Acá vamos otra vez. Estoy en el auto de mi madre, con ella al volante y yo sentado en el asiento trasero al lado de un montón de cajas, escuchando The Killers , mientras observo por la ventana que cada vez me voy alejando más y más de la ciudad en que vivía… Doncaster.
En los veinte años en que he vivido, mi vida ha girado en torno a mudarme en distintas ciudades cada dos años, e incluso menos. Por el trabajo de mi madre hemos tenido que viajar siempre.
Me gusta viajar, pero no me gusta la parte en que debo conocer gente nueva.
Cada vez que me he tenido que ir de alguna ciudad, y me debo despedir, recuerdo la frase de Peter Pan. “Nunca digas adiós, porque decir adiós significa irse lejos, e irse lejos significa olvidar.” Es una mierda decir adiós, pero me he tenido que acostumbrar. Trato de no tomar cariño a las personas que voy conociendo a lo largo de mi vida, porque sé que en algún instante les debo decir esa horrible palabra. ¿Lo peor de esto? Mi madre no entiende lo difícil que es empezar de nuevo, tener amistades nuevas, etcétera. Ella sólo llega a la ciudad, y se le hace todo fácil.
Y ahora tendremos una nueva parada, Holmes Chapel. El sólo pensar en que tengo una nueva universidad, con nuevos compañeros… Hace que se me revuelva el estómago de los nervios. Siempre he sido el típico chico que cuando no conoce a nadie, es horriblemente tímido… Aunque cuando me logran conocer, soy todo lo contrario. Soy Louis, el chico gracioso, el que se ríe y bromea todo el día, el que sueña con ser cantante. Por algo estoy estudiando música, ¿No?
Mientras pensaba y pensaba, sentí que me jalaron los audífonos fuertemente. Miré al frente, molesto por lo sucedido, y sólo encontré a la enojada de mi madre.
–Louis, ¡Te he hablado todo este tiempo! – Gritó frente mío, mientras yo le miraba con una cara de indiferencia increíble, haciendo que se enfureciera más. – ¿Podrías sacarte alguna vez esas cosas de los oídos?
–Ya me los quité… Mejor dicho, tú me los quitaste. ¿Qué quieres? –Levanté una ceja y esperé su respuesta, aburriéndome ya que no me contestó por unos segundos.
–Ya llegamos a la casa, Lou. –dijo calmadamente, para luego suspirar. –Puedes ir a conocer, mientras yo dejo las cajas en las habitaciones. –Guardé los audífonos con mi celular al instante en que me decía eso, abrí la puerta del automóvil y salí lo más pronto posible. A veces podía ser insoportable, pero aún así la quería.
Caminé unas cuadras y llegué a un parque. Habían juegos para los niños, bastantes árboles, y de ellos caían sus hojas amarillas y secas por culpa del otoño. Me senté en una banca que estaba en medio de dos árboles, y comencé a escuchar música, mientras observaba detalladamente todo el parque. El suelo, los arbustos, el pasto, las hojas mientras caían. Vi con más claridad, y divisé a un chico a lo lejos. Claramente eso no era parte del parque.
Era alto, demasiado alto. Podría jurar que tendría diecinueve años. Su cabello era una mezcla rara entre rizado y liso, pero más rizado, castaño oscuro. Vestía una camisa a cuadros azules y blancos, pantalones negros ajustados y unas converse blancas. Llevaba en su muñeca derecha pulseras negras, no tan llamativas, pero se hacían notar. Al parecer hablaba por teléfono.
¿Sería una buena idea ir a conversar con él? Digo… Para al menos conocer a alguna persona. A penas me lo propuse, comencé a caminar hacia donde se encontraba. En mi mente sólo se repetía la frase “Vamos Louis, pierde la vergüenza, piérdela.” Llegué al lado de él, y sentí su mirada sobre mí. Tenía los ojos verdes, y unas facciones que jamás había visto en alguien. ¿Era real?
– ¿Te conozco? –dijo el chico de ojos verdes, en un tono no muy amigable. Yo sólo me reí y lo miré.
–No, no me conoces. Por eso vine hasta acá, para hablar contigo. –El chico levantó una de sus cejas, mientras sonreía de lado. Debió creer que soy un completo idiota, o que soy un secuestrador.
–Esta bién. –suspiró. –Me llamo Harry, ¿Eres de por acá? No te había visto. –a veces soy muy detallista, y me suelo fijar en todo, hasta en la cosa más pequeña. El chico de ojos verdes, o mejor dicho… Harry, hablaba bastante lento, y tenía la voz grave. Mientras que yo hablo rápido, y tengo la voz un poco aguda. Bastantes diferencias, aparte de la estatura. Me sentía un duende al lado de él.
–No, llegué hoy. Me llamo Louis, un gusto.
–Un gusto, Lou. –Sonrió de lado, y me ofreció su mano para estrecharla con la mía.