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Y todo se quedó oscuro por Fenix de chocolate

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Sobre el húmedo pasto y bajo la austera luz de la blanca luna, que me quemaba con su luz iluminando involuntariamente mi dulce y eterno pecado. No importaba cuantas veces yo lo viera con otras. Eso siempre carcomía mi pobre alma, llevándola al peor de los infiernos y todo eso porque mi amor es prohibido.

¿Por qué tuve de enamorarme de él? Me pregunté un sinfín de veces. Sin conseguir que mi pobre y desgastada mente respondiera coherentemente. Pero así es el amor, muchos lo dicen. Un gran revolcón de emociones placenteras y dolorosas. Casi como el sexo. Pero muchos me dijeron, que hacer el amor con la persona amada, es algo mucho más que placentero, es algo casi trascendental.

Un sinfín de veces me imagine hacerlo con él. Hacer el amor con él, ultrapasando todas las barreras que se interponen entre nosotros. O más entre él y yo. Imaginarlo sobre mi cuerpo, o debajo de  él, estar entre sus brazos y sentirlo dentro de mí.

Pero como un bálsamo cura heridas, aquí estoy yo. Acariciándome bajo la luz de la luna, pensando en él. Quien probablemente estaría con otra. Aunque prefiero pensar que esta solo en su habitación, pensando en mí, haciendo lo mismo que yo hago a mí mismo y al hacer entrega (ambiguo) sus gemidos y pensamientos a mi persona. Como yo lo hago, en esta deliciosa noche cuyos tonos negros del cielo, iluminados por la bella luz del astro lunar, se mezclaban con las tonalidades naranjas que tanto encanta al dueño de mis sueños.

Y así, con una mezcla de deseos impuros con el dulce y adictivo placer del orgasmo que exploto en mi interior, vi como el sol y su caliente y reconfortante luz, salía iluminando el lugar y a mí mismo, por eso tuve que recuperarme rápidamente de los espasmos que corrían en mi cuerpo, para de seguida vestirme y volver a casa, saltando sobre los tejados de las casas, dejando atrás aquel campo de entrenamiento.

En el camino, no conseguí contener el impulso de pasar por su casa. Necesitaba verlo. Mismo que él estuviera con otra. Y así fue, él se encontraba acostado en su cama, dentro de su apartamento, con una chica a cada costado de su cuerpo. Sentí como mi corazón se partía. Me dolió tanto. Y de repente sentí la necesidad de respirar, ni siquiera había notando que había contenido la respiración al ver aquella imagen tan devastadora para mi corazón. Le di la espalda y estaba pronto por  irme, pero no lo conseguía. Apreté los puños hasta hacerlos sangrar. Quería matarlas, por tocarlo. Algo  que solo yo debía hacerlo. Él era mío. Él tenía que ser mío. Repetía  una y otra vez en mi cabeza, sintiendo como mis ganas de matarlas aumentaban. Pero todo quedo en silencio, cuando lo oí. Él me llamó, con aquella caliente voz que hacía que mi piel se volviera de gallina, y yo me voltee asustado. Para encontrarlo en la misma posición de hace un rato y aun dormido, con aquellos pedazos de cielo suavemente cerrados.

¿Estaría soñando conmigo?  Pensé. Y con ese pensamiento llegué al cielo. Me acerque a él lentamente para no despertarlo. Puede que él sea el ninja más fuerte de la aldea. Pero no por eso deja de dormir como una roca.

Que mierdas digo. Él nunca podrá oírme o sentirme. Ya pasaron 4 años, desde que me morí. Vivo preso en este mundo por un monte de deseos que deje sin concretizar. Pero el único que deseo realmente concretizar, es el sueño de ser feliz con él. Aunque fuera solo por un rato.

Aparte a una de las chicas, que se encontraba con la cabeza acostaba sobre el corazón que debía ser mío y pose mi cabeza allí. Respirando su aroma, dejándome llevar por los sonidos de su corazón que entraban en mi oído. Resonando firmemente en mi miente, haciéndome sentir nuevamente vivo.

Pase mi mano por su torso, sintiendo su piel arder bajo la mía. Haciéndome desear ahogarme en la llamas de pasión de aquel inferno delirante que es el pecado. Que ahora, no pasaba de un mar calmo, donde las ondas eran la respiración lenta y pausada del único ser que me haría arder de deseo en su infierno, eso porque mi dios se encontraba dormido y todo se encontraba calmado.

Al menos lo estuvo por un rato, hasta que oí como ellas se levantaban, vestían y se iban dejándome con mi rubio y yo suspire aliviado y feliz, apretándome contra mi rubio, sintiendo como el colocaba una mano sobre mí.

¡ESPERA!

El puso una de sus grandes y rudas manos sobre mí. Apretándome aun más contra su cuerpo. Arrugando la tela de mi ramera, pujándola para después acariciar mi piel con venencia. Haciéndome estremecer por completo. Al mismo tiempo que se volteaba a un lado, quedando acostado de lado con su rostro pegado al mío, abrazándome y llamándome nuevamente. Haciendo que mi pobre corazón reventara de felicidad. Cosa que me hiso llorar, apretándome contra él, respirando su aroma, acariciando la piel de su desnuda espalda, susurrando su nombre, en el vano intente que el supiera que yo estaba allí, con él. Sintiendo su respiración chocar contra mi rostro, sus manos rosando mi piel y sintiendo como el deseo de devorar aquellos carnosos labios me devoraba.

