EL ES MI PADRE.
-Mi nombre es Tsunayoshi di Vongola, tengo 16 años y vivo en Italia, mi madre murió cuando yo nací ella era japonesa, Nana di Vongola, mi padre es italiano por ello desde la muerte de mi madre vivimos aquí, él es un gran hombre le admiro y respeto, su nombre Reborn di Vongola el mejor Hitman del mundo, él me enseño absolutamente todo lo que se, desde que cumplí 5 años me enseño artes marciales y a manejar cualquier tipo de arma y vehículo, cuando cumplí 8 años cometí mi primer asesinato.
-La primera vez que vi a mi padre quitarle la vida a una persona tenía 5 años y fue increíble, sus ojos afilados, oscuros como un abismo sin fin resplandecían con la luz de la luna, sin mostrar ninguna emoción, solo un certero disparo en medio de los ojos, ese día decidí tomar a mi padre como un ejemplo a seguir, él me entreno y me guio, cuando le quite la vida a una persona una sensación de adrenalina invadió mi ser, y la admiración asía mi padre creció, cuando cumplí 13 años, ya me había convertido en uno de los mejores Hitman, claro me sería imposible compararme a él, pero al menos soy digno de ser llamado su hijo, en el bajo mundo todos le temen y respetan, su palabra es ley, nadie le contradice ni siquiera yo.
-Cuando iniciaba a moverme solo en el bajo mundo con apenas 6 años, muchos quisieron hacerme daño, mala idea, porque mi padre se encargó de dejarles muy en claro que nadie se mete con el hijo de Reborn. Él es un buen padre y maestro, jamás pise una escuela porque él se encargó de mi educación, me enseño desde lo más básico hasta lo más complejo incluso otros idiomas, me consentía en todo, cualquier capricho me cumplía, pero también era y sigue siendo extremadamente sobreprotector, todos saben que no se me deben de acercar a menos de un metro y mucho menos mirarme a los ojos, me dice que es por mi bien ya que soy poseedor de un don maravilloso pero que yo desconozco, además que por mi físico soy como miel para las abejas, atraigo demasiado a los hombres e incluso a mujeres pero mi padre se encarga de alejarlos de mí.
-Le amo mucho, gracias a él mi vida es perfecta, ahora que tengo 16 años soy un poco más libre pero aun así no le gusta que ande solo muy tarde, se enoja y no me gusta eso, te cuento todo esto porque vas a morir,-caminaba de un lado a otro un joven castaño no muy alto sus hermosos y grandes ojos miel brillaban a la luz de la luna asiendo que su belleza resplandeciera, su piel blanca y tersa, portaba un traje negro con corbata del mismo color y una fedora igual que afilaba su mirada, se detenía y apuntaba una pistola a la cabeza de un individuo que se encontraba arrodillado enfrente de él.
-no..no..yo..no..fue…mi intención..perdóneme.-suplicaba aquel ente.
-hm, sabes tú error fue haber cruzado el límite que estableció mi padre y haberte mofado de él, sayonara.-boom, se escuchó el disparo del arma cayendo en un charco de sangre el cuerpo inerte del sujeto que estaba enfrente del castaño, quien solo oculto su mirada bajo su fedora y se desvaneció entre la oscuridad de la noche.
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Entraba en una hermosa residencia estilo colonial un hermoso castaño, sigilosamente, cuidando sus pisadas para que no se escucharan lo único que no quería era despertar a su padre, entraba en la casa dirigiéndose así a las escaleras, cuando el ruido de una taza chocando con el plato lo hizo estremecerse.
-Caos, Dame-Tsuna, ¿sabes qué hora es?-decía una voz gruesa, varonil, madura, seductora, proveniente de la sala, el castaño regreso unos pasos y observo la chimea encendida, y un sillón enfrente de esta siendo la fuente de la voz.
-pa-pa.-contestaba temeroso el castaño.
-dime ¿no dejaste ninguna huella?-le interrogaba tomando de nuevo su taza de café.
-claro, limpie todo rastro que me incriminara.-le respondió el menor, mientras observaba como el mayor depositaba de nuevo su taza en la mesita junto a su sillón y se levantaba de este, dejando ver su esbelta figura, ocultando su mirada bajo su fedora, con su típico traje Armani que lo hacía ver imponente y muy sexy
--tengo algo importante que decirte, sígueme.-le ordenaba el azabache caminando en dirección de despacho, una vez entraron él tomo asiento detrás del gran escritorio de madera de cedro, mientras el menor se sentaba enfrente de este.
-¿Qué paso, sucedió algo malo?-le cuestionaba el menor pues era raro ver al Hitman con esa actitud.
-no, solo, que nos vamos mañana a Namimori, sube a hacer tus maletas.-le contestaba con tono indiferente.
-ha, solo eso, pensé que era, espera, QUEEEE.-le gritaba el menor algo confundido.
-no te alarmes, solo que ya me aburrí de la vida aquí en Italia, y decidí que sería bueno que conocieras la tierra que te vio nacer, solo eso.-le decía con tono monótono
-¿por qué?, ¿Por qué ahora?-le interrogaba el ojimiel
-porque yo lo digo, así que sube has tus maletas que salimos en dos horas al aeropuerto.-ordenaba el mayor con tono molesto a lo cual el castaño se levantó apresurado subiendo a su habitación a preparar sus maletas.
Mientras en la habitación del castaño.
-como me molesta que decida las cosas por sí solo, que yo no cuento, que mi opinión no cuanta, quien se cree que es, hahaaaa.-azotando la ropa en la maleta, rodeado de un aura deprimente.
-no me creo soy tu padre, y yo decido lo que es mejor para ti quieras o no, así que deja de holgazanear y apúrate.-le ordenaba el Hitman parado en el marco de la puerta sorprendiendo al menor.
-papa, por favor, estamos bien en Italia, porque tenemos que ir a ese pueblito.-le reprochaba el menor haciendo un mohín, que lo hacía ver tierno.
-no me convencerás, mejor apúrate.-le contestaba el mayor haciendo uso de su autocontrol para no ceder ante la mirada de cachorro triste de su hijo, saliendo de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
-hm, esto será divertido, piensas que es un pueblito cualquiera, ha, no subestimes a tu enemigo, hijo.-decía en un susurro el Hitman
El castaño bajaba las escaleras con sus maletas listas, encontrándose con su padre en la puerta de entrada con otras maletas, ambos salieron de su hogar, dirigiéndose al aeropuerto, una vez allí tomaron el vuelo a Tokio Japón, eran las 6 de la mañana así que llegarían a Tokio alrededor de las 6:30 de la tarde, era un vuelo de 12 horas, por lo que el castaño se la paso durmiendo o escuchando música, un vuelo muy tedioso, por su parte el mayor tomo un libro y se dispuso a leer y tomar un expresso durante todo el viaje.
Al llegar a su destino, el menor busco sus maletas mientras el mayor se ocupaba de conseguir un auto, al encontrarse el menor en la salida del aeropuerto con su padre este estaba recargado en un Bentley Continental GTS Black Edition, escondiendo su mirada bajo su fedora, dejando ver una sonrisa ladeada y unas indescriptibles patillas rizadas, al ver a su hijo, se dirigía a abrir el porta equipaje para que guardaran sus maletas, acto seguido ambos subieron al auto, y se dispusieron a ir a Namimori.