Se encontraba sentado mirando hacia aquel lago. La luna se mostraba más resplandeciente y redonda que nunca. Se recargo en el árbol a su espalda. Sus cabellos azabaches, bailaban al ritmo que les imponía el viento. Su blanca piel, se estremecía al sentir el frio aire de la noche. Sus ojos negros, fueron escondidos tras sus parpados mientras suspiraba –“¿Qué me pasa?”- se sentía inquieto y confundido –“¿Por qué no puedo dejar de pensar en ti?”- el viento soplo aun mas fuerte botando las hojas de los arboles a su alrededor.
Estaba tan sumergido en sus pensamientos, que no noto que alguien se acercaba a él –Te vas a resfriar si te quedas hay Tanuma-
Abrió los ojos rápidamente a oír aquella conocida voz –Natsume…- frente a él, se encontraba aquel chico. Su castaño cabello se movía por causa del viento. Su piel se veía aun más blanca por la luz de la luna. Sus ojos de color café claro eran tan profundos, que lo absorbían por completo -¡Achis!- el ojinegro se sobaba los brazos tratando de darse un poco de calor.
El castaño suspiro –Ves, te deberías poner un abrigo-
-Es que se me paso la hora- le sonrió.
-Tu casa está un poco lejos de aquí…- le extendió la mano para ayudarlo a levarse -¿Quieres pasar la noche en la mía?-
-¿No se molestara tu familia?- comenzaron a caminar.
-No lo harán- le mostro una de sus tiernas sonrisas –Siempre me están preguntando que cuando traeré a dormir a algún amigo y esas cosas- los dos rieron.
Llegaron a la casa y pasaron sacándose los zapatos. Fueron al comedor, habían bastantes platos con comida tapados con plástico y encima de ellos, una hoja de papel que decía: Tuvimos que ir a la casa de unos amigos en otra ciudad. Deje la cena en la mesa y el almuerzo en el refrigerador. Llegaremos mañana en la tarde así que, no te preocupes. Te contare los detalles cuando volvamos. Touko.
-Tal vez paso algún accidente- decía mientras quitaba el plástico –Pero decía que no me preocupara, así que, mejor comamos- se sentaron a la mesa.
Después de un rato terminaron de comer -¿Me prestas el teléfono para llamar a mi padre y decirle que me quedare aquí?-
-Claro- le mostro donde estaba el teléfono y el azabache llamó. Después de la llamada, le ofreció el baño y ropa para dormir. Estaba secándose el cabello en el cuarto del ojicafe esperando a que terminara de bañarse. Cuando entro a la habitación se sentó y el ojinegro le paso el secador que ya había terminado de usar. Lo prendió -¿Puedo preguntarte algo?-
-Por supuesto-
-¿En quién pensabas hace un rato?- pregunto mientras apagaba el secador.
-¿Cómo sabes que pensaba en alguien?- dijo un poco sorprendido.
-La verdad, el paisaje hacía suponer eso- el azabache suspiro -¿Te gusta alguien?-
-¿Dónde está Ponta? No lo he visto-
-¿Nyanko-sensei? Se fue a beber al bosque con los demás yokai. Creo que hoy tenían una fiesta-
El ojinegro sonrió –Sí… hay alguien que me gusta pero…- miro a la ventana que tapaban las cortinas -… no soy correspondido-
El castaño se acerco sentándose a su lado -¿Cómo es?-
El azabache cerró los ojos y levanto el rostro –Tan hermoso que no puedo dejar de mirle-
-¿Ya le dijiste tus sentimientos?-
-No-
-Entonces ¿Cómo sabes que no eres correspondido?-
-No quiero que alguien tan bello y amable se aleje de mi- abrió sus ojos para mirarlo directamente –No quiero que me odie-
-Si es una persona tan amable, jamás odiaría que alguien como tú se enamore de ella- dijo un poco molesto.
-¿Crees que sería buena idea decirle lo que siento?-
-Sí, lo creo-
-Te quiero- abrió enormemente los ojos.
-¿Que?-
-Estoy enamorado de ti, Natsume- se ruborizo violentamente al oír aquella frase.
En un movimiento rápido, el azabache redujo la distancia que los separaba y atrapo sus labios en un tierno, pero profundo beso. El ojicafe salió del asombro y sintió aquellos suaves labios sobre los suyos. Cerró los ojos disfrutándolo.
Poco a poco se fueron recostando sobre el tatami quedando e mas alto sobre el otro. Terminaron el beso y sus miradas se cruzaron. No necesitaron más palabras. La pasión, el calor y el placer, se mesclaban entre gemidos que llenaban la habitación. Aquel deseo que habían guardado en su interior, se notaba en cada mirada. En aquella noche de locura, las caricias y los besos, eran el lenguaje perfecto.
La mañana los descubrió abrazados. Ambos dormidos, uno con su cabeza sobre aquel pecho que subía y bajaba calmadamente, y el otro, con la suya sobre la almohada. El primero en despertar, fue el ojinegro. Abrió lentamente los ojos y noto el peso sobre él. Miro al otro que aun dormía –“Esto no fue un sueño”- sonrió y acaricio su suave cabello –“Que alegría”-
El castaño despertó. Pestaño repetidas veces para acostumbrarse a la luz. Sentía como lo acariciaban, levanto un poco el rostro para mira. Al ver la sonrisa de su acompañante, el rubor tiño sus mejillas y se sentó de golpe, aquel movimiento brusco, le causo un poco de dolor –Duele…- se sobo la espalda baja.
-Lo siento- se sentó para quedar a la misma altura –Fue mi culpa-
-No… no importa-
El azabache le tomo la barbilla para besarlo. Fue un beso simple pero, lleno de sentimientos. Se separaron –Buenos días- volvió a sonreír.
-Bu… buenos días- respondió aun avergonzado.
-Quiero saber algo-
-¿Que?- se miraron directo a los ojos.
-Te quiero- le tomo las manos -¿Y tú?-
Desvió la mirada nervioso –Yo… yo también te quiero… ¿No fue obvio?- el ojinegro lo abrazo y el otro correspondió el abrazo.
-Desde hoy ¿Serás mi amante?-
El castaño cerró los ojos mientras sonreía y apretaba un poco más el abrazo –Sí, es lo que más deseo- se volvieron a besar.
Fin