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Si Branagh se nos duerme, Tom se le pierde por GothKannon

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Notas del fanfic:

Hyvää!!!


Vamos con mis descargos de conciencia (autor):


Tanto las personas y su vida personal son propiedad/incumbencia exclusiva de ellos mismos. Igualmente, los detalles ─como nombres, datos personales y todo lo que no sea inventado─ son referencias que tomo únicamente como información adicional. No existe ninguna coherencia exacta de hechos narrados con lo que probablemente pudieron o no ocurrir. ( ñaw ;D)


Este es como muchos otros un trabajo de y para fans por lo que, debo resaltar, no hay remuneración alguna y/o intenciones en pro a la invasión personal o degradación moral de los involucrados. 


Fandom: un incipiente pseudo-slash (cómo me gusta ese prefijo) en el inmenso y loado (sí, sí lo es) Hiddlesworth. Nunca he shipeado a nadie antes y muy difícil que lo haga después. Así que, este dominio es, en definitiva, el único que tengo el agrado/placer demencial de leer/explotar. Alguien me contó sobre alguna que otra historia interesante en el fandom de J-music (no k-music), pero todavía no me llega el interés. Estuve tentada, es cierto, a escribir uno sobre Toumas  y Lucas (rock finlandés), pero como que no tengo tiempo para profundizarme en el tema.


Pairing: un Chris/Tom (obviamente), Ken/Tom (insinuación) y un Ken/Chris (¿¿esto último cuenta??)


Advertising: parodia (sin aires de discriminación) y humor (mediocre y opaco). Nada más que inciniaciones de algo que no pasó, ocurre, ni sucederá xD


 


¡Espero les guste!

Notas del capitulo:

Primera: (ni tan)cortito y (espero) bonito. Este debía ser un drabble (ahora si que tengo idea exacta de lo que es), pero resultó en un one-shot (500, 6.000… ¿qué rayos estuve pensando?) que, ojalá, logre ser digno de esta pareja.


Segunda: inspirada en un momento de insomnio cuando escuchaba la entrevista analizada hace mucho por una fanática y que al parecer tod@s l@s que la leyeron quedamos en algo: esto tenía que ser obvio tarde o temprano (más temprano que tarde). Ojo que la luz entra incluso si uno cierra las ventanas *w*(¿?)


Tercera: ahora sí que necesito saber si le doy o no a esto. Entonces, me dejan R&R o no actualizo nada. En serio, ya no puedo seguir así ¬¬. Ajámajám… U_U… U_¬… Ajam 


Jajajjaajajajajaajaja…. ¡No es cierto! Es que no puedo evitarlo. Tengo esa manía ridícula de hacer bromas baratas. Discúlpenme, todo lo anterior es publicidad (¿?) que yo sigo igual. Actualizo sin condicionar xD

De los celos de cierta estrella emergente y el aire que mata


 


 


Existen muchas cosas desagradables en este mundo de las que Christopher Hemsworth ─actor australiano que ganó el protagónico en una película que empieza con ‘T’ y de la que todos se encogen de hombros y dicen: ¿cuál?─ no suele hablar mucho. Detesta que le pongan (literalmente) tranca cuando está pasando al escenario para un casting, que no encuentre alguna prenda gris en su armario (vamos, qué le gusta ese color), que Luke lo llame ‘Kip’ delante de la gente, que su mujer ya no le preste la debida atención (¿Quién dijo que sólo se ven la noche de navidad? ¿Quién fue? ¿Eh? ¿Eh?), y muchas otras que no recuerda con exactitud ─y de las que no le interesa poner en conocimiento global (no insistir, por favor). Sin embargo, ha nacido una ‘anomalía’ que lo tiene últimamente en una pseudo paranoia (que no dista mucho a psicosis crónica) y que lo está incentivando a pensar que retirarse del espectáculo, por un tiempo, no suena nada mal. Es el instante preciso en el que se encuentra ahora, uno de esos (tantos) en que Thomas Hiddleston ─actor inglés del que nadie conoce ni sabe nada también (sí, sí, ese muchachito que va a ganar el puesto de ‘El hombre más sexy de por ahí’)─ se lleva algunas hebras de cabello por detrás la oreja mientras cruza las piernas y se acomoda elegantemente de lado.


¡Ah, pero eso que hace no es natural y espontáneo! a él no le toman el pelo más de tres meses y se le mofan luego. Sabe que su contraparte de escenario ha estudiado y repasado sus propios movimientos, gesticulaciones y reacciones infinidad de veces y sin descanso frente al espejo. «Y ahora es tiempo de poner a prueba esas horas insondables ¿No es verdad, Hiddleston?»


Tuerce los ojos dejando de espiarle de soslayo y pone atención a su derredor. Un escaneo concienzudo por todo el galpón, y Chris no tarda en hallar esa ‘silla patriarcal’ al horizonte. Hay que estar ciego para no verle la barba bien recortada, y tonto para no saber que aquel asiento está puesto en ese lugar a propósito. Ahí en frente, está la encarnación de una de las inspiraciones (hasta donde tiene entendido) de Tom, ésa de la que suspira y sigue la corriente (incluso si se electrocuta y muere). Un nuevo vistazo al rostro de su izquierda, y el australiano puede jurar (por los dioses de cierto norte) que está desenfocando: ¡El MUY… refinado britano está levantando el script hasta la altura de su nariz adrede! La elevación del cuaderno es la necesaria, la inclinación de las hojas la más obvia y esos malditos lentes de contacto verdes están contemplando a los azules de nacimiento.


