— Fue culpa de la señorita… Se tardó años en elegir que usar —se excusó el de orbes cafés besando por el cuello al chico, haciendo que se estremeciera y gimiera por lo bajo en el acto.
El azabache le hizo una seña obscena con el dedo medio y enseguida le dirigió una sonrisa al rubio, quien le miraba avergonzado por aquella escenita.
— Tony me ha hablado de ti muchas veces —comentó el rubio de manera agradable, propiciándole un codazo al castaño lo suficientemente fuerte como para conseguir que lo soltara.
— A mí también me ha hablado de ti muchas cosas —dijo haciendo cierto énfasis en aquello, mismo que su amigo descifró y rió por ello; el azabache le tendió la diestra para estrecharla con la suya— Steve, ¿Cierto? —dijo amable, esperando a apretar las manos.
— ¡Encantado de conocerte! —exclamó el rubio sonriéndole y correspondiendo el saludo de manos— Es un placer conocer al famosísimo Loki —agregó sonriente.
— Ehehe, el placer es mío… Como sea—dijo, restándole importancia al asunto.
Era un chico atlético y bien parecido, sin embargo, para su gusto hablaba demasiado por lo que decidió darles su privacidad a la pareja y sentarse en uno de los sofás que tenía alrededor de aquella mesa, misma que se encontraba ni más ni menos que en la zona V.I.P
La noche trascurrió de forma amena, pues varios amigos de Steve se unieron a la reunión en aquella discoteca. Varias botellas ya vacías se encontraban sobre la mesa de centro, sin embargo, no eran ni la mitad de lo que necesitaban como para embriagarse pues ya tenían una grandiosa práctica en eso y no se emborrachaban tan fácilmente y por supuesto, tampoco lo hacían con licor barato.
— Te reto a que le hables a esa chica —le cuchicheó Loki a uno de los chicos que ahí estaba, a un tal Francis.
— ¿A la pelirroja? —preguntó, pues ya había más gente que cuando llegaron y no estaba seguro de si se refería a ella.
— Sí, a ella —aclaró, sonriéndole ladino a la chica desde lejos, quien obviamente los veía casi a hurtadillas.
— ¿Y qué gano yo? —replicó el castaño, poco interesado pese a que la chica fuera realmente guapa.
— Pagaré tu cuenta si la consigues ligar —ofreció, sonriendo traviesamente.
— ¡Ja! Bien, no te vayas a echar para atrás —decidió el castaño, parándose de su asiento con la copa en la mano, bajando las escaleritas que separaban la zona V.I.P de la normal para dirigirse hacia la radiante chica.
El azabache no le quitaba la vista de encima a la mujer, mientras se quitaba su chaqueta de piel pues el calor era bastante y le asqueaba sudar. El castaño de ojos verdes no tardó en llegar a donde la pelirroja y el azabache observaba desde lejos todo aquello, sonriendo pícaramente pues sabía en lo que terminaría todo aquello, pasados unos cuantos minutos el castaño volvió y miró de gana al de playera verde que lo veía quitado de la pena.
— ¿Y bien? —preguntó con cinismo, sonriendo ladino.
— Me pidió tu número y me dijo que quería conocerte a ti… —se quejó, dejándose caer a su lado de forma caprichosa y desganada.
El azabache estalló de risa retorciéndose sobre sí mismo, girando el rostro para dirigirle un giño a la pelirroja para después volver a mirar al contrario.
— ¿Lo habías planeado, cierto? —preguntó molesto, arqueando una ceja.
— Por supuesto, ella ha estado mirando hacia acá desde hace un buen rato y cuando tú ibas rumbo a ella aún no dejaba de mirar hacia acá —decía entre risas, pese a que existiera la posibilidad de que se equivocara y ella realmente por su amigo, él no se echaría atrás— Como sea… Hicimos un trato —reiteró sonriendo con dejo triunfal; el castaño suspiró y se encogió de hombros pues él tampoco se echaría atrás.
El azabache se incorporó de su asiento y alisó discretamente su playera, pasando también una mano por su brillante y oscura cabellera de forma agraciada y varonil, dispuesto a ir al lugar donde se encontraba la pelirroja para hacer plática con ella; sin embargo, en el camino un mastodonte de cabellera rubia que pasaba del hombro, jeans azules y playera blanca con un extraño y un tanto infantil estampado le había tirado una cuba encima, mojando por completo el pecho del azabache.
— ¡Maldito bastardo! —bramó furioso, pues detestaba completamente cuando eso le sucedía y perdía la pulcritud que tanto atesoraba.