sean más mayorcitos :P


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