Una blasfema para sus adentros, la bilis bullendo en su vesícula, y Chris siente el enérgico pinchazo que sacude su cuerpo en el asiento.


«Eso que duele en el pecho no es el gancho mal puesto de la identificación en la ropa, no señor.» Lo confirma con una negación leve de cabeza y lo firma, por mental y no escrito, en la bitácora de su memoria mientras intenta concentrarse en abrir el libreto, que trae al revés, y no perforar con los ojos al hombre de la siniestra. Jamás se creyó padecer ese mal o, más bien, no hubo oportunidad de ponerse a meditar sobre el hecho. Puede que el excesivo entrenamiento en el gimnasio lo haya agotado, no solo física sino también mentalmente, o cabe la posibilidad de que no (que esas cinco horas diarias en pleno sol de Nuevo México tal vez le cocinaron el cerebro). Lo incuestionable en todo ese enredo es que no hay remedio; bueno, para él ya no.


«Malditos instintos de observación y jodido don de la telepatía a larga distancia.» No puede levantarse porque el sentimiento que desconoce es más fuerte que su voluntad y se distrae tanto que le es imposible leer ese estúpido guión. Está descompuesto, eso no lo rebate ni consigo mismo. Los gestitos instantáneos vía aérea y no Twitter ─sí, Chris espía la ‘inexistente’ (en ese entonces) cuenta de Tom─ le están provocando retorcijones en las tripas y un dolor intenso de cabeza. Y aunque se sentía medio-indiferente, se pone medio-nervioso cuando las cosas comienzan a pintársele peor. En el instante en que el pitido aparece en su oído derecho y el rojo le tiñe la vista, el ambiente se torna meloso y adquiere un olor a rosas. ¡Todo el maldito galpón se colorea de pastel y flores de cuatro hojas! Hemsworth se lleva el libreto a la boca y carcome el borde entrecerrando los ojos y mirando nuevamente al del frente. Ese ‘algo’ está resurgiendo con más ahincó, con esa predisposición tremenda a una malintencionada indagación. Y entonces, la quietud de su costado se alborota y el hombre, tres años mayor que él, intensifica el sagrado arte del pestañeo y coqueteo inconsciente con el cabello.


«¡No me jod-…!»


“¡Son las señas! ¡Son las putas señas, Chris!” Sus neuronas memorísticas lanzan sus predicciones 100% depresivas y los filamentos nerviosos de su epidermis (¿?) le brincan embravecidos. Aquellos labios delgados y asalmonados (que Tom es metrosexual, mas no de los que usan labial) se humedecen y, por enésima vez en el día, la voz clara y sedosa de su ex contrincante de casting se deja oír por el aire. Esos fonemas, que le causan paro cardiaco y pérdida de la tolerancia, se reproducen descabelladamente nítidas y claman el nombre de ese alguien, que TODOS sí conocen desde que usara pañales, con pecaminosa devoción. ─ Sir Kenneth…


¡¡Oh!! ¡Los ingleses actúan y recontra simulan tan bien! Enajenado y ‘dopado’, el hombre de cabellos sin teñir levanta la vista del libro de tapa marrón y le presta la debida atención. «¡JA!» Y Chris es Lord de los canguros y señor de las plantaciones de eucalipto. Mírese por donde se huele y multiplíquese por donde se sume, lo que sea que Kenneth trate de disimular no va a dar resultados si lo que quiere es desorientar. En mate y en ciencias, el segundo hijo de los Hemsworth tuvo las mejores clasificaciones por mirar tanto en el microscopio que, se dice y él asiente con la cabeza, no necesitaba de lentes especiales para ver los microbios en las mesas lavadas con aséptico y las partículas de tiza en las pizarras acrílicas.


Chris vuelve a achicar la mirada y suelta una palabrota en australiano antiguo (¿?) asegurándose de no ser entendido por el de la izquierda. En menos de un segundo intemporal, sus ojos escanean ambos rostros: ¡Esos dos se miran y se comen! ¡Esos dos se sonríen y se ponen!


«¡¡Y va a pararse!!»


Tom se pone de pie con la misma elegancia de la que un cisne usa al desplegar las alas: plancha las arrugas inexistentes, por detrás del pantalón negro e indebidamente estrecho, con las manos; se coloca de lado para mostrar y/o intensificar su perfil armonioso y s-… «¡¡Con un jodido y recontra demoniaco coño de mierda!!» ¿QUÉ rayos pretende demostrar(le) Hiddleston con esas maneras? No hay nada que rebuscar en donde todo está promocionado con gigantografías y las llamas del (amor) infierno incinerando los alrededores. Las luces que se reflectan en las estructuras metálicas del escenario y en las lentes de las cámaras están haciéndole de flashes. Chris está mordiéndose la lengua para no gritar que dejen de hacer tanto show porque al otro se le ocurra caminar. «¡No es un concurso de pasarela, por favor!» grita su conciencia, más que molesta, colérica. Aprieta los puños y se le blanquean los nudillos; sus órbitas se expanden y sus pupilas se contraen. Lo que va a suceder a escasos dieciséis metros es la corrupción; él lo sabe, lo sabe, mierda que lo sabe.


