Nadie puede oponerse a los deseos de un niño no porque su moralidad se lo impida siendo que hay demasiada gente enferma en este mundo sino porque la inocencia de un niño por querer cumplir todo lo que se le viene a la mente es mayor que cualquier deseo egoísta de algún adulto que está en contra de lo que está “fuera del lugar” en lo cotidiano.
Hiyori había crecido rodeado de críticas acerca de que l no podía cambiar lo que era solo con decirlo tanto familiares como entrometidos chapados a la antigua se lo decían una y otra vez mas él se hacía de oídos sordos. Para su fortuna las personas tienden a cansarse luego de un tiempo, no aceptan aquello que tanto les molesta y entonces solo lo ignoran, otros tantos se dan cuenta de que aquello que les hacía enojar tanto después de todo no es tan malo como ellos pensaban.
-¡¡Marica!! –Gritó uno de los tres chicos que le rodeaban empujándole al suelo y entonces Hiyori ya con quince años y un kimono corto que dejaba ver sus bonitas piernas cayó al suelo naturalmente raspándose y solo pudo soltar un queja.
-¡Deberíamos enseñarte a ser un hombre de verdad! –Gritó el otro chico al tomarle del cuello de su vestuario mirándole con rabia, hasta hacía pensar que el chico de cabello rubio le había hecho algo realmente horrible. Levantó el puño disponiéndose a soltarle tremendo golpe y antes de poder intentarlo un golpe de mayor fuerza se plantó en la mejilla del agresor.
-Enserio… ¿Tendré que estar al pendiente de ustedes todo el año?...Son realmente molestos –Y ahí estaba el ahora chico de 17 años y de cabellos bicolor negros y verdes con un pañuelo que había sido suplantado a la bufanda años atrás.
-Serás hijo de puta Takemasa, siempre protegiendo a este afeminado –Se levantó el chico que había sido golpeado mientras los otros dos intentaban detener al chico del rostro cubierto por la espalda sin tener éxito pues el otro se movía más rápido soltando primero un codazo al vientre del primero y luego un puñetazo en el rostro del otro y finalmente soltando una fuerte patada nuevamente al vientre del chico que se aproximaba a el de frente todo esto sin mostrar algún esfuerzo en especial-
-¡Esto no se va a quedar así! –Y naturalmente se retiraron con tanta cobardía
-Si…siempre dicen eso –Se acomodó su pañuelo antes de girarse hacia el chico de cabellos rubios y tenderle la mano para que se levantase- ¿Qué te he dicho de pasearte por la escuela sin mi compañía? Sabes cómo son ellos…
El rubio simplemente sonrió mientras se acomodaba la ropa y se sacudía el polvo con sus manos tan bonitas y suaves –Perdona – Comentó primero casi en un susurro para luego tomar su mano y dejar un pequeño beso en sus nudillos- Es solo que plantaron flores nuevas el día de ayer y yo solo quería verlas, no creí que ellos pudiesen estar aquí
Takemasa solo apartó la mano con suavidad y le propinó un caso imperceptible golpe en la cabeza como castigo -Tonto…Sabes bien que ellos no entran a clases, me sorprende que aún no les expulsen por eso
-Ya ha pasado mucho tiempo desde que les conocí, me intriga el hecho de que no se hayan cansado ya de la misma cantaleta
-Creo que aun te faltan muchos tipos de personas que conocer Hiyori pero mientras tanto te presento a los anormales clase dos –Señaló con el dedo a los tres chicos que continuaban alejándose a lo largo del jardín
-Clase dos… ¿Dónde está la clase uno? –Preguntó apartando la mirada de esos tres
-Ya debería saberlo, se cansan luego de un tiempo –Respondió Takemasa luego de cruzar los brazos
-Ah esos, no sabía que les estuvieses poniendo nombre –Comentó luego de soltar una risa a lo que Takemasa solo le pudo responder con otro insignificante golpe en la cabeza y acto seguido el menor se llevó ambas manos a esa zona
-Vámonos antes de que esta conversación se siga haciendo más rara –Dijo Takemasa y se colocó detrás de Hiyori para empujarle por la espalda haciendo que caminase en dirección hacia donde él quería.
Esos dos no se habían separado desde el momento en el que se habían conocido, había sido el surgimiento de los mejores amigos cuando ambos se presentaron y como ya saben Takemasa en ese entonces era un niño para su suerte sin ningún complejo y sin problema alguno aceptó las ideas que Hiyori tenía después de todo primero no tenía por qué juzgarle y segundo él deseaba conocer a todo tipo de personas en ese mundo y luego de un tiempo Takemasa decidió convertirse en algo así como el guardián de su mejor amigo.
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-Entonces…Eres una niña –los niños estaban sentados en el césped de un parque cercano a la escuela y el pequeño que tenía la bufanda cubriéndole la nariz estaba lleno de preguntas al descubrir algo nuevo.
-Así es, ¿acaso no lo parezco? –Para su fortuna ese día a Hiyori se le había permitido llevar la ropa que tanto le gustaba, una blusa color rosa y una falda amarilla a cuadros
-Eh…claro que si pero el otro día te veías muy diferente ahora y es como ver a dos personas diferentes –Miró de reojo las rodillas descubiertas del pequeño rubio
-Es que a veces mis padres no me dejan vestirme así porque insisten en que no debo de hacerlo pero a mí me gusta, no sé porque me lo prohíben –Al terminar de hablar de volteó a ver a Takemasa y entonces solo pudo notar como se acercaba para levantarle la falda y poner su cabeza debajo de esta- ¡¿Ehhh?! ¡Takemasa!
-Tienes eso entre tus piernas…eso no lo tienen las niñas –Dijo bajo la falda, era natural que el menor se sorprendiera del acto del otro pero al escucharle decir aquello solo pudo reír. Nada podía competir contra la curiosidad de un niño
-Sí, lo tengo porque soy un niño-niña, recuerda que se equivocaron al ponerme en este cuerpo –Dicho esto le jaló de la ropa para que saliese de ahí y un inocente y encantador sonrojo apareció en las mejillas del pequeño rubio
-Aun no lo acabo de entender Hiyori –Recostándose en el pasto se quedó observando las nubes
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-Aun no lo acabo de entender –dijo el Takemasa con 17 años estando igualmente sobre el césped viendo el cielo mientras el menor le acariciaba su cabello una y otra vez
-Enserio no creo que sea tan difícil Takemasa, luego de tanto tiempo –Le comentó Hiyori a modo divertido con una pequeña sonrisa adornándole los labios
-no es complicado, por eso es raro que no lo entienda pero lo seguiré intentando –Sentía las suaves manos del joven acariandole una y otra vez, era esa clase de cosas lo que la gente llamaba los placeres simples de la vida.
Continuara...