— ¿Tardarás más tiempo? Llevas más de media hora decidiendo qué vas a usar… ¡Tsk! ¡Tardas más que una chica! —se quejaba el castaño con barba de candado, tumbado sombre la cama de su amigo.
— Deja de quejarte Tony… —decía el azabache, despojándose de una playera verde con un estampado negro y detalles dorados quedando desnudo de la parte superior de su cuerpo, mostrando su delgado, y sin embargo, bien marcado pecho— Nada de lo que tengo me gusta… —mascullaba frente al espejo, haciendo infantiles pucheros.
— ¡Joder Loki, con lo que sea te ves bien! —exclamó el de orbes cafés, posándose repentinamente detrás de su pálido amigo, abrazándolo de forma pícara con el afán de molestarlo; el azabache forcejeó unos segundos haciendo que su amigo riera pues pese a que estuviera en buena forma era imposible que lo venciera, lo soltó divertido y caminó hacia su armario— Bueno, te ayudaré a elegir tu ropa ya que tú tardas años —dijo con simpleza, abriendo las puertas del closet y buscando dentro de él.
No pasaron ni cinco minutos cuando el heredero de las fábricas Stark ya había elegido lo que su amigo usaría, tomó las prendas despreocupadamente y cerró el closet para dirigirse al azabache quien lo esperaba sentado sobre la orilla de su cama con los brazos cruzados sobre su desnudo pecho.
— Me importa un bledo si no te gusta, no pienso esperarte más —amenazó el castaño, entregándole la ropa al contrario.
— No me queda de otra… —refunfuñó el ojiverde y decidió vestirse sin chistar pues sabía que su amigo ya estaba desesperado y verlo irritado no era una cosa agradable, mucho menos para él y su falta de paciencia. El atuendo que portaba Loki consistía en una piel de cuero, su favorita, una playera verde lisa y unos jeans azul marino que le quedaban ajustados y resaltaban su bien formado cuerpo.
Una vez se hubo terminado de vestir, eligió unos zapatos negros de agujeta y se apresuró a alisar por última vez su largo cabello hacia atrás y ponerse algo de perfume, pues lo cierto es que aquel tenía una pequeña obsesión con ser meticuloso en su persona. Ambos muchachos salieron del departamento del azabache y bajaron por el ascensor para dirigirse hacia el estacionamiento donde se encontraba el flamante auto del castaño, un modesto Acura NSX de color vino. Subieron al auto y poco tardaron en salir de aquel lugar por la alocada y casi asesina forma de conducir de Stark, según el juicio de Loki.
— ¿A dónde iremos? —preguntó tranquilamente el azabache, mirándose a sí mismo por el espejo lateral, observando de reojo a unas chicas que iban en un Beetle negro.
— Hice una reservación en The Only… Pero como tardaste años en decidir si te veías bien o no frente al espejo, no sé si la reservación siga en pie —dijo sarcásticamente, volteando a ver a su amigo aprovechando que tenían la luz roja.
El azabache soltó un bufido y en un osado acto se acercó de forma peligrosa al castaño, simulando darle un beso a lo que el contrario se quedó estupefacto y éste a su vez carcajeó.
— Serás idiota, las chicas del Beetle se asustaron —se quejó el ojicafé al notar las obvias intenciones de molestarlo.
— Eso te ganas por ser irritante —dijo entre risas el azabache, acomodándose sobre su lugar de forma despreocupada y sin perder la elegancia— Ahora apresúrate Señor “Te tardas demasiado”, el verde ya se puso —musitó con cinismo y clara burla.
El castaño rió por lo alto y pisó de lleno el acelerador, saliendo disparados en su ardiente carro en dirección al norte; poco les demoró llegar a la pomposa discoteca que se encontraba sobre la avenida principal de la cuidad, se acercó hasta el “carrito” del Valet Paking donde uno de los trabajadores del establecimiento se acercó hasta ellos y esperó hasta que frenaran para abrirle la puerta al castaño.
— Buenas noches Señor Stark —saludó cordialmente el muchacho de tez pálida, cabello castaño y ojos azules, dándole espacio al dueño del auto para que bajara del mismo y a su vez, su acompañante también lo hiciera.
— ¿Qué hay Phil? —correspondió el saludo de manera superficial, entregándole las llaves del auto al chico— No lo dejes tan lejos, ya sabes… —le pidió y le hizo un ademán al azabache para que se marcharan.
— ¿Cuántas veces lo hicieron? —preguntó con naturalidad el ojiverde, sonriendo con complicidad, caminando al lado de su amigo con dejo elegante y fresco.
— ¿Bromeas? —bufó— Como si pudiera acostarme con alguien como él… —respondió.
— ¿Intentas engañar al famoso “Lengua de Plata”? —inquirió arqueando una ceja con una peculiar y pícara mueca, haciendo referencia a aquel apodo de sí mismo que usaban para nombrarlo en la universidad por diversos motivos.
— ¿Por qué carajo siempre lo sabes todo? —se quejó divertido, evidenciándose a sí mismo sin dar una respuesta certera.
— En realidad, lo delató su forma de mirarte… Daba asco, parecía que te fuera a coger en ese instante —dijo burlonamente el azabache, pasando una mano por su cabello de forma arrogante— Además, te conozco lo suficientemente bien como para no darme cuenta —concluyó, alzando los hombros y deteniéndose delante de la puerta del lugar, donde estaba el cadenero.
— ¿Tienen reservación? —preguntó el robusto hombre de barba y cabello pelirrojos.
— Vamos Volst, no te hagas el gracioso… Quiero beber ya unos tragos —dijo el joven millonario, dándole una buena propina al de seguridad, quien los dejó entrar sin decir más.
— ¿No que tenías reservación? —preguntó el azabache, mirando de reojo a la considerable fila que esperaba por entrar al glamuroso y cotizado lugar, que para su gusto no era nada del otro mundo.
— Es lo mismo, ¿No? El punto es entrar rápido —dijo con cinismo, buscando entre las personas a alguien, a quien pronto localizó y se acercó hasta él, abrazándolo por la cintura desde atrás, dejando “olvidado” a su acompañante, quien rodó los ojos y lo alcanzó.
— ¿Dónde carajo estabas? Pensé que me dejarías plantado y ni siquiera te tomarías la molestia de avisarme que no vendrías —se quejaba el rubio de ojos celeste que era abrazado desde atrás por el castaño.