 «Eso es… ¡Son favoritismos ilegales!… descarados privilegios;…corrupción y descaro restregado… los anda restregando…  res-t-r-e-… q-qué… qué buen culo… » La baba se le cae y no lo siente hasta que una gota viscosa cae en el dorso de su mano. Carraspea y pestañea sucesivamente intentando remembrar qué demonios estaba pensando. Entonces lo nota; eso que se le acrecienta no es nada moral, ¡eso que le viene a la cabeza no es para nada normal!


«¿¿Qué es, qué es??» Nervioso y sudoroso, contiene la respiración y se comide a visualizar a su mujer en babydoll. Toda su psique está concentrándose en un punto, y parece que le resulta. Esa imagen se presenta como la mejor, la más eficaz de todas sus fantasías eróticas. Su cuerpo es femenil y curvilíneo ─no, no─ es mas bien varonil y delicado; está vestida con una ropita vaporosa, transparente y roja ─¿nn-o?─ más bien sólo usa la camisa del pijamas, un bóxer y pantuflas; y el cabello largo le baila por la almohada ─Oh, el bendito cabello─ ¡esas hebras le decrecen y se rizan! «¡¡¡DIOS, NO!!!» Sacude su cabeza y se da de cachetadas. ¡No piensa caer por ningún concepto! ¡No se va a dejar llevar por hipnóticos movimientos de caderas o despliegue de pestañas largas! Trata de recuperar la armonía respiratoria y se acomoda en la pseudo-butaca, repitiéndose incansablemente que esa ‘molestia’ repentina es producto de comparaciones ilógicas o (en el mejor de los casos) una intoxicación por agua mineral. Deja sus  mejillas en paz y vuelve a entierrar las uñas en su script. Chris va a estudiar el espectáculo que SIR Thomas le brinda (resáltese la ironía en el hipotético título) y a olvidarse de esa alboroto hormonal en sus (pantalones) alucinaciones. Como buen investigador amateur, se cree poseedor de bastante experiencia para controlarse y estudiar a la gente. No va a inmutarse, Chris sabe que no debe involucrarse.


Se calma y trata de recordar sus experimentos con hámsteres y aquellos en que sirvió como ‘individuo de control’ para su hermano mayor. Esos en que tenía la cabeza llena de cables y conectado a un radio-traductor de ondas cerebrales. Porque lo suyo fue de nacimiento y no por exposición a la acuarela o plastilina. No, su don mental era genético y chisme bien guardado en los mercados locales y promocionado en el cable. Así que, lo que sea que pase en el entorno (más concretamente al frente), a Chris le suena sensato que su observación debe hacerse con profesionalismo metódico ─incluyendo, por lógica científica, un escaneo concienzudo en cierta región infra-posterior ─ en busca de (y recálquese esto con resaltador o lápiz de color) la verdad y nada más que la verdad.


«Indagar no es (necesariamente) leer los pensamientos.» aunque lo haya hecho en el-raspe-y-gane una dudosa vez, hace mucho tiempo atrás. Con su razonamiento empírico y la locura de su parte, Hemsworth decide estudiarlos en aquel insólito ritual de… apariencias. Usa su ‘cualidad’ a discreción y pone en marcha su exploración en el espacio/tiempo ilusorios. Sus ojos azules se clavan en la frente del Kenneth y comienza a interpretarle los hipotéticos razonamientos (¿?) mientras éste comienza a hablar con Thomas.


Al principio, lo ve todo confuso y fuera de este mundo; es un tipo de rodaje medieval y monocromático en formato de cuadros pintados a mano (¿cuántos años lleva Ken en el espectáculo?). El escenario es un castillo y sus salas están repletas de gente vestida de gala y con pelucas blancas. No obstante, Christopher confirma que esos pensamientos de aristócrata son únicamente la parte ‘elegante’ de las verdaderas tinieblas de Branagh. Encuentra al Sir sentado en su trono (¡Claro! ¡Semejante ídolo egocéntrico no podía representarse así mismo con algo menor!) con esa corona de esmeraldas que aparenta pesarle, esa capa de terciopelo escarlata colgándosele de los hombros, y ese cetro de oro que brilla tanto o más que el mismísimo sol. Es un rey pomposo y fofo el que está sentado en ese sillón. Es un monarca vejete que sonríe y anda pololeando con su jovencísima reina de ojos celestes (¿¿¿ehhhhh???). Es un caballero canoso y bretón que parece ser el padre/amante de la pseudo-versión femenina de Tom.


Y comienza a balbucear incoherencias palideciendo automáticamente. Se pone tan blanco como la nieve que no cae en Australia y todo contrariado por esa espantosa e ininteligible visión. ¡Pues vamos! «¿Q-qué erotismo pueril es ese?» ¿Alguna tendencia británico-sapiosexual? Ciertamente, eso de decodificar pensamientos no es bueno. Baja la vista y se pasa las manos por la cara para despabilarse de semejante anomalía. Eso que Kenneth y Tom se traen cocinando no es de su incumbencia o, más bien, es irreal. Todo aquello no existe simplemente, ni aún cuando sus radares capten la complicidad de esos dos entre sonrisitas y risitas. «¡Qué ridículo! ¡Por Dios! » Todo ese ramillete de muecas y gesticulaciones no son más que raras modas inglesas (¿O anglo-francesas?). Con(tra) toda probabilidad y certeza, como que la rivalidad de los dos personajes principales, en esa película de superhéroes no es un camouflage, Chris cree padecer los (ni tan eventuales) ‘celos de estrella’ y no otra cosa. Lo suyo es (ayudémoslo a tragarse el cuento) sugestivo y nimio. Porque esas miradas que se lanzan no connotan ni  lo ‘primero’ ni lo ‘segundo’. Ellos comparten la relación de colegas, maestro/pupilo y/o director/actor, de esas solamente, y no de las ‘otras’. Nada que ver con similares: de aquellos chismes de romances que pasan en casi todos los rodajes Mollywoodenses.


