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Marihuana por SinnaeGrell

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Notas del fanfic:

Esta idea me ha surgido gracias a que una amiga es "Zu", pero obvio no se llama asi xD Y me ha dado curiosidad por escribir algo asi :3

Notas del capitulo:

Buaah, otro fanfic original :3
Si alguien ha probado la marihuana me podria decir que se siente en un review? xD Yo no lo he hecho y quiero saber mas :3

Ok, si, soy rara :l

En fin, a leer :3

  

   Teníamos hora libre, pues el profesor de matemáticas se había ausentado. Como no había dormido bien desde hacía días, me dediqué a intentar dormir, reposando mis brazos y cabeza sobre la paleta de mi asiento.
–Lander, estoy vendiendo happy brownies. ¿Quieres?
   Escuché la voz de Zú, una chica de mi clase, algo gótica; con el cabello corto de color rojo, varios piercings; el septum, smiley, el anillo, otro en el ombligo, uno en el pecho izquierdo y los pezones, además de tener por lo menos dos tatuajes, hasta donde yo sabía. A simple vista parecía sólo una muchacha extrovertida y dulce, pero no lo era, definitivamente. Era, quizá, la mujer más problemática y promiscua que había conocido. Y nunca se metía en complicaciones; siempre parecía una inocente palomita. Una mosca muerta. Y Lander… un amigo mío que se distinguía por ser un muchacho despreocupado, de mente ligera y abierta, holgazán, algo patán, desvergonzado y conocido por sátiro, sacando provecho de su atractivo físico; aunque, a decir verdad, su cabello y ojos dorados nunca me resultaron llamativos. Como lo esperaba, Lander aceptó; y no sólo uno, sino tres. A lo que había escuchado, Zú vendía sus pequeños postres de marihuana a una cantidad accesible, barata, más bien.
–¿Todavía te quedan? –le pregunté en un susurro. Ambos se sobresaltaron, pues me creían dormido.
–S-Sí. ¿Quieres uno…?
–Dos. –le sonreí y saqué algo de dinero. Asintió y correspondió a mi sonrisa.
–Te los doy al final de las clases, frente a la cafetería. No quiero problemas –me susurró y tomó el dinero. Me dio mi cambio y regresó a su asiento.
   No era curiosidad. No era tampoco ningún tipo de presión social adolescente o alguna tontería así. Yo ya me había aventurado a probarla en un pasado; era relajante, tranquilizante… Era una sensación bastante placentera. Lo mejor de todo, es que no había ningún riesgo; al contrario… la marihuana es más bien una medicina. Aunque, claro, todo en exceso es malo.
  
