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Aprendiendo a confíar por Neko uke chan

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–¡Rayos, Sumi-senpai! ¿Por qué siempre tienes esa actitud con Usagi-san? Me causas problemas con esos comentarios extraños y mal intencionados­– el chico le reprochaba a su superior su mala costumbre de decir, innecesariamente, cosas a la defensiva cuando se trataba de algún encuentro con su caprichoso tutor.

 

–Yo no lo digo de esa forma, si Usami-sensei lo mal interpreta no es mi culpa. No puedes hacerme responsable de su poca confianza en ti– sonrió enigmáticamente, como de costumbre y Misaki no supo que responder a eso.

 

Suspiró cansado, con el codo reposando en el apoya brazos y empezando a no soportar su propio humor. La cola les había retenido por completo desde hacía un buen rato y no habían logrado bajar del auto para dirigirse a la biblioteca pública, que se encontraba a sólo pocas calles.

 

Tomó aire de nuevo, y siguió con su argumento.

 

 –¡No es lo que digas, sino el cómo lo dices! y no es que él no confíe en mí específicamente, es que…–pensando que decir –…es desconfiado por naturaleza, es muy exagerado con eso– concluyó, restándole importancia al asunto por un rato.

 

Suspiraron nuevamente.

 

–¿Por qué hay tanto tráfico? Ya es más de mediodía y no nos hemos movido del mismo sitio– el menor estaba mirando con aburrimiento por la ventanilla, cambiando el rumbo de la conversación –Lo mismo me pregunto yo, esto está tardando demasiado para ser causado simplemente por tráfico lento, encenderé el noticiero de la radio– dicho esto, el conductor encendió el equipo reproductor del auto topándose con varias canciones y entrevistas al saltar de emisora en emisora hasta encontrar un reporte aéreo de la vialidad terrestre. 

 

 –…en la avenida Minato-ke, adyacente a la calle central del distrito comercial, entre lo que parece ser una masa de personas circundantes al área cerrada por las autoridades tras el choque lateral de dos autos pequeños, un Chery Eastar negro y un Toyota Camry del mismo color; se percibe un importante retraso en las vías secundarias contiguas a la estación subterránea Shibuya y parte importante de los alrededores de la Biblioteca Pública y…

 

             El reportero narraba concretamente. Con un acuerdo silencioso Misaki y Keiichi no pronunciaron palabra, subiendo considerablemente el volumen del aparato para apreciar mejor la voz del informante sobre el rumor de las aspas del helicóptero y el incesante repique de  los cláxones de conductores estresados.

 

 –…se pide a los conductores, tanto de transporte colectivo como particular, evitar en la medida de lo posible tomar las vías centrales de la ciudad. Se recomienda, especialmente, buscar avenidas alternas como Shinjuku o Marimo, a las zonas fuertemente congestionadas como lo son los accesos laterales a la Universidad Mitsuhashi y algunas de las salidas de las estaciones subterráneas al este y oeste del distrito de ventas de Akibahara. Si aún no han cruzado el elevado antes del distribuidor de la autopista estatal, pueden optar por las ramificaciones sureste o noroeste al final de la misma para evadir el fuerte embotellamiento así como…

 

 –Ya escuché suficiente

 

 Sentenció amargado, como si el mando del equipo de sonido tuviese parte de la responsabilidad, el senpai de Misaki arremetió molesto contra el botón de apagado, silenciando al instante el noticiero –Es obvio que no llegaremos inmediatamente a la biblioteca y ni siquiera puedo salir de aquí para regresar– dio por explicación a su ceño fruncido.

 

 –¡Justamente hoy tenía que colapsar Tokyo, reprobaré comercio III si no entrego ese ensayo! – una mezcla entre preocupación y frustración salió en un impulsivo arranque de cabellos castaños y revuelta en su cabeza.

 

–Puedes pedir a Usami-sensei  que te ayude con eso, es tu tutor después de todo– apuntó, algo irónico.

 

–¡Definitivamente no! No voy a permitir que me pida cosas irracionales a cambio de su tutoría– un escalofrío recorrió su espalda y su rostro se tornó azul No quiero ni imaginar las cosas horribles y absurdas que me pedirá a cambio de salvarme el pellejo…tal vez que sirva de inspiración voluntaria para sus pervertidas novelas, o que no me queje bajo ningún concepto de que me lleve y me busque a todos lados en su pomposo deportivo, inclusive que no hable con nadie que él no conozca o peor…

 

¡Caeré en una dictadura absolutista ahhh!