«¡Imposible!» Chris inspira profundamente y se decide a mirarles nuevamente. No obstante, en tres segundos, la realidad vuelve a apuñetearle en el estómago. Abre los ojos hasta no poder y se los frota para volverlo a hacer: «¿L-le ha guiñado el ojo?» Y lo desconcierta; no, a él le revienta que Hiddleston se ponga en plan de estudiante aplicado y vaya a la silla del ‘maestro’ pidiendo que se le califique por la perfección con que se mueve, habla, come y (quien le asegura que no se saca fotos y las expone) duerme. Instantáneamente, ese sentimiento resurge y le provoca un escozor en los nudillos, poniéndolo de tan mal humor, que es incapaz de tragarse las malas palabras ─como cuando se choca la cara con una planta artificial en plena filmación. Sus dedos pican y pican las esquinas de las primeras hojas del guión mientras observa la interacción del par. Es probable que todos ya sepan sobre su inestabilidad emocional desde el primer grito de “acción” en esa película (no por nada encarna a cierto dios) o puede que no; aquello ni le interesa ni lo enferma. Es sólo que…


ES SÓLO QUE… «¡¡Soy yo el de las tomas principales y el de los diálogos importantes!!» piensa furibundo y bombardea con sus blasfemias más suculentas la trayectoria artística y el (en apariencia) talento carisdramático (¿?) de cierta estrellita londinense. Su amplia gama de insultos no respeta las canas y se inclina para otro rumbo mucho más temerario. A Chris le invade la tentativa de amenaza y de la que debe extraerse y/o cambiarse la gran cantidad de palabras altisonantes para una traducción aceptable que (más o menos) queda así: «no te atrevas a poner las manos en la ‘nominación’ de otro que te arranco el ‘megáfono’ en el intento.»


Ahora bien, la primera es una verdad universalmente firmada y convenida, por los productores y su representante legal, y la segunda… la segunda no sabe de dónde rayos se emancipó. «¡Al carajo!» ¡Todo es culpa de la (ni tan) indeseada presencia de ese actor de la BBC ½! «Sí, eso debe ser.» Tom le arrebata la debida atención de Branagh y le roba protagonismo en las prácticas. Son celos porque las actrices secundarias vayan a verle ejercitarse y lo inviten a comer a la mesa. Porque esa calentura que Chris siente, cuando lo tiene cerca, y ese ‘algo’ carcomiéndole las entrañas, cuando se va a coquetear con el Sir, son por envidia y nada más (envidia de las insanas). «Sí, tiene que serlo.» Hemswoth asegura que lo suyo son celos DE ACTOR, nada que ver con ‘lo-que-sea-que-tenga’ el niño preferido de Kenneth ─porque eso es irrelevante y fuera del caso.


Alza la botellita mineral al costado de sus pies y se yergue de su asiento. Mientras muerde la boquilla y se toma el líquido a discreción, se pone a observar a la parejita del frente. Con derecho o sin el, a Chris le entran las ganas de agarrar uno de la docena de martillos de la utilería y lanzárselo a cierto renombrado actor de pacotilla. ─ Sí que está haciendo calor. ─ ¿Son los ventiladores los que no funcionan o sólo él está sintiendo ese inferno corporal? Ya recargado en la tarima, en donde precisamente se hará la toma de la pelea en el puente arcoíris al día siguiente, Hemsworth contempla de soslayo el agravio inexistente que el joven britano le hace con tanto alarde. Pues sí, las cuarenta y tres veces en que giró la cabeza para espiarlos le causan esa jaqueca y ese dolor en el cuello que no paran de atormentarlo desde hace bastante rato atrás (que diez minutos de estar cuchicheando son exagerados ¡Vamos!). Y ahora se ve en la obligación de tragarse cada una de esas aspirinas que se auto-medica, pero aún así no piensa retirarse a dormir; no señor. En su ausencia puede pasar mucho, eso es seguro. Ya se imagina el gran complot que se pueda armar apenas de la vuelta y desaparezca del lugar. Deja el ajado libreto a un lado y se encamina a la mesita que tiene más botellas y alguno que otro bocadillo.


Los segundos pasan y repasan (¿?), pero parece que a esos dos ni el tiempo los inmuta, ni se percatan de que hay un par de ojos azules que los vigila por el reflejo de una pantalla inactiva de celular: ─ Seguro y Kenneth puede contarle las pestañas y verle más de lo que el primer botón de la camisa deja a la imaginación. ─ Se dice a sí mismo mientras estruja el recipiente plástico en la otra mano. Tómenlo por los pulgares y cuélguenlo en el famoso puente estadounidense de Brooklyn si quieren, Hiddleston está sonriendo e inclinándose de un modo que no pretende ocultar esas ‘preferencias’ de las que (¡SÍ!) goza. Las pastillas blancas parecen ser de las baratas, pues, Chris siente que la leve mejoría desaparece al instante.


