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-Guiados por la Huella- por AliceBarker

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Notas del fanfic:

 

//Derechos reservados de la marca Resident Evil guardados para Capcom. Pero como todos sabemos que Capcom no puede hacer las cosas bien nos encargamos nosotros de hacer lo que ellos no. Gracias a Shinji Mikami por crear tan excelente saga y a Albert Wesker por ser tan endemoniadamente hot.//

Notas del capitulo:

Y empezamos!

 


 


 


 


Segundo mes bajo la sombra de mi nuevo jefe.


Joder, ya no aguanto más de la molestia, no deja de hablar sobre idioteces de semejanzas y militares y tanques y aviones… no digo que no me gusten los aviones pero luego de escuchar el mismo comentario diez veces ya estoy aburrido. Mi nueva oficina es grande y lujosa, pero no me gusta pasar el tiempo allí. Me hace recordar la parafernalia de mi nueva aburrida vida.


Y aún no me quiere dejar salir de aquí.


Cada vez que le pregunto algo, me contesta con evasivas, ¿qué es lo que querrá de mí? Sabiendo que lo único que deseo, con todo mi corazón, es poder volver a la acción, correr, manejar un automóvil a gran velocidad, trabajar codo a codo con los más ágiles y fuertes en contra del mal que asola el mundo… pero no. Aquí sigo, perdiendo la fe con cada día que pasa.


-Señor Redfield, ¿cómo ha dormido hoy? –aquella molesta voz, de nuevo insinuándome que un nuevo día había llegado, haciéndome enrabiar pues sabía que cuando levantara la mirada me encontraría con esos ojos claros fijos en mi pantalón. Entreabrí mis labios ya sin pensar en la respuesta que le iba a dar.


-Pues bien, Alfred, he dormido bien… -contesté echándome hacia atrás en la silla de cuero para mirarle a los ojos. Grande fue mi sorpresa el verle acompañado de un sujeto alto y delgado, con el cabello ondulado largo amarrado en una coleta, de color castaño al igual que sus ojos. Sus rasgos me hicieron pensar en que lo había visto antes, tal vez en fotografías. Alfred Ashford entró a mi oficina seguido de este hombre, sonriéndome solo como él me sonreía. Como un verdadero depravado.


-Doctor Sera, quiero presentarle a mi agente especial, Chris Redfield. Chris… él es Luis Sera, mi nueva adquisición…


Así hablaba Alfred Ashford. Para él, todos eran sus juguetes, piezas de su ajedrez que no tenían más valor que de colección. Y yo, sentado en mi cómoda oficina, me había ofrecido como voluntario para esto.


-Chris Redfield… -los labios del doctor pronunciaron mi nombre como si ya me conociera. Yo le observé fijo, analizando su expresión sin ninguna en mi rostro.


-Es un gusto conocerle, doctor Sera –dije con energía levantándome de la silla para hacer una leve reverencia y alzar la mano hacia él. Correspondió a mi saludo estrechando mi mano derecha antes de que Alfred Ashford volviera a hablar.


-Hoy tengo una reunión importante, Chris… ¿te importaría llevar al doctor a su residencia? –dijo entregándome un pequeño sobre con una llave. En mi poco tiempo aquí ya conocía las instalaciones, por lo que asentí con la cabeza de inmediato mientras el rubio se retiraba de la oficina dejándonos solos.


Un incómodo silencio llenó la habitación. Yo arreglé mi chaqueta antes de aclararme la garganta, dando un rodeo al escritorio para dirigirme a la puerta.


-¿Vamos? –pregunté acercándome a mirar de cerca los ojos avellana del hombre. Él me miró también, como si no creyera que yo era yo.


-¿Chris Redfield…? Tú eres… amigo de Leon, ¿verdad? –preguntó haciéndome olvidar de lo que iba a hacer. Tal vez se notó el cambio en el ambiente pues el doctor pareció retroceder.


-No he visto a Leon en meses –dije luego de unos segundos, comenzando a caminar hacia la puerta. Recordaba ahora los motivos por los que mi contacto con mis mejores amigos se había ido al caño.


