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El sexo no lo es todo... o sí por Misakiyeah

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Notas del capitulo:

Muchas gracias a todos los que comentáis, me apoyáis para que siga escribiendo esta bonita historia a la que ya le tengo un cariño, muy, muy grande.

En cuanto a los que me preguntáis sobre distintos personajes, tranquilos, todo a su debido tiempo :)

¡Muchas gracias, espero vuestro comentario!

-Papá, papá escúchame ¿qué pasa? -pregunté alarmado-. ¿Me oyes? Dime que pasa.

-Hijo por favor, tienes que volver, no tenemos dinero. Hemos entrado en bancarrota, todos nuestros ahorros los invertí en bolsa pensando en agrandarlos, pero ha salido mal y ahora, ahora... -no pudo seguir hablando, solo se oían lloros, me daban ganas de llorar a mí ahora, solo por oírle de aquella manera, no a cualquiera, a mi padre.

-Papá tranquílizate, ¿cuanto dinero necesitas? -pregunté poniéndome histérico, aunque intentaba ocultarlo, notaba como Bill observaba sentado en la mesa, a través del ventanal-. Tengo unos cuatro mil dólares ahorrados, ¿llega?

-No, tenemos una deuda muy grande... no sé como, pero en bolsa hemos quebrado y a la empresa que le he pedido el préstamo estudiantil nos ha dado un interés exagerado, no lo leí al firmar, lo siento mucho Sam. Siempre te prometí que tendrías todo lo que quisieras, lo siento -me entristecía oírle de aquella manera, mi padre siempre había sido el pilar de la familia.

-Papá no te preocupes, estoy en el primer vuelo hacia allá -suspiré, rompiéndome el corazón al mirar a Bill, quien me guiñó un ojo, lanzándome un beso a la distancia, mientras recibía una de las peores noticias que podría haber tenido.

No sabía como reaccionar, guardé mi móvil en el bolsillo de mi pantalón, sonriendo cortamente, para intentar disimular, tenía que planear algo. Entré lento, sin ganas de nada, pero tenía que disimular para que ninguno de los dos comenzase a hacer preguntas incómodas, era un tema familiar.

-¡Ya está listo! -exclamó Christian, sirviendo los platos en la mesa, ya que solo faltaba eso, seguramente la habría puesto mientras estaba hablando por teléfono.

-Tiene buena pinta -susurré sonriéndole, mientras me sentaba a su lado, quedando en frente de Bill.

-Yo también sé cocinar -se apresuró a decir el empresario. Me pareció divertida la forma en la que intentaba reclamar atención.

-No te piques -intervino Christian, sonriendo burlesco mientras se llevaba una patata a la boca-. Sam, ¿quieres que vayamos este lunes a ver universidades? Aunque creo que no tendrás problemas para entrar a la universidad de Nueva York.

-¿Vas a ir a la universidad? -preguntó arqueando una ceja Bill.

-Eh, si... bueno, no es algo que me entusiasme, aunque tampoco es que me deprima. Simplemente tenía la esperanza de hacerme un fotógrafo famoso antes de que ocurriese esto, y decidir por mi mismo ir, en fin, da igual, y por mí genial Christian, muchas gracias -sonreí.

La cena transcurrió mucho más calmada de lo que me esperaba, a pesar de los continuos piques entre Bill y Christian, habíamos cenado en paz, hace tiempo que no cenaba a la hora de una persona normal, junto a gente no muy normal, pero aún así me había olvidado un poco del tema que volvía a invadir mi cabeza. Yo me encargué de recoger las cosas mientras que Bill me pasaba las cosas para que las fuese a dejar al fregadero, donde ya se encargaría un empleado, según Bill, de limpiar así que no pude hacerlo.

Al despedirme de Christian le vi contento, sabía que deseaba encontrar su propia casa y me alegraba verlo así de feliz, habíamos quedado en que al final iríamos a la univesidad de Nueva York y después me mostraría su pequeño apartamento, su “hogar” como él lo llamaba.

Solamente segundos después de cerrar la puerta, recibí un abrazo por detrás, sentía como Bill aspiraba mi olor desde mi cuello, cogiéndome suavemente por la cadera.

-¿Qué te pasa zorrito? -preguntó, sentándome encima de él en el sofá, mientras despositaba besos en mi mejilla.

-Nada... -respondí retorciéndome entre su abrazo, dejándome hacer.

-Mientes -susurró mientras me giraba, haciendo que nos miráramos a los ojos-. Dime, ¿qué te pasa?

Sabía que no podía mentirle del todo, no era una de mis virtudes y menos hacerlo a uno de los grandes mentirosos y manipuladores, como Bill Flanagan, o por lo menos eso es lo que decían. Bajé la mirada, tocándole los botones de la camisa.

-¿Sabes que se acerca navidad, no? -pregunté un poco temeroso a la respuesta, ya que aún no sabía muy bien qué decir.

-Cierto, pero aún faltan un par de semanas, ¿qué pasa? ¿quieres hacer un viaje? -respondió con una pregunta, depositando un beso en mis labios, cogiéndome del mentón-. Podríamos ir a Inglaterra, Japón, España o México, , podríamos pasear por las calles de Londres, con nieve, de la mano, sin que nadie nos conozca, o no espera, podríamos ir a Japón y comer tarta mientras vemos la ciudad iluminada a través de algún hotel, o Barcelona, ¿es muy romántica y pasional, sabes? O si quieres, México, me gustaría llevarte a Chignahuapan.

