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UN ROMANCE PARA KELLIN por suicidal teddy

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Notas del capitulo:

Disculpen, quedo muy largo :(

El segundo narrador es Chris

  ¿HAS VISTO UN LINDO GATITO?    

El chico lindi estaba sentado en una de las mesas más alejadas del escenario. Desde esa distancia, podía observar al cantante destacar en la puesta en escena; el resto de músicos, los amplificadores, el staff y el público se habían reunido allí por su causa. Lo rodeaban, cada uno ocupado en su gloriosa labor de acompañar a su voz, a  la melodía que surgía de su guitarra, que se dejaba seducir por sus ágiles dedos y se unía a sus palabras en una maravillosa canción.  

En su mentón, que reposaba sobre su puño, en su miraba, perdida en algún lugar del salón, percibí la tristeza, por poco inmensa, de quien asiste a un funeral. Porque los versos de amor que pronunciaba el artista, no se atrevían a responder los mensajes de texto de ese día; los cuatro que decían lo mismo en diferentes palabras, en un torpe intento de adivinar si todo marchaba bien.  

Conocía el hermetismo del artista; sabía de su poca paciencia para las reuniones en grupo,  los excesos de confianza y las explicaciones. Con todo, siempre respondía a sus mensajes, nunca tan tarde o temprano, con algunas palabras, un monosílabo o algo, lo que sea que indicara que todavía lo amaba. Porque a pesar de ser tan frío, al menos con él no lo era tanto. Se le iba la vida cada vez que sus labios esbozaban esa sonrisa de niño dulce, pues le sentaba perfecto y engañaba a cualquiera, sin querer, obviamente, ya que a su amado poco le interesaba agradar a la gente.  

El chico lindi nunca supo explicarse el motivo de los abrazos intensos que recibía, los besos que caían sobre sus labios, apasionados, a veces mordiéndolo, en las tardes infinitas de sus primeras semanas, en los pasillos, la banca de un parque, el pequeño sofá de su sala y, por su puesto, sus dormitorios. Era una verdadera suerte que una persona como él, con medio millón de amigos, excesos de confianza con cualquiera, y un saco de bromas tontas, pudiera despertar la atención del cantante y terminar en el mejor romance que haya vivido jamás.  

La canción terminó y sus miradas se entrelazaron en el aire. Entre mesas llenas de aplausos, los ojos del chico me contaron que el artista hubiera querido dejarlo varado en aquel salón, salir del lugar como un completo desconocido, con la esperanza de que por fin comprendiera que dos meses completos sin comunicarse, solo podía significar el desenlace.  

El chico lindi nunca lloraba. A diferencia de Christofer y Sean, no porque no sintiese o quisiese, sino porque entendía que las desgracias le ocurrían a todos y, pensándolo bien, nada pasaba de ser un vaso de agua, a veces grande, a veces pequeño, aunque el artista era diferente; lo amaba demasiado. Vaya ironía, era el causante de su desgracia.  

Era por eso que la pena entraba a hurtadillas a su corazón y se quedaba allí, hasta convertirse en una gran gota, un torrente de lágrimas que amenazaba con desbordarse en cualquier momento. Es que el artista se alejaba por expresar su amor de la manera más honesta que podía, por fracasar en su intento de comprenderlo todo y nunca saber nada. Sabía que la despedida sería penosa y que lloraría mucho, estaba seguro, lloraría más cuando su corazón roto se reflejara en el semblante impasible del cantante.  

Porque estaba allí, después de dos meses sin verlo, para que le dijera adiós.    

 

No pude evitar acercarme al escritorio de Craig durante la hora de refrigerio. Solo quería echar un vistazo, sin un propósito en específico, cuando me topé con un documento de word abierto en su laptop. Era un relato; lo leí repitiendo cada párrafo  para no perder un solo detalle. Por experiencia sabía que Craig no tenía reparos en narrar narrar sobre personas que conocía. Me pregunté si el chico lindi existía de verdad.  

-¿Qué dices? ¿Te gusta?- me dijo Craig con las manos en los bolsillos. El sarcasmo en su tono de era era evidente.

-Ah este - demonios, acababa de atraparme hurgando en sus cosas. ¿Por qué tenía que pasar vergüenzas como ésta? -. Te distraes en tu hora de trabajo - ataque.