  
   Al finalizar las clases, esperé a que Andrei terminara de guardar sus libros en su mochila. Él era mi mejor amigo; sus ojos grises denotaban su tranquilidad y, cómo negarlo, era casi imposible no babear ante su rostro. Yo llevaba ya bastante tiempo enamorado de él, sólo que prefería ahorrarme las situaciones incómodas… además de un rechazo. Comenzó a juntar algunos papeles y basurillas del suelo, uno por uno, para tirarlos al bote de reciclaje de la escuela; siempre lo hacía. Sus movimientos tan gráciles y rápidos eran realmente fascinantes.
–Pareces una jodida bailarina de ballet –me burlé de él y pareció molestarse.
   Me gustaba, sobre todo, que su ceño se frunciera.
–Cállate –ue lo único que me dijo, antes de salir, conmigo detrás de él, siguiéndolo como un depredador.
   Era un maldito enfermo.
   Antes de ir a mi casa, a una cuadra de la escuela, fui a la cafetería por la mercancía. Los guardé en mi mochila y tomamos rumbo a mi hogar.
–¿Brownies? –me preguntó con algo de inocencia en su voz.
–Sí –asentí, mientras abría la puerta con la llave; la casa estaba vacía. –Son para mi madre. –le mentí y caminamos a mi habitación.
   Ya era costumbre jugar videojuegos todos los días después de clases, pues su mamá trabajaba en la escuela y salía a las seis de la tarde, por lo que Andrei tenía que estar por ahí cuatro horas sin nada qué hacer; por eso, cuando supimos la condición del otro, no dudamos ni un día en juntarnos para jugar. Mi madre tampoco estaba mucho tiempo; llegaba a casa a las ocho, aunque siempre había algo para comer, pues compraba comida hecha y sólo debía calentarla en el microondas. Y mi padre, bueno… hacía tiempo que no lo veía.
–Mentiroso –me incriminó, luego de haber perdido una partida en línea.
–¿Por qué? –reí, al no entender lo que decía.
–¿Desde cuándo tu mamá consume marihuana? –me sonrió con clara ironía marcada en su rostro.
   Me palidecí instantáneamente, al mismo tiempo que mi pecho se heló. Esa incómoda sensación de ser atrapado… Desvié la mirada y bufé.
–¿Cuánto cuesta tu silencio? –bromeé.
   Yo sabía que no diría nada. De hecho, Andrei conocía perfectamente mi pasado; ya llevábamos bastante tiempo conociéndonos, además, no le parecía algo malo.
–Uno y uno –soltó, directo y frío como una bala.
–¿Qué? –la sonrisa se borró de mi rostro y mi ceño se frunció.
   ¿Había escuchado mal? ¿Andrei realmente estaba pidiendo uno de esos brownies? Joder, ¿pero qué clase de universo paralelo se había desatado a mi alrededor? Asentí, aun confundido y tomé la bolsita de plástico en la cual los postres se encontraban. Extendió la mano y, después de pensarlo mucho, le di uno.
– ¿Lo comerás justo ahora? –pregunté, nervioso. Asintió.
   Mi yo interno sonrió tan maliciosamente que me sentí culpable… Podría ver al chico más correcto que conocía… en una faceta completamente diferente.
   Dio un pequeño mordisco al postre y me miró, algo molesto.
– ¿Sólo yo? –me recriminó y sonreí.
   Tomé el brownie restante y comencé a comerlo, mientras veía a Andrei. En menos de dos o tres minutos habíamos terminado de comerlos y reanudamos las partidas en línea. Como lo esperaba; al pasar un poco más de una hora, el efecto del cannabis comenzó a hacerse presente. Esa sensación de estar cayendo, pero a la vez, de estar subiendo. Era irónico.
–Oye, Dorian –escuché la voz de Andrei, sentado a mi lado, sobre la cama. – ¿No estoy soñando, verdad?
– ¡No! –reí y mi humor lo contagió. Nos carcajeamos como idiotas unos segundos y luego callamos.
   Y como me encantaba cabrearlo, lo empujé… aunque no pensé que se caería de la cama.
–¡No siento el piso, Dorian! ¡No siento el piso! –comenzó a entrar en pánico y me partí el culo en risas.
   Pareció comprender que no estaba ocurriendo nada peligroso y su semblante se volvió más serio. Subió de nuevo a la cama, con movimientos torpes y lentos.
–Eres un imbécil –me recriminó con un puchero que se me antojaba divertido. –¿Qué? –me cuestionó, al notar que lo miraba.
–Nada, sólo das risa. –le contesté y pareció sonreír.
   Duramos un poco más de una hora riendo como idiotas; nos tumbábamos y bromeábamos. Me estaba divirtiendo demasiado, aunque el mundo a mi alrededor girara con irrealismo.  Sentía un hueco físico a mi alrededor; como si flotase, como si estuviera yéndome al vacía, sin moverme realmente.
–Oye, Dorian, ¿quién te gusta? –escuché su divertida voz.
–Tú, ¿quién más? –Le respondí.
   Tardé, quizá, un minuto en darme cuenta de lo que había dicho; gracias a la confusión dibujada en el rostro de Andrei. ¿Pero qué rayos había dicho? Mis ojos se abrieron en demasía y el estómago se me heló. Andrei comenzó a reír y me alivié un poco; quizá creía que era mentira.
– ¡Qué divertido eres! –se carcajeó y se abalanzó sobre mí, haciéndome caer sobre el colchón.
–Oye… Quítate…–tartamudeé y, como pude, logré removerlo de mi pecho, acomodándolo a mi lado.
   Sin darme cuenta, sus brazos rodeaban mi cuello y yo me encontraba sobre él debido a un jalón que me había dado. Mis manos reposaban a cada lado de su cabeza y su pierna derecha se alejó de la izquierda, para que mi rodilla izquierda pudiese reposar entre sus fémures… muy cerca de su…
–Siento como si estuviera soñando, Dorian… –murmuró, liberando mi cuello y permitiéndome tener algo de espacio.
–No lo estás… Nadie te obligó a comerte mi brownie. –le recriminé con una sonrisa y negó con la cabeza.
–Cállate. Sólo quería saber qué se sentía. Además, quería verte así… –me señaló y no comprendí –Sonriendo; alegre… Hace mucho que estás diferente, te has vuelto más serio desde las vacaciones de verano.
   Y eso era porque desde las vacaciones me había declarado a mí mismo gay… y no sólo eso, sino que también estaba enamorado de Andrei; de mi mejor amigo. No eran las mejores noticias que podría darle, pero tampoco eran tan malas como para que dejase de hablarme… Quizá la última sí. Aunque Andrei fuese alguien completamente comprensivo, tranquilo y jodidamente lindo, prefería no arriesgarme a cualquier reacción negativa.
   Comenzó a hablarme de la felicidad y el amor… No estaba en contra de la homosexualidad, pero tampoco le iban los hombres y no necesitaba decirlo en voz alta para poder comprender que no tenía más opción que aceptar las cero posibilidades que tenía con él. Suspiré en varias ocasiones, lo hacía inconscientemente debido a lo decepcionado que me sentía por tener que reprimir todo desde hacía tiempo. Pero daba igual, si de esa forma podía tener a Andrei a mi lado, no importaba si me dolía un poco.
   El efecto de la marihuana desapareció completamente al pasar de dos horas; el cannabis comestible afectaba más que el fumado. En media hora Andrei debía ir a la oficina de su madre, en la escuela, e ir a su casa. Jugamos un par de partidas más y se despidió para irse de mi casa.