 


-No puedo decirles, por favor, entiendan…


-Claro que puedes, Chris… ¿por qué no confías en nosotros? –Jill me miraba sumida en la tristeza y Leon se ponía de pie rápidamente de donde estaba sentado. Me miró enfadado mientras yo le imitaba, esperando a lo que tuviera que decir.


-Si no quieres decirnos la verdad sobre ese viaje que harás no vale la pena que sigas aquí. Lárgate de mi casa –murmuró sin quitar sus ojos claros de los míos. Me acerqué hasta quedar a un palmo de su rostro, imponiendo mi altura sobre la suya.


-Desde que estás con ese mercenario que te comportas como todo un patán… -le dije atestando molestia en cada una de mis palabras.


-Pues no es mi culpa que no me soportes. La falta de sexo te tiene estúpido…


Le cerré la boca de un puñetazo. Es lo último que recuerdo pues me di la vuelta, tomé mi chaqueta y mis llaves y salí de la casa, sin siquiera girar la mirada para notar que Jill me miraba con los ojos llenos de lagrimas…


 


-Leon ha desaparecido del mapa. No hay señales de él… dicen las malas lenguas que ha dejado la B.S.A.A. y que Jack Krauser se lo ha llevado…


-Me da igual lo que haga con su vida. Ya es mayor para decidir –observé al hombre de acento español con una ceja alzada- ¿Qué clase de doctor eres?


-Soy… investigador. Alfred Ashford me ha contratado para estudiar un posible efecto contrario del Virus Progenitor –contestó de inmediato el doctor mientras yo lo conducía, fuera de mi oficina, por un pasillo abarrotado de científicos y militares, los que me saludaban con respeto. Luis Sera me miró sorprendido mientras esperábamos el ascensor- ¿Usted qué hace aquí?


-Soy escolta y guardia personal del señor Ashford –contesté en voz baja mientras entrábamos al ascensor. Sera asintió y me volvió a mirar con curiosidad- ¿Tengo algo en la cara, doctor?


-No, no… me preguntaba por qué un ex B.S.A.A. trabajaría codo a codo con uno de los principales responsables de las tragedias biológicas del mundo, solo eso… -dijo haciéndome enfadar. No era algo extraño, últimamente, me enfadaba muy a menudo.


-Es usted el que trabaja manejando mierdas radioactivas, no yo, doctor Sera. Ahora me agradaría que cerrara la boca hasta llegar a su habitación, si es tan amable –articulé juntando los dientes sin mirarle. Él tragó saliva y asintió sin mediar ninguna palabra más. Salimos del ascensor en uno de los pisos subterráneos de las instalaciones y caminamos mientras yo sacaba del sobre una pequeña llave plateada, deteniéndome en la mitad del segundo pasillo-. Aquí es. Espero que su estancia sea productiva, señor Sera. Lo veré a fin de mes para la entrega de su reporte.


-Si… señor Redfield, claro –dijo el español entrando sin dejar de mirarme mientras yo me alejaba. Ya de vuelta en el ascensor recordé que no le había pasado el sobre a Sera y lo saqué de mi bolsillo. La curiosidad fue más fuerte. Mientras abría el papel doblado que estaba adentro. Una carta oficial de WillPharma, firmada por Alfred Ashford.


 


 


Querido Luis:


Gracias por atender a mí llamado con tal rapidez y profesionalismo. Sé que en tus circunstancias necesitas del máximo apoyo y del mayor de los cuidados, pues no queremos que se repita un caso de suicidio como el de tu amigo Bruce. Tengo claro también de que al quedarte sin una residencia el aceptar mi propuesta era lo más conveniente para ti.


Reitero los agradecimientos, estoy completamente seguro de que con tu ayuda, los avances con el V.P. irán directo a cumplir nuestros más anhelados sueños.


Una pizca de mi paraíso es para ti.


Un beso.


A.A.


 


 


Arrugué y guardé rápidamente el papel en mi bolsillo al sentir que las puertas del ascensor se abrían. Cuando levanté la mirada, los ojos esmeraldas de Alexander Ashford me miraron sorprendidos. Le saludé con una inclinación de la cabeza y me acerqué al tablero de los botones acercando la mano.


