Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

UN ROMANCE PARA KELLIN por suicidal teddy

[Reviews - 115]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Capitulo más extenso =)

P.D. La primera historia de Nathan ocurre meses antes de que Cris conozca a Pete.

Ambas historias son importantes para el desarrollo de la trama más adelante.

Gracias por llegar hasta aquí!

Apenas podía creer lo que estaba oyendo. Sí, imaginó que en algún momento ocurriría, pero no había querido aceptarlo. Ella, de todas las parejas de su hermano, era la única que se había tomado la molestia de conocerlo, y por eso le agradaba.

- Te esperaba solo para despedirme – sus ojos empapados de lágrimas lo miraban desolados. El rímel diluido se deslizaba sobre sus párpados. Se desesperó -. No creo que podamos vernos en mucho tiempo.

- Dijiste que estarías conmigo – su voz era fría e indiferente, como siempre.

- Lo sé, pero no puedo ver a Pete otra vez. Me ha hecho mucho daño ¿Entiendes?

Claro que sí, más que nadie en el mundo. En lo profundo de su alma, algo cayó como una gota de agua, extendiendo la humedad tan rápido, que se vio obligado a huir al segundo piso, para evitar desmoronarse delante de ella.

- ¡Nathan!- sollozó, pero ya era muy tarde; la había dejado sola al igual que su hermano. Para siempre.

Un ruido lo detuvo a mitad del pasillo. Provenía de la pequeña sala de estudio. El enojo se unió a la humedad que lo invadía.

- Hola – saludó Pete al notar su presencia en el marco de la puerta. Estaba sentado en el silloncito de cuero con un libro en las manos -. Creo que tienes una visita abajo – señaló en tono confidencial.

- ¿Por qué lo has hecho? – reclamó todavía sujetando la manija -. Ella era buena contigo – por fin  la humedad rodaba lentamente sobre sus mejillas.

- El amor es un espejismo, pequeño Nate; lo encuentras, está allí y de repente se va, se esfumó.

- No es una cosa – levantó la voz. Pete lo observó con los labios ligeramente separados.

- Veo que has tenido espejismos con ella – sentenció cerrando su libro.

- Claro que no – repuso ofendido. Ella era… -. No quieres a nadie. No te importan sus sentimientos. Ella era distinta.

- La querías. Bueno, le gustan los hombres y tú todavía eres un niño. Podrías intentarlo, por supuesto, aunque no creo que logres mucho.

Intentarlo. No sabía nada en absoluto. Cerró la puerta de golpe. Se marcharía; estaba harto de él, de su inconstancia, de la poca responsabilidad que tenía hacia él, su hermano menor, desde siempre, desde la muerte de su madre hace muchos años. Pronto cumpliría la mayoría de edad y podría cuidarse solo. Hasta entonces, volvería a la casa de su horrenda tía. Estaba decidido.

Recogió lo indispensable en una mochila; ropa, zapatos, artículos de aseo, materiales de estudio y su cámara fotográfica. Regresaría por el resto. No olvidó el estuche negro, a presión, que guardaba en la mesita de noche. Finalmente, dio un último vistazo a aquella casa y se fue para siempre.

Se alejó un par de cuadras con destino a la estación de bus; era tarde, pero aún tenía tiempo para alcanzar el último. Tropezó con el borde de la vereda y cayó de bruces, aplastado por el peso de su mochila. El estuche salió disparado, desperdigando su contenido.

Se incorporó rápidamente. Le dolía las rodillas y sus manos estaban cubiertas de  tierra. Maldita sea su suerte.

- Deberías prestar más atención cuando caminas – un chico alto, delgado, lo miraba divertido. Era la sonrisa más hermosa del mundo. Recogió el estuche encantado -. Lápices para ojos – comentó reuniendo su contenido -. Qué curioso.

- Son míos – explicó sin quitarle la vista de encima. No era tan mayor. Veinte o veintiún años.

- Ya lo sé – le entregó el objeto. Por un momento sus dedos tuvieron contacto. El roce de su piel recorrió su ser inmediatamente. Era un sentimiento nuevo y placentero -. Los niños como tú no debería andar solos a esta hora.

- Soy un chico – corrigió -.Puedo cuidarme solo.

El desconocido extendió su brazo hacia él y limpio una lágrima de su mejilla. Examinó sus manos por unos segundos.

- Claro que sí, pequeño – sentenció desordenando sus cabellos. Le sonrió por última vez y se alejó en dirección opuesta.

- ¿Cómo te llamas? – Demandó dándose media vuelta. Lo quería, lo deseaba para él.