-Bill... -musité, escondiéndome en su pecho, mientras sus manos me acariciaban suavemente las nalgas.

-Bueno, si no quieres podríamos quedarnos aquí, montamos el árbol de navidad si quieres, hace años que no lo monto, me podrías ayudar, ¿no te parece? -sonrió, dándome un pequeño pellizco en la mejilla-. Da igual donde estemos, solo quiero tenerte así, conmigo -terminó de decir cerrando los ojos, mientras me besaba el cabello para después acariciármelo-. Sé que te pasa algo, respeto que no me lo quieras decir, entiendo que no puedo dominar tu mundo aunque solo quiera absorberlo para tenerte bajo mi control, confía en mí, Sam.

-Creo que no podré, bueno, creo no. No podré pasar la navidad contigo, tengo que volver con mi familia para, bueno, ya sabes, las fiestas en familia y esas cosas, ¿tú no las pasas con tu familia? -pregunté, zafándome del agarre. Quería salir de allí, no podía decirle que no volvería otra vez más a Nueva York, simplemente no me sentía capaz.

-¿Es en serio? -preguntó, sentado desde el sofá un poco perplejo-. ¿De verdad me vas a dejar aquí? Sam te estoy hablando -dijo, viendo que yo subía las escaleras para irme de la habitación me siguió, alzando la voz con mi nombre en su boca.

-Bill, solo quiéreme -respondí, girándome rápidamente para besarle con fuerza, no quería despegarme de él, solo quería que nos abrazaramos toda la noche.

-Zorro malo -susurró, mordiéndome el labio.

Nos hundimos en un torbellino de besos, cayendo a la cama mientras nos arrancábamos la ropa con furia, tristeza y amor, era una mezcla de sentimientos que no quería ni podía controlar en ese momento, estaba fuera de si, y él también.

Solo quería sentirle dentro de mí, me aferré a él, atrapándole con mis piernas mientras me movía con su miembro dentro, quería disfrutarle para no olvidarle nunca, no lo haría ni que quisiera. Ya no había ninguna duda, no podíamos mirar atrás después de tanto camino recorrido, a su lado me sentía sobre el bien y el mal.

Su movimiento era frenético, no dejaba de moverse mientras depositaba varios mordiscos por toda la zona de mi clavícula, susurrando cosas que no podía llegar a oír ya que eran ofuscadas por el placer de sus embestidas, que me llevaban al cielo. ¿Como podía poner confianza en mi palabra cuando le estaba mintiendo tan descaradamente? Quizás follar con él estaba siendo un método para tapar mi culpa interna.

Cambiamos de posición, quedándome encima de él, me sentía un poco avergonzado ya que solo me miraba con una mirada lujuriosa, saboreándose con su lengua mientras movía mi cadera en círculos para intentar darle más placer, y recibir yo también mientras apoyaba mis manos en su torso trabajado, que solo me daban ganas de tocarlo y tocarlo.

-Quiero más -pedí, empezando a moverme salvajemente.

-¿Qué quieres? -preguntó mientras cogía mis caderas para darme una embestida fuerte-. Dime exactamente que es lo que quieres -volvió a repetir, propinándome otra estocada-. O sino, no lo tendrás.

-Quiero que me folles más duro -dije en su oreja, con los ojos entrecerrados.

-Joder no tientes a tu suerte -rugió, mientras me sacaba de encima, cogiéndome bruscamente del cuello para girarme y hundirme la cabeza en la cama, dejando mi culo en alza, sintiéndome sumiso, pero a la vez me sentía realmente excitado-. Ahora verás quien soy yo.

La sensación ya era celestial, cada embestida me hacía gemir de lo extasiado que estaba, notaba su respiración en mi nuca mientras me embestía como una bestia, solo podía retorcerme del placer. De repente sentí como su semen me invadió por dentro, estaba caliente, solo se oían nuestras respiraciones entrecortadas...hasta no oír nada más.

* * *

En una de las oficinas de las corporativas Flanagan, entraba el mismo Bill a las cuatro y media de la manaña, dejando su abrigo en manos de Harold, quien tenía una expresión seria y fría.

-Me va a dejar, mierda me va a dejar, no tendría que haberlo hecho, ¿Por qué mierda me dejaste hacerlo? -gritó Bill, cogiendo un cenicero y lanzándolo contra la pared, quebrándolo mientras se sentaba en el asiento de cuero.

-Solo soy tu guardaespaldas, en fin, ¿entonces ya puedo de dejar de mandarle mensajes haciéndome pasar por una persona que no soy solo porque eres un retorcido? -preguntó Harold, apoyándose en la puerta-. Eres demasiado malo Bill, ¿como te atreves a arruinar a sus padres? -suspiró.

-Pensaba que si lo hacía, no tendría otra opción más que aferrarse a mí, entregarse completamente a mí y pedirme ayuda, y vas a seguir siendo Chad todo el tiempo que yo te lo ordene, así seguiré teniendo contacto con él de alguna manera mientras no esté, aunque no voy a dejar que se vaya y me deje solo, no lo puedo permitir -dijo poniéndose de pie, inquieto, mirando por el ventanal de la oficina que daba vista al centro de Nueva York.

-Como quieras, Chad -respondió irónico Harold, saliendo del despacho.

 

Notas finales:

Muchas gracias a todos los que comentáis, me apoyáis para que siga escribiendo esta bonita historia a la que ya le tengo un cariño, muy, muy grande.

En cuanto a los que me preguntáis sobre distintos personajes, tranquilos, todo a su debido tiempo :)

¡Muchas gracias, espero vuestro comentario!


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