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Mi pequeño conejito blanco por Ritsuka chan

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Notas del fanfic:

Este es mi primer Oneshot.

Notas del capitulo:

Esto ha sido lo primero que he escrito en mi vida. Sean benevolentes conmigo.

 

 

Abrió el refrigerador metiendo su mano, para sacar de él una pequeña zanahoria. Enseguida se la guardó en el bolsillo derecho de su pantalón, dirigiéndose hasta su habitación. Ese día no tenía ya nada que hacer, no tenía tareas pendientes y no tendría examen hasta dentro de unas semanas. Esa noche tampoco saldría con sus amigos, Donghaey Siwon, lo cual era raro, ya que todos los viernes por las noches salían de parranda por algún bar de la ciudad. Tenía ya varios meses viviendo en ese pequeño pero acogedor departamento, seis meses aproximadamente habían pasado desde que llego a los Estados Unidos, para estudiar la carrera de Administración.

Al llegar a su recámara, lo primero que hizo fue buscar a Minnie, su pequeño conejito, regalo que le había hecho su padre al cumplir los quince años. Se dirigió hasta la jaula que se encontraba colocada encima de una mesilla, y sacándolo cuidadosamente, se lo llevó consigo hasta su cama.

En verdad, le tenía mucho cariño a esa criaturita, era la única que verdaderamente conocía a Cho Kyuhyun. El chico genio e intachable que aparentaba,en realidad,no era más que un ser humano con virtudes y defectos, como cualquier otro en este mundo.

Desde el fallecimiento de su padre, en un accidente automovilístico, se había vuelto frío y distante,  y construyó una coraza, para repeler a todos lo que lo rodeaban, encerrándose así mismo en su propio mundo. Pero con Minnie era distinto. Tanto cariño y amor le tenía al conejito que decidió llevárselo consigo, aún cuando su madre le habría prometido cuidarlo en su ausencia. Simplemente no podía estar separado de su pequeño Minnie, ese conejito blanco lo era todo para él.

Jugueteaba con el conejito, acariciando sus orejitas, blancas y suaves. Estaba boca abajo, apoyado sobre sus codos, mirándolo fijamente. Una pequeña sonrisa se formo en sus labios al ver al conejito dando pequeños saltitos sobre la sabana, avanzando hacia él. Lo agarró entre sus manos, llevándolo a la altura de su rostro, pegando aquella naricita rosada con la suya, haciendo pequeños roces entre ambas.

-Minnie, mi pequeño Minnie… eres tan tierno- dicho esto lo colocó de nuevo sobre la superficie de la cama.Se incorporó para sacar de su bolsillo la zanahoria que le había traído, poniéndosela frente a su cabecita.

-Mira aquí te tengo un regalito.- Vió como se acercaba hacía su mano con ojitos brillosos-Por ser tan buen conejito, te he traído un premio…-el pequeño ya olisqueaba el objeto naranja que se encontraba en su palma, era tan gracioso ver la manera en que se preparaba antes de comer. No pudo evitar reír.

-Minnie, eres tan lindo- dijo mientras este ya se encontraba enterrando sus pequeños dientecitos, en la zanahoria.

Mientras este mordisqueaba, recordó a su madre y a su padre. Como esta jamás estaba en casa y el segundo lo había dejado tan pronto. Aunque él se empeñara en odiarlos, en el fondo los extrañaba, los quería… los amaba. Pero ¿Por qué lo habían dejado en manos de esas personas? ¿Por qué lo habían abandonado a su suerte?.

No quería recordar su pasado al lado de esas personas, los odiaba con toda sus fuerzas por todo lo que le hicieron, quería arrancarse como diera lugar ese sentimiento que tenía, esa rabia, esa ira que tenía acumulada en su pecho durante tanto tiempo. Tan solo quería olvidar todo ese dolor, que tenía escondido en lo más profundo de su alma. Todo lo triste que había vivido. Quería olvidar solamente.

Posó sus manos a cada lado de su cabeza, empezando a  hacer movimientos circulares a los lados, como intentando remover esos pensamientos, desaparecerlos de su atormentada mente. Cerró los ojos con fuerza y se dejó caer fuertemente sobre el colchón, haciendo que toda la cama temblara bajó el impacto.

Abrió los ojos de golpe, reincorporándose inmediatamente, buscando desesperado con la mirada a su Minnie.

No estaba.