   Por alguna razón, tenía la sensación de haber hecho o dicho algo que no debí de haber expresado. ¿Qué era? No lo recordaba. Joder, era  una maldita laguna; de por sí mi memoria del asco no me ayudaba en nada…  Aunque quizá no olvidaba nada y sólo me preocupaba en vano. Sí, debía ser eso; sólo los nervios de haber estado con Andrei. Sólo eso.

***

La semana de exámenes  comenzó, y con ello, las continuas y soporíferas horas de estudio. Como siempre, era de esperarse que Andrei repasase sus apuntes en la sala de mi casa, junto conmigo. Era jueves y estudiábamos para biología; la última de las pruebas.  Sin embargo, estudiábamos un tema que para mí, en mi situación, era muy incómodo.
–… Y el glande es la punta del pene, con innumerables terminaciones nerviosas, siendo una importante fuente de placer para el hombre –me explicaba sus apuntes –Sólo recuerda lo de las terminaciones, creo que estará en el examen –rio e intenté, a duras penas, sonreír.
   No sería la primera vez que me imaginase a Andrei con su piel al descubierto. Su tez blanca, aunque ligeramente bronceada, siempre me había atraído de sobremanera. Tragué saliva. Debía dejar de mirarlo tan fijamente… pero era casi imposible no intentar imaginar su abdomen, sus piernas… y entre ellas.
–¿Me escuchaste? –percibí su voz, algo disgustada, reprendiéndome por haberme perdido en mis pensamientos –Tienes que prestar atención si quie… –pero detuvo su frase al ver mi abdomen.
   No. No veía mi abdomen… veía mi entrepierna. En el auge del nerviosismo, volteé rápidamente a ver mi pantalón.

   Oh, mierda.