-Veo que sigues teniendo esa mala costumbre. Tal vez hasta sigas comiendo cochinadas grasosas - comentó tranquilamente mientras tomaba asiento. Solo quería molestarme. Muy bien, lo logró.

-Estúpido, no sé de qué hablas.

-Pues entonces deja de tratarme como si te hubiera hecho algo. Quizá así pueda fingir yo también - comenzó a escribir sin prestarme mucha atención.  

No volvimos a dirigirnos la palabra durante el resto de la tarde. Sin embargo, esa historia me inquietaba ¿Había conocido a otra persona? ¿Era otro Christofer? Después de todo, no era mi asunto, las cosas de Craig ya no tenían que ver conmigo.  

Por la noche fui a casa de Sean; era su cumpleaños y había organizado una fiesta. Desde que había vuelto a la ciudad, hace ya casi un año, evité visitarlo. Seguía frecuentando a Christofer y prefería no recordar aquella etapa de mi vida. Aún así, Sean había insistido tanto, que no tuve otra opción que asistir...era casi imposible negarle algo.  

*****************************************************

Se detuvieron frente a la cerca; como dos cuervos, observaron el grupo de personas que conversaban en la entrada, que delataban el tumulto al interior de la casa.

Por su parte, estaba acostumbrado a las fiestas, pero Nathan…   Apretó sus dedos entre los suyos; sabía que detestaba esas cosas, que solo estaba allí por él. Tal vez se quedaría toda la noche apiñado en un rincón de la sala, acompañando su compañía. Probablemente no bebería ni hablaría mucho con nadie. Tampoco necesitaba hacerlo; había ido al cumpleaños del tarado de Sean por Ryan, porque, para hacerlo feliz, los dos pretendían que se agradaban y Ryan fingía que les creía.  

-Ese ser ha venido – comentó Nathan señalando con la mirada a un chico alto, de cabello castaño. Incluso desde esa distancia podía ver sus enormes ojos azules embelleciendo su rostro de delicadas facciones – Él es Alex.

-  ¿El sujeto de tu clase que tanto odias? – preguntó interesado. Alex llevaba una camisa azul, un saco negro muy elegante, pantalones pegados y zapatos brillantes…un verdadero jovencito europeo. Encontró algo parecido a una justificación para sus celos.  

-Es un insufrible. Tiene estampada en la cara esa felicidad innata y mediocre que exaspera. La vida debería ser justa; merece muchas cosas malas.  

-La vida es injusta, pequeño Nate – besó sus cabellos. Nathan emitió un sonido, casi inaudible, en señal de protesta - ¿Quién es el que está a su lado? – Alex conversaba con alguien tan alto como él, pero fornido. Irradiaba tanto dinamismo que lo hacía parecer reservado.  

-Ah, es su amigo. Estudia otra cosa, pero los he visto juntos varias veces. De seguro comparten cerebro o algo así. No me sorprendería – se encogió de hombros.  

-Entonces sí son amigos de Sean – concluyó con una sonrisa. Tomó la mano de Nathan y se adentraron en ese pequeño infierno que era la fiesta del cortito.  

Se instalaron lo más lejos que pudieron del centro de la sala. Nate se sumergió en la lectura de un libro electrónico que esos días lo distraía por las tardes, mientras que él se entretuvo observando a la gente, esperando una anécdota que captara su interés.  

Ryan se encontraba a unos metros, en la barra de la cocina. Sentado, al lado de Sean, acarició sus cabellos con ternura, besó sus labios brevemente, abrió los ojos al separase y dirigió su mirada al grupo de Alex por enésima vez. Era evidente, el cortito ya no era su adoración. ¿No era la vida una eterna ironía?  

-Qué manía tienen estos dos de desear a la misma persona – comentó esbozando una sonris; absurdo. Nathan seguía leyendo, ajeno a su alrededor.  