- Christofer – respondió sin detenerse.

El nuevo sentimiento lo embargaba; por primera vez en su vida deseaba a alguien. Sería suyo, definitivamente. ¿Viviría cerca? Por supuesto que sí. Acomodó sus cosas y emprendió el camino de regreso a casa; el sacrificio valía la pena.

 *****************************************************

- ¿Exposición de fotografía, Cris? – repitió Pete confundido – Ah eso – agregó examinando la invitación -. Si, si – frunció el ceño -. Creo que llegó el otro día.

- Se expondrán los trabajos de Nathan – explicó recostándose sobre  el sofá. Un gato negro se sentó a su lado para variar. Extendió sus patas en busca de cariño. Lo ignoró.

- Magnífico. Creo que lo mejor que podemos hacer es felicitarlo.

- Deberíamos ir – aguzó la mirada; aquello era un espectáculo, uno más de los suyos.

- ¿Sabes? Nunca he tenido talento para los eventos sociales. Además estaremos ocupados con la novela que estoy escribiendo. Creo…que estoy un poco atrasado – confesó en susurro. Acarició sus cabellos enternecido -. Necesito tu aura para seducir a las palabras.

- ¿Estás seguro? – Era probable que no estuviera interesado en los estudios de Nathan, ni en sus sentimientos, ni en su existencia.

- Por supuesto.

Por supuesto había terminado en la galería, frente a una fotografía de la cual poco o nada entendía. Nunca dejaría de ser lo que realmente era; un juego de lápices acomodados sobre el piso de concreto. Algo familiar tenía ello, aunque no tenía idea de qué.

- Es magnífico – susurró una voz a su lado. El mismo perfume, la misma chica que había esperado a Nathan en la puerta de su casa el otro día.

- ¿De verdad? – examinó la imagen en blanco y negro una vez más.

- Obviamente. El ángulo, la luz, es perfecto.

- El amor que sientes por él, maravilloso – sonrió con ironía.

Su rostro se tiñó de rosa brillante. Era bonita, podía hacer algo al respecto. Tal vez así Nathan olvidaría la atracción que sentía por Pete.

- Te ayudaré – No fallaría a menos que no le atrajeran definitivamente las mujeres –. En diez minutos lo hallarás frente a la puerta posterior. Yo te recomendaría que lo besaras, así sea lo último que hagas – la chica asintió con inquietud.

Pequeño Nathan, moría por ver su expresión al ser besado por primera vez; los movimientos torpes e inexpertos contra el ímpetu de una adolescente apasionada. Digitó rápidamente un mesaje de texto concreto y preciso.

“He venido a verte. Espérame en la entrada posterior; estaré allí en un segundo. Cris”

“Qué sorpresa. Supongo que puedo ir”

Excelente, desde la comodidad de su auto podía observar la escena; Nathan de pie, cerca un enorme macetero, buscaba a su alrededor, desorientado. Reconoció su vehículo. Mierda, se dirigía hacia él. Felizmente la muchacha apareció y lo detuvo cogiéndolo del brazo.

Ella le hablaba alegremente a pesar de su indiferencia; era casi un monólogo, interrumpido por unos cuántos monosílabos que Nathan pronunciaba con la vista fija en el carro negro estacionado unos metros más allá. El amor, el amor, tan sublime y trágico. En su desesperación, la doncella se elevó sus zapatos de tacón, dispuesta a alcanzar su rostro, pero fue evadida cruelmente, abandonada en silencio, bajo el cielo romántico, repleto de estrellas tiritando.

- Fuiste tú – reclamó subiéndose a su auto -. La llamaste.

- Hacen una pareja muy tierna – sentenció con tranquilidad.

- Deja de entrometerte en mi vida – explotó -. Ocúpate de darle placer a mi hermano para que no te eche a la calle como a un indigente.

- Deberías reflexionar sobre ese extraño afecto que sientes por él – ah, que molesto podía ser ese niño.

Sus ojos se abrieron de par en par, visiblemente sorprendidos. Lo había atrapado.

- Crees que voy a entrometerme en eso que llamas relación. Tratas de deshacerte de mí. Estás muy confundido, Christofer – su ira había menguado. Dirigió su mirada al exterior, pensativo -. Pienso que eres un retorcido. Me gusta, pero te equivocas.

- Entonces no entiendo por qué te molesta tanto que esté con él.

- No entiendo por qué te gusta – explicó esbozando una sonrisa misteriosa -. Pete es un miserable egoísta. Solo piensa en él, no le importa tu felicidad. ¿Te hace sentir especial? No es más que un juego para é.