¿Tan malo sería si yo lo besara? Me pregunté acariciando su rostro, apartando uno de sus rebeldes mechones dorados, tratando inútilmente de encontrar un motivo para no besar aquella boca. Pero no lo encontré.

Mordí mi labio inferior, acercando mi boca a la suya, muy lentamente, pensando que no habría problema. Después de todo yo estaba muerto, no era como si él fuera despertar al sentir mis labios sobre los suyos, después de todo yo no pasó de un espíritu. Pero estaba completamente errado. No solo puede sentir aquellos pecaminosos labios bajo los míos. Como aun sentí como él me correspondía con deseo, aferrándose aun más a mi cuerpo, que por cierto debía ser inexistente. Para después acostarme bajo su cuerpo, colocándose entre mis piernas.

Gemí contra sus labios, cuando él restregó su desnudo cuerpo contra mí, al mismo tiempo que se deshacía de mi ropa, penetrando mi boca con su lengua. Dios, mi mente se quebró y mis ojos se nublaron de placer. Al mismo tiempo que yo me aferraba fuertemente a su cuello, en el vano intento de no de ser llevado en por la onda de placer ardiente que me hundía en aquel intenso y caliente huracán de emociones.

Cuando dejó mis labios, unos buenos minutos después, rasgó mi ramera con sus manos y bajó mis pantalones y bóxers. Dejándome completamente desnudo. Desprotegido ante su mirada, que me devoraba como una bestia a su presa. Y lo peor fue cuando aquellos pedazos de cielo embrujadores se posaron sobre mis ojos, devorando mi voluntad.

“Eres mío”, susurró acostándose sobre mí, aplastándome con montes de deseos. Ahogándome en felicidad y en gemidos que atoraban mi pobre y jadeante boca, que deseaba fundirse en la suya, que su cuerpo invadiera el mío llenándome de su ser.

Mis manos deslizar por su espalda, memorizando la muralla de músculos que la constituían. Deseando que apretarlo más. Deseando que él se fundiera conmigo. Que nos tornáramos en único ser.

Él lamió mis lágrimas. Ni siquiera había notado que había empezado a llorar. Lagrimas que me que eran la felicidad que brotaba de mis ojos, mojando mi rostro, lavándolo de las marcas que la tristeza y el tiempo dejaron en mi, envejeciéndome. Pero al parecer mí demarcado rostro no le afectaban en lo más mínimo, mientras devoraba mi cuello, susurrando cosas sucias. Al mismo tiempo que paseaba sus arparas manos por mis mulsos apretándolos con deseo.

“Nunca me había sentido tan bien”, confesó, en mi oído, frutándose (frotándose) contra mí, abriendo mis nalgas, penetrándome con uno de sus dedos. Haciendo que todo mi cuerpo se tensara y arqueara, acercándose aun más con su cuerpo.

Lo llamé por su nombre, enterrando mis dedos en sus hombros, mirándolo intensamente. Deseando que aquellos ojos me consuman, como siempre lo hicieron. Llevándome al paraíso y quedándose ahí conmigo.

Sus labios se posaron sobre los míos, llevándome nuevamente al paraíso. Al mismo tiempo que me llenaba con dos más de sus dedos, golpeando mi punto, haciéndome estremecer de pies a cabeza lleno de placer y deseo de más. Pues sabía que aquello no era todo y por mucho placer que aquellas manos en mi torso, aquella boca sobre la mía y aquellos dedos en mi interior, estos dos darían paso a un placer mucho mayor.

Nuestro beso terminó y él sacó sus largos dedos de mi interior. Mirándome fijamente, cazando mi alma con sus ojos. Mi respiración se calmó. Mi cuerpo se relajó. Y yo me concentré en aquello  pedazos de cielo que se clavaban en mi miente anestesiándome.

Pero todo se quedo de cabeza al suelo, cuando lo sentí penetrarme. Mi corazón dio un vuelco y mi cuerpo se quedo tan tenso como una roca, sin contar que me aferré de tal forma a su espalda que lo hice sangrar. Pero al parecer aquello lo excitó aun más. Ya que el aulló como una bestia contra mi oído.

Aunque mi mundo se vino completamente abajo cuando oí aquellas palabras. Aquellas palabras que daban sentido a mi vida. “Te amo…”. Dios sentí como todo ganaba sentido perdiéndose en aquellos ojos, en aquella piel, en aquella boca. La cual asalte con la mía, moviéndome con él. Llegando al topo del placer con él. Gritando su nombre, al mismo tiempo que el gritaba el mío con su voz embebida de placer.

Él se acostó, boca arriba, a mi lado. Mirando al techo, respirando pesadamente, con gotas de sudor deslizando por su cuerpo.

Lo llamé quietecito, haciendo que sus ojos se posaron sobre mí.

“¿Que se pasa?” preguntó, pero antes que yo pudiera decir algo más una nube pasó sobre mi cabeza y todo se quedó oscuro.


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