De repente se percató de la presencia de un joven no muy alto, con el cabello negro cayendo sobre sus hombros y unas pupilas verdes, familiares, que había visto en contadas ocasiones; era Kellin. Su semblante se endureció al recordar la tarde que encontró a Craig esperándolo como cada semana en un café del centro de la ciudad. Extrañaba a Kellin, lo había visto allí por última vez y creía tontamente, que tarde o temprano volvería, para perdonarlo, para comenzar otra vida juntos. Se lo dijo solo en una ocasión, porque después de su partida, Craig evitaba hablar de él. Era una herida latente, que se revelaba en sus silencios, en la luz apagada de su mirada y en sus palabras, cuya ironía habitual se había difuminado. Hasta que Kellin finalmente regresó y lo ignoró como a un perro. Entonces lo odió, aunque sabía que su olvido era justificado, lo odió porque estimaba a su amigo, y ese encuentro casi había lo destruido emocionalmente. Porque aquella tarde, Craig fue a su casa y le contó lo que había reprimido todo ese tiempo.  

-No sé qué esperaba, realmente – le había dicho alborotando sus cabellos rubios -. Kellin nunca me iba a perdonar. Lo arruiné.

-Aun así no merece tu espera. No es lo que buscas; el verdadero amor no genera sentimientos oscuros - y colocó la yema de su índice sobre la frente de Craig. 

  Sí, olvidaría a Kellin. Tuvo la certeza un domingo que lo halló en su casa, con los ojos brillantes y la sonrisa mordaz de siempre. "Ha ocurrido algo" concluyó al ver nuevamente la alegría en su semblante, esa que solía reemplazar a la seriedad de su frente cada vez que se concentraba y que, por más de dos años , había empañado su rostro.   

De repente,  lo veía después de mucho tiempo.  

- Volveré a escribir - le había dicho mientras miraba el humo del cigarro perderse en el aire -. Dame unas semanas; haré una historia significativa.

- ¿Escribirás para mí? - le preguntó encantado.

- Como la última vez, Chris - le sonrió -. De alguna u otra forma eres el destinatario de lo que narro.  

Un mes y medio después, recibió un correo electrónico, adjunto el primer relato y la terrible noticia de la aparición de Kellin ¿Por qué ahora?  ¿Era la vida tan perra para arruinarlo todo? Sintió la ira brotar de su corazón y extenderse por todo su ser.

  Tal vez fue eso que abandonó al pequeño Nate por un momento y apareció detrás de su víctima, susurrando un breve saludo. Kellin disimuló la sorpresa acomodándose en su silla.

  - ¿Por qué te asustas? - le sonrió -. Si tu y yo no nos conocemos ¿o sí? - Kellin permaneció en silencio, demasiado impresionado para responder. Qué fastidio -. Claro - prosiguió apoyando su espalda sobre la barra -. Si no recuerdas a Craig, tampoco me recuerdas a mí. 

- ¿Qué quieres? - estalló al fin -. Son mis cosas y si me da la gana digo que la luna es de queso y ¿qué? 

- La verdad es relativa, así que te concederé eso - le sonrío; vaya forma enojarse y decir estupideces en el camino -. ¿Qué quiero? Que no molestes a Craig.

- Eso júralo - sentenció decidido - No porque me lo pidas, yo no sé que te han visto esos dos.

- Debe ser algo que nunca tuviste - enseguida los labios de Kellin se deformaron en una mueca. Espectacular -. Bueno, te estoy pidiendo que no lo molestes ni positiva ni negativamente...de lo contrario...

- ¿Qué?  ¿Qué podrías hacer tú?

- No me incites a averiguarlo, suelo ser muy meticuloso en esas cosas. Digamos que hay otros planes para Craig y tu presencia es un verdadero estorbo - explicó amablemente.

- Ah...es ese chico ¿verdad? - refunfuño...el de la historia - masculló ante su silencio.

- Ah sí - respondió con sorpresa fingida. Pequeño Kellin. ¿Entonces no te interesa Craig? - Los cuentos, las novelas son ficción ¿Cuánto de lo que leíste sobre mí crees que haya sido real? ¿Lo sucesos, nuestros sentimientos? Eso ya no importa, ahora te mortifica lo que leíste esta tarde. Esas no son tus cosas, aunque te confesaré que tampoco estoy seguro, pero lo sabré antes que tú - una fragancia apareció en el aire a medida que algo se posaba sobre su hombro. Una mano. Tocó sus dedos con una sensación de familiaridad.  

Interesante. Kellin, Craig y él se miraron en silencio; el azar había elegido esa noche para reunirlos.  

 


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