- ¿Eso te fastidia? – algo no encajaba por  completo.

- Eres un tonto. Estoy muy, muy enojado contigo. Como no puedes imaginar – sus ojos destellaban un fuego intenso -. ¿Sabes? Casi se echa a perder mi primer beso como una chica como ella.

- ¿De verdad lo habrías lamentado tanto?

- Claro que sí, pero creo que podría perdonarte si haces algo por mí – canturreó cándidamente.

- De acuerdo, es razonable – ¿Qué podría tramar un niño como él?

Nathan sonrió complacido.

- Déjame darte mi primer beso. No me mires así, me lo debes. Además solo tienes que cerrar los ojos. Yo haré el resto.

- Lo que me pides no tiene sentido – que pequeño tan…

- Es solo un beso, para mí significaría mucho. Además tú no eres un santo – insistió emocionado.

Todo aquello era un dolor de cabeza. Solo deseaba que acabara.

- ¿Prometes que luego te portarás bien conmigo? ¿Seremos amigos?

- Seré un niño muy bueno, te lo juro.

- Pues adelante – cerró los ojos antes de arrepentirse.

Al inicio fue un beso breve, menudo como la llovizna. Sus labios juntos fueron ganando tiempo y espacio al compás de su respiración. Tuvo la certeza de que no era la primera vez que besaba cuando introdujo la lengua en su boca.

- ¿De dónde has aprendido eso? – balbuceó apartándose un poco.

- De la tele – se recostó en su encima.

Descendió por su cuello cálidamente. No podía equivocarse; la  carga sexual era evidente. Un pequeño mordisco lo devolvió a la realidad.

- Es suficiente – se incorporó empujándolo con ambas manos.

- Esta bien – volvió a su sitio rápidamente- Vamos a casa. Ya me aburrí.

Despacio, recorrió aquella calles solitarias, amplias, pulcras. Igual al día en que, años atrás, llegó a esa gran ciudad de muchas y raras costumbres. Incomparable al pequeño poblado donde pasó su niñez, dulce e inocente. Tan distinto a Nathan y el caos que le producía su presencia.

Era mejor no hablar de eso.

 

Coloqué mi laptop sobre la mesita de apoyo completamente ofuscado ¿Quién diablos era Christofer? ¿Era real? La historia me interesaba más que antes, pero no era capaz de encontrar nada relevante; Craig no aparecía en ninguna parte del relato. ¿Y si lo hacía con otro nombre? ¿Podía…?

Un mensaje de texto me distrajo; despejé mi mente por un momento.

“Bolita, ¿Ya terminaste de leer?”

¿Por qué rayos me escribía si estaba en la casa? Levanté la mirada atormentado; lo hallé parado cerca a la puerta de la cocina.

- Deja de molestarme así – demandé histérico -. ¡Me sugestionas!

- ¿Te sugestiono dices?, pero es real – aplastó mi mejilla cariñosamente.

- Por tu culpa no voy a comer en tres días – reclamé dándole un manotazo -. ¿Estás contento ahora? Moriré de hambre y me llamaras palito.

- Kellin – se recostó encima de mí -. Para mí siempre serás una bolita, así seas un palito muerto.

- Déjame – grité inútilmente, sin embargo sucumbí a sus besos.

No podía negarlo. Me gustaba mucho.

- Shhh – resopló acariciando mi rostro. Quise acariciar su cabello rubio, pero me contuve.

¿Qué le sucedía? Desde que había vuelto de ver a ese tal Cris su actitud había cambiado por completo. Me abrazaba, me besaba, era un novio de verdad. ¿Era una farsa? Necesitaba evaluar mi situación. Tal vez ahora que iría fuera de la ciudad podría hacerlo. Tenía que trabajar, pero podría aprovechar para pensar un poco.

- Craig – acaricié su brazo con intención de contarle de mi partida. Tenía varias pulseras. Una de ellas me resultó familiar; era de hilo, tejida a mano, con una piedra tallada en el centro. Muy particular para ser una coincidencia -. ¿De dónde? – retiró su brazo y la escondió detrás de mi cintura -. Quiero ver – mascullé tirando de él. Era la misma -. Dijiste que no lo habías visto.

- ¿A quién? ¿De qué hablas? – besó mi frente intentando distraerme.

- Hablo de esto – señale la pulsera -. Es del chico que vino a buscarte. No te hagas al tonto – me miró inmóvil durante varios segundos.

- Lo arruinas todo, Kellin – se incorporó de mala gana.