─ ¿Qué haces? ─ Un hombre corpulento se aparece por un lado y los nervios lo obligan a arrojar el Smart por los aires. El aparato da varios giros mortales en el espacio y cae (por suerte y no coincidencia) en la bandeja de Madelains. Chris lo recoge y lo mete al bolsillo trasero, deprisa. ¡No vaya a ser que Stevenson mire la foto (de alguien con capa verde) que tiene en el escritorio! Da la vuelta y confirma que nadie se percata del ‘incidente’. ─ Deberías comer de estos, Chris; ─ su compañero de trabajo alza uno de los panqueques amontonados en la charola oval, ─ ¡Son un manjar! ─ Ve como se lo come de un morisco y recoge muchos más hasta que no puede asirlos en el brazo. Unas palabras indescifrables, una sonrisa con la boca llena y Ray se pierde por los vestidores de ruedas y el montón de asistentes.


Lo que sea que esté pasando por la cabeza del irlandés, para el actor blondo no es precisamente ‘estudiar’ al personaje.


Un nuevo vistazo al asiento del director y éste se encuentra solo de repente. Lleva la mirada hacia el escenario y allí está el afable inglés leyéndose el guión mientras va caminando de un lado a otro de la tarima. Chris da un suspiro largo y vuelve a dar la cara a la mesa de aperitivos. ¡Claro! eso no ha sido más que uno de sus muchos celos alucinógenos de algo que no pasa. Porque lo que piensa y experimenta no puede ser cierto, ¿verdad? La ridícula idea de que el dueño de ese lenguaje culto está buscando serrucharle el piso (por cualquier o ningún motivo) es ilógico. ¿Cómo puede interesarle su lugar si el rodaje de la película está por acabar?


«Tom habla con Sir Kenneth sobre cosas del trabajo y nada más, Chris» Cavila en su fuero y se culpa por preocuparse en nimiedades. «Él le sonríe por simple cortesía; así como lo hace… conmigo también.» Se perturba por algo que no sabe explicarse y alza un muffin, con glaseado amarillo y chispitas de colores, desconfiadamente. Ese pinchazo del gancho le molesta otra vez.


─ Si me permites una consulta más, Ken.


¡Oh! ¡Por los panqueques que se come Stevenson y los dizque juguitos vitamínicos de Portman! Hemsworth estruja la masita mientras jura que esos malditos labios dulces y rosados del ‘infiel’ pronuncian aquel apodo con fascinación sacrílega.


─ La que gustes. ─ Y (ciertamente) ahí está de nuevo la pasarela tortuosamente lánguida que esas piernas largas hacen de un extremo a otro del maldito galpón (o lo que sea que fuere ese lugar del averno). Chris asegura, no, él AFIRMA que el pelinegro está levantando las comisuras de los labios ─«¡No te atrevas, Hiddleston!»─, las levanta lo bastante y forma al fin esa gesticulación tan sublime que invita a cualquier ‘requerido’ a hacer algo parecido (que la sonrisa hiddlestoriana no es cosa fácil de imitar).


«¡AH, NO!» ¡Esta vez si que no! Chris da media vuelta y tira la botella vacía que rebota en el piso y llega a la cara de una para-nada-desconocida actriz. Entrecierra los ojos, ignorando olímpicamente a los de la dama medio-israelí medio-estadounidense (sí, Natalie está allí porque le rebotó el cheque de la paga), y muestra lo iracundo que puede ponerse tan solo inspirar e inspirar. La cara se le pone toda roja, su respiración por la boca se convierte en bufidos y ese aumento muscular y surrealista de todo su cuerpo se le nota en las ropas. Se hincha como gladiador romano y se relame los labios en busca de pleito suburbano. Pretende pelear y cortejar al mismo tiempo. Si Tom quiere jugar sucio (porque eso que hace delante y ─seguro que a sus espaldas también─ es de lo más vil), él pretende embarrarse en el lodo y sacrificar alguno que otro diente por la justificada y noble causa de ‘delimitación territorial’.


No se va a dejar amedrentar con títulos, larga trayectoria artística y/o nominación a los premios Puddle, Osmar, Paztta, Globos de Agua o lo que sea. Se les acerca impaciente caminando todo altivo y lanzando bramidos. No aparta la vista de los ingleses, tan compenetrados en ese gesto aún distante (que Tom sigue yendo jodidamente lento), e ignora los metros y metros de cables revueltos en el piso. Chris se atreve a asegurar que el brillo de esa miradita tan melosa (por no decir otra cosa) que Kenneth le manda al otro está diciendo: “ven, ven. Siéntate aquí (da golpecitos en sus rodillas) y charlemos sobre tu próxima película.”


¡¡¡Ya lo esta viendo y no lo está creyendo!!! Sí, el de Oceanía alucina de la rabia con un Thomas encaramado en las rodillas del Sir y (para colmo) colgado de su cuello.


¡No lo va a permitir! No va a perder el trabajo por la sonrisa coqueta (que no necesariamente lo pone histérico y bobo) de uno y el provecho (que NO le interesa y NO lo pone celoso) que de eso saque el otro. Chris se arma de coraje y remanga las puños del térmico gris para comenzar la pelea por reclamar (exigir) un lugar en el colchón de Hiddleston ─de ese que goza el amante y/o enemigo, mas no el amigo (o sea, a revuelcos y mordiscos). Porque ellos no son amigos, ya no. Lo suyo se muestra más serio, mucho más obscuro y pasional. Ésta es la guerra por obtener favoritismos, es el cataclismo y nacimiento de los sentimientos más profundos y extravagantes, que ni los paparazzi ni algunos fanáticos del octavo arte (exclúyase a las mujeres, que éstas están mejor organizadas y que ven en donde los demás no) se imaginaron alguna vez vivir para contar. ¡El famoso (por decenios) Branagh va a ser descuartizado por un recién iniciado! Y Thomas no se va a ver librado tan fácilmente ─no, no.