 

 –¡NUNCA! – gritó, golpeándose contra el techo del auto de un salto desesperado.

 

 –Oye, Misaki-kun, cuidado que me abollas el techo– avisó el dueño del auto, recostándose del volante tras apagar el motor. Bajó las ventanas para permitir la entrada de aire.

 

 –Lo siento– sobándose el chichón que empezada a doler bastante –Hablando de Usagi-san, creo que debería llamarle para que no se preocupe demasiado– susurró para sí, buscando su celular en los bolsillos delanteros de su chaqueta, mirando la larga fila que no se movía frente a ellos. Al encontrar el aparato móvil se percató que el dichoso teléfono estaba apagado. Todo parecía indicar que las dos barras de batería que tenía en la mañana no alcanzaron a cubrir toda la tarde como él esperaba.

 

–Estoy sin batería– se lamentó tras abrir la tapa, esperando algún milagro de los electrodos. Para su sorpresa, el aparato cobró vida momentáneamente alertando en rojo que no duraría mucho para contarlo. Observando la pantalla, Misaki vio el símbolo intermitente del registro reciente, encontrándose con tres llamadas perdidas por parte de Usagi-san.

 

  –Rayos, Usagi-san no ha dejado de llamarme desde hace rato y no atendí ninguna de ellas, de seguro estará preocupado– chasqueó la lengua, el calor del mediodía y el estar estancado bajo el sol en un disturbado tráfico empezaban a eliminar su amplia paciencia. Un leve dolor de cabeza le hacía hincapié para preparase a recibir los estresantes e infantiles reproches que le daría su casero. Después de todo, Akihiko era especialmente intolerable cuando de su joven amante se trataba.

 

          Revisó rápidamente los intervalos de llamadas: muy seguidos y constantes como para buscar simplemente una conversación más de las diarias. Misaki empezaba a pensar que algo ocurría.    

 

–Sumi-senpai ¿podrías prestarme tu célular, por favor? – Antes de recibir respuesta verbal, el aludido le tendió su móvil en mano –Mejor llámalo de una vez, antes que se estrese demasiado

 

–Gracias– marcó rápidamente el número y se colocó el auricular contra la oreja.

 

 Atiende Usagi idiota… ¡atiende!  Fruncía el entrecejo, como si pudiera recibir más rápidamente una respuesta con ello. Al tercer timbre escuchó una voz  cercana al otro lado de la línea.

 

¿Quién habla?

 

Eh ¿Usagi-san? Soy Mis-

 

¡Misaki! ¡¿Dónde caraj…– el chico escuchó la voz de Akihiko demasiado cerca y luego la llamada murió en un resoplo.

 

 –¡MISAKI!– él estaba allí, de pie en la acera justo al lado del carro donde se encontraban los dos chicos universitarios.

 

 –¡Usagi-san! ¿Qué haces aquí? – interrogó preocupado, al verlo con su vestimenta formal de trabajo tan lejos de la oficina y solo, dejó el teléfono prestado en el tablero de la máquina.

 

–¡Bájate de allí ahora mismo! – como sí el mayor ignorase la inquietud del otro por su inusual comportamiento, agarró bruscamente, a través de la ventana abierta, el brazo del  aludido, forcejeando para que saliera del auto. Takahashi logró quitar el seguro de la puerta y en segundos había bajado  con sus pertenencias al hombro.

 

–¡¿Qué diablos tienes en la cabeza?!

 

Keiichi simplemente veía atónito como Usami-sensei le ignoraba y, literalmente, se llevaba a rastras a su compañero pese a las quejas de éste. 

 

 

Notas finales:

 No tengo ni la menor idea de la veracidad ni la cercanía geográfica que puedan tener las calles y avenidas aquí mencionadas, pero para fines de la historia carecen de relevancia real. Para darse una idea más visual de la apariencia de los autos, les recomiendo buscar los modelos automovilísticos en internet (así hice yo).

 

Gracias por leer mis chiquillos, y si comentan los amaré más :3 ¡Galletas para todos por esperar! nos vemos el próximo lunes~


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