- ¿Yo? Me mentiste ¿Y por qué? ¿Por qué no me quieres decir quién es él?

- No es nadie – contestó fastidiado.

- Claro que sí, te comportas raro. Exijo una explicación ahora mismo – grité.

- Basta, kellin. Estás siendo insoportable – se levantó para irse, pero lo atajé con mi pierna.

- No, no te irás sin decirme nada.

- Vete al diablo – se movió con fuerza, arrastrándome al suelo. No otra vez ¿Por qué era torpe conmigo?

Salió de la casa sin voltear a verme. Al instante, una extraña tristeza se instaló en mi pecho. Era la primera vez que me ocurría. De alguna forma Craig me estaba lastimando y no me gustaba ese sentimiento. Ni muerto lloraría por él. Esta vez no le dirigiría la palabra así me suplicara.

Las horas transcurrieron sin señales de Craig ¿Es que no pensaba volver a dormir? Por la mañana partiría temprano y todavía no le había avisado. Igual, que importaba. Parecía no preocuparse por mí. Que se pudra.

Llegué al aeropuerto con media hora de anticipación. Admitiré que salí temprano con la intención de no toparme con él. Era mejor evitarlo el mayor tiempo posible. Todavía soñoliento me senté en una banquita a disfrutar de unas donuts y un poco de café. Johan no tardaría en llegar; trabajaría con él durante los próximos días.

- Te dije que llegaríamos temprano, Ryan – dijo una voz varonil a mi lado -. ¡Yo quería seguir durmiendo! – En realidad era bastante joven; no pasaría de los dieciocho.

- Tendrás tiempo para dormir en el avión, Sean – habló su compañero mientras jalaba una enorme maleta negra.

- Tengo hambre. Ah, mira, donuts ¡Yo también quiero! – me señaló. Casi derramo el café de la impresión.

- ¿Vas a comer dulces tan temprano? No tienes límites.

Le lancé una mirada asesina antes de dar otro mordisco a mi desayuno. Imaginé a Craig llamándome bolita otra vez. Qué pesado. El chico pareció comprender mi gesto.

- Iré a conseguirte unas, Seany – soltó ligeramente avergonzado.

- Kellin, Kellin, llegaste temprano – Johan venía corriendo hacia mí -. Apúrate Joaquim – agregó en dirección a su novio -. ¿Dónde está Craig?

- Estoy trayendo tu equipaje – interrumpió Joaquim haciendo un ademán en dirección a un pobre joven que lo seguía arrastrando tres pesadas maletas -. Hola Kellin.

- ¿Dónde está? – insistió Johan buscando con sus grandes ojos celestes. Rayos.

- Hemos peleado. No quiero hablar de eso – mascullé.

- Que lindos, mi amor ¿Recuerdas cuando nos peleábamos y luego nos reconciliábamos? – abrazó a Joaquim del cuello.

- ¿De verdad? Recuerdo que peleabas conmigo y me reconciliaba  contigo – repuso con ironía -. Es más, hasta ahora es así.

- Idiota ¿Sabes qué? Mejor vámonos Kellin – intenté ocultar mi sonrisa -. Me vas a extrañar, ya verás – amenazó enojado.

- Es un hecho; me he convertido en un masoquista.

- Te detesto, maldito – resopló -. Tú, trae mis cosas – se dirigió al ayudante. Tomó mi mano y me llevó a la zona de embarque.

- Yo también te amo- escuché decir a Joaquim.

- A veces me arrepiento de estar con él – refunfuño al cabo de un rato. Siempre discutían por tonterías, pero se amaban mucho, desde niños -. ¿Y por qué te has peleado con Craig?

- Por una estupidez.

- Que raro que no te haya acompañado. Joaquim siempre está conmigo aunque se queje como un niño – parpadeó angelicalmente.

- Es que no sabe que me voy de viaje – excusé al instante. Craig era capaz de desentenderse de mí con facilidad.

- ¿Enserio? ¿Y lo vas a llamar para avisarle? O vas a esperar a que te llame primero.

- No le diré, tampoco le contestaré el teléfono – decidí repentinamente valiente y poderoso.

- Eres atrevido. La próxima vez haré eso con Joaquim para que aprenda – exclamó con su sonrisa principesca.

Sí, eso haría. No tendría noticias mías hasta mi regreso. Me pregunté cómo reaccionaría ¿Se preocuparía? ¿Se molestaría? ¿No le importaría? Al diablo con él.

 

 

 

Notas finales:

Cualquier duda o reclamo me avisan =)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).