   Salí corriendo a mi habitación. Sabía que debía de haber evitado mirarlo de esa forma tan lasciva… Ese era, quizá, el momento más vergonzoso e incómodo de toda mi vida… y vaya que había pasado por cosas muy bochornosas. Cerré la puerta con seguro y me tumbé sobre mi cama, con la cobija sobre mi cabeza y deseando que todo fuese un mal sueño.  Estuve esperando el momento en el que Andrei se fuese, pero nunca ocurrió. Al contrario; tocó a mi puerta y un gran hueco en el estómago me invadió con las más horribles náuseas que había sentido jamás.
–Ábreme, Dorian. Tenemos que hablar. –escuché su firme voz.
   Pocas veces había oído su voz en ese estado; tan fuerte… Me ponía nervioso, como nunca en mi vida. Pero decidí abrir; sería peor no hacerlo, pues parecería sólo un crío inmaduro.  Se sentó en el borde de mi cama, en silencio total. Hizo un ademán para que me acomodase a su lado y comenzar la plática. Obedecí y, al estar unos segundos sentado, lo miré a los ojos, al igual que él a mí.
–A-Andrei… no es… –pero no pude continuar.
   Y no pude por la mejor razón del mundo. Unos labios. Los de Andrei, besando los míos, inclinándose un poco para alcanzar mi rostro. Mis ojos se abrieron como platos al sentir ese roce húmedo; sus párpados se encontraban cerrados, tranquilos… No comprendía qué sucedía pero me dejé llevar. Un beso es como el agua; debe dejarse fluir. Sentí la implacable necesidad de pasar mi lengua fugazmente por su labio inferior, pero me contuve. Andrei se separó de mí, agachando su cabeza.
–Me gustas –fue lo que dijo, antes de intentar huir de mi habitación.
  Por suerte, logré reaccionar a tiempo y tomé su camiseta para impedir su partida. Me miró con el ceño fruncido y  permanecimos en silencio un momento que me pareció infinito.
–¿Estás bromeando, no? –murmuré.
  Quizá esa no había sido la mejor manera de asegurarme que no estaba delirando y que sí había escuchado correctamente, pero no había pensado en otra cosa; de hecho, no había siquiera procesado que las palabras comenzaban a saltar de mi lengua.
–¿Te parece que estoy bromeando? –susurró, con un tono molesto y la cabeza gacha. Se liberó de mi agarre y cerró la puerta. – ¿O prefieres que sea más claro?
   Y en ese momento, con movimientos meramente felinos, se acercó a mí, haciéndome retroceder y caer sobre la cama, terminando acostado con Andrei sobre mí. Sus ojos entrecerrados me veían con fiereza, al mismo tiempo que su lengua, relamiendo sus labios, me invitaba a saborearlos de nuevo.
–Dijiste que yo te gustaba –susurró en mi oído, luego de juntarse lentamente a mi torso. – ¿Sabes cuánto tiempo he estado reprimiéndome? –gruñó.
   Sonreí ante aquella declaración, aunque después de un momento logré procesar que eso era el algo que estaba olvidando del día de los brownies. Ahora todo tenía sentido… Volví a besarlo, subiendo mis manos por sus piernas, pasando por sus muslos y llegando a su espalda, por debajo de la camiseta.
   Había dos cosas que aún me incomodaban. La primera era la jodida erección que se presentaba debajo de mi pantalón, palpitando cada vez que veía, escuchaba o sentía a Andrei. La segunda y más importante… era que era Andrei. Mi mejor amigo desde hacía años, mi confidente y compañero de videojuegos. Pero ese factor también me hacía desenvolverme mejor; lo conocía más que a nadie y sabía que nunca había estado con nadie más que yo, en ese preciso momento.
   Olvidé todo eso cuando Andrei mordió mi cuello con desesperación, al mismo tiempo que una mano viajaba bienaventurada hacia mi entrepierna, topándose con algo que comenzaba a dolerme. Me miró con los ojos abiertos como platos y pareció pedir permiso con la mirada. Me lamí el labio inferior en muestra de afirmación. Se mantuvo serio y bajó hasta mis fémures, acariciando mi abultamiento. Lamió por sobre el pantalón, haciéndome gemir por lo mucho que se había sentido.
–Tú siempre estás jodiéndome –me dijo, al verme a los ojos, después de que mi mano tomase su cabello, en señal de que necesitaba un trato más húmedo.  –Ahora es mi turno de hacerte sufrir –sonrió maliciosamente y salió del cuarto.
   La desesperación afloró en mí y mi corazón no dejaba de palpitar salvajemente. ¿Qué se suponía que estaba haciendo? Esperé por su regreso, pero me di cuenta que no volvería al escuchar el sonido de mi consola encendiéndose en la sala. Caminé rápido hacia fuera de mi habitación, para encontrarme a un Andrei completamente despreocupado, comenzando una nueva partida en línea.
– ¿Qué? ¿Te pensabas que iba a hacer algo más? –se burló de mí y comenzó a jugar.
   Me mantuve en silencio y me senté a su lado sigilosamente.
–Eres un cabrón…
–Lo sé –sonrió.
   Y, sí, Andrei era tan cabrón como yo, quizá un poco más, aunque su aspecto inocente dejase mucho que desear. No tenía intenciones de continuar, pero sí de averiguar a qué sabían sus labios la tercera y cuarta, quinta sexta vez…  y así sucesivamente, hasta agotar mi saliva, hasta volverme adicto o quedar satisfecho.
   Porque era Andrei, mi mejor amigo y confidente… La persona que me gustaba.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado ^^!!

Estoy comenzando a escribir otro SasuNaru que si tendra lemon, ya que casi no uso este elemento :3

En fin! Gracias por leer y agradeceria mucho un review, que son mi paga ^^

Ciaaaooooo >w<!


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