La zanahoria que le había ofrecido antes, se encontraba en una esquina, con pequeños mordiscos. Se levantó asustado. Recorrió toda la habitación, llamándolo. Su corazón empezó a saltar desesperado bajo su pecho. Suspiro aliviado, al ver un pequeño bulto blanco en el piso. Allí estaba, con sus ojitos abiertos de par en par, empezando a dar brinquitos a donde se encontraba.

-¡Minnie!- grito emocionado, recogiéndolo del suelo.

-Perdóname…-Una pequeña lágrima resbaló por su mejilla- te quiero tanto mi Minnie…prometo no volver a hacerte daño- suspiro abrazando contra su pecho al pequeño bulto blanco con ternura, acariciando suavemente sus orejitas, mientras este se dejaba querer.

Ya habían pasado varios minutos y se encontraba recostado sobre la cama. Sus ojos empezaban a entrecerrarse, estaba a punto de quedarse dormido. Aún tenía al conejito sobre su pecho, quien ya se encontraba dormido.

-Como quisiera que pudieras hablarme, que fueras humano igual que yo…- acarició su cabecita- Desearía que fueras una persona de verdad…que al llegar a casa me recibieras con los brazos abiertos, poder escucharte decir mi nombre… no sentirme tan solo…-su vista, lentamente, se oscureció. Sus ojos y su mente ya se encontraban presas de un profundo y largo sueño. Dejándose llevar por los tentadores brazos de Morfeo.

 

Los pequeños rayos de luz que se filtraban a través de las cortinas, ya lo molestaban desde hacía rato. Aún se sentía demasiado cansado, como para levantarse. No quería hacer nada, solo quedarse dormido, permanecer así todo el día, o la vida si le era posible.

Pero el sonido de algo quebrándose, destruyó sus planes. Haciéndolo despertar de golpe. Se suponía que nadie más que él vivía en ese departamento. Pensó que tal vez se trataba de un ladrón. Así que apresurándose, fue hacía el lugar de donde provino el ruido, no sin antes agarrar un gran bat de beisbol, que tenía en su armario.

Se ocultó tras la pared que daba la entraba a la cocina, aún podía escuchar a alguien adentro. No le quedaban dudas, un ladrón había entrado a su departamento. Debía pensar rápido. Atacarlo, fue la respuesta que vino a su nerviosa mente en esos momentos, antes de que se diese cuenta de su presencia. Agarró fuertemente el bat entre sus manos, y su mirada se torno decidida.

Era la hora.

Entró corriendo dispuesto a atacar, sin ningún tipo de contemplaciones. Más, sin embargo, paró al instante toda acción y pensamiento, en el mismo segundo que vio por primera vez a ese hombre.Ese bello rostro de porcelana, ojos oscuros, finos rasgos y cabello azabache. Definitivamente, era lo más hermoso que había visto en su vida. La puerta del refrigerador estaba abierta y trozos de vidrios, que anteriormente contenían mermelada, se encontraba esparcidos por todo el piso. Pero ni todo el desastre en aquella habitación, pudo evitar que lo dejase de mirar.

No pudo moverse, ni pronunciar palabra, no podía dejar de contemplar aquel rostro. El silencio reino en esa habitación, durante mucho rato. Los dos se miraban fijamente a los ojos. Uno embelesado por la belleza que emanaba de uno y el otro por curiosidad.

-Kyuhyun-shii ¿Estás bien?-preguntó con duda aquel desconocido, el moreno no supo cómo reaccionar, ante el hecho de haber escuchado su propio nombre en boca de ese extraño. Estaba confundido.

-¿C-como, sabes mi nombre?- preguntó tartamudeando. Aunque pareciera raro, se le hacía terriblemente familiar.

-Como no saber el nombre de mi dueño- contestó el pelinegro, con una bella sonrisa. El corazón de Kyuhyun latió aceleradamente, mientras veía en el rostro del pequeño los moroncitos de azúcar que estaban pegados en sus labios.

-Mi nombre es Lee Sungmin, aunque creo que no era necesario decírtelo, ya que tu eres quien me puso ese nombre-acto seguido se lamió los labios de manera muy sensual, desapareciendo, por completo, el azúcar que estaba todavía, segundos antes, esparcido en aquellos labios en forma de corazón.

Después de aquellas palabras, le quedo claro quien era esa persona. No cabía duda, para su regocijo, su deseo se había hecho realidad.