Chris ya está viéndose entrevistado y con su foto de pijamas a rayas en primera plana del New York Times:


“Supuesto complot arrastra a actor australiano al asesinato de una de las más reconocidas celebridades británicas.”


(…) se dice que el incidente fue por problemas pasionales (...) La interpol le atribuye también, entre otros cargos (medio) menores, la presunta desaparición del actor Tom Hiddleston. (leer pág. 1-73) Fotos exclusivas desde pág. 74-126.


¿De cuándo Chistopher siente odio en contra de su director? Al remontarse a los pensamientos disparejos de esta historia, no se halla mucho de lo que disponer o proponer. Cuando se le pregunta sobre aquel malestar que siente al escuchar ‘ese nombre’, esa cara de galán rompecorazones se le transforma a una de maniático-asesino-psicópata-serial y deja que sus nudillos contesten por él. Sus hermanos no supieron precisar si la enfermedad se la contrajo de niño, al ver al célebre británico por la tele, o fue de reciente adquisición. Pero eso no importa ahora, vaya que no. A Chris no le importa si lo suyo está destinado o condicionado. Él se aferra a una solución simple y concreta: no quiere ver a Thomas muy junto (por lo menos a 100 metros de distancia) de Kenneth. «Es por precaución» se trata de convencer; «Hiddleston es demasiado amable con todos y, Branagh muy confianzudo.» ‘Inhumanamente exagerado’ si se le puede añadir; « Tom no es consciente de que su (extrema) condescendencia pone a cualquiera…» cualesquiera sean los pensamientos y reacciones del cuerpo; «y ese ‘como-se-llame’ que cautiva no siempre atrae a los que debería.»


Su psicosis alcanza su auge y la fiebre colapsa la sinapsis de sus neuronas; Hemsworth está moliendo huesos en sus dientes y atreviéndose a acelerar el paso por en medio de las trampas mortales. En ese recorrido estrepitoso (pues empuja a más de un actor estelar), lo último que registra su inconsciencia, antes del shock, es la mano intrusa de cierto corrompedor de menores (y es que para él, Tom es tan solo un niño al lado del benemérito) bajando por la espalda hacia…  ─ ¡¡Quítale las manos del…!!


 


¡¡¡TRAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSSHHHHHHHHH!!! (Sí, los Sunlights están hechos de aluminio)


 


Tom sólo alcanza a darse la vuelta y verlo todo en cama re lenta. Sus pies se le paralizan por el susto y se cubre con los brazos para ver si con eso puede salvar el peinado. ─ ¡¡¡¡Aaaaaahhhh!!!! ─ La masa de músculos es gigantesca y arrasa con la poca resistencia del frente. Ese peso inhumano se desploma sobre la víctima y el ciclo (corriente) de la evolución se descompone (¿?). Hay una reestructuración de lo estandarizado como cuerpo humano ahora. Una composición de brazos y piernas, que salen por todos lados, arman al nuevo espécimen del que se escucha sus primeros quejidos. Es un ser tetrápodo y transoceánico. Esa (con)fusión de actores alborota tanto a los asistentes como espías de productoras,(ni tan) ajenas a la  Mollywood, que los flashes comienzan a salir hasta de los baños montados.


─ Auch.


─ ¿E-están bien? ─ Trata de hacerse escuchar por en medio de la conmoción (griterío) vanamente. El actor inglés se aproxima a los dos cuerpos maltrechos sin saber si llamar a los médicos o a seguridad. A él le parece que fue un accidente (premeditado) causal y no de los que insinúa (el otro) Chris a sus espaldas. Temblando todavía, se arrodilla y busca la manera de desenredar el bollo de extremidades. Una cabeza está estampada en el suelo y la otra parece estar adherida en el torso del más afectado. ─ ¿C-Chris? ─ Le sacude del hombro ─ Oye, Chris.


─ ¿D-dónde estoy? ─ El australiano levanta dificultosamente la cabeza y se halla con un panorama de zapatos y más zapatos. Esa gente que le circunda lo mira entre curiosa y consternada. Un nuevo tirón a su derecha, y Chris se encuentra con el rostro preocupado de Thomas. «Oops.» Así que falló de todas formas.


─ Estás aplastando al director, Christopher.


 ─ ¡Oh! ─ observa al de abajo y sonríe ‘sin querer’ ─ ¡Lo siento, lo siento! ─ Aquello no es ser cínico, en lo estrictamente semántico de la palabra, sino una forma de mirar con ‘buena cara’ lo que resultó al revés. El blondo se yergue aprisa y se acomoda (prudentemente) cerca del ‘socorrista’ ─ Qué t-o-r-p-e-z-a la mía. ─ Dice queriendo convencer, mas la preocupación del pelinegro le remuerde la conciencia. Entonces, algo (una pizca bien chiquita) intrigado, mira al supuesto desmayado. ─ Sir (¡cómo le quema ese título en las papilas!) Kenneth ¿está usted bien?