-¿Piso, señor Ashford? –pregunté con tono cordial. El hombre tosió llevándose una mano a la boca y me miró con un leve sonrojo.


-Dos, por favor, Chris… -musitó con su suave voz. Yo presioné el botón y miré la hora, suspirando. Aquel lugar me aburría cada vez más- Eh, Chris… ¿podría hablar contigo un momento…? Es importante…


-Claro que sí…


Mi mente quería olvidar esos momentos en los que conocí por primera vez al señor Alexander Ashford. Como flashbacks, llegaban a mi memoria balazos, gritos, golpes y el fuerte dolor de mi brazo, un monstruo que mutaba en un humano abrazado al cadáver de un pelinegro… Cerré los ojos un momento mientras el ascensor se detenía, comenzando a caminar junto al hombre hacia su pequeña oficina junto al depósito de desechos químicos. Tras volver bajo el alero de su hijo, al señor Alexander Ashford había sido humillado desde todos los ángulos posibles, y ahora solo era un simple mensajero con una oficina pequeñísima. Entramos al lugar en completo silencio, sintiendo mis botas resonar en las paredes de la oficina, mientras el hombre, cansado, tomaba asiento.


-Chris, hace tiempo quería hablar contigo, pero no he tenido tiempo… Alfred siempre me llena de trabajo para no poder encontrarte. Pero ya es demasiado… -comenzó su discurso entrelazando los dedos con elegancia. A pesar del desgastado uniforme que llevaba, se notaban sus rasgos aristocráticos. Me dedicó una mirada preocupada mientras yo me sentaba frente a él-. Todavía me pregunto por qué es que sigues aquí. Deberías marcharte…


-Usted lo tiene claro, señor Ashford –dije en voz baja mirándole sus ojos claros-. Usted fue quién le propuso la idea a su hijo de llamarme… ¿o no fue así?


El hombre titubeó unos segundos antes de volver a hablar.


-Sí, fui yo, Chris… perdóname, por favor… -murmuró con una expresión triste en sus ojos- Yo necesitaba… necesitaba que alguien me sacara de aquí, nunca pensé que aceptarías…


-Si hubiera querido que lo sacara de aquí me lo hubiera dicho desde un principio, Ashford –dije levantándome de golpe de la mesa. No soportaba más esa conversación.


-Espera, Chris… ayúdame, no seas… -se quedó con las palabras en la boca al ver mi expresión. Yo me limité a observarle fijamente, antes de llevarme una mano al comunicador en mi oído.


-Central de seguridad.


-Redfield a la central, solicito la presencia de tres guardias de seguridad para el arresto de Alfred Ashford –dije con un tono de voz alto y claro. El hombre en la oficina se horrorizó mientras se agazapaba a la pared-. De inmediato, cambio y fuera.


-Chris… Chris, ¿qué has hecho? –preguntó Ashford en un susurro alterado por el terror. Yo me acerqué a la puerta para que no intentara escapar.


-Sólo cumplo con mi deber. Se me ordenó quedarme aquí hasta el momento de su arresto, señor Ashford. Ese momento fue ahora mismo, cuando me solicitó ayuda para escapar de la isla. Desde ahora se encuentra bajo arresto –me acerqué despacio y le tomé las manos. Las sentía temblar bajo mi contacto, me observaba suplicándome piedad. Le di la vuelta entonces y noté que la delgada línea de su cuello era sutilmente atrayente para mi visión. Cerré los ojos un segundo mientras sentía ruidos en la puerta. Tres guardias de seguridad entraron, armas en mano, y esposaron al hombre antes de que Alfred Ashford entrara por aquella puerta, jugando con sus guantes blancos mientras sonreía de manera socarrona.


-Era cuestión de tiempo para que confesaras –dijo antes de dar la orden para que se lo llevaran. El patriarca Ashford, con lágrimas en los ojos, suplicaba perdón, aunque nada hacía cambiar la sonrisa feliz de Alfred- Chris… -se acercó a mí contorneando sus movimientos de manera sensual. Que manera de soltar calor el cuerpo de ese hombre- Ha sido un excelente trabajo. Creo que mereces tu premio, ¿no…?