Kyuhyun no supo cómo, ni que pasaba por su mente en ese corto lapso de tiempo, tan solo se dejó guiar por su desesperado corazón, sujetó por la cintura aquel frágil cuerpo, dejando posar sus labios en los del otro.

Se dio cuenta, desde el momento en que dejo caer al piso aquel bat, que para él ya no había pasado, presente, ni futuro. Ahora solo existirían ellos dos. Siendo correspondido total y completamente. No habría vuelta atrás. Su vida ahora dependía de Lee Sungmin, o. mejor dicho. su pequeño Minnie.

 

-Estás seguro- pregunto mirándolo fijamente a los ojos, con infinito amor.

-Si-contestó decidido, mientras apretaba su pequeña mano que estaba entrelazada con la suya.

-Si de esta forma estaremos juntos por y para siempre, haré lo que sea necesario. Para ser feliz…a tu lado-terminó con una sonrisa, que le salía desde lo más profundo de su ser, al tiempo que tomaba esos pequeños dulces que Sungmin,  su pequeño y adorado Minnie, le había dado. Mágicos dulces, que te adentraban a un sueño profundo y te transportaban hacía ese lejano lugar tan soñado, según sus propias palabras, y donde solo pocos pueden llegar. Hasta llegar a un lugar donde la tristeza y el dolor no existan. En el que la felicidad y el amor reinan eternamente. Donde jamás lágrimas recurrirían a su rostro al recordar un pasado trágico. Nada, absolutamente nada.

-Come un poco más Kyu, trágalos rápido, no pienses en nada, solo imagina el futuro que nos espera-fue lo último que escucho de esa preciosa voz, con la que por tanto tiempo soñó.

De apoco su  entorno se volvió oscuro. El cuerpo ya no le respondió. Y sintió su alma abandonar por completo su cuerpo.

Todo se volvió oscuridad.

 

Eran exactamente las 11:35 a.m. No sabía por que lo habían llamado tan temprano. Era Domingo. Un día que, comúnmente, aprovechaba para dormir hasta muy tarde, en el que no tenía ya nada que hacer y que usaba para descansar de las constantes desveladas causadas por estudiar hasta altas horas de la madrugada.

Se encontraba justo enfrente de aquel departamento que, aquel policía, le indicara temprano. No entendía, que era lo que pasaba, pero podía ver como personas salían y entraban del lugar.

Se acercó y le informo a uno de los oficiales quien era. Lo dejaron pasar. Allí un hombre mayor, bajo y robusto lo esperaba.

-Buenas días, usted debe ser el señor Lee-comenzó el hombre.

-Si soy yo-le confirmó Donghae, tomando asiento.

- Como usted recordará, le llamé esta mañana y le pedí que se presentara, para informarle del señor Cho Kyuhyun, quien al parecer era su amigo…-Pero antes de que el detective pudiera continuar el chico lo interrumpió.

-No, se equivoca, yo no soy amigo suyo, es más, ni siquiera conocidos somos- contestó sinceramente. Esta situación cada vez le gustaba menos- pero no entiendo, porque me llamarón, que está sucediendo, que tiene que ver él en todo esto?

-Como, no son amigos cercanos usted y el señor Cho?-Donghae negó con la cabeza.

- Y que me puede decir de el señor Choi, el si era su amigo ¿cierto?-Ante la siguiente respuesta de Donghae, el oficial no pudo expresar más que confusión total en su rostro.

-Bueno, en realidad, solo era algo rutinario, queríamos a alguien cercano al joven Cho, para...-espero unos segundos, para continuar-…informar sobre su fallecimiento esta madrugada

Donghae abrió los ojos como platos, porque en ese mismo instante en que escuchaba aquello, dos hombres sacaban frente a él una camilla, con el cuerpo de Kyuhyun tapado, el oficial continuó- ya que su familia está en otro país, necesitábamos que alguien cercano se encargará, por eso fue que lo llamamos, pero no se preocupe, que ya llamamos a su familia y vienen para acá, usted no tendrá ya nada que ver con este asunto- le informó el oficial.

-¿Como murió?-preguntó Donghae.

-Su deceso, joven Lee, fue causado por una sobredosis de drogas, al parecer, las consumía desde hacía tiempo…-

Donghae no escucho más.  Nunca imaginó que Kyuhyun, un estudiante modelo, consumiera drogas.