Cuando las cachetaditas no parecen reanimar al señor Branagh, el segundo actor estelar de esa película re-des-conocida aproxima su rostro al del otro.─ No respira,… ─ dice inquieto y apoya la oreja en su pecho ─ ¡n-no late! ─ Tom siente que lo dramático del día se le amontona de súbito y las lágrimas de congoja se le asoman por los ojos. El rostro se le palidece y la voz le tiembla. ¡Eso no puede ser! Chris no pudo…─ N-no….tú no lo…  


─ ¡D-debe ser la batería trucha de su marcapasos! ¡Sí, eso debe ser! ─ ¡Chris no PUEDE ser un asesino, santo smog australiano! Hemsworth aparta su reticencia y le asesta un golpe en el pecho.


─ ¡¡Q-qué haces!! ─ El pelinegro se lleva las manos a la boca y brinca en su sitio.


─ ¡AYUDARLE! ─ Un nuevo golpe, y el cuerpo que yace en el suelo es el que salta esta vez.


─ ¡P-pero…! ─ Chris trata de descargar otro puñete, mas Tom logra impedírselo. ─ ¡¿ASÍ?!


─ ¡¡RESPIRACION BOCA A BOCA!! ─ Grita a todo pulmón, un Ray histérico y con migajas en las mejillas. ─ ¡Métanle aire, que se nos muere! ─ Todos se miran y remiran sin moverse aún. La mayoría son hombres, hombres bien machos que piensas en ‘segundas’ antes que en ‘primeras’ (es decir, malpensados antes que comedidos).


─ ¿Dónde está Natalie y Alexander cuando se las necesita? ─ Una voz desconocida grita de entre todo el montón de chismosos y reporteros anónimos.


─ ¡¡Que los más ‘allegados’ le den los auxilios!! ─ Ulula otra que (SÍ) parece ser la de Portmann. ¿Por qué no la reconocen? Es buena actriz, a no olvidar. ¡Ella puede imitar la voz de un hombre con eficacia bien cuestionada!


─ Pues… pues que sea el culpable. ─ Stevenson se pone nervioso cuando esas decenas de ojos van a parar en su humanidad.


─ ¡Ah! ¿Yo por qué? ─ Christopher se levanta como si nada del suelo encogiéndose de hombros y llevándose, de paso, a Hiddleston por la mano; ─ yo le apunté a…a… ¡¡¡Yo no tenía que caer encima de Branagh!!!


─ ¡Se nos muere! ─ Alerta nuevamente esa voz bien ‘masculina’ del fondo.


─ Seré yo.


─ ¿Qué, qué? ─ Hemsworth gira el rostro y mira, medio-molesto, medio-abatido, la resolución que baila en los labios de Tom.


─ Que yo le daré los auxilios. ─ Se deslinda del agarre (inconsciente) y se inclina hacia el por-medio-minuto-expirado Ken.


─ ¡No! ─ El ex actor de serie/novela se descoloca ─ Si tú lo haces, yo lo hago.


─ Entonces, hazlo.


─ ¿A-quí? ¿Ahora? ─ Retuerce los dedos unos con otros mirando al (cadáver) cuerpo medio tieso del piso. Thomas no pierde más tiempo y coge, con el pulgar e índice, la punta de esa nariz aristócrata. Inhala una buena cantidad de aire y aproxima sus labios a los del director. ─ ¡Ay, noooo! 


─ ¡Ay, sí! ─ (¿¿QUIÉN CAR-amba fue la del grito??)


Chris empuja al bretón y estampa los labios en los de Kenneth, sin preámbulos.


¡¡Por las jerarquías infernales y los ocho pecados capitales (que Hemsworth añadió a Tom entre sus faltas más graves)!! Aprieta los ojos y se imagina que socorre a ‘alguien más’ mientras todos los congregados en ese galpón se quedan mutis de la impresión. Los pulmones del isleño se estrujan y el aire sale por su boca. El procedimiento es exageradamente repetitivo y agotador, es todo un show (y porque Chris no sabe de primeros auxilios). El exhumado parece inflarse como globo aerostático por esas bocanadas de aire en tanto que a Chris le suda la frente.


Uno se ‘desvive’ y ¡el otro revive!


─ Se está moviendo. ─ Tom se emociona y sacude frenéticamente las manos ─ ¿Está vivo? ¿Está vivo?


¡Se ha olvidado de su nombre, su dirección, número de cuenta en el banco de las Bahamas, y el guión completo para las tomas del día siguiente! Es decir, Chris está perdiendo la conciencia. Olvida dónde está, qué hace, a quién se ‘lo hace’, el por qué y, por último, cómo retener moléculas de oxigeno en el cuerpo. Cuando las voces a su derredor se distorsionan, su cuerpo se le entumece. El rubio pone los ojos en blanco y se desploma a un lado del ‘resucitado’.


─ ¡¡HEMSWORTH!!


─ ¡¡CHRIS!!


─ ¡¡RESPIRACION BOCA A BOCA!! ─ Stevenson grita, nuevamente, a todo pulmón.


─ ¡¡¿A-a… A CUÁL?!! ─ Hiddleston no se decide si saltar hacia Chris o seguir ayudando al director. Propenso a hiperventilar de tanto susto, vira para su entorno pidiendo ‘propuestas’. Y la congregación de espectadores se divide en dos barras de fervientes seguidores incha-pleitos. Los unos se deciden a defender las nominaciones y los otros piden una chance para las nuevas generaciones. ─ A quién, a quién, a quién ─ Las manos se entrecruzan y los dedos apuntan en direcciones opuestas. ¿Y por qué nadie le ayuda? ¡Milagrosos desagües que llevan al Támesis! Nadie ayuda porque saben que con Hiddleston es suficiente. Él es lo bastante instruido, amable, condescendiente, afable, sincero, caballero, y etcéteras que se abalanza a socorrerles en acción simultánea. 