-Con todo respeto, Alfred… -me tomé la libertad de acariciar su anguloso rostro con una mano, sonriendo al darme cuenta de que ese sutil contacto le había hecho estremecer- No me trate como a una mascota.


-Oh, no he querido dar esa impresión, Chris… te asignaré una misión una vez me hayas dado la declaración contra el viejo –se refirió a su padre con molestia y desagrado, mientras tomaba mi muñeca y la apretaba un poco-. Te debo una, solo pídeme lo que quieras y lo tendrás…


-Lo tendré en consideración, Alfred –dije sin hacer amago de soltarme. El hombre sonrió y salió de la oficina esperándome para caminar, yo simplemente lo seguí a paso tranquilo, recorriendo el camino hacia el ascensor.


Una vez adentro noté que su cabello olía a limón. Me tapé la boca con una mano, intentando que mi risa pasara desapercibida como una tos, lográndolo solo por suerte, ya que al abrirse las puertas del ascensor, una persona llamó la atención de Alfred. Era un hombre de cabello oscuro y ojos penetrantes de color oliva, que vestía uniforme de militar. Se cuadró mientras salíamos del ascensor y se acercó a Alfred hablando en voz baja.


-Señor, tengo noticias importantes… 


Alfred dio una simple vuelta para observarme antes de asentir con la cabeza.


-Ve a mi oficina, Hunk y espérame allí –ordenó mientras yo me cuadraba frente a él- Chris, toma el ascensor del ala oeste y vete a tu habitación. Yo te llamaré cuando te necesite.


-Pero, señor… -dije mirando al militar marcharse. Sentía curiosidad por saber qué noticias le llevaba- Creí que haríamos la declaración contra su padre…


-Más tarde, Chris… ahora tengo cosas que hacer –luego de aquellas antipáticas palabras me dio la espalda y meneando sus caderas de un lado hacia el otro se metió a su oficina cerrando de un portazo. Molesto por su actitud, solo tuve medio segundo para decidir seguirle y quedarme agazapado contra la puerta, escuchando las palabras que dentro se decían.


-Señor Ashford, esto se nos ha salido de las manos…


-Ve al grano, Hunk, maldita sea… -decía Alfred con tono impaciente. Yo escuchaba sus botas haciendo ruido con cada paso que daba, paseándose por el despacho- ¿Dónde está Albert Wesker?


Mi corazón se paralizó ante sus palabras. Con los ojos muy abiertos, observaba la madera de la puerta sintiendo en cada poro de mi piel como el nerviosismo subía. La respuesta del tal Hunk solo llegó después de que Alfred volviera a apremiarle. Parecía buscar las palabras para decirlo.


-No hay pista alguna de Albert Wesker ni de la persona que vivía con él… las claves confirman que donde se encuentre Maxwell Malfoy se encontrará el objetivo…


-Ese maldito reportero… por él las acciones de WillPharma cayeron en picado… -la voz de Alfred estaba cargada de rabia. Recordé por una milésima de segundo al reportero pelinaranja y el libro que había desbocado la ira de Ashford- Los niños Wesker están desapareciendo, Hunk… y no me das soluciones…


-Sea quien sea que haya secuestrado a los Wesker, su siguiente parada será esta isla…


-Chris no debe estar aquí cuando eso suceda… -puse una mano sobre la puerta antes de que esta se abriera de golpe. Me enfrenté sorprendido con unos ojos verde oscuro terriblemente potentes y un arma en mi cabeza. Alfred me miraba sorprendido desde su silla- Chris, ¿qué demonios hacías allí?


-Secuestraron a Albert… ¿cuándo pasó eso? –pregunté armándome de valor. Alfred le hizo una seña a Hunk y él salió de la oficina sin decir palabra alguna. Cuando cerró la puerta tras de sí, el rubio se levantó de la silla y se me acercó despacio.


-Chris, Chris… déjate de una vez por todas de pensar en ese bueno para nada… tenemos objetivos más importantes en los que enfocarnos, ¿cierto? –me dijo deteniéndose a un palmo de mi rostro para arreglarme la corbata. Yo lo miré a los ojos con seriedad.