 

Se encontraba, viendo el pequeño departamento del que alguna vez fue su compañero de estudios. Cada detalle que su vista captaba, lo grababa en su mente. Nunca creyó que alguna vez entraría al hogar de aquel que fue el estudiante más sobresaliente de la Universidad. Menos de esta forma. No podía explicarse,el porqué Kyuhyun tenía escrito un diario, donde hablaba sobre una vida que nunca vivió. Todo era, definitivamente, una mentira. El jamás fue amigo suyo y en lo que respecta a Siwon, era el estudiante más popular de la carrera, por lo que menos podía serlo.

Leía con detenimiento el diario, del difunto Kyuhyun. Todo, absolutamente todo, estaba descrito de una forma, increíblemente sorprendente, parecía tan real.

Una vida que nunca tuvo, vuelta realidad entre aquellas páginas. Pero todo era una completa farsa.

Leyó algo sobre los padres. También mentira. Lo poco que él sabía sobre Kyuhyun, era que su familia era una de las más poderosas y ricas de Seúl. Y ambos padres estaban vivos.

Pero lo que más lo sorprendió, fue sobre un conejo llamado: Minnie. La forma en la que se refería a él, era distinta.

Antes de marcharse de la habitación, pudo notar algo que llamó su atención. Una jaula, arriba de una mesilla al lado de la cama. Se dirigió hasta ella. Pensó que debía ser el conejo que tanto mencionaba Kyuhyun en su diario. Y que ahora que su dueño había muerto, ya no tendría a nadie que lo cuidase. Al acercarse, lo buscó, creyendo que estaría escondido o hecho bolita en algún rincón.

Nada.

Ningún ser viviente, se hallaba en esa jaula. El castaño, más asustado que nunca, decidió salir de ahí, lo más rápido posible. La idea de que Kyuhyun fuera un desequilibrado mental, no podía creérsela del todo.

Pasos antes de salir por completo de aquel edificio, lo tuvo claro.

Kyuhyun, no estaba loco… solo era un chico necesitado de afecto, de amor, con una mente perturbada por la soledad.

 

-¿Te gusta?-volteó admirando el hermoso perfil de su acompañante, suspiro, y con todo el amor cargado en sus palabras le contestó.

-Sí, es lindo- el bajito lo mirócon una ceja alzada.

-¿Como? Solo piensas que es bonito, pensé que dirías algo como “Es el lugar más hermoso que he visto en mi vida” o algo por el estilo-dijo formando un puchero de lo más lindo. Sonrió, es que de verdad él no se lo imaginaba. No se puede ser más inocente y despistado, pensó con una sonrisa en sus labios.

-¿De que te ríes?- su conejito estaba enfadado cruzado de brazos.

-Comparado contigo este lugar es como cualquier otro que haya visto en mi asquerosa vida, tú eres el ser más bello y hermoso que han visto estos ojos-al terminar de hablar, notó como el rubio, se sonrojaba hasta las orejas y lo miraba con esos preciosos ojos suyos, que expresaban ese amor del que nunca se cansaría jamás.

Era feliz. Ya nada ni nadie, le impediría serlo. De ahora en adelante, lo tendría, se tendrían mutuamente. La soledad nunca volvería a ser su única compañera porque, ahora mismo, los dos juntos emprenderían un camino largo. Un camino que los llevaría a una eterna felicidad para amarse mutuamente. Suspiró. Lo abrazo amorosamente mientras su Minnie, escondía su ardiente rostro en su cuello. Como le encantaba que fuese así, tan… suyo. Llevó su mano a su rostro, levantándolo hasta que sus caras estuvieron a la par y le besó. Dulcemente al principio, duraron largo rato, hasta que por falta de aire, se tuvieron que separar. Sungmin ya no estaba enojado, ahora sonreía.

-Vámonos, es hora de partir-juntaron sus manos, emprendiendo así ese recorrido que los llevaría a la eternidad.

-Te amo, Kyu- lo miró fijamente a los ojos y, con el corazón latiéndole fuertemente, le beso de nuevo.

-Yo también te amo, mi pequeño conejito blanco.- Y siguieron el camino, hasta llegar a esa luz totalmente blanca que los esperaba al final de sus pasos. Hasta desaparecer por completo.

 

 

Fin

Notas finales:

Entiendo si es que no entendieron el final, la historia es muy confusa.

Si les gusto leerlo, tanto como a mí el escribirlo, espero me den mucho amorsh~ en sus reviews.

Besitos~


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