Son minutos de tensión, es un cuarto de hora de ardua ejecución e infinita expectativa. Y la gente hace sus apuestas a falta de tarea. Unos (pocos) dicen que Chris y Branagh no se salvan, otros (muchos) aseguran que ambos actúan (¿por qué será?) y los demás no paran de sacar fotos y más fotos. ¡Y porque éste es un evento de incumbencia inter-televisiva! ¡Un suceso digno de portadas virtuales, y propenso a declaraciones públicas!


─ Eso es, eso es, eso es. ─ Lo alientan, bien eufóricas y majaderas, las masas de fanáticos y reporteros estrafalarios.


─ Lo… ─ Respira erráticamente mientras intenta acomodarse los cabellos negros, que se le cuelan en las sienes, y acercase por enésima vez a la cara de su jefe. ─ ¿L-lo logre?


─ Pues yo estoy consciente desde hace buen rato. ─ Más que despierto, Kenneth se aclara la garganta y se estira con parsimonia.


─ ¡Oooooohhhh! ─ Todos exclaman en unísono para darle más realismo a ese evento medio-ambiguo. Se les aproximan aplaudiendo y elogiando el procedimiento prolijo del salvador. Cada uno de los presentes palmea a Hiddleston por la espalda y felicita la recuperación (extraordinariamente) rápida del británico de largo recorrido en escenarios de teatro. El montón rodea a los dos ingleses, el contingente de cámaras y micrófonos salen de todas partes. Es un final bien raro, pero feliz en todo caso. A Tom le faltan manos para estrechar las de todos y no le salen las palabras adecuadas para expresar su sosiego. Ya de pie y con una sonrisa moderada, el moreno recuerda una cosa.


─ Un momento… ─ Es de lo peor; aquel error lo atolondra y lo dispara al piso sin demora. ─ ¡Muévanse, muévanse! ─ Y comienza la búsqueda. Se abre paso por el mar de ‘aglomerados’ sin divisar aún los cabellos bien oxigenados de Chris. ─ ¡¡HEMSWORTH!! ─ Le llama a plan de gritos ─ ¿¡CHRIS, DÓNDE ESTÁS?!


─ ¡¡¡…QUÍÍ!! ─ Logra oírse una repuesta ni muy distante, ni muy próxima (¿?).


─ ¡¿CHHRRIIS?!


─ ¡¡¡Aquíí, aquííííí!!!


─ ¡¿DÓNDE ES ‘AQUÍ?!


─ A-Q-U-Í


Thomas siente un jalón, y aquella fuerza lo arrastra muy lejos de la comunidad de conocidos y ajenos. Son pues, unos dedos que se enredan en los suyos y unos pies que le enseñan a fugar. ¿Para dónde y por qué? Ya es muy tarde para ponerse a preguntar. ¡¿Entonces, con quién?! (¡No nos deje en ascuas, Sir Thomas William Hiddleston!) Muy obvio, ha estado dándole auxilios la mitad de los quince minutos para que, ahora, no sea capaz de reconocerle ni la saliva. ¡Por los cuernos de Loki Laufyson!


─ Oye, Chris… ─ musita muy cerca a su oído asegurándose de evitar la caída de algún utensilio; el cuerpo le tiembla y su corazón galopa frenéticamente. ─  ¿Necesitas más aire? ─El otro no responde, mas bien, se hace al ‘del otro jueves’ ─ P-porque yo sí.─ Que eso de meterse en el reducido cuarto de limpieza sonaba extravagante, desde un principio.


¡No lo malinterpretes, Chris! ¡Que eso que insinúa no es por otra cosa, no señor! ─ Árbol en el bosque, árbol en el bosque ─ trata de concentrarse ignorando la respiración acelerada de Tom, y se desconcierta por lo rápido que su cuerpo le imita. ─ Ay no, ay no, ay no, ay no.


─ Que sí, que sí, si, síí


Algo se le quema y otra cosa se le prende; Hemsworth se desentiende del mundo y arroja  la 'toalla' por los aires resignándose a lo impostergable.


─ Pero luego no te quejes.

Notas finales:

Algunos términos o regionalismos que necesitan  y/o deben ser aclarados:


Gigantografías: carteles gigantes para publicidad.


El-raspe-y-gane: bueno, supongo que much@s conocen este juego de la fortuna. Es una tarjeta que se raspa para ver la suerte. Si te encuentras con tres figurillas idénticas, ¡te ganas una cantidad X de dinero!


Sapiosexual: atracción sexual por las facultades mentales (inteligencia) de alguien.


Madelains: ¿alguna vez vieron esas empanadas francesas que tienen forma de conchitas? Pues son esas xD.


Dizque o disque: dice que, dicen que


Sunlights: son reflectores potentes usados en las plataformas de cinematografía.


 


Bien, bien... soy una chafa lo sé. De todos modos, espero haya sido de su agrado y tolerancia. Dejen sus sugerencias (si lo desean), dudas (si las tienes) o  un ‘hola’ (si no es mucho pedir). Se les quiere mucho y se les manda abrazos.


See ya later than soon.


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