-Se lo recuerdo, señor, pero yo me encargué un tiempo de la custodia del menor de los Wesker, Derek… -dije sin poder evitar que mi voz sonara preocupada. ¿Algo le había pasado a Albert…?


-Derek también desapareció. Todos… Marco, William… no se reporta actividad desde Roca 7 por lo menos desde hace dos semanas atrás…


-¿Por qué no se me informó de esto…?


-Ya no estás en la B.S.A.A., Chris –dijo Alfred con frialdad, tomándome el rostro con ambas manos para que yo le mirara-. Yo decido lo que tú sabrás y en el momento en que lo sabrás.


-Vendrán por los Wesker que quedan aquí a la isla… -dije alzando mis manos para tomar el rostro del rubio- Hay que redoblar la seguridad y tender emboscadas…


-Déjame el trabajo táctico a mí, Chris… no se moverá un dedo en esta isla sin que yo lo sepa –se acercó a mí hasta abrazarme, rodeando con sus brazos mi cuello-. Sólo promete que harás lo que yo te diga…


-Lo prometo, señor –dije sin rechazar su contacto. La sangre me hervía solo de sentir sus dedos acariciando mi cabello. Bajé mis manos, dirigiéndolas hacia su cintura para dejarlas allí, esperando a que el rubio hiciera o dijera algo más… solo intentando pensar en otra cosa que no fueran sus carnosos labios.


-Chris… por más que me gustaría llevar esto a algo más tenemos trabajo que hacer… -dijo él soltándome de pronto. Entorné los ojos, molesto, pero no reclamé ni hice nada más que asentir con la cabeza-. Me encargaré de la seguridad de Rockport, pero me importa que tú sigas mis órdenes con premura…


-¿Qué tengo que hacer? –pregunté de inmediato. Alfred abrió un mueble y me entregó una pequeña llave dorada.


-Detrás de un cuadro de tu oficina hay una caja fuerte. Ábrela con la llave y equípate, te espero en el helipuerto en doce minutos –dijo y me hizo señas para que me marchara. Tomando la llave me cuadré y salí, corriendo para tomar el ascensor.


Llegué a mi oficina con las manos temblorosas de los nervios. Algo había sucedido… ya no tendría que estar todo el día paseando entre cuatro paredes, por fin… algo en lo que ocuparme realmente…


Saqué un cuadro de la pared de mi oficina y me encontré de lleno con la caja fuerte. No pedía combinación numérica, solo aquella pequeña llave que yo tenía en mi mano. La abrí, encontrándome en su reducido interior una libreta de cuero negro. No había nada más. La tomé y la guardé en un pequeño bolso junto con el resto de mi equipo, armas y un sombrero que no me pondría ni aunque me obligaran a hacerlo. Me acomodé la corbata y me eché el bolso al hombro, saliendo de mi oficina hacia la salida del edificio, hacia el helipuerto que se había implementado en la azotea.


Salí a paso rápido, notando que Alfred Ashford ya me esperaba. No estaba solo. Dos oficiales de bajo rango arreglaban un helicóptero militar, sin detenerse a conversar o mirarme acercar. Alfred esperó a que estuviera frente a él para entregarme una carpeta, mientras las aspas del helicóptero comenzaban a moverse y a provocar ruido.


-¡Allí está todo lo que necesitas saber! –Alfred tuvo que gritar para hacerse oír. Yo asentí y me cuadré antes de que el rubio me abrazara, colgándose a mi cuello, susurrando en mi oído- Termina de descifrar el misterio, Chris… por el bien de nosotros, hazlo… y buen viaje…


-No te preocupes, Alfred –dije correspondiendo a su abrazo un segundo, separándome y subiendo al helicóptero. De inmediato se alejó del piso, haciendo las maniobras para comenzar a avanzar hacia el horizonte en el mar. Me senté cerca de la ventanilla, observando al interior de la cabina. Uno de los pilotos era el tal Hunk, no me miraba ni hacía más que pilotear en completo silencio. No como el segundo piloto, que me observaba con rostro de estupor. Tardé varios minutos en reconocer aquel rostro cansado y aquel cabello teñido de dos colores.


-¿Mike…?


 


 


 


 


(…)

Notas finales:

/actualizaciones por semana/